Los Menos Aptos -  Introducción y los Primeros Jueces
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Los Menos Aptos – Introducción y los Primeros Jueces

Con esta prédica, estamos dando inicio a una serie titulada: “Los Menos Aptos” y en ella trataremos dos temas en particular:

El carácter del hombre.

Usualmente, cuando leemos la Biblia cometemos el error de ponernos como el protagonista de la historia. Nos relacionamos demasiado con el héroe cuando casi siempre somos el villano y el reflejo de lo que la Palabra llama malo. Al leer Jueces vemos el carácter humano expuesto, porque el pueblo de Israel comete múltiples errores y pecados en medio de ese proceso. En vez de asociarnos con Gedeón o Sansón deberíamos hacerlo con el pueblo de Israel porque somos iguales. Cuántas veces le hemos dicho al Señor “perdóname, no vuelvo a fallarte, te lo prometo”, cambiamos un tiempo y volvemos a fallar y ser los mismos. Esto nos debería llevar a la humildad, a ver que el corazón del hombre es corrupto y lleno de pecado.

Desmentir el concepto de que Dios en el Antiguo Testamento era ira.

Probablemente hemos escuchado que el Señor en el Antiguo Testamento era diferente: lleno de ira, y en el Nuevo Testamento es gracia y amor. En Jueces, múltiples veces vamos a ver que ellos no merecían el perdón, el amor, ni la paz y el Señor vuelve a hacerse presente y su paz se establece de nuevo. Este libro nos enseña al Dios de gracia que seguimos y amamos.

Para entrar en contexto, vamos a ver temas teóricos, teológicos e históricos.

En ese momento, Israel estaba en una época convulsa. Dios le dio una promesa a Abraham en Génesis 12:1-3 (RV60): Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”. Abraham creyó en esa promesa. Pasó mucho tiempo y sucedieron muchos acontecimientos donde se empezó a establecer ese diseño de Dios, la nación que Él había creado. Lo último que encontramos en Éxodo es que el pueblo estaba esclavizado.

A raíz de esto, Dios levantó a Moisés para que sacara al pueblo de la esclavitud y los dirigiera en el desierto. Así llegamos a su sucesor, Josué, quien entró a la tierra prometida y empezó a conquistar. Él indirectamente se convirtió en discípulo de Moisés, lo cual es importante para entender el libro de Jueces.

Cuando llegaron a la tierra que Dios les prometió ya eran tribus. El Señor les había dicho dónde acomodarse a cada uno en su terreno. Les ordenó que fueran, sacaran a las personas que estuvieran allí y conquistaran ese lugar. El Señor dijo eso por una razón: cuando iba a establecer la nación quería que naciera de Su corazón, y Él los iba a multiplicar, dar un propósito, un terreno y la victoria. La cultura sería establecida por Dios. Si ellos permitían que los otros pueblos se mantuvieran ahí la cultura de Dios se iba a combinar y terminarían cayendo en el paganismo. Al Señor no le gustan las mezclas y quería una nación pura.

En Jueces 1 encontramos que había tribus que lo escucharon, obedecieron y empezaron a ver conquista. Las tribus que no lo hicieron y siguieron lo que creían mejor vieron derrota o victorias a medias. Así que, mientras ellos iban viviendo esto en el capítulo 1 de Jueces vemos que no lograron la conquista total y esto no tiene que ver con su falta de capacidad puesto que no venía de lo natural, de sus estrategas, de cuántos eran ni de qué tan buenos guerreros podían ser, si no que la conquista vendría de Dios.

La Palabra dice en Filipenses 4:13 (RV60): Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Ellos tenían toda la capacidad para poder conquistar, si no lo hicieron no era por su condición natural sino por su estado espiritual. Ellos toleraron, no quisieron o no creyeron. Hagamos una pausa y contextualicemos esto a nuestra realidad hoy día, dejar lo que Dios nos mandó a aniquilar nos va a llegar a matar. Cuando el Señor nos dice que nos deshagamos o saquemos algo, hagámoslo porque si no obedecemos, eso nos va a matar tarde o temprano.

Continuando, en Jueces 2:1-3 (RV60) se levantó el ángel de Dios (la manifestación de la segunda persona de la Trinidad), quien les dijo: Yo os saqué de Egipto, y os introduje en la tierra de la cual había jurado a vuestros padres, diciendo: No invalidaré jamás mi pacto con vosotros, con tal que vosotros no hagáis pacto con los moradores de esta tierra, cuyos altares habéis de derribar; mas vosotros no habéis atendido a mi voz. ¿Por qué habéis hecho esto? Por tanto, yo también digo: No los echaré de delante de vosotros, sino que serán azotes para vuestros costados, y sus dioses os serán tropezadero”

Es decir, estos pueblos les iban a estorbar el resto de su estadía porque no hicieron lo que el Señor les mandó a hacer. Esto es como la piedrita en el zapato. Al principio no duele, solo incomoda, pero si seguimos caminando se vuelve insoportable. Lo que Él les estaba diciendo es que con el paso del tiempo esto iba a llegar a ser intolerable para ellos.

Luego, llega la época en la que Josué murió y el pueblo seguía con cierto temor porque había un conjunto de ancianos que enseñaban los principios de Dios, pero ellos también murieron, y Josué no le delegó ese rol a nadie. Jueces 2:10 (RV60) dice: Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel”. ¿Habían escuchado ellos de Dios? Lo más probable es que sí, pero que sepamos de Dios no quiere decir que lo conozcamos. Ellos vivían por la relación de otros, de terceros, pero no conocían a Dios.

¿Quiénes eran los jueces?

Jueces 2:16-17 (RV60) menciona lo siguiente: Y Jehová levantó jueces que los librasen de mano de los que les despojaban; 17 pero tampoco oyeron a sus jueces, sino que fueron tras dioses ajenos, a los cuales adoraron; se apartaron pronto del camino en que anduvieron sus padres obedeciendo a los mandamientos de Jehová; ellos no hicieron así”

Cuando pensamos en el concepto de juez posiblemente nos imaginamos una persona con toga negra, sentada en un escritorio con un mazo diciendo “culpable o inocente”. La palabra juez viene del hebreo “shafát” que quiere decir líder, que a su vez proviene de “shofetim” que significa personas que gobiernan y hacen justicia. Eran personas llenas del Espíritu de Dios que iba a ser levantada, traer gobierno y justicia. No se quedaban en un puesto de gobierno porque en esa temporada el Señor quería ser el Rey de su pueblo y ser quien los guiara, no que dependieran de un líder humano. Pero por su duro corazón Él les levantaba Jueces, ellos dirigían al pueblo, cumplían una misión y se apartaban. A como entraban desaparecían y vemos ese ciclo una y otra vez en este libro.

Este ciclo tuvo cuatro etapas:

1. Dios traía paz. El Príncipe de Paz se establece y donde Él estaba, ahí había paz.

2. El pueblo empezó a hacer lo malo delante del Señor y se apartó de Él.

3. Dios permitió que ellos fueran conquistados, por ende, ellos clamaban a Jehová por dolor a estar oprimidos una vez más.

4. El Señor levantaba un juez, traía libertad y volvían a la etapa de paz, para empezar el ciclo nuevamente

Ese ciclo se repitió varias veces. Jueces 2:19 dice (RV60): “Mas acontecía que al morir el juez, ellos volvían atrás, y se corrompían más que sus padres, siguiendo a dioses ajenos para servirles, e inclinándose delante de ellos; y no se apartaban de sus obras, ni de su obstinado camino” Si hemos estado atados en un pecado, ¡arranquemos eso de nuestra vida ya! porque el pecado demanda más pecado. La degradación del hombre es muy rápida. Abrir nuestros ojos a contenido sexual inmoral, permitirnos tomar algo de nuestro trabajo o darnos libertades con nuestro novio o novia nos va a llevar a algo cada vez peor.

Seguidamente, Jueces 3:7 dice: “Hicieron, pues, los hijos de Israel lo malo ante los ojos de Jehová, y olvidaron a Jehová su Dios, y sirvieron a los baales y a las imágenes de Asera” Reemplacemos un momento la palabra olvidaron por cambiaron, ellos adulteraron contra Jehová. Baal era el dios pagano que dirigía esa región, su nombre significa Señor y se encargaba del clima de la cosecha, por lo tanto, era el dios de la prosperidad, del dinero.

Trayendo esto a la cultura actual, ellos cambiaron al Dios del gozo, paz, libertad, perdón y gracia, por el dios del dinero. 1 Timoteo 6:10 (RV60) dice: “porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”. Estamos en una sociedad en la que nos es más fácil dedicarle tiempo al trabajo, acostarnos tarde por eso o hacer horas extras siempre y cuando nos las paguen, y muy difícil servir a la iglesia, dedicarle tiempo a la construcción de nuestra espiritualidad o acostarnos 5 minutos leyendo la Biblia.

Retomando, Asera era la diosa de la inmoralidad sexual. Básicamente cambiaron al Señor por el placer y el sexo. Lo vemos hoy en día, por eso Dios manda que las relaciones de pareja sean entre cristianos, idealmente con quienes tengan un entendimiento y madurez similar a la nuestra. Si no tenemos ese tipo de relación vamos a compartir con alguien opuesto a nuestra fe que nos va a llevar a la idolatría, fornicación y pecado. No tenemos que hacer reverencia a una estatua para inclinarnos delante de un demonio. Nuestra sociedad se parece a la de esta historia. El tiempo ha pasado y la humanidad no ha mejorado.

En esta situación que acabamos de leer, ellos empezaron a idolatrar y el Señor permitió que fueran conquistados por Cusan-risataim, el rey de Mesopotamia, quien trajo una conquista y un puño de acero por ochos años sobre la tribu. Los jueces se manejaban por tribus, no ejercían a nivel nacional, hasta la época de Samuel, el primer hombre de Dios reconocido en toda la nación que trajo unidad y posteriormente estableció a Saúl y a David como reyes. Entonces, Cusan-risataim trajo dolor y llanto sobre la nación hasta que el pueblo en Jueces 3:9 se levantó en medio de la crueldad. Vemos el corazón del Señor que se volvió a ellos, pero ellos no se arrepintieron si no que solo lloraron y les dolió.

Esto nos enseña el corazón del Padre para con nosotros, Él vio a su pueblo sufriendo y envió libertad, aunque no había arrepentimiento. Ellos no cambiaron ni lo iban a hacer. ¿Cuántas veces en las que merecíamos vara y estábamos pecando el corazón de Dios se volvió hacia nosotros en gracia? En la mayoría de las ocasiones Él se muestra así. Números 14:18 dice “Jehová, tardo para la ira y grande en misericordia”. El juicio de Dios llega para el que sigue desobedeciendo, Él no tolera el pecado, pero es tardo para la ira e inmenso en misericordia. No lo merecían, no se habían vuelto y Él apareció y en medio de eso levantó a Otoniel, el primer juez.

El primer juez: Otoniel el menos apto

Otoniel era juez de la tribu de Judá, sobrino de Caleb; gran hombre de Dios y mano derecha de Josué y Moisés. En Josué 15 ellos estaban conquistando y se presentaron ante la ciudad de Hebrón. Josué dice “¿quién va a ir a conquistar Hebrón?” y Caleb tomó a su sobrino, fueron y conquistaron una de las ciudades más importantes de la región. Ellos vieron victoria y Caleb dijo (reseña en Jueces 1) “ahora sí, ¿quién va a ir a conquistar la ciudad al sur, Debir?” y Otoniel se ofreció. Caleb prometió entregar su hija a quien lo hiciera y Otoniel fue y conquistó la ciudad. Otoniel significa león de Dios.

Después de la conquista, Otoniel se casó con la hija de Caleb y empezó una relación con una mujer de Dios. Este hombre parecía perfecto, familia estupenda, guerrero, conquistador, preparado en batalla y con el carácter íntegro. Empezamos esta historia contando que él era el menos apto. ¿Por qué será? Josué fue escogido en medio de la generación que se perdió en el desierto, cuando caminaron 40 años, todos los menores de 20 sobrevivieron y los mayores de 20 murieron excepto dos: Josué y Caleb.

En ese momento, Josué tenía entre 21 y 30 años. Se dio la batalla de Debir, después de todo el tiempo que pasaron en el desierto pasó a tener entre 65 y 66 años y murió a los 110 años. Los jueces se empezaron a levantar después de su muerte, o sea, luego de 44 años y pasaron 8 años de opresión bajo el reinado de Mesopotamia. Por lo tanto, podemos concluir que Otoniel tenía posiblemente entre 65 y 75 años. Se presentó un rey con puño de hierro y el Señor tomó a un adulto mayor y le dijo “tú eres el juez que va a conquistar”.

Jueces 3:10-11 dice: Y el Espíritu de Jehová vino sobre él, y juzgó a Israel, y salió a batalla, y Jehová entregó en su mano a Cusan-risataim rey de Siria, y prevaleció su mano contra Cusan-risataim. Y reposó la tierra cuarenta años; y murió Otoniel hijo de Cenaz”. ¿Vemos la gracia de Dios? 8 años de conflicto y 40 años de paz. Él disciplina, sí, y nos pasa por pruebas, pero después vienen los años de paz. Alguien puede decir “mi prueba ha sido larguísima”, eso quiere decir que la paz también será así. Lo único que Él necesita para usar a alguien es que tenga el Espíritu de Jehová.

Otoniel fue escogido siendo adulto mayor. En el Oriente se atesoran las canas, en el Occidente son sinónimo de desechable. Hay quienes piensan “¿hacia dónde voy?, llegué muy viejo y tarde al Señor. ¡Cuánto me equivoqué y me perdí!”. Para esos adultos mayores, quizá hay promesas que Dios no ha cumplido aún, pero lo único que necesitan es al Espíritu Santo, no vigorosidad, edad ni energía. Todavía son útiles para los propósitos de Jehová.

El Señor puede levantar personas sin importar la edad, personas que puedn lograr cosas importantes y conquistar a sus familias, aunque nos rechacen. Él se fija en nosotros, no somos desechables ni poco para esta sociedad. Tenemos mucho para dar y cada día de vida que Dios nos da en esta tierra es porque tiene propósitos para cumplir en nuestra vida y familia. No ocupamos las armas físicas. Alguien puede decir “mis hijos no me escuchan”, pero hay Uno que cuando estamos de rodillas sí escucha cada palabra, trabaja, pelea a favor nuestro y tiene control de todo.

El segundo juez: Aod el menos apto

Después de esos 40 años, el pueblo de Dios volvió a cometer el mismo error, hicieron lo que no era debido delante del Señor, adoraron ídolos y cayeron bajo el gobierno de Eglón, el moabita, por 18 años. Este hombre hizo una alianza, conquistó una región de Israel y empezó a gobernar con puño de acero. Ya el Señor sabía que ellos no aprendieron con 8 años y permitió que esta vez fuesen 18 años.

Dios levantó a Aod, hijo de Gera, el zurdo. En el contexto actual, no hay diferencia entre ser zurdo y diestro. La Biblia no lo aclara en su totalidad, pero en esa época la palabra zurdo implicaba por lo menos tres cosas: era sinónimo de raro, debilidad y discapacidad. No era normal serlo, toda la gente era capacitada de la misma forma y no entendían que tuvieran una mano más fuerte que la otra. Probablemente esta persona tenía una discapacidad en la mano derecha, la había perdido en batalla o tenido un problema, por lo tanto, lo único que le quedaba era usar su mano izquierda para todo.

No sabemos cuál de esas implicaciones era la correcta. Jueces 3:16 (NTV) dice: Así que Aod hizo una daga de dos filos, de unos treinta centímetros de largo, la ató a su muslo derecho y la escondió debajo de la ropa”. Para entender esto, cuando alguien peleaba era más fácil que usara su mano izquierda para agarrar la daga en su muslo derecho y atacara, y viceversa. No era natural que este hombre tomara con su mano izquierda la daga en su muslo izquierdo y atacara, era mucho más difícil.

Entonces, él escondió la daga debajo de su ropa y se presentó delante del rey. Podemos imaginar que los reyes desconfiaron cuando recibieron a Aod, quien les iba a dar un regalo. La Biblia no lo enseña, pero sería lógico que hayan requisado a los hombres y que cuando llegaron a él hubieran visto su discapacidad o al menos se hubieran dado cuenta que movía todo con la izquierda. Por lo tanto, llegaron a revisar que el arma estuviera en su muslo izquierdo o lo subestimaron por su incapacidad.

Este hombre fue delante del rey y entregó el regalo con un cortejo. Jueces 3:19 (NTV) dice: Pero cuando Aod llegó a donde estaban los ídolos de piedra, cerca de Gilgal, se regresó. Se presentó ante Eglón y le dijo: «Tengo un mensaje secreto para usted». Es posible que haya ido, dado el regalo, tenido sus dudas, no haya visto la oportunidad y se haya ido. Cuando iba saliendo vio el detonante: los ídolos de piedra, y probablemente su corazón ardió y dijo “yo no puedo permitir esto en mi nación. Dios me mandó a conquistar y aquí veo ídolos, me voy a devolver y voy a ir a darle un mensaje al rey”.

Iba con un mensaje, quizás no el que creeríamos. Necesitamos una iglesia que esté con los ojos espirituales abiertos, esperando ver ídolos y que no aguantemos eso en nuestra casa y vida, nos devolvamos y vayamos a hacer todo lo que tenemos que hacer para que ese ídolo sea destruido. No podemos tolerar ídolos en nuestra vida.

Este hombre se devolvió, entró al lugar y se le presentó al rey, quien se levantó y dijo “salgan todos, quiero escuchar este mensaje con mis propios oídos, no es para ustedes”. Cuando Aod se acercó, sacó la daga y lo apuñaló con una espada super filosa. La pregunta es, ¿dónde estaban los soldados? Ellos habían cerrado con llave y desde afuera pensaron “¿por qué se desprende ese olor? Posiblemente el rey está en el baño y no lo podemos interrumpir.”

Seguidamente, Aod escapó, los soldados esperaron, pasó el tiempo y dijeron “está raro, el rey no sale”. Abrieron la puerta y se encontraron al hombre muerto. Mientras tanto, Aod estaba juntando un ejército y se vino de regreso. Jueces 3:26-30 (NTV) dice: Mientras los sirvientes esperaban, Aod escapó y pasó por los ídolos de piedra rumbo a Seirat. Cuando llegó a la zona montañosa de Efraín, llamó a tomar las armas. Después encabezó un grupo de israelitas colina abajo. «Síganme—les dijo—, porque el Señor les ha dado la victoria sobre Moab, su enemigo». Así que los israelitas lo siguieron y tomaron control de los vados del río Jordán que cruzan hacia Moab, y no dejaron que nadie pasara. Atacaron a los moabitas y mataron a unos diez mil de sus guerreros más fuertes y robustos; no escapó ni uno de ellos. Así que Israel conquistó a Moab en aquel día, y hubo paz en la tierra durante ochenta años.” El Señor casi duplicó el tiempo de cautiverio y gracia.

Intentemos identificarnos con este hombre, el menos apto, el que tal vez se veía débil, al que dieron por poca cosa, el raro, quizá discapacitado. Si alguna vez hemos sentido que no tenemos la capacidad, que somos los raros del grupo, que todos nos dan por débiles o menos aptos, es importante que sepamos que Dios toma nuestra rareza, incapacidad, condición diferente y a través de eso nos va a llevar a una situación donde podamos glorificarlo con eso. Él se hace fuerte en nuestra debilidad. ¡Qué grande es el Señor!

El tercer juez: Samgar el menos apto

 Vimos al primer juez que era el menos apto por su edad, al segundo por su condición y ahora al tercero. Jueces 3:31 dice: “Después de Aod fue Samgar, hijo de Anat, quien rescató a Israel. En una ocasión mató a seiscientos filisteos con una aguijada para bueyes”. Esto es todo lo que dice la Biblia de Samgar además de una cita en el capítulo 5. Su nombre significa el extraño, el desconocido, el que nadie sabe quién es. Ya solo eso nos deja ver ciertas cosas de su identidad.

Por otra parte, una aguijada era un palo largo, robusto, de unos 3 o 4 metros que tenía un pico de hierro en la punta y los campesinos lo usaban cuando araban. Lo utilizaban para dirigir a los bueyes en la dirección que ellos querían. Con esto podemos concluir que Samgar era un desconocido, una persona que fue citada solo en un versículo, toda su historia se cuenta en un texto. Probablemente era un campesino que no tenía muchos recursos y se acercó a Dios a decirle “esto es lo único que tengo, mi aguijada. ¿Cómo puedo servirte con esto que es lo único que tengo en mis manos?”. Con esa aguijada Samgar derrotó a 600 filisteos. La Biblia no dice si fue en una sola batalla o en varias.

Samgar se parece a Sansón, un hombre lleno del espíritu de Dios, el campesino desconocido que fue utilizado para ser un maestro de la guerra y derrotar a 600 filisteos del ejército enemigo. La aguijada de Samgar era similar a la onda de David, o al báculo de Moisés. El instrumento menospreciado por muchos que el Señor tomó, usó para su gloria y terminó siendo el símbolo de victoria de parte de Dios.

Este hombre pequeño y desconocido nos deja la siguiente lección, no importa si nadie nos conoce ni ve lo que estamos haciendo o cuando oramos, si los líderes no se dan cuenta de lo que hacemos, si en el secreto o en la iglesia nadie nos conoce ni sabe nuestro nombre. Quizás no tenemos recursos económicos y nos preguntamos “¿cómo me va a usar Dios si lo único que tengo es esto?”

Lo grandioso del Señor es que Él no ocupa demasiado para hacer obras impresionantes, de la nada puede hacer todo, de lo poco puede hacer mucho, de lo desventajoso puede hacer un guerrero, empezar a batallar y ver victoria tras victoria. Lo único que necesita Dios es nuestra disposición y que tengamos la seguridad de que el Espíritu de Dios va con nosotros.

Hay cuatro conclusiones breves de todo lo anterior:

1. Nadie puede cambiar el corazón del hombre, solo Jesús. Ningún libertador, predicador, ministerio de alabanza, consejo, ni proceso de hombres puede cambiar a alguien, solo Cristo. Si entendemos esto tenemos que hablar menos, aconsejar menos (no estamos diciendo que no lo hagamos), corregir menos, dirigir menos y orar más porque Dios quiere, puede y va a cambiar a las personas.

2. El Señor juzga el pecado con firmeza. Él no lo pasa esto por alto ni la idolatría. Este libro nos enseña que lo que hacemos trae consecuencias y a veces son muy duras, pero el Dios Santo no puede pasar por alto el pecado. Sin embargo, a pesar de que el juez justo tira vara, el mismo Señor de amor nos muestra gracia. Por lo general, por no decir siempre, su gracia es grande y su juicio es pequeño porque nos ama, nos muestra gracia y poca vara. Merecemos más vara de la que recibimos.

3. Dejar lo que Dios nos mandó a quitar o aniquilar nos va a llegar a aniquilar.

4. El Señor obra de formas misteriosas y particulares, a veces con situaciones que no nos podemos imaginar, pero no solo lo hace en formas inesperadas, sino que obra con las personas menos aptas.

Dios usa nuestra debilidad para glorificarse, nuestra condición desfavorecida para manifestar sabiduría ante aquellos que se creen sabios. Aquel a quien el mundo rechaza, Él lo toma y lo transforma, convirtiéndolo en un testimonio de que solo Dios puede cambiar una vida de tal manera que hoy esa persona honra al Señor. Tal vez hoy nos sentimos así, poniendo excusas por nuestra edad, porque nos creemos tontos o inexpertos, porque tenemos limitaciones o porque nos han dicho que somos raros, incapaces, o que no contamos con lo necesario.

Nos dicen que, debido a nuestra pobreza, a la falta de habilidades, o a la ausencia de estudios, no podemos. Sin embargo, Dios toma lo vil, lo despreciable y lo rechazado, porque lo que realmente importa para servirle no es nuestro talento, sino tener al Espíritu Santo.

Oración

Aquí estoy Señor. Quizás tengo pocos recursos o estudios. Tal vez he sido rechazado, me han dado la espalda, ni yo mismo confío en mí y “tiré la toalla”, pero tú no te has olvidado de tus promesas y lo que hablaste para mi vida sobre ser útil para el reino. Tú perdonas todo lo que traigo delante del altar y sanas mis dolencias. Dios, te presto mis oídos, mi única mano, pie o recurso, con eso te adoraré. Quizás solo tengo un vehículo, lo pongo a tu disposición y tú te glorificarás, harás, conquistarás y lucharás con eso. La victoria se dará porque en ti he puesto mi confianza. ¡Gracias Señor! En el nombre de Jesús, amén.

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