Camino al Calvario - El Mensaje antes de Regresar
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Camino al Calvario – El Mensaje antes de Regresar

Esta serie cierra con la ascensión de Jesús. El Evangelio de Lucas tiene una continuidad en Hechos de los Apóstoles. Este libro muestra lo que siguió históricamente después de la ascensión de Jesús.

Lucas 24: 50-53  Nueva Traducción Viviente (NTV) nos dice lo siguiente:

«Entonces Jesús los llevó a Betania*, levantó sus manos al cielo y los bendijo.  Mientras los bendecía, los dejó y fue levantado al cielo. Entonces ellos lo adoraron y regresaron a Jerusalén llenos de gran alegría; y pasaban todo su tiempo en el templo, adorando a Dios.»

*En Betania fue donde sucedió la Ascensión

Luego Lucas continúa escribiendo en Hechos capítulo 1:1-5 Nueva Traducción Viviente (NTV) lo siguiente:

«Teófilo, en mi primer libro te relaté todo lo que Jesús comenzó a hacer y a enseñar hasta el día que fue llevado al cielo, después de haberles dado a sus apóstoles escogidos instrucciones adicionales por medio del Espíritu Santo. Durante los cuarenta días después de que sufrió y murió, Cristo se apareció varias veces a los apóstoles y les demostró con muchas pruebas convincentes que él realmente estaba vivo. Y les habló del reino de Dios. Una vez, mientras comía con ellos, les ordenó: «No se vayan de Jerusalén hasta que el Padre les envíe el regalo que les prometió, tal como les dije antes. Juan bautizaba con agua, pero en unos cuantos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo».»

Y seguidamente Hechos capítulo 1:8-11 Nueva Traducción Viviente (NTV) podemos leer:

«Entonces recibirán poder cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes; y serán mis testigos, y le hablarán a la gente acerca de mí en todas partes: en Jerusalén, por toda Judea, en Samaria y hasta los lugares más lejanos de la tierra.9 Después de decir esto, Jesús fue levantado en una nube mientras ellos observaban, hasta que ya no pudieron verlo.  Mientras se esforzaban por verlo ascender al cielo, dos hombres vestidos con túnicas blancas de repente se pusieron en medio de ellos.  «Hombres de Galilea—les dijeron—, ¿por qué están aquí parados, mirando al cielo? Jesús fue tomado de entre ustedes y llevado al cielo, ¡pero un día volverá del cielo de la misma manera en que lo vieron irse!».»

En el contexto de lo anterior, el Señor murió, resucitó a los tres días, pasó 40 días con los discípulos día y noche, instruyéndoles; recordándoles promesas, profecías que había dejado y enseñándoles algunas otras cosas que necesitaban saber principalmente acerca del reino de Dios.

1 Corintios 15: 6-10 Nueva Traducción Viviente (NTV) nos dice:

«Más tarde, lo vieron más de quinientos de sus seguidores a la vez, la mayoría de los cuales todavía viven, aunque algunos ya han muerto.»

Jesús, como cabeza de la Iglesia, nos envía a hacer discípulos. Él mismo modeló esta misión: en Hechos 1:1, se nos dice que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, preparando y capacitando a sus seguidores, demostrando con sus acciones quién era Él (Hechos 1:3).

Antes de ascender, Jesús llevó a sus discípulos a Betania, como leemos en Lucas 24:50: «Entonces Jesús los llevó a Betania, levantó sus manos al cielo y los bendijo». El nombre Betania proviene de las palabras hebreas Beth (casa) y ania (frutos o higos), lo que puede traducirse como “la casa del fruto”.

Este lugar, situado en el monte de los Olivos —un sitio muy especial para Jesús, donde solía orar— fue también el escenario desde donde los discípulos lo vieron ascender al cielo.

Lejos de ser una experiencia triste, la ascensión fue motivo de adoración. Según Lucas 24:52-53, los discípulos «lo adoraron, y regresaron a Jerusalén llenos de gran alegría, y pasaban todo el tiempo en el templo adorando a Dios».

La ascensión era necesaria. Jesús debía ser glorificado y recibir la gloria que le correspondía. Para los discípulos, ver a Jesús “subir” al cielo tenía un profundo significado espiritual: comprendían que Él iba al lugar que Dios había preparado desde el principio para que habitara —el cielo mismo. Este acto confirmaba sin duda que Jesús es Dios.

Solo Jesús, en su naturaleza divina, podía ser levantado en una nube. Como relata Hechos 1:9 “fue levantado mientras ellos miraban, y una nube lo ocultó de su vista.”

Esto es la muestra de que Jesús era Dios.

Jesús estuvo vivo, vive hoy, y vivirá por siempre, porque es eterno.

Su ascensión no solo confirma su divinidad, sino que también modela su regreso. Un día, el Hijo de Dios descendió del cielo, se hizo hombre, vivió entre nosotros, murió, y resucitó al tercer día. Así como descendió, también ascendió al cielo, y volverá a descender —al mismo lugar desde donde ascendió.

Jesús subió al cielo después de haber completado su obra redentora, y volverá para establecer su Reino milenial aquí en la tierra, con nosotros.

Cuando Él se fue, su Reino comenzó; y cuando regrese, su Reino será establecido en plenitud.

Todo esto afirma una verdad fundamental: la deidad del Hijo de Dios:

«Después de decir todas esas cosas, Jesús miró al cielo y dijo: «Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo para que él, a su vez, te dé la gloria a ti. 2 Pues le has dado a tu Hijo autoridad sobre todo ser humano. Él da vida eterna a cada uno de los que tú le has dado. 3 Y la manera de tener vida eterna es conocerte a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste a la tierra. 4 Yo te di la gloria aquí en la tierra, al terminar la obra que me encargaste. 5 Ahora, Padre, llévame a la gloria que compartíamos antes de que comenzara el mundo. Juan 17: 1-5 Nueva Traducción Viviente (NTV).

La ascensión del Señor Jesús es un acto glorioso, y por ello debemos darle gloria y honra.

Él estaba en un lugar de perfecta gloria y honor, rodeado de adoración celestial, a la diestra del Padre, donde los ángeles y toda la creación lo alaban sin cesar.

Sin embargo, por amor, decidió descender y tomar forma humana —la segunda persona de la Trinidad se revistió de humanidad y vino a habitar entre nosotros.

Pasó de la adoración eterna del cielo a caminar entre pecadores que lo menospreciaron, insultaron y rechazaron.

A pesar de todo, se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte, y muerte de cruz.

Después de cumplir su misión, Él declaró con autoridad: «Es tiempo de volver a la gloria que tú me diste, Padre.» Juan 17:5.

Éxodo 13-21 Nueva Traducción Viviente (NTV) nos dice lo siguiente:

«El Señor iba delante de ellos, y los guiaba durante el día mediante una columna de nube y les daba luz durante la noche con una columna de fuego. Esto les permitía viajar de día y de noche.»

Había una columna de nube que protegía al pueblo de Dios en el desierto. Esta columna impedía que sus enemigos se acercaran, cubría al pueblo del sol abrasador y lo sostenía en medio de la travesía. Esa columna de nube es conocida como la Shejiná de Dios: la manifestación visible y tangible de la presencia del Dios invisible que habitaba en medio de su pueblo.

Exodo 24:16 Nueva Traducción Viviente (NTV) nos dice:

«Entonces la gloria del Señor se posó sobre el monte Sinaí, y durante seis días la nube cubrió el monte. Al séptimo día, el Señor llamó a Moisés desde el interior de la nube.»

Luego podemos leer en Exodo 40: 34-35 Nueva Traducción Viviente (NTV):

«Entonces la nube cubrió el tabernáculo, y la gloria del Señor llenó el tabernáculo. Moisés no podía entrar en el tabernáculo, porque la nube se había posado allí, y la gloria del Señor llenaba el tabernáculo.»

No solamente el Señor asciendió porque debía ser glorificado, sino porque su ministerio iba a ser cerrado y empezaba el ministerio del Espíritu Santo.

Juan 14: 16-17 nos dice lo siguiente:

«Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Abogado Defensor, quien estará con ustedes para siempre. Me refiero al Espíritu Santo, quien guía a toda la verdad. El mundo no puede recibirlo porque no lo busca ni lo reconoce; pero ustedes sí lo conocen, porque ahora él vive con ustedes y después estará en ustedes.»

El texto anterior nos enseña que durante la última cena, antes de ser entregado, Jesús les hizo una promesa muy importante a sus discípulos: «Yo le pediré al Padre, y Él les dará otro Consolador (otro abogado defensor), para que esté con ustedes para siempre».

El primer Consolador (Paracleto) es Cristo mismo —nuestro ayudador, intercesor y abogado. Y Jesús prometió que vendría otro Consolador, el Espíritu Santo, quien nos guiaría a toda verdad y nos fortalecería en medio de las pruebas.

Cuando atravesamos dificultades, podemos hallar consuelo en esta promesa: vendría uno que nos daría poder, y caminaríamos en ese poder.

Esto se confirma en Hechos 1:8, donde Jesús declara:

«Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes…»

Ese poder prometido es el que nos capacita para vivir en libertad y santidad, porque sin el Espíritu de Dios, ninguno de nosotros tendría la fuerza para vencer el pecado.

Lucas 7:47 Reina-Valera 1960 nos dice:

«Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.»

¿Cuántos de nosotros vivimos conscientes de cuánto nos ha perdonado el Señor?

Sin el Espíritu de Dios, el pecado seguiría tocando a la puerta de nuestro corazón, manteniéndonos atados, sin la capacidad de ser verdaderamente libres. Pero el Señor nos ha dado poder, dominio propio y la capacidad de amar.

Ahora, como hijos suyos, somos parte de su Reino y tenemos el privilegio y la responsabilidad de ser embajadores del Reino de Dios. Esto significa que dondequiera que vayamos, entramos con la autoridad y el respaldo del Rey de Reyes y Señor de Señores.

El ambiente debe cambiar, porque el Rey ha llegado. Él está en medio de nosotros, y donde está el Hijo, está también Su gloria. Este es el tiempo para que la Iglesia predique el evangelio con poder y sin temor.

El poder de Dios fluye desde corazones llenos y saturados del Espíritu Santo. Y cuando eso ocurre, los ambientes son transformados y las personas también.

Filipenses 2:9-10 Nueva Traducción Viviente (NTV) nos dice:

«Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra.»

«Rey de Reyes y Señor de Señores» significa que no existe honor más alto, ni autoridad más grande, ni lugar más glorioso que el que pertenece a Cristo.

Él está por encima de todo y de todos. A Él adoramos, porque no hay nombre más elevado.

Además, el Señor ascendió al cielo porque esa era la forma en que su ministerio sacerdotal debía continuar. Jesús no solo es Rey, sino también Sacerdote eterno según el orden de Melquisedec.

Al ascender, entró en el tabernáculo celestial, el lugar más santo y verdadero, no hecho por manos humanas. Y como nuestro Rey y Sacerdote, ya no necesita ofrecer sacrificios continuamente, porque Él mismo se ofreció como el sacrificio perfecto, una vez y para siempre.

Por eso, todo aquel que pone su fe en Jesús recibe salvación y vida eterna, porque su sacrificio fue suficiente para el perdón de todos nuestros pecados.

Finalizamos esta enseñanza con la siguiente oración que hizo nuestro Señor Jesús en Juan 17: 6-12 Nueva Traducción Viviente (NTV) por nosotros:

“Te he dado a conocer a los que me diste de este mundo. Siempre fueron tuyos. Tú me los diste, y ellos han obedecido tu palabra. Ahora saben que todo lo que tengo es un regalo que proviene de ti, porque les he transmitido el mensaje que me diste. Ellos aceptaron el mensaje y saben que provine de ti y han creído que tú me enviaste. Mi oración no es por el mundo, sino por los que me has dado, porque te pertenecen. Todos los que son míos te pertenecen, y me los has dado, para que me den gloria. Ahora me voy del mundo; ellos se quedan en este mundo, pero yo voy a ti. Padre santo, tú me has dado tu nombre; ahora protégelos con el poder de tu nombre para que estén unidos como lo estamos nosotros. Durante el tiempo que estuve aquí, los protegí con el poder del nombre que me diste. Los cuidé para que ni uno solo se perdiera, excepto el que va camino a la destrucción como predijeron las Escrituras.»

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