El llamado de Dios
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El llamado de Dios

“Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” Marcos 10:45

Dios tiene un llamado para cada uno de nosotros y Jesús lo dijo muy claro según el versículo anterior. Él vino con un propósito el cual fue el rescate de nuestras almas. No hay un sacrificio más grande como el que hizo el Señor quien fue a la cruz del Calvario y derramó su sangre por cada uno de nosotros perdonando cada uno de nuestros pecados aun cuando ninguno lo merecíamos.

Jesús dio su vida por Su propia voluntad no porque nadie lo obligó; sino que esa era Su misión, llamamiento y servicio; que a través de esa sangre hoy tuviésemos libertad y valoremos ese sacrificio mediante el cual nos compró y nos rescató. Así de la misma manera, el Señor quiere que quiere que nosotros también le sirvamos y sigamos dejando como ejemplo lo que Jesús hizo aquí en la tierra.

Hay un cuento llamado “El Dador de Sueños” que trata sobre un hombre que se llamaba “Ordinario” y vivía en una tierra llamada “Familiar”, una tierra cotidiana donde este hombre se sentía que era un “don nadie”. Un día llegó el “Dador de Sueños” a visitarlo y le dijo que le tenía un sueño, por lo cual debía ponerse en camino y levantarse para poder alcanzarlo.

¿Cuántos no se han sentido “ordinarios” en un lugar que se llama “familiar” donde todos los días hacemos lo mismo? Nos hemos sentido como “Ordinario”, como uno más del montón, de los que hacemos todos los días lo mismo. Alguien que tiene una vida de rutina, que siempre se preocupa por lo mismo, sus propias necesidades y sus prioridades, que todos los días piensa sólo que tiene que ir a trabajar, en sus provisiones, o que pasa también horas al frente del televisor, una computadora o navegando en redes sociales. Pasa en su mundo impersonal qué demanda mucho de las demás personas y de vez en cuando, si todo empieza a ir bien y hay un poquito más de ingreso salen y se diviertan un rato… pero siguen sintiéndose ordinarios. Y al igual este “don nadie” del cuento deben salir de su zona de confort.

De la misma manera, cuando Dios nos llama, no sólo nos rescata y nos da vida eterna, sino que nos da un sueño, una misión, un propósito. Este sueño no es de comprar una casa, un carro o un viaje. El Señor quiere que cumplamos para lo que Él nos ha elegido y llamado. Dice su palabra en Juan 12:26Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.”

Dios te quiere hacer un alguien al cual Él pueda honrar y no es malo ser un “don nadie” a lo que hace referencia de ejemplo en el cuento, pero es un poco de egoísta en este mundo. Muchos hacemos sólo lo que nos beneficia y no pensamos en los demás, pero Dios no nos creó para que nos mantengamos en una zona de confort, Él nos hizo “un alguien” y fuimos creados a su imagen y semejanza; donde según su palabra en Efesios 2:10 “(…) somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”

Dios tiene para cada uno de nosotros una misión, un llamado, un servicio y Él espera que salgamos y lo cumplamos. Esto no es solamente para algunos cuantos, para el intelectual, el que estudió, el que habla bonito. Dios no hace acepción de personas, y  tal vez a veces no damos ese paso hacer esa misión porque nos sentimos imperfectos o insuficientes o muchas veces nos sentimos muy culpables y nos callamos. Pero Dios quiere que sepamos que Él nos ama, que Él no nos ha desechado, que no te eligió para dejarte botado, Él va a terminar la obra que empezó en cada uno de nosotros y la va a perfeccionar. Dios nos llama a esforzarnos y obedecer como nos enseña en Josué 22:5 “(…) Amen al Señor su Dios, anden en todos sus caminos, obedezcan sus mandatos, aférrense a él y sírvanlo con todo el corazón y con toda el alma”.

Cuando entremos a hacer esa misión ese llamado Él nos dice que nos aseguremos de obedecer, pues obedecer es un esfuerzo y esto no es fácil. Hay que esforzarse y poner de nuestra parte para oír al Espíritu Santo, debemos amar al Señor con todo nuestro ser, con toda nuestra mente y todas nuestras fuerzas.

Un llamado es algo que vamos a sentir, es una pasión increíble que nos va a impulsar hacer cosas que antes nunca habíamos hecho. Dios pone el querer como el hacer por su buena voluntad, no por nuestra propia voluntad. Él es quien pone en nosotros ese deseo porque esa es la voluntad del Padre, y todos somos únicos, diferentes, nadie se parece, lo que cada uno haga nadie más lo va a hacer. Dios nos escogió a cada uno, porque Él no quiere que nos comparemos con nadie, no quiere que seamos como otras personas, o que seamos de una manera en la que Él no nos ha hecho.

Dios quiere que seamos sus representantes para y que le sirvamos con un propósito que es bendecir e influenciar a las personas que están alrededor de nosotros. Todo lo que hacemos por más pequeño que sea tiene consecuencias eternas. Como padres podemos influir en nuestros hijos, ya sea para bien o para mal pues nosotros somos su mayor ejemplo y con nuestras palabras, actuar y forma de vivir.

Veamos la vida de Moisés y como Dios tuvo detalles con él para cumplir el propósito para el cual lo había llamado.

Dios le pidió a Moisés que sacar al pueblo de Israel del cautiverio y esclavitud en que se encontraba y lo llevara a la tierra prometida. En ese tiempo, el pueblo de Israel era totalmente sometido a cargas y trabajos pesados, maltratos y mucho sufrimiento. Ellos no dejaban de clamar a Dios de día y de noche.

En ese entonces, el faraón tenía mucho temor de que el pueblo de Israel aumentara tanto, pues entre más los maltrataba más hijos tenían. Este hombre debido a su miedo y maldad dictó una orden para que los niños varones fueran asesinados por las parteras quienes siguieron dicha directriz. Pero entonces, los niños varones eran tirados al Nilo para que murieron ahogados. Así fue como la madre de Moisés lo puso en una bolsita y llegó a manos del hijo del faraón y Moisés fue criado en el palacio del faraón como un príncipe; sin embargo, en ese momento él no sabía lo que sus hermanos hebreos estaban sufriendo porque él estaba en su zona de Confort

Pero un día Dios lo movió para que llegara a ver la necesidad de las personas. Cuando Moisés era ya un hombre salió un día a visitar a sus hermanos de raza y se dio cuenta de que su trabajo era muy duro, se dio cuenta del sufrimiento, del dolor, de su necesidad y fue movido a salir de su zona de confort.

Dice Éxodo 21:11-12 que “En aquellos días sucedió que crecido ya Moisés, salió a sus hermanos, y los vio en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos, sus hermanos. Entonces miró a todas partes, y viendo que no parecía nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena.”

Moisés actuó en su propia justicia por lo que él creía que era algo bueno sin embargo no estaba actuando en la voluntad de Dios. El Señor quiere que cumplamos Su misión, no la nuestra ni a nuestra manera. Más adelante en Éxodo 2:13-14 dice: «Al día siguiente salió y vio a dos hebreos que reñían; entonces dijo al que maltrataba al otro: ¿Por qué golpeas a tu prójimo? Y él respondió: ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio? Entonces Moisés tuvo miedo, y dijo: Ciertamente esto ha sido descubierto.

Moisés tuvo mucho miedo pues se dio cuenta de que ya había sido descubierto de la muerte del egipcio y huyó al desierto. Es en este lugar donde Dios iba a empezar su preparación en este hombre y así es como nos prepara a nosotros en tiempos de crisis, soledad, desempleo o situaciones que no entendemos pero que el Señor no está formando y trabajando en nuestro corazón. Es allí donde Dios nos va a hablar porque el desierto es el lugar de prueba donde Dios nos va a llevar para saber qué hay realmente en nuestro corazón, que es lo que necesitamos saber, qué es lo malo que hay en nuestro corazón y que Él quiere que quitemos.

Eso fue lo que le pasó al pueblo de Israel, quienes tardarían 40 días en llegar a la tierra prometida y tardaron 40 años porque lo que había en ellos era una rebelión, una incredulidad, se quejaban siempre, se quejaron contra Moisés, no quisieron hacerlo caso, atacaban y se oponían al plan de Dios que era llegar a la tierra bendita. Y este es un ejemplo para nosotros hoy en día. ¿Estaremos oponiéndonos al plan de Dios con nuestro actuar?

Dios va a honrar a quien Él llama a servir y le responde. Todas esas lágrimas que hemos derramado las recogeremos con regocijo y alegría. Así que no dejemos de hacer lo que Él nos ha enviado a hacer, aunque nadie nos vea ni nos den las gracias, aunque nadie sepa que lo que estamos haciendo, aunque nos traicionen, obedezcamos, porque Quien nos recompensa no son los hombres, lo que hacemos en secreto tiene su recompensa no en lo que el hombre nos diga, sino lo que el Señor ve y nos dice.

Dios nunca se va a olvidar de la misión por la cual nos ha elegido, aunque nosotros no queramos escucharlo Él siempre nos lo va a recordar todos los días de nuestra vida. El pueblo de Israel fue al desierto y muchos dejaron la misión botada, como los hebreos muchos han querido devolverse de donde el Señor los ha sacado, sin embargo al igual que este pueblo que nunca vio la tierra prometida por su rebelión, el Señor siempre estará allí recordándonos esa misión para la cual Él nos llamó.

Jehová se le apareció a Moisés en forma de zarza y le dijo: “(…) he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel (…)”  Éxodo 3:7-8

Y más adelante el Señor le dice a Moisés: “Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel” Éxodo 3-10. Dios sabía que Moisés no estaba totalmente preparado, que tenía muchos conflictos internos, sabía que no tenía dominio propio, que era impulsivo, se sentía como un fracasado y que tenía mucho temor.

La primera debilidad de Moisés estaba basada en su identidad quien se quejó y respondió: “(…) ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?” Éxodo 3-11

Moisés no tenía identidad, no sabía quién era él ni que era Dios mismo quien le iba a dar la autoridad que necesitaba. Así que Jehová le respondió: “(…) Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte.” Éxodo 3:12

La segunda cosa de la que Moisés se quejó fue de autoridad, él se sentía sin ella y Dios le dio una lista de milagros para que el faraón viera que el Dios de Moisés tenía poder, a lo que Moisés protestó y puso otra excusa: “(…) He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?Éxodo 3:13

A lo que el Señor le respondió “(…) YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.” Éxodo 3:14. Moisés pensaba que él iba a pelear con su propia autoridad porque no sabía que el Dios vivo es quien el que tiene el poder para pelear nuestras batallas. El Espíritu de Dios habita en nosotros, y Él es quien tiene el poder para hacer la obra, nosotros somos solo sus instrumentos quienes sólo debemos estar dispuestos a creerle y obedecerle.

Moisés se quejó también de su habilidad, diciendo que él no sabía hablar: “(…)!!Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua.” Éxodo 4:10

Y el Señor le respondió “(…) ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar.” Éxodo 4:11-12

No debemos preocuparnos por lo que tengamos que decir, nada más hagamos lo que Dios quiere y punto. El señor pondrá las palabras en nuestra boca.

La última cosa Moisés le dijo a Dios fue que enviara a alguna otra persona porque él tenía miedo. El temor nos va paralizar, este hombre se sentía fracasado, culpable por las cosas que había hecho, Moisés tenía 80 años cuando Dios lo llamó pero eso al Señor no le importa, Él siempre va a tener una misión para cada uno de nosotros.

Dios no quiere que nos escuchemos a nosotros mismos, sino a Él, que no busquemos en nuestras propias capacidades lo que sólo Él puede hacer, pues absolutamente nadie es perfecto. El utiliza inclusive lo débil de nosotros para fortalecernos porque Dios no quiere que nadie se gloríe en las cosas que Él hace, que no confiemos en la sabiduría humana pues esto no le importa el Señor, ni lo intelectual ni las capacidades que una persona tenga, Dios no necesita nada de esto.

El Señor únicamente necesita un corazón contrito y humillado, alguien que le diga “envíame a mí; yo quiero servirte Señor”, eso es todo lo que el Señor necesita.

Dios a quien llama, lo capacita, y lo va a hacer a través de la palabra pues “toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” 2 Timoteo 3:16

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