Agradecidos - Cómo se ve un corazón agradecido
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Agradecidos – Cómo se ve un corazón agradecido

“Viniendo Jesús a la región de Cæsarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Simón Pedro respondió y dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra, será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra, será desatado en los cielos”. Mateo 16:13-19 Reina-Valera 1960.

Pedro en la traducción en Griegro Petra (una piedra pequeña), significa cama de rocas o piedra angular o piedra base. “sobre esta piedra” se refiere a sí mismo. 

Para cualquier judío de ese tiempo, esas palabras del Señor eran las palabras que habían esperado por años, porque parecía que este Jesús era El Mesías. En la mente colectiva de los judios, el Mesías iba a ser un revolucionario, alguien que iba a sacarlos del cautiverio de los romanos.  Así que para cualquier judío de la época esto era liberación en lo físico, pero Jesús no venía por lo físico, Jesús venía por lo espiritual, venía por el corazón.

“Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo. Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca, pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará”.  Mateo 16:20-25 Reina-Valera 1960.

Recién leímos que cuando Jesus preguntó “¿quién decís que soy yo?” Pedro contestó de la manera correcta: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”; y Jesús lo bendice y también leímos que un momento despues Jesús le dice “Satanás” a Pedro, y de pronto el Señor le dice que si alguno quiere venir en Pos de mí debe hacer tres cosas: debe negarse a sí mismo tomar su cruz y seguirloEste es el corazón del Evangelio, esto lo entiende solo aquel que tiene un corazón transformado y agradecido.  

A muchos nos han enseñado que la salvación se trata de una pequeña oración (y ya seremos salvos) pero cuando vamos a la Biblia, entendemos que es mucho más que eso, y no hablamos de obras, (la salvación no fue por obras), estamos hablando de una forma de vivir en el corazón, es entender cómo se vive el evangelio, cómo se es cristiano 

“Si alguno quiere venir en pos de Mí”,  es una invitación al evangelio, a la vida cristiana, es una invitación a la Salvación y debemos hacer tres cosas: negarnos a nosotros mismos, tomar su cruz y seguirlo.

¿Qué es negarse a sí mismo?

Es lo contrario a que mis necesidades sean satisfechas, no es obtener lo que queremos, es dejar nuestros anhelos, esperanzas, pasiones, TODO por abrazar la obra del Señor, su voluntad que es buena agradable y perfecta. 

En el Antiguo Testamento todo trata de la ley, los judíos decían “la ley hay que cumplir”. La Ley fue algo que Dios escribió en Piedras para los judíos, pero también dice que escribió la ley en los corazones de los gentiles (nosotros), y esa es la razón por la cual si hacemos algo “malo”, nos sentimos pecadores, sentimos algo dentro de nuestro corazón y es la ley escrita de Dios en nuestros corazones. 

Dios les dio la ley a los hombres no para ser Salvados sino para ser condenados, porque nadie puede cumplir la Ley (Todos hemos infringido la Ley), por eso nadie se podía salvar a sí mismo.

La ley fue dada para entender que estamos muertos y que ocupamos un Salvador. El budista fue engañado con ofrendas, cree que, porque transgrede la ley de su corazón va y deja ofrendas a un ídolo ya fue perdonado. El ateo está engañado con la idea de que no hay juicio, que es un sentimiento interno que tiene en su corazón. El agnóstico, el liberal, el que se autodenomina espiritual, es engañado con la filosofía de que Dios es un Dios de amor y que no castiga. El musulmán es engañado con sacrificio religioso, cree que porque va a ser perdonado por lo que haga. El católico piensa que porque va y confiesa sus pecados ya fue suficiente. 

La Biblia le llama: rudimentos del mundo, pensamientos de hombre, filosofía de hombre, (lo que el hombre cree que es correcto o lo que el hombre asumió que debería ser), pero la Biblia también hace una diferencia entre el pecador altivo (soberbio, que dice quiero a Cristo, pero también quiero mis pasiones, mi avaricia, el chisme y la ira revueltos con falta de perdón), y el pecador entendido, este que esta quebrantado espiritualmente, aquel que sabe que su vida no vale nada y que la entregaría por tener la salvación de Cristo, por tenerlo a Él;  es ese leproso desesperado que no le importaba ser matado por llegar a Jesús, desesperado por pedirle que si él quería lo podía sanar.

“Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme”. Mateo 8:2 Reina-Valera 1960.

Ese es el pecador que entiende la salvación, es el que está desesperado y su desesperación lo hace humilde porque sabe que no es merecedor de nada.  Entendemos que el Señor nos entregó a lo más valioso que él tenía y que ninguno de nosotros merece ni un poquito de Gloria, ni honra, ni fama. TODO es para Él. 

Pedro cuando vio lo que Jesús había hecho, se dio cuenta quién era y le dijo: “aléjate de mí Señor soy un hombre pecador”. Juan El Bautista, cuando Jesús llegó a ser bautizado le dijo “tú vienes a mí, y yo debería ser bautizado por ti”. Isaías cuando vio el trono del Señor dijo: “soy un hombre de labios impuros”.

Martín Lutero, era un padre católico y él vió un montón de errores que había hecho la iglesia; y escribe 45 tesis cuando tiene un encuentro con el Señor, y una de las tesis dice “en consecuencia subsiste la pena mientras perdura el odio al propio yo, es decir la verdadera penitencia interior lo que significa que ella continúa hasta la entrada en el reino de los cielos” La penitencia interior que tengo es el odio a mí mismo porque entiendo que soy un hombre pecador.

“Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios”. 2 Timoteo 3:4 Reina-Valera 1960.

Vivimos en el tiempo donde la gente es más amadora de sí mismo que nunca.  Pero ser cristiano significa negarse a sí mismo dejar todo lo que soy por Él. 

Les compartimos las palabras de un predicador:

“Cuando usted es rechazado o hecho a un lado y no se resiente, eso es morir a sí mismo.

Cuando se habla mal del bien que usted hace, cuando sus deseos no son cumplidos, cuando sus consejos no son considerados, cuando sus opiniones son ridiculizadas y usted se rehúsa a permitir que el enojo y el resentimiento se levante, y se rehúsa a defenderse a sí mismo, sino que todo lo recibe con un silencio paciente y leal eso es morir a sí mismo

Cuando usted de manera amorosa y paciente soporta cualquier desorden, cualquier irregularidad, cualquier molestia, cuando usted, puede estar cara a cara con la extravagancia la necedad, la insensatez, la insensibilidad espiritual y lo soporta como Jesús lo soportó, eso morir a sí mismo.

Cuando usted está satisfecho con cualquier alimento, con cualquier dinero con cualquier ropa, con cualquier clima, con cualquier sociedad, con cualquier soledad, con cualquier interrupción por la voluntad de Dios, eso es morir a sí mismo

Cuando usted no le importa referirse a sí mismo o registrar sus propias obras o buscar reconocimiento, cuando usted realmente le encanta ser desconocido, eso es morir a sí mismo,

Cuando usted ve a otro hermano prosperar y sus necesidades ser saciadas y honestamente puede regocijarse en el espíritu y no sentir envidia mientras sus propias necesidades no son satisfechas y en circunstancias desesperadas, eso es morir a sí mismo, 

Cuando usted puede recibir corrección o reprensión de alguien de menor estatura que usted en edad o rango como usted quiera y puede someterse humildemente interna y externamente sin encontrar rebelión y resentimiento en usted eso es morir a sí mismo”

Entonces:

  1. El negarse a sí mismo es una actitud de todos los días de un cristiano, nuestros egos resucitan muchas veces y nuestras voluntades entorpecen la voluntad del Señor, porque somos hombres y mujeres y nos equivocamos muchas veces.
  2. Tomar la cruz es el concepto que la Biblia enseña: el hombre judío de ese tiempo sabía que cargar su cruz era cargar el instrumento con el que lo iban a matar, a torturar (porque ellos habían pasado siglos siendo torturados de esa manera) por los egipcios por los persas y ahora por los romanos. 

El rey Alejandro Hanio crucificó más de 800 judíos rebeldes en Jerusalén mientras celebraba una fiesta, Antíoco Epífanes el gobernador griego crucificó miles de judíos por una rebeldía que comenzó por la muerte de Herodes el Grande, Publio Quintilio Varo un general y politico romano, crucificó más de 2.000 judíos, es decir que se registró que el Imperio Romano crucificó más de 30.000 judíos solo en el tiempo alrededor vida de Jesús.

Cuando Jesús nos dice: “Toma tu cruz”, nos está preguntando: “¿Estás dispuesto a morir conmigo?” Entendemos que la cruz, aquí y ahora, la llevamos junto a Él. Jesús nos advirtió: “No se sorprendan si el mundo los aborrece, porque a mí me aborreció. El mundo los perseguirá y los matará, porque a mí me mató.” Incluso podrías perder tu propia vida, pero la pregunta es: ¿Estás dispuesto a tomar la cruz por Cristo? Porque Él estuvo dispuesto a hacerlo por ti. Él no dudó en hacerlo por ti. No había pecado en Él, no tenía que morir, pero aun así lo hizo por amor a ti.

“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Mateo 16:24 Reina-Valera 1960.

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Gálatas 2:20 Reina-Valera 1960.

Es un patrón constante de obediencia: si seguimos al Señor y lo obedecemos de manera continua, día tras día, a lo largo de toda nuestra vida, caminando siempre con Él.

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Mateo 7:21 Reina-Valera 1960.

“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”. Juan 14:21 Reina-Valera 1960.

La obediencia al Señor no es una opción, no es que estoy un día salvo y mañana no, Apocalipsis dice que el Señor vomita a los tibios. 

Estos tres puntos de realidades espirituales no son cronológicas, es el concepto de Salvación y como se dijo al inicio, solo aquel que tiene un corazón agradecido comprende esas cosas, no es algo que podamos producir por nosotros mismos (nosotros, en lo interno somos egoístas, buscamos nuestra propia seguridad, nuestros placeres). Esta es la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas, no somos nosotros, es lo que el Señor hace, y por último, este el corazón del Evangelio, solo aquel que tiene un corazón agradecido lo entiende.

“Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras”. Mateo 16:25-27 Reina-Valera 1960.

Recordemos que comenzamos con Pedro, quien es bendecido por Dios, pero luego Jesús le dice: “¡Apártate de mí, Satanás!” Después, Pedro le asegura al Señor: “No permitiré que te arresten, cuando vengan por ti, pelearé por ti.” Pero Jesús le responde: “Pedro, hoy me negarás tres veces.” Y efectivamente, el Señor es arrestado, y durante su juicio en el Sanedrín, Pedro es confrontado y se le señala como uno de los discípulos de Jesús. Pedro, temeroso, lo niega tres veces. Más adelante, encontramos a un Pedro desmoralizado, vuelto a su viejo yo, regresando a la pesca, pero en bancarrota espiritual. Humillado, ya no era el hombre prepotente, altivo y orgulloso que era antes. Ahora era un hombre tímido, temeroso de fallar, asustado y sin confianza. Es entonces cuando Juan nos dice que el Señor se aparece a la orilla del mar, donde Pedro estaba pescando.

“Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme”. Juan 21: 15-19 Reina-Valera 1960.

Pedro lo dejó todo y predicó al Señor cada día de su vida, abandonando todo lo que era. Se equivocó muchas veces, pero siguió al Señor constantemente, enfrentando golpes, martirios, encarcelamientos y, finalmente, la muerte. El día de su ejecución, cuando lo iban a crucificar de la misma manera que a su Señor, este hombre dijo: “Por favor, no me crucifiquen así, colóquenme al revés, porque no soy digno de ser crucificado como mi Señor.” Este es el corazón de un hombre verdaderamente agradecido.

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