Jesús el que cambia paradigmas – De rechazadas a hijas de Dios
Continuamos con la serie “Jesús el que cambia paradigmas”. Hoy el tema se enfoca en las mujeres; sin embargo, los hombres tenemos que desaprender conceptos que han sido considerados como normas en medio de una sociedad machista, y cuestionarnos enseñanzas que hemos aprendido en el evangelio, que bíblicamente no son necesariamente correctas. La prédica de hoy lleva por título: “De rechazadas a hijas de Dios”.
Estamos viviendo en una sociedad machista y en respuesta a ello existe un movimiento feminista que en un principio nació con la intención de una genuina búsqueda de la igualdad de derechos, lo cual es el diseño de Dios, que nos creó como iguales y esto es fundamental entenderlo. Sin embargo, este movimiento feminista quiere suplantar y pisotear la figura del hombre y eso está totalmente equivocado porque ese no fue el diseño de Dios, tampoco.
Como iglesia de Cristo, necesitamos quitar de nosotros este tipo de pensamientos y formar una mente bíblica, no machista ni feminista.
Ahora, también hay un paradigma de que el cristianismo es una religión machista, donde quiere imponerse el hombre sobre la mujer, lo cual tampoco es bíblico. Por eso necesitamos predicar y aprender de esto pues es un tema que se nos enseña poco.
No podemos pensar que por que la cultura en la época en que Jesús vivió como hombre en la tierra era altamente machista, quiere decir que la biblia nos enseña que esto estaba bien. Es importante diferenciar el sentir de los hombres del sentir de Dios. Los hombres muchas veces damos un mal testimonio de lo que la Biblia enseña. Por ejemplo, en los tiempos de Jesús, los judíos oraban en las mañanas de esta manera: “Gracias Dios porque no somos gentiles (ajenos a los judíos), esclavos o mujeres”. Esa era la frase con la que ellos empezaban sus días y nos podemos dar cuenta cuál era el lugar que se le daba a las mujeres, en el último estrato social, al mismo nivel de un esclavo y no tenía ningún tipo de valor ni de aporte a la sociedad. Entonces ahora para entender cómo Dios ve a la mujer necesitamos ir a la Palabra de Dios.
Génesis 1:26 dice:
“Entonces dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen, y conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”
En ese texto “hombre” no quiere decir hombre masculino, sino que se refiere a la humanidad. Dios crea al hombre a su imagen y crea la mujer a su imagen también. Somos iguales. En términos teológicos, el “ser creado a la imagen de Dios”, quiere decir que El Señor, como espíritu, imprime su naturaleza en el hombre y nos diseña de una forma en que nosotros tengamos ciertas capacidades como la capacidad de adorar, de buscarle, capacidades intrínsecas dadas por Él. De manera que de acuerdo con el diseño de Dios, tenemos el mismo valor; a sus ojos somos iguales.
Génesis 2:18 dice:
“y dijo Jehová Dios: no es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.”
Esto tiene que ver con la función de cada uno. Como iglesia tenemos una posición complementarianista, es decir, creemos que el hombre fue diseñado para un fin y la mujer para otro. Somo complementarios. Esto no tiene que ver con el valor sino con el rol que nos toca a cada uno. Dios nos creó con funciones diferentes pero la función nunca define el valor, el tema de función es simplemente un designio de Dios.
¿Cuál era la situación de la mujer en aquellos tiempos? Las mujeres eran excluidas de las sinagogas y de la mayor parte del templo, no podían leer la Torá, no podían hablar con hombres y ni siquiera con el esposo. Aquí tenemos que romper este paradigma entendiendo lo siguiente: nada de lo anterior es bíblico. Esto no es algo que el Señor nos enseñó, ni es algo de la religión cristiana, es algo que la cultura judía implementó y pareciera que la Iglesia también. Y eso nos hace pensar que podemos normalizar estos comportamientos y pisotear a las mujeres o tratarlas de formas equivocadas.
Estas restricciones no proceden de la Biblia sino de la Mishná y el Talmud, que son libros escritos en el siglo primero después de Cristo y estos dos libros registran toda la cultura judía de la época y todavía hoy muchos judíos utilizan estos libros para su forma de hacer culto. Vamos a leer a continuación cuatro puntos que estos dos libros mencionan:
1 – Las mujeres debían ser evitadas de todo contacto social. El libro de Avot del Mishná 1:5 dice: “no converses demasiado con mujeres. Dijeron esto con respecto a la propia esposa, cuánto más se aplica la regla a la esposa de otro hombre. Mientras más un hombre converse demasiado con mujeres se causa mal a sí mismo porque se desvía del estudio de la Torá de modo que su fin será heredar el infierno”.
Detengámonos un momento para reflexionar; muchas veces en la iglesia se pone el Ministerio por encima de la familia. Lo usamos como excusa para desatender nuestra casa, nuestra esposa y a los hijos. Incluso hemos delegado la responsabilidad que Dios nos dio de formar a nuestros hijos con la excusa de que tenemos que hacer ministerio, tenemos que leer la Torá, prepararnos, etc. Lo hemos usado como excusa durante años en la fe cristiana equivocadamente.
2 – A las mujeres no se les debía enseñar la Torá públicamente. El libro de Sota 10a dice: “las palabras de la Torá sean quemadas antes que entregadas a las mujeres. En otra cita, el rabino Eliécer dice, “quien le enseña el Torá a su hija, le enseña obscenidades”.
La palabra de Dios en el Antiguo Testamento enseña algo muy distinto.
Josué 8:35 dice:
“No hubo palabra alguna de todo cuanto mandó Moisés, que Josué no hiciese leer delante de toda la congregación de Israel, y de las mujeres, de los niños, y de los extranjeros que moraban entre ellos.”
Nehemías 8:2-3 dice:
“Y el sacerdote Esdras trajo la ley delante de la congregación, así de hombres como de mujeres y de todos los que podían entender, el primer día del mes séptimo. 3 Y leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley.”
¿Cómo vamos a predicar y a vivir nuestra fe si no enseñamos la palabra? ¿Cómo nuestras esposas van a ser madres en poder y autoridad del Espíritu Santo, formando a las nuevas generaciones si no conocen la palabra de Dios? Esta era la venda que se le quería establecer a las mujeres. Sin embargo, muchas veces la Iglesia se sostuvo porque hubo mujeres que se pararon en la brecha en ausencia del rol que muchas veces les tocaba a los hombres.
Hoy día es triste porque vemos más mujeres que hombres en las Iglesias; no es triste para las mujeres, es triste para los hombres. Nosotros queremos formar esta generación de adoradores y necesitamos que los hombres, como cabeza de hogar, tomen su responsabilidad y sean el ejemplo. Ser cabeza es una responsabilidad que se vive y si no se vive, no esperemos ser cabeza. Fuimos llamados a enseñar esto en nuestras casas, fuimos llamados a servir primero, a perdonar primero, a llorar nuestro pecado primero y a interceder primero. Pero, si somos honestos, casi siempre se le delega eso a las esposas.
3 – A las mujeres se les restringe la comunicación oral de la Torá a otros. Kiddushin 4:13 dice “un hombre soltero no debe ser maestro de niños ni una mujer puede ser maestra de niños.”
¿Cómo vamos a evangelizar incluso a los niños si no hablamos? ¿Qué sería de las Iglesias Cristianas en general sin la dedicación y la vocación con que mujeres sirven en la enseñanza?
4- Las mujeres no tenían derecho a dar testimonio público en los procesos judiciales. El libro de Bava Kamma 88a dice “aunque la mujer está sujeta a los mandamientos está descalificada para dar testimonio.”
El historiador Tito Flavio Josefo confirma esto. Y este era el contexto al que llegó Jesús a hacer ministerio y ¿qué hizo Jesús? Jesús no se escondió, no vino a traer algo contrario al Padre, es más lo que Jesús dijo es “mi ministerio es hacer la voluntad del padre, yo vine a establecer Su palabra en la tierra, vine a hacer lo que Él dijo, yo vine a traer el diseño original y a restaurar la imagen de estas hermanas, de las mujeres de mi creación, yo vine a restablecer esta igualdad”, y el ministerio de Jesús lo evidencia.
Mateo 1:3-5 dice:
“Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram. Aram engendró a Aminadab, Aminadab a Naasón, y Naasón a Salmón. Salmón engendró, de Rahab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, y Obed a Isaí.”
Se trata del nacimiento de Jesús, desde ahí se empieza a marcar la diferencia. Lucas empieza a registrar la genealogía de Jesús. Las genealogías hebreas se caracterizaban porque eran los hijos de los varones los que marcaban la línea genealógica. Pero en esta cita se mencionan tres mujeres: Tamar, Raab, y Rut. Luego se menciona a la esposa de Urías y a María.
La genealogía de Jesús está llena de mujeres y esto es importante, esto no fue casualidad, no fue un tema de Lucas. El señor nos está hablando a través de las genealogías y a veces nos da pereza leer las genealogías en la Biblia. De esas cinco mujeres, tres eran gentiles y eso habla del plan de Dios. La bendición que Dios le dio a Abraham de que “en ti serán benditas todas las naciones de la tierra”, nos incluyen a usted y a mí, a hombres y mujeres por igual. Y Dios no ve a la mujer como el sexo débil, ni como una rechazada, sino como parte de su plan, su herencia, como una hija escogida.
En sus enseñanzas y en sus sermones Jesús utilizaba las mujeres como ejemplo. En medio de una cultura donde la mujer era vista como basura, Jesús utilizaba argumentos contra los fariseos y religiosos de la época diciéndoles que la fe de ellos no estaba en cumplir un conjunto de obligaciones sino en imitar la fe de algunas de estas mujeres.
Lucas 4:25-26 habla de la viuda de Sarepta, una mujer sin ni siquiera esposo pero que abrió sus puertas al profeta y que estaba dispuesta a escuchar el mensaje de Dios y Dios le dice al religioso deja de ser tanto como eres y empieza a ser más como esta mujer de fe. No siempre el que públicamente más brilla es el que realmente tiene la aceptación de Dios. Toda mujer es una guerrera por dentro. No son débiles, ni poca cosa. Una gran mayoría de nosotros ha tenido una gran mujer cuya fe y su oración cautivó nuestra vida para que hoy andemos por el camino correcto. A estas mujeres que han entendido que no es su discurso el que puede cambiar, sino su oración, el Señor les dice “confía, mi mirada está puesta en ti”.
En Lucas 11:31, El Señor habla de la fe de la Reina de Saba, que viajó kilómetros para ir a donde Salomón a recibir sabiduría. Cuántas mujeres no viajan kilómetros con tal de traer palabras de sabiduría y dirección a sus casas, esas mujeres virtuosas que se mueven, que creyeron a Dios, que hacen lo que Dios dice porque quieren ser obedientes y quieren traer prosperidad, sabiduría, y ser usadas por Dios.
Juan 4:1-42 nos habla de la historia de la mujer en el pozo, la samaritana, quizá era la mujer de menos testimonio, la menos calificada, la más excluida, y la más pecadora. El Señor llegó a ese lugar y habló con ella. Todo lo que leímos que no se podía hacer con las mujeres, Jesús lo hizo con la samaritana, con la excluida, con la rechazada, y el Señor no solo la perdonó y la restauró, sino que se le reveló como El Mesías y quizá esta fue la primera persona a la que el Señor directamente se revela “Yo soy el que esperas” y esta mujer recibió la primicia, la menos calificada fue la que recibió lo que el Señor tenía planeado para los hombres. Dios quiere restaurar y usar a todas aquellas mujeres que quizás se sienten vacías o indignas, y que reciban conocimiento de lo alto, y entiendan los planes y la visión que hay para ellas.
En Lucas 10:38-42, El Señor nos muestra que él no vino sólo a hacer discípulos hombres, en medio de una casa donde estaban Marta y María. Marta estaba afanada en lo que tenía que hacer que era servir, lo que las mujeres estaban acostumbradas a hacer. Pero María rompió el protocolo y se sentó a los pies del maestro. En esa época era impensado que una mujer se sentara a los pies de un rabino a escuchar, y el Señor no solo lo permitió, sino que se volvió a Marta y le dijo que imitara a María y se sentara a los pies a escuchar porque la mejor porción no era que fuera su servidora sino que fuera su discípula, como mi hija adoptada.
El Señor nos muestra que su ministerio no era solo con hombres, la Biblia nos habla en diferentes partes de su ministerio. Lucas 8:1-3 dice que María Magdalena, Juana, Susana y muchas otras mujeres eran parte del Ministerio de Jesús. El señor era muy sabio y sabía que había cierto mensaje en lo público y cierto mensaje en lo privado que él tenía que dar, pero les abrió las puertas a las mujeres. Él necesitaba a hombres para poder ser aceptados en su cultura e irrumpir la cultura con el mensaje, pero el Señor nunca despreció a las mujeres, las adoptó como discípulas, y las abrazó.
Y el ejemplo más importante del papel de las mujeres en la comisión que Él da. El Señor murió rodeado de mujeres (los hombres huyeron), y resucitó y las que estaban ahí eran mujeres sin temor. Y se les apareció un ángel cuando iban estas mujeres a embalsamar al Señor, y les dice “¿por qué buscan al que vive entre los muertos?” y las mujeres se asombraron y el Señor les dice “vayan y prediquen esto”, “¡vayan y prediquen!”; las primeras comisionadas en ir a anunciar las buenas nuevas fueron mujeres, no fueron hombres.
En la iglesia primitiva el Señor siguió usando mujeres. Junia fue enviada (Romanos 16:7), Priscila fue una mujer que predicaba y que abrió y dirigió una iglesia (1 Corintios 16.19), Febe fue diaconisa de una iglesia en Cencrea (Romanos 16:1), Evodia, Síntique y Lidia fueron empoderadas y afirmadas como mujeres de Dios (Filipenses 4:2 y Hechos 16:14), Persida, Trifena y Trifosa trabajaron en la obra del Señor (Romanos 16:12), las hijas de Felipe eran profetizas. Asimismo el día de hoy podemos ver que es mayor la norma de mujeres usadas por Dios, que mujeres hechas a un lado.
Recordemos que la mujer es llamada a ser “ayuda idónea”, pero esto no quiere decir que sea un rol secundario o pequeño. La palabra hebrea que se utiliza para referirse a esa ayuda idónea es “Ezer Kenegdo”. Ezer es un sustantivo que aparece 21 veces en el antiguo testamento, dos veces se refiere a Eva, tres veces se refiere a naciones poderosas que ayudaron a Israel, y 16 veces a como Dios ayudó a Israel. Entendamos bien esto: Dios nunca tiene un rol pequeño en nada que haga. Si Dios utiliza el término para referirse a la forma en la que Él ayuda, podemos concluir que ese ayudador no es un ayudador débil.
Según el autor David Friedman, la evidencia indica que la palabra “Ezer”, originalmente tenía dos raíces, cada una comenzaba con diferentes sonidos guturales, una significa “poder” y la otra “fuerza”. Este es el tipo de ayuda para la que las mujeres fueron diseñadas y creadas, fuerte en Cristo Jesús, poderosa en el poder de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo.
La mujer como ayuda idónea, no se trata de soportar todo ni de llevar la contraria. Dios nos hizo complementarios, no nos hizo como la media naranja romántica que dicen en el mundo donde calzamos perfecto y todo va a ser amor y paz por el resto de la vida. Eso no va a pasar. En ese amor idóneo vamos a encontrar también la crítica y eso es de bendición porque la persona que está ahí nos ama y nos critica porque nos ama y quiere lo mejor para nosotros y es la forma en cómo Dios usa a nuestra pareja para crecer en la imagen de Cristo.
Deuteronomio 33:29 dice:
“Bienaventurado tú, oh, Israel. ¿Quién como tú, Pueblo salvo por Jehová, Escudo de tu socorro, Y espada de tu triunfo? Así que tus enemigos serán humillados, Y tú hollarás sobre sus alturas.”
Ese socorro, esa ayuda, es ese mismo “Ezer” del hebreo, refiriéndose al Señor. La mujer es como esa fuerza y ese poder que nos ayuda y nos complementa.