Los Menos Aptos - Escogiendo a los menos aptos
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Los Menos Aptos – Escogiendo a los menos aptos

Recientemente estuve viendo un programa de televisión llamado “El Precio de la Historia” el cual trata sobre determinar el valor de los objetos de una casa de empeños.

En dicho capítulo, las personas se dirigían a las alacenas donde había zapatos deportivos y sacaron unos tenis de marca “Jordan”. El valor regular de dicho calzado en las versiones más caras ronda los $500 hasta $1000 dólares. Sin embargo, había un par en particular que habían sido usados por el basquetbolista Michael Jordan. El solo hecho de haber sido usadas por este famoso deportista incrementaba el valor a un millón y medio de dólares.

¿Pero por qué valían tanto? Porque el valor no está en el material sino en quien usó el objeto.

En el libro de Jueces en cual nos hemos basado para esta serie titulada “Los Menos Aptos”, se habla de hombres que Dios usó para establecer el propósito que Él tenía en dicho momento de la historia. Empezamos comentando sobre como Dios le hizo un llamado al pueblo de Israel a establecerse como nación; pero para esto ellos necesitaban una cultura, un gobierno, un lugar y una población.

Es fundamental no leer la Biblia de manera superficial cuando encontramos pasajes que mencionan generaciones, ya que estos nos revelan cómo Dios diseñó al pueblo que algún día iba a establecer. A esta nación, el Señor le otorgó una cultura, la cual se describe en el Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Los requisitos para ese pueblo eran parte de una cultura que debía ser vivida por ellos, una cultura que Dios mismo les otorgó, y que surgió de mujeres estériles, como parte de su plan divino.

El pueblo estaba en proceso de entrar al lugar donde Dios lo quería; sin embargo, ellos encontraron oposición: había otro pueblo en el lugar establecido. La orden del Señor fue entonces que no se mezclaran entre sí pues existiría un choque cultural entre la cultura santa dada por Dios vs la cultura pagana de dicha región. Sin embargo, el pueblo decidió desobedecer.

Dios empezó entonces a levantar libertadores usados por Dios como Gedeón, Jefté hasta llegar a Sansón quien era un hombre sin carácter. Era una persona usado por Dios, pero vivía en una completa inmoralidad sexual.

El libro de Jueces cierra con varias historias relacionadas entre sí, la cuales tienen un fin. Se menciona un hombre llamado Micaía quien tomó un dinero que no le pertenecía para construir e idolatrar ídolos. Este hombre contrató a un levita – que fue destinado para ser una persona de altar – para ser su sacerdote personal y así mitigar un poco su mala conducta pensando que con esto iba a obtener un poco de aprobación.

Seguidamente vemos la historia del pueblo de Dan quienes nunca llegaron a conquistar la tierra que les correspondía. Este pueblo pasó por la casa Micaía y convencieron al sacerdote de que trabajara con ellos, quien decidió que sería lo mejora así que se fue con todos sus ídolos junto con el pueblo de Dan a atacar un pueblo pacífico y tomar la tierra que quisieran. Así vemos como el pueblo iba cayendo cada vez más.

La historia que sigue trata de sacerdotes corruptos, pueblos destructivos, hombres implacables. Es una historia que narra la Biblia la cual podríamos afirmar que es una de las más crudas. Trata de un levita con su concubina (en contexto actual con su amorío, con la persona con la que debería estar casado, pero no lo está). Este levita empezó a ir de pueblo en pueblo hasta llegar a uno completamente corrupto, uno de la tribu de Benjamín. Allí varios hombres tocaron la puerta exigiéndoles que salieran para tener relaciones con ellos. Entonces este hombre decidió sacar a su pareja y entregárselas. Esta mujer fue violada una y otra vez hasta fallecer.

En medio de dicho acto tan terrible, se juntaron todas las tribus de Israel para acabar con Benjamín, destruyendo todo a su paso incluyendo hombres, mujeres y niños. Acabaron con todo y quedaron solo seiscientas personas de toda una tribu de miles y miles.

El pueblo cometió inmoralidad tras inmoralidad, tomaron mujeres de otras regiones, continuaron con prácticas idólatras y su maldad era cada vez mayor.

Jueces 21:25 nos da la clave de todo lo expuesto anteriormente:

“En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía” Jueces 21:25 – Reina Valera 1960

¿Cuál era el rey que Dios quería? Él mismo.

Esa era Su diseño, Él quería ser el gobierno y dar las instrucciones y ser Su Rey.

Concluimos lo siguiente: era un pueblo sin Dios; lo cual no es lejano a la realidad actual.

Dios no nos creó para vivir en un relativismo moral, o para tomar decisiones con nuestra mente o corazón. Esto no quiere decir que debemos dejar de ser racionales pues Dios mismo nos dice muchas veces que usemos la sabiduría. Nuestras emociones tampoco son malas, el Señor también las diseñó con un propósito, pero no son el timón de nuestra vida.

Dios nos diseñó para que actuemos conforme a lo que Él dijo en Su palabra. Él fue quien nos creó por lo tanto sabe que es lo mejor para nosotros. Y esto no tiene que ver con lo que creamos o sintamos, sino con lo que sabemos que es lo correcto con base a lo que Dios ya dijo.

Adán falló en el Edén porque comenzó a actuar conforme a lo que él creía y no conforme a lo que Dios dijo. Él dijo “no comas del árbol del conocimiento del bien y el mal”. Pero este hombre actuó conforme a lo que sentía, a sus ganas, a su curiosidad. Probó el fruto y empezó así a salir del diseño de Dios.

Volviendo a la historia del pueblo que se había corrompido. Después de Jueces, sigue el libro de Rut que pareciera ser un libro incluido en medio de la historia. Si por ejemplo leemos el libro de Samuel vamos a ver la continuidad de la obra de Dios pues este hombre nació en medio de dicha temporada de jueces. Recordemos que los jueces eran regionales y que Samuel fue quien trajo unidad como nación.

La historia de Rut narra cómo esta mujer junto con su suegra Noemí y Orfa (nuera de Noemí) perdieron a sus esposos. En ese momento, Noemí les dijo a ambas – quienes no eran israelitas – que regresaran a sus tierras. A lo que Rut le respondió que no se iba a apartar de ella ni de su Dios:

“Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios” Ruth 1:16 (RVR1960)

Así es como Rut entró en el propósito de Dios. Bajo dicha cobertura, Ruth se fue con Noemí para Israel y empezaron a rehacer su vida. Allí es donde conoció a Booz quien era pariente de Rut y dueño de campos en Judá. Rut y Booz terminaron casándose.

Ruth 4:17 (RVR1960) dice: ”Y le dieron nombre las vecinas, diciendo: Le ha nacido un hijo a Noemí; y lo llamaron Obed. Este es padre de Isaí, padre de David.”

El rey que el pueblo quiso escoger fue Saul, pero el rey que Dios quiso fue David. Jehová Jireh (que significa “el que provee antes de la necesidad”) sabía que el pueblo iba a escoger al pueblo que iba conforme a su corazón y no al suyo (al de Dios). Antes de que el pueblo se creara y que Samuel naciera, Dios ya estaba gestando el rey que Él quería.

Lo anterior aplicado en la actualidad revela parte del carácter del Dios que adoramos: no importa que tan oscura parezca una situación por la que estemos pasado; el Señor ya está gestando con anterioridad sobre el resultado, pues todo en Él obra para bien.

Seguimos con el libro 1era de Samuel el cual habla del sacerdote Elí quien era un hombre que ministraba en el templo quien no era un buen padre. Hacemos aquí un paréntesis: ser padre significa “ser un estorbo para el pecado de nuestros hijos” y honrar al Señor en obediencia; el padre que pretende ser amigo de sus hijos y no les pone límites va a ver la consecuencia de esto.

El error que cometió Elí fue el anterior, era muy liviano con sus hijos. Sin embargo; el Señor proveyó sobrenaturalmente sobre la vida de este hombre dándole un hijo de su esposa Ana quien era estéril. Y de esta manera, Dios levantó al sacerdote y al profeta que Él quería: Samuel. Hay pocos hombres como este profeta con una vida tan intachable y tan íntegra como él.

Este hombre llegó a unificar el reinado, se ganó una buena reputación y el amor de la gente por ser un gran hombre que se dejó ser usado por Dios. Sin embargo; el pueblo en su paganismo, errores, incongruencia, deseos de hacer lo que ellos querían, empezaron a ver otras naciones con reyes así que ellos también quisieron tener un gobernante como el resto de los pueblos pues intentaban condicionar la vida por lo que veían en otros lugares.

El pueblo insistió en tener un rey, aunque Samuel les decía que no les convenía hasta que se les dio lo que ellos anhelaban. 1 Samuel 9:1-2 nos dice quién y cómo era el rey que el pueblo escogió:

“Había un varón de Benjamín, hombre valeroso, el cual se llamaba Cis, hijo de Abiel, hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de Afía, hijo de un benjamita.  Y tenía él un hijo que se llamaba Saúl, joven y hermoso. Entre los hijos de Israel no había otro más hermoso que él; de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo” 1 Samuel 9:1-2 (Nueva Traducción Viviente)

Era un hombre rico, apuesto y alto. Todas las cualidades humanas y por su apariencia el pueblo lo escogió. Pero sus cualidades físicas no suplieron nunca sus defectos en carácter. En una parte de la narración de la vida de este hombre se menciona como en el algún momento fueron a la guerra. Dios dio la instrucción de no tocar al anatema, pero Saul desobedeció, y partir de ese momento por su propia desobediencia fue rechazado por el Señor.

A partir de allí Dios confirmó que iba a colocar a otro rey, así como ya Él lo había preestablecido.

En 1 Samuel 16:5-7, el Señor le dijo a este profeta que fuese a la casa de Isaí (aun estando Saúl vivo). Y estos textos nos enseñan lo siguiente:

“—Sí—contestó Samuel—, vine para ofrecer un sacrificio al Señor. Purifíquense y vengan conmigo al sacrificio. Luego Samuel realizó el rito de purificación para Isaí y sus hijos y también los invitó al sacrificio. Cuando llegaron, Samuel se fijó en Eliab y pensó: «¡Seguramente este es el ungido del Señor!». Pero el Señor le dijo a Samuel:

—No juzgues por su apariencia o por su estatura, porque yo lo he rechazado. El Señor no ve las cosas de la manera en que tú las ves. La gente juzga por las apariencias, pero el Señor mira el corazón.” 1 Samuel 16:5-7 (Nueva Traducción Viviente)

Dios anda buscando personas con un corazón dispuesto para Él.

La historia continua con Isaí trayendo a cada uno de sus hijos; pasaron todos uno a uno, pero Samuel iba indicando que ninguno de ellos era quien el Señor había elegido. Samuel le preguntó si no faltaba alguien más; a lo que este hombre indicó que sí; faltaba el más joven que se encontraba en el campo cuidando a las ovejas y a las cabras. Así que Samuel le pidió a Isaí que lo enviara a llamar de inmediato y que no se sentarían a comer hasta que el muchacho llegara. Isaí envió a buscarlo y describe la Biblia que este joven era pequeño, trigueño y de ojos bonitos. Cuando este chico llegó el Señor dijo:

“Este es, úngelo” Samuel 16:12 (Nueva Traducción Viviente)

Seguidamente, la palabra de Dios nos dice:

Al estar David de pie entre sus hermanos, Samuel tomó el frasco de aceite de oliva que había traído y ungió a David con el aceite. Y el Espíritu del Señor vino con gran poder sobre David a partir de ese día. Luego Samuel regresó a Ramá. Samuel 16:13 (Nueva Traducción Viviente)

Con esto tenemos tres aprendizajes:

1. Hasta donde llega el corazón del hombre: si no matamos lo que Dios nos mandó a matar eso nos va aniquilar. Si no sacamos el pecado que el Señor nos envió a quitar, este mal va a venir a tocar a la puerta de nuestra casa, va a pedir cuentas sino lo entregamos a los pies de Cristo. Solo si lo reconocemos, nos arrepentimos genuinamente y le pedimos al Señor que entre a limpiarnos vamos a ser liberados y sanados.

2. No busquemos imitar lo que el mundo tiene. Nosotros no somos de este mundo. Nuestra mejor porción no es estar casados, tener hijos, tener dinero o cosas materiales. Un día el Señor nos va a pedir cuentas de a quién predicamos en el trabajo, como le hablamos a nuestra familia, como servimos en la iglesia, las veces que pudimos haber sacado tiempo y no lo hicimos. Nos va a pedir cuentas de los dones que nos dio y decidimos usarlos solamente para nosotros para generar dinero. Nuestro fin es glorificar a Dios en nuestras vidas. Entre más mengüemos, más Dios se hace presente, entre más pequeños nos hacemos, el Señor crece más.

3. No es quienes somos sino quien habita en nosotros. Esta es la serie de los menos aptos.

Dice 1 Corintios 1:26-29:

“Recuerden, amados hermanos, que pocos de ustedes eran sabios a los ojos del mundo o poderosos o ricos cuando Dios los llamó. En cambio, Dios eligió lo que el mundo considera ridículo para avergonzar a los que se creen sabios. Y escogió cosas que no tienen poder para avergonzar a los poderosos. Dios escogió lo despreciado por el mundo—lo que se considera como nada—y lo usó para convertir en nada lo que el mundo considera importante. Como resultado, nadie puede jamás jactarse en presencia de Dios.”

¿De dónde nos sacó Dios? Vamos a encontrar en la Biblia personas muy calificadas como Pablo erudito, capaz, pero esos son la minoría. Pero la gran mayoría eran los que no tenían ninguna cualidad, atributo o título importante. Esa es la persona que Dios ama y escoge: “…lo que el mundo considera ridículo, lo que no tiene poder, lo vil lo despreciado” ¿Por qué? ¡Para que nadie pueda jamás jactarse en Su presencia!

Dios escogió al menos apto, menos calificado, ese que nadie vuelve a ver, pisoteado, nada que dar, el ridículo (¿te han llamado tonto por ser cristiano?). Al necio, al débil no solo físicamente sino en su carácter dice la Biblia que Dios escogió. Al despreciado, al rechazado – ¿has sido rechazado por seguir a Cristo? – Si esto no nos ha pasado no estamos seguros

La Biblia nos llama bienaventurados, dichosos los que han sido rechazados los que han sido tomados por ignorados.

Te han dicho que no eres nada, que si hubieses nacido daría igual.

Dios escoge al menos apto. Escogió a la mujer en tierra de hombres para liderar al pueblo de Dios. ¿Te han dicho que no puedes porque eres mujer, como Deborah? Dios escoge al zurdo a Aod para liberar a su pueblo, al viejo y rechazado socialmente como Otoniel, al campesino, sencillo y pobre como Samgar, al rechazado como Jefté, al miedoso como Gedeón, al débil en carácter como Sansón, pues a pesar de sus fallas el Señor todo lo usa para sus propósitos.

Dios escogió al tartamudo para ir delante del rey y sacar al pueblo de su opresión como lo hizo con Moisés, a la prostituta que no tenía nada como Rahab para dirigir al pueblo a la conquista, al ignorado hasta por sus padres como David. Dios escogió al cobrador de impuestos, al traidor de su nación y su familia para seguirlo a Él como lo hizo con Mateo, al pescador inculto como lo hizo con Pedro. Incluso Jesús el Rey que debió haber nacido en un lugar importante decidió nacer un pesebre.

Si Dios escoge y usa todo lo anterior, no es por la materia prima, sino por Aquel que la utiliza. Tu valor no depende de lo que hiciste o dejaste de hacer, sino que está en las manos de Aquel que nos amó primero. Tal vez pienses que no tienes nada que ofrecer, pero intenta decirles eso a doce humildes pescadores que transformaron el mundo predicando el Evangelio, las Buenas Nuevas de Jesús.

¿Qué no puede hacer el Señor con el menos calificado? Si tú eres ese menos apto, el Señor quiere sanar eso en ti hoy.

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