Devocional: El Discipulado Práctico – Día 5

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Aprende con humildad y crece en Cristo

“Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”

Mateo 11:29 (RVR1960)

Como pequeño empresario en venta de equipos industriales, durante 30 años corrí cargando el yugo dado por el mundo donde mis triunfos sobre los demás me aseguraban el éxito y la prosperidad. A pesar de que escuchaba acerca de Cristo, solo lo veía como un medio para alcanzar mis metas, mientras que mi vida espiritual permanecía totalmente vacía.

Hace 8 años, la gracia de Dios me alcanzó y me mostró el rostro de Jesús. Al mirar la inmensidad de su amor revelado en la cruz, comprendí también que Él me ofrecía dejar el yugo del mundo y tomar el suyo, ligero y lleno de propósito. Con lágrimas de arrepentimiento decidí rendirme y seguirlo cada día como mi Maestro y Pastor.

No todos mis allegados comprendieron este cambio; enfrenté confrontaciones que Jesús permitió para procesar mi carácter. En esta nueva etapa, el Señor me ha quebrantado, ha molido mi orgullo, procesado mi vanidad y mi soberbia en repetidas ocasiones, pero con esto me ha enseñado la importancia de humillarme ante Su sabiduría y soberanía. Ahora en medio de las pruebas he aprendido la importancia de la oración, la humildad y dependencia de Dios. Decidí bautizarme y entregarle con gratitud el control total de mi vida.

Hoy vivo con un nuevo sentido: lo espiritual es prioridad, y en servir y amar a los demás encuentro gozo, libertad y paz. Sigo siendo empresario, pero mi visión ahora es compartir la verdad de Dios, porque “Si el Señor no construye la casa, el trabajo de los constructores es una pérdida de tiempo…” (Salmo 127:1, NTV).

Oremos:

¡Dios Padre Misericordioso! En el nombre de Jesús te doy gracias por llamarme a reconciliación a través del poderoso rostro de nuestro Señor y Maestro. Te suplico soberano Rey, que me enseñes humildad de discípulo para siempre entender, obedecer y creer en tu palabra. Deseo, con todo mi corazón, que mantengas el control de mi vida, para así crecer y permanecer eternamente en tu presencia, amén.

José Miguel Zeledón

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