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Entrando a la presencia de Dios

Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” Juan 17:3

La esencia de la adoración se basa en conocer realmente a Dios lo cual es lo que Él siempre ha querido y manifestado desde la creación de la humanidad.
La biblia nos enseña en el antiguo testamento, que hubo un santuario terrenal llamado tabernáculo el cual hace referencia a una tienda especial construida por los israelitas con instrucciones precisas dadas por Dios, cuyo objetivo era el lugar donde se le podía encontrar y adorar. (Éxodo 25-27).
El modelo del tabernáculo en el AT, nos revela y nos lleva a la verdad que es Cristo Jesús.
El atrio era la parte más externa del tabernáculo y como la antesala de la morada. En este lugar se llevaban a cabo los sacrificios y era el único sitio al que el pueblo tenía acceso. El atrio tenía tres recintos abiertos donde se separaban los hombres, las mujeres, los judíos y los gentiles.
El lugar santo era la primera sección de la tienda del tabernáculo y por donde se tenía acceso a la morada. Luego estaba el lugar santísimo que era la segunda sección de la tienda donde el sumo sacerdote entraba una vez al año para hacer expiación por los pecados de sí mismo y los del pueblo.
El sacrificio consistía en tomar un animal que fuese perfecto, sin mancha, y sin defecto y presentarlo ante Dios. Esto simbolizaba pagar vida por vida: la vida del animal por la del hombre.
La biblia nos enseña en Génesis 4:3-6 que Caín – el hijo de Adán y Eva – presentó una ofrenda que no le fue de agrado a Dios, mientras que la de su hermano Abel sí agradó a Jehová: Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante.Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante?”
La ofrenda de Caín no le costó nada y ese fue el problema.
Si lo ponemos en nuestro contexto de vida, esto sucede cuando sí o cuando no le entregamos a Dios algo que nos cuesta, que se nos hace difícil desprendernos de ello y dárselo voluntariamente al Señor.
Continuando con el tabernáculo; antes de ingresar al lugar santo era necesario lavarse los pies y las manos en la fuente de bronce. No se podía entrar sin ser primero lavado. En el altar de bronce era donde se llevaba a cabo el sacrificio y este se ubicaba inmediatamente después de cruzar la puerta del atrio.
Lo anterior simboliza cómo nos acercamos a Dios. Primero debemos ser lavados, limpiados del sistema del mundo. Hay contaminación en el mundo – pecado, condición natural del hombre, sistema de creencias que nos aparta de Dios -; y sin antes vernos y reconocernos como pecadores no podemos entrar a la presencia de Dios. Esto nos confronta pues nos hace vernos tal cual somos.
Es importante aclarar que la palabra de Dios dice que ninguno de nosotros es digno, y que nuestro fin es la muerte (Romanos 6:23); pero afirma que Cristo tomó nuestro lugar y dio su vida voluntariamente por cada uno de los que íbamos a creerle y aceptarle por fe:

“17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.18 Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.” Juan 10:17-18

La forma de entrar a la presencia de Dios es siendo lavados a través del sacrificio de Cristo Jesús. No hay otro mediador, sólo Él.

Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” 1 Timoteo 2:5

Continuando con el proceso mediante el cual los sacerdotes ingresaban a la presencia de Dios, en el tabernáculo habían varios elementos importantes:
* Candelabro de oro: traía luz a la oscuridad: Jesús dijo que Él era la luz del mundo.

Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” Juan 8:12

* Lugar de los panes: Dicho pan tenía hierbas amargas, las cuales representan lo que Jesús iba a hacer por ti y por mi.

Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.” Juan 6:35

* Altar de incienso: Este era aromático por lo tanto agradable a Dios. Representa la oración y la adoración, lo cual debería ser la constante en la vida de un creyente.
A Dios no le agrada si en la iglesia nos expresamos de una forma y luego afuera hablamos maldición. ¿Cómo es nuestra adoración cuando nadie nos ve?.

Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono.Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos.” Apocalipsis 8:3-4

* El Lugar Santísimo: Este lugar estaba separado del lugar santo por un velo para que únicamente una sola persona pudiera entrar. Solamente una vez al año el sacerdote podía ingresar a este sitio para hacer expiación por sus pecados y los de todo el pueblo. En este punto es importante mencionar varios aspectos clave: había una deuda u ofensa ante Dios que debía ser quitada, un ofensor que debía ser perdonado y un sacrificio para efectuar la expiación (En términos bíblicos, significa quitar la culpa mediante la ofrenda de un sacrificio).
Hebreos 7:22-28 nos dice:

Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. 23 Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; 24 mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; 25 por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. 26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; 27 que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. 28 Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.”

Cristo vino a hacer una obra perfecta y completa para siempre. Él fue ese cordero perfecto, sin mancha, sin pecado, inmolado en la cruz, que siendo inocente vino a dar su vida por cada uno de nosotros cumpliendo lo que nadie mediante la ley podía hacer: reconciliarse y acercarse a Dios.
Ahora cada vez que vamos a la presencia de Dios y si realmente estamos en Cristo; el Padre nos mira. Pero hay una forma de acercarnos: debemos estar lavados, purificados, reconciliados, debemos confesar nuestros pecados, arrepentirnos y creer que Jesús pagó el precio que a nosotros nos correspondía. Y una vez que entendemos la magnitud del sacrificio de Jesús por nosotros no podemos dejar de adorarle.
Sin embargo, aún sabiendo esta verdad algunos se quedan en los atrios. ¿Porqué no entran?. Es triste que muy pocos entren al lugar santísimo cuando a través de la obra redentora de Cristo, todos tengamos acceso.
Tenemos el ejemplo en el nuevo testamento de Ananías y Safira. Ellos sabían que estaban en un tiempo donde Dios estaba haciendo algo glorioso. Sin embargo ellos vendieron todo y se dejaron una parte. Una parte que no les pertenecía a ellos. Esto representa como un medio sacrificio, un medio cantar, un medio cumplir, no lo dieron todo.
Si estamos llenos del agua viva que es Cristo, eso es lo que brota de nuestro ser. Pero; si nos guardamos cosas, si no soltamos, no confesamos, no entregamos pecados ocultos hay lugares donde el Señor no nos va a dejar pasar las cosas. Cuando adoramos, alabamos y cantamos puede ser en apariencia la misma acción pero el lugar es diferente, y no es lo mismo quedarse en los atrios que entrar en la presencia de Dios.
Vamos a poder entrar a la vida eterna, cuando realmente conozcamos a Dios. Y esto sólo es posible a través de Cristo y su obra redentora.
Fijemos nuestra mirada en Jesús y oremos para mantenernos firmes corriendo la buena carrera de la fe.

Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” Hebreos 12:1-2

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