
Atacando la raíz: pecados del corazón – La Lujuria y el Adulterio
Entre los muchos pecados con los que luchamos, cuando hablamos del pecado de la lujuria, debemos tener presente que este no es un pecado como todos los demás, la Biblia misma nos habla que quien cae en pecado sexual peca contra Dios y contra sí mismo.
En ocasiones pensamos o relacionamos este pecado únicamente en relación con el sentido de la vista, creyendo que el riesgo es únicamente con lo que vemos, pero este no es el único peligro, aquello que escuchamos y pensamos constantemente, podrían ser trampas igual de peligrosas.
Si nuestros sentidos no están sujetos a Cristo y a su Palabra, siempre estarán al servicio del pecado; todos nuestros sentidos están diseñados para que lejos de Cristo y sin la obediencia a su Palabra pequemos contra Él. La lujuria empieza a trabajar en todos nuestros sentidos, ya que después de que el primer hombre y la primera mujer le dieron la espalda a Dios, todo se generó para que empezáramos a pecar contra ÉL.
El adulterio que nace en el corazón es el resultado de permitir que nuestra lujuria sea activada por nuestros sentidos: por lo que veo, por lo que escucho y por lo que medito; todo esto se enciende, se establece y da luz al pecado. Cuando permitimos que estos instintos comiencen a trabajar en nosotros, es similar a una escalera, damos permiso a que vaya subiendo el nivel, estos pecados empiezan a nutrirse y alimentarse, se establece y dan a luz. No caemos en esto simplemente porque tropezamos, generalmente tiene un proceso en nosotros.
Dice la palabra acerca de Eva: Vio el fruto, lo deseo, lo mordió y murió.
“La mujer quedó convencida. Vio que el árbol era hermoso y su fruto parecía delicioso, y quiso la sabiduría que le daría. Así que tomó del fruto y lo comió. Después le dio un poco a su esposo que estaba con ella, y él también comió.” Génesis 3:6, Nueva Traducción Viviente.
Acá vio el manto babilónico, doscientas monedas de plata y el lingote de oro, lo atesoro y toda su familia murió con él.
“Vi entre los despojos un hermoso manto de Babilonia, doscientas monedas de plata y una barra de oro que pesaba más de medio kilo. Los deseé tanto que los tomé. Están enterrados en el suelo debajo de mi carpa, con la plata debajo del resto. Entonces Josué y todos los israelitas tomaron a Acán, junto con la plata, el manto, la barra de oro, sus hijos, hijas, bueyes, burros, ovejas, carpa y todo lo que le pertenecía, y los llevaron al valle de Acor. Entonces Josué dijo: —¿Por qué nos has traído esta desgracia? Ahora el Señor te traerá desgracia a ti. Y todos los israelitas apedrearon a Acán y a su familia, y después quemaron los cuerpos.” Josué 7:21, 24-25, Nueva Traducción Viviente.
Sansón, vio a una de las hijas de las filisteas, y ese fue el principio de su fin:
“Y Sansón descendió a Timnat, y vio en Timnat a una mujer de las hijas de los filisteos. Y subió, y lo declaró a su padre y a su madre, diciendo: Yo he visto en Timnat una mujer de las hijas de los filisteos; os ruego que me la toméis por mujer. Y su padre y su madre le dijeron: ¿No hay mujer entre las hijas de tus hermanos, ni en todo nuestro pueblo, para que vayas tú a tomar mujer de los filisteos incircuncisos? Y Sansón respondió a su padre: Tómame ésta por mujer, porque ella me agrada.” Jueces 14:1-3, Reina-Valera 1960.
Cuando hablamos del pecado de la lujuria, una sola mordida y todo se derrumba, una sola mirada y todo se destruye, por esto debemos tener cuidado con lo que vemos, con lo que pensamos y con lo que escuchamos. No podemos jugar o coquetear con esto, una pequeña zorra puede dañar un gran campo.
¿Qué tan radicales queremos ser?, ¿Qué tan profundo queremos escarbar en nuestro corazón?. La lujuria es el anhelo pecaminoso, el pecado interno que me guía a una separación de Dios. (Definición tomada del diccionario bíblico EASTON 1897 )
“Han oído el mandamiento que dice: “No cometas adulterio”. Pero yo digo que el que mira con pasión sexual a una mujer ya ha cometido adulterio con ella en el corazón. Por lo tanto, si tu ojo —incluso tu ojo bueno— te hace caer en pasiones sexuales, sácatelo y tíralo. Es preferible que pierdas una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y, si tu mano —incluso tu mano más fuerte— te hace pecar, córtatela y tírala. Es preferible que pierdas una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.” Mateo 5:27-30, Nueva Traducción Viviente.
En estos versículos podemos ver como Jesús realizó una corrección (o ampliación) a la forma en que los escribas y fariseos aplicaban la ley, donde solamente tomaban en cuenta el acto físico del adulterio, ya que estaban dejando de lado el pecado que representa mirar a otro ser creado por Dios como si fuese un objeto para sus fantasías personales.
Jesús dijo en Mateo 5, en el versículo 28 : pero yo digo que el que mira con pasión sexual a una mujer ya ha cometido adulterio con ella en el corazón.
Los fariseos y los escribas citaban correctamente la ley, pero su aplicación era errónea, ya que Jesús les estaba tratando de explicar que el pecado del adulterio era y es un pecado que nace en el corazón, en lo más profundo donde a veces es difícil de notar.
“Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” Mateo 26:41, Reina-Valera 1960.
Jesús nos hizo una advertencia en este texto: la carne es débil por lo tanto tiene que tratarse con rigurosidad el no dejar entrar el pecado en nuestra vida. Debemos tener cuidado con la permisividad, ya que nuestra mente comienza a trabajar de una manera increíble rápidamente.
“En la primavera, cuando los reyes suelen salir a la guerra, David envió a Joab y al ejército israelita a pelear contra los amonitas. Destruyeron al ejército amonita y sitiaron la ciudad de Rabá. Sin embargo, David se quedó en Jerusalén. Una tarde, después de descansar, David se levantó de la cama y subió a caminar por la azotea del palacio. Mientras miraba hacia la ciudad, vio a una mujer de aspecto muy hermoso que se estaba bañando.” 2 Samuel 11:1-2, Reina-Valera 1960.
En el versículo 1 se habla que esa era la época donde se debía salir a la guerra, pero David no salió a la guerra como debía hacerlo y se quedó en Jerusalén: David sabía que debía salir a la guerra y no lo hizo. En el versículo 2, la mujer de quien se habla es Betsabé, el problema no es que fuese hermosa, el problema es que era una mujer casada: En David se activó el sentido de la visión, lo llevó a su mente y lo bajó a su corazón y terminó pecando contra Dios.
“Las aguas hurtadas son dulces, y el pan comido en oculto es sabroso”. Proverbios 9: 17, Reina-Valera 1960.
El pecado atrae más pecado, la lujuria es un vientre que no se sacia. David ignoró todos los principios y la ley: la lujuria enceguece y embrutece, nos lleva a actuar en oculto. David experimentó las consecuencias más nefastas: fallo como padre, como esposo, su vida fue un desastre en muchas áreas. La lujuria nos lleva a pecar en privado, donde nuestra única audiencia es Dios. La lujuria como todo pecado apaga nuestro amor por Dios.
Cuando permitimos que la lujuria gobierne nuestro corazón y que su raíz dé fruto entonces nos alejamos de Dios. Muchas veces encontramos nuestras vidas secas espiritualmente, porque nuestros corazones están cauterizados por la raíz de la lujuria.
¿Cuál es el remedio para cortar con este pecado?
“Por tanto, si tu ojo derecho te hace caer en pecado, sácatelo y tíralo. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te hace caer en pecado, córtatela y tírala. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo y no que todo él vaya al infierno.” Mateo 5: 29-30, Nueva Versión Internacional.
Jesús en el texto anterior no solamente nos enseña la aplicación correcta, sino que nos enseña cuál es el remedio:
En el corazón es donde tenemos que cortar la lujuria, debemos ser radicales. La lujuria es un pecado que se alimenta de la autocomplacencia, cuando nos damos pequeños permisos, dejamos que este pecado se amarre más en nuestro corazón, hace que esa raíz germine y que su resultado sea el pecado.
Tres principios fundamentales para atacar la lujuria:
- No podemos ceder: al pensamiento o a la mirada, recordemos que la presión para ceder ante la lujuria siempre estará en nuestra contra. Entonces si sabemos que esa es nuestra debilidad fortalezcámonos.
- Observemos nuestros pensamientos: analicemos que estamos pensando. Todos nuestros pensamientos tienen que ir cautivos a la obediencia de Cristo.
- Perseveremos en la santidad: porque el que nos llamó es Santo.
Dios no nos llama a condenación, siempre hay gracia, misericordia y perdón. No batallemos más con la raíz, debemos sacarla por completo. Debemos agradar al SEÑOR con nuestra santidad.
“Hice un pacto con mis ojos,
de no mirar con codicia sexual a ninguna joven.” Job 31: 1, Nueva Traducción Viviente.
“He guardado tu palabra en mi corazón,
para no pecar contra ti.” Salmo 119: 11, Nueva Traducción Viviente.
Señor, queremos tener un corazón limpio que agrade al Espíritu Santo, no es como nuestra carne y mente lo quieran, es como tu Santo Espíritu quiera ordenarnos.