Caminando en el Espíritu: El Uso de los Dones
En esta entrega, se tratará un tema de suma relevancia para la Iglesia de hoy: los dones del Espíritu Santo, y su uso, según la instrucción bíblica. Los dones, bien usados, deben generar una transformación positiva; pero lamentablemente, en ocasiones, por el mal uso de un don, la Iglesia ha sido dañada (cúmulo de orgullo, heridas y resentimientos, entre otras, han sido algunas de las consecuencias), y paradójicamente, esto ha provocado que la gente se aleje de Cristo.
En este sentido, es muy importante conocer las características de los diferentes dones, y sus potencialidades, así como los cuidados que como creyentes debemos tener alrededor de este tema.
Los dones del Espíritu Santo se manifestaban tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Comenzaremos con los dones de conocimiento, fe, ciencia y sabiduría. Estos, son tratados en la primera carta de Pablo a los Corintios (aunque también se mencionan en otras cartas). La iglesia de Corinto, se caracterizaba por ser abundante en dones. Todos los dones del Espíritu se manifestaban en ella. Y a propósito, Pablo les expresa que tienen la dicha de tener una gran cantidad de dones, pero al mismo tiempo les exhorta, porque los dones eran utilizados fuera del contexto correcto.
Pablo menciona estos dones (y otros más a lo largo de la carta) pero no tuvo la necesidad de describírselos, porque eran ampliamente conocidos por ellos. No obstante, a nosotros, esto nos plantea el reto de investigar cómo se movía el Espíritu Santo en las precedencias bíblicas; como el libro de Hechos de los Apóstoles u otras cartas, para entender cómo deberían verse los dones. Para ello, haremos un acercamiento a través de tres citas:
Mateo 9, 4: “Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos…”;
Mateo 12, 25: “Y sabiendo Jesús los pensamientos de ellos”;
Lucas 6, 8: “mas Él conocía los pensamientos de ellos”.
Todos estos fragmentos muestran que Jesús se movía en la llenura del Espíritu y conocía cosas que no han sido reveladas a las personas. Conocía el corazón de las personas, su hablar y cómo iban a actuar. Ciertamente, la iglesia no puede ponerse a la estatura de Cristo; sin embargo, esto nos da pequeñas muestras de cómo se mueve el Espíritu Santo.
Hay muchos otros ejemplos. En el capítulo 5 del libro de los Hechos de los Apóstoles, se muestra como a Pedro le es revelado que los hermanos en la Iglesia se estaban guardando parte de lo que ellos tenían que sembrar. Pedro los exhorta, y aquí es clarísimo como esto viene, no por conocimiento de hombres sino por revelación del Espíritu. En los capítulos 8 y 9 del mismo libro, por medio de la historia de Ananías, se muestra cómo el Señor le habla y lo manda a buscar a Pablo, y lo guía para que ore por él.
En lo que respecta a los dones de ciencia y sabiduría, es importante, diferenciarlos de las palabras de ciencia y palabras de sabiduría propiamente dicho (ver: I Corintios 12). Cuando aceptamos a Cristo en nuestro corazón y somos sellados por el Espíritu Santo, recibimos los dones de ciencia y sabiduría; estos, son para el “uso personal”, como por ejemplo para entender las escrituras. En el caso de las “palabras de ciencia” y “palabras de sabiduría”, son dones específicos para la edificación del cuerpo de Cristo (la Iglesia), podría decirse, para ministrar a un hermano de la Iglesia.
Palabra de sabiduría, proviene del griego logos sofías, que quiere decir palabras sabias. El don “palabra de sabiduría”: es una sabiduría espiritual para satisfacer una necesidad inmediata y crucial, con un sentido práctico respuesta o solución. Es una instrucción de Dios para una persona particular. Veamos un ejemplo bíblico en donde está operando. Hechos 15,7-11:
“[estaba el pueblo en un concilio, debatiendo si era necesaria la circuncisión] Y después de mucha discusión, se levanta Pedro y dice: Varones hermanos, vosotros sabéis como hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. Y Dios que conoce los corazones les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz [cabeza] de los discípulos un yugo que ni vuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?
Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.”
En este caso, Pedro recibe una palabra de sabiduría; una instrucción de que no era conveniente seguir debatiendo en esto. Consistía en señalar, que ellos no son diferentes, dado que por gracia, recibieron el Espíritu Santo; por lo que debían ser adoptados. En el relato bíblico, Santiago continúa hablando y dice: “esta profecía se está cumpliendo”, y más adelante en el versículo 19 señala: “Por lo cual yo juzgo que no se indique a los gentiles que se convierten a Dios, sino que se les escriba que se aparten de la contaminación de ídolos, fornicación, de ahogado y de sangre”. Y les da una instrucción, a través de palabras de sabiduría, de cómo debería verse el ministerio.
La segunda palabra: “palabra de ciencia”, que proviene del griego logos gnosis, significa percibir y comunicar; en este caso, algo que no les podía ser conocido por ningún medio natural. Un ejemplo bíblico lo tenemos en Hechos 9, 17: ““fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció por el camino donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.”
En síntesis, por medio del don de sabiduría, Dios está transmitiendo conocimiento y por medio del don de ciencia, información.
El tercer don: fe. Proviene del griego písti, que significa confianza absoluta; en este caso, en lo que Dios hará en un momento de necesidad específica. Un ejemplo bíblico se halla en el capítulo 27 del libro de los Hechos de los Apóstoles, en donde se narra que Pablo iba en un barco, enviado a predicarle al César del momento. El apóstol, tenía la certeza de haber sido enviado por Jehová, pero sucedió que el barco estuvo a punto de hundirse, y aunque su tripulación era experta en navegación, sentían temor. Pero en tanto, Pablo da la siguiente palabra: “por tanto oh varones, tened buen ánimo porque yo confío en Dios, que será así como se me ha dicho” Hechos 27, 25
Veamos otros dones. Discernimiento de espíritus: del griego diákrisi pnevmáton, significa capacidad de percibir, en este caso, el trabajo engañoso del enemigo. Un ejemplo bíblico lo tenemos en el libro de los Hechos de los Apóstoles, donde se narra que, estando Pablo ante un mago, falso profeta llamado Barjesús, estando lleno del Espíritu Santo y fijando en él los ojos le dijo:
“¡Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor?
Ahora, pues, he aquí la mano del Señor está contra ti, y serás ciego, y no verás el sol por algún tiempo. E inmediatamente cayeron sobre él la oscuridad y tinieblas; y andando alrededor buscaba quién le condujese de la mano.” Hechos 13, 10
Todo esto le sucedió a este hombre porque ejercía resistencia procurando apartar de la fe al procónsul Sergio Paulo, que deseaba oír la palabra de Dios. Es muy interesante que Pablo sin conocer a este hombre, identificó lo que se movía en él.
Don de sanidades: del griego iamáton, que significa de curación, en este caso sanar y restaurar. Hay muchos ejemplos bíblicos.
Don de milagros. La palabra milagro no tiene una traducción literal del griego, pero significa operar en el poder del Espíritu Santo. Los ejemplos bíblicos son muchos.
Don de lenguas tiene dos interpretaciones: La primera, es cuando el Señor capacita con idiomas de forma soberana y sobrenatural (Hechos 2), para ir a compartir la fe. Esto aplica para muchas personas políglotas que ponen su don al servicio del reino de Dios. Y la segunda, es para interceder en lenguas. I Corintios 12: “gran variedad de lenguas; el diseño de Dios para orar, para hablar para interceder en lenguas”. Y I Corintios 14,1-6:
“Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis.
Porque el que habla en lenguas, no habla a los hombres sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios. [*]
Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación.
El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia.
Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación.
Ahora pues, hermanos, si yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovechará, si no os hablare con revelación o con ciencia, o con profecía o con doctrina?”
*¿Cuál es el problema con el tema de lenguas? Lamentablemente se ha hecho un abuso, en el uso del don de lenguas. Es errado creer que el día que recibimos el Espíritu Santo, recibimos por consiguiente el don de lenguas, ya que este es dado Dios a quién él decide, en su soberanía. Esta práctica errada se remonta a la Iglesia de Corinto, pues el mismo Pablo en su carta, les llama la atención sobre esta práctica: “Si habla alguno en lengua entraña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno, y uno interprete. Y si no hay intérprete, calle en la iglesia y hable para sí mismo y para Dios” 1 Corintios, 14, 27. Así, la Biblia es clara en cómo se debe usar el don. No debemos permitirnos caer en un frenesí de lenguas incomprensibles, sino, usar el don prudentemente. Vale decir que, en casos como, por ejemplo, ministraciones, es muy poderoso, porque se está usando en un plano de guerra espiritual.
Don de profecía. Una característica del don profético, es que no se puede definir en el Antiguo Testamento, porque en este contexto era un mensaje para Israel. Para volver al pueblo al camino de Dios. Sin embargo, el pueblo no se volvió al camino de Dios. Incluso, hay palabras proféticas que aún no se han cumplido. Es importante también tomar distancia de la profecía canon del Antiguo Testamento, ya que esta es dogma. La palabra profética, debe ser puesta en una cultura y en una iglesia que sepa administrar la profecía. El don, debe moverse en humildad, amor y temor de la palabra de Dios.
La profecía es uno de los dones más presentes en el Antiguo Testamento, pero en el Nuevo Testamento, principalmente se habla en dos iglesias: Tesalónica (los reformados de la época) y en Corinto (los pentecostales de la época). En su carta, el apóstol Pablo les dice a los primeros:
“Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal” 1 Tesalonicenses 5, 16
Ciertamente, la profecía se ha malempleado para manipular o para cumplir deseos del corazón. Pero el Señor es claro en su orden. Y desde la iglesia primitiva, Pablo reconoce este problema; pero, aun así, les dice que no dejen de utilizar el don y permitan la profecía en la iglesia, eso sí, bajo examen. En este sentido, la profecía en la Iglesia debe ser evaluada, esto por cuanto adolece de un problema: el factor humano está involucrado.
No obstante, hay que diferenciar entre falso profeta y un error interpretativo en una profecía. En este sentido, no se debe idolatrar la palabra profética. Esta se debe guardar en el corazón y sopesarla, pero no ponerla a una altura bíblica. La palabra profética no es canon, porque ya Dios habló. La pablara profética es un recurso de Dios para revelar algo para la edificación del cuerpo de Cristo.
La palabra profética puede mezclar el corazón de la persona que la está dando, con el de la persona que la recibe. Y cuando se mezcla el corazón, hay que saber que este es engañoso y perverso. Por lo que no debemos dejar que nuestro corazón sea manipulado o engañado y que nuestras emociones controlen nuestro actuar.
La palabra profética se puede recibir bien, pero puede haber errores a lo largo de su trayectoria, en el proceso de recepción, emisión e interpretación. La palabra profética, puede incluso, ser erróneamente adoptada como dogma, a pesar de que una persona sobre la cual podría recaer una profecía, se aparte del camino del Señor (lo cual, haría que no se logre). No por casualidad, la biblia nos dice que debemos sopesar cualquier palabra profética.
I Corintios 14, 29: “Asimismo, los profetas hablen dos o tres y los demás juzguen”. En la epístola hay todo un debate al respeto. Pero en nuestro caso, cuando alguien tenga una palabra profética para nosotros, debemos tener testigos que sopesen esta palabra y compartirla con las autoridades de la iglesia. En este mismo sentido, para evaluar una palabra profética, debemos tomar en cuenta los siguientes aspectos:
- No puede contradecir el marco de referencia que es la Biblia.
- No pude destruir el cuerpo de Cristo.
- Debe ser medida en amor, porque todo don se mueve en amor y en humildad.
- Debe ser evaluada por otros.
- Debe haber una experiencia personal de confirmación.
Es importante cuidar el corazón y sopesar, también se debe tener en cuenta que la profecía no establece doctrina ni define moral, porque esto último está en las escrituras.
¡Que el Espíritu Santo potencie en nosotros sus dones, para nuestro crecimiento personal y para la edificación del cuerpo de Cristo!
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