
Camino al Calvario – Reencuentro con los Discípulos
Este mensaje se centra en dos historias: el camino a Emaús y al Mar de Galilea. Ambas se conectan de una forma hermosamente increíble. Después de la resurrección de Jesucristo, empezaron a darse situaciones a nivel emocional entre los discípulos. Jesús tuvo alrededor de once encuentros con ellos y entre esos aparecieron ángeles, hubo milagros y acontecimientos espectaculares. A través de estas historias veremos a profundidad el cumplimiento de las promesas de Dios.
La primera historia narra el camino a Emaús, cuyo significado es “fuentes calientes”. Algunos teólogos dicen que era un lugar de aguas termales. En este primer encuentro hubo dos discípulos, uno llamado Cleofas y otro del cual no se menciona su nombre. Ellos caminaron 11 kilómetros aproximadamente desde Jerusalén hacia Emaús. Esto pasó el mismo día de la resurrección de Jesucristo.
La Biblia dice: «Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena.» (Juan 19:25, Reina Valera RVR 1960). En ocasiones, la Palabra menciona un nombre en un capítulo y luego vuelve a aparecer de forma diferente. Los teólogos dicen que esto podría haber sucedido con Cleofas, mientras que del otro discípulo no se sabe nada. Algunos dicen que podría ser Lucas por ser el libro que lo referencia y otros que es un simbolismo de nosotros.
Los dos discípulos iban caminando desanimados por todo lo sucedido. Mientras conversaban sobre la crucifixión y la noticia de la tumba vacía, Jesús se les acercó y caminó con ellos. La Biblia dice que Dios no permitió que lo reconocieran (Lucas 24:13-16, Reina Valera RVR 1960).
Esos dos hombres eran seguidores de Jesús, quien de repente fue totalmente azotado, destrozado y murió en la cruz. Ellos habían escuchado que iba a resucitar al tercer día. Las mujeres lo confirmaron cuando les compartieron la noticia (Lucas 24:8-10, 24:22-23, Reina Valera RVR 1960).
El Señor empezó a caminar junto a ellos y les dijo: «¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? Cleofas respondió: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? Nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel.» (Lucas 24:15-21, Reina Valera RVR 1960).
Ellos habían estado con el Maestro y escucharon decir que era Emmanuel (Dios con nosotros) por todas las señales que hacía. Dijeron eso después de Su resurrección porque esperaban que redimiera a Israel. Otra versión dice: «Era un profeta que hizo milagros poderosos.» (Lucas 24:19, Nueva Traducción Viviente NTV). Pensemos en cómo nos expresamos acerca de Dios cuando no estamos en la iglesia, donde proclamamos y decimos «Santo, lo harás otra vez». Pero, cuando salimos nuestras palabras están llenas de incertidumbre y poca fe.
Llegamos al momento clave de la historia: los discípulos llegaron a Emaús y le pidieron a Jesús que se quedara con ellos. Cuando iban caminando, en un momento Jesús hizo como que se iba a ir por otro lado. Ellos le dijeron que se quedara porque ya era tarde (Lucas 24:28-29, Reina Valera RVR 1960).
Justo después, la Biblia relata lo siguiente: “Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista. Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras? Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón. Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.” (Lucas 24:30-35, Reina Valera RVR 1960).
Recordemos esto a lo largo del mensaje: los discípulos reconocieron a Jesús cuando partió el pan. Así concluye el primer encuentro. Seguidamente, la segunda historia aconteció en el Mar de Galilea, donde estaban Pedro, Tomás, Natanael, Jacobo, Juan y otros dos discípulos (Juan 21:2, Reina Valera RVR 1960).
Galilea era la ciudad natal de ellos, quienes estaban otra vez en el mar. La Palabra de cierta forma dice que ellos habían vuelto a su rutina. Después de que Jesús resucitó y fueron encomendados por Él, volvieron a su vida cotidiana, a lo que sabían.
Los discípulos salieron de noche en la barca, pero no pescaron nada. Ellos ya habían vivido esto en algún momento. Esta era la tercera vez que Jesús se les aparecía y según su comportamiento aún había incertidumbre y dudas (Juan 21:14, Reina Valera RVR 1960).
Al amanecer, Jesús apareció en la orilla del mar, pero los discípulos no sabían que era Él (Juan 21:4, Reina Valera RVR1960). Aquí hay una similitud con la primera historia. En este segundo encuentro la Biblia no dice que no lo reconocieron, pero los discípulos no lo hicieron al inicio sino hasta después.
El Maestro les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis.» Ellos lo hicieron inmediatamente y pescaron ciento cincuenta y tres peces (Juan 21:6, 21:11, Reina Valera RVR 1960). Posteriormente, la Biblia dice: «Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella), y se echó al mar.» (Juan 21:7, Reina Valera RVR 1960).
Ahora llegamos al momento clave de la segunda historia: los discípulos llegaron y Jesús tenía pan y pescado en las brasas. Otro encuentro con el Señor al amanecer. ”Jesús les dijo: Traed de los peces que acabáis de pescar.” (Juan 21:10, Reina Valera RVR 1960). Luego les sirvió la comida y restauró a Pedro.
Consideremos que Pedro negó tres veces a Jesús, quien le preguntó también tres veces: «¿me amas?«. Primero, Pedro dijo: «sí, Señor«. Luego, Jesús le preguntó nuevamente: «¿me amas?» y Pedro dijo: Señor, tú sabes todo (Juan 21:17, Nueva Traducción Viviente NTV). La tercera vez que Jesús le preguntó Pedro se entristeció.
El Señor todas las veces le respondió: «Alimenta a mis ovejas (Juan 21:17, Nueva Traducción Viviente). Jesús le estaba recordando a Pedro para qué había sido llamado. No para volver a pescar peces, sino para convertirse en pescador de hombres.
Así es como estas dos historias reflejan los encuentros con el Señor. La Biblia no lo dice, pero posiblemente hubo algún saludo de por medio entre Jesús y sus discípulos: “¡Hola!, ¿cómo están? ¡Shalom!” Con base a esto, veremos lo que ocurrió en cada uno de estos encuentros y lo que Dios quiere hablar a nuestros corazones.
- Hola: ¿Nos cuesta creer o ver?
En la primera historia, Jesús caminó con dos discípulos que venían desmotivados por todo lo que había ocurrido. En muchos de los encuentros de Jesús se evidencia cuánto nos cuesta creer. Después de un domingo de celebración en la iglesia, regresamos a casa y nos empieza a agobiar el trabajo, los estudios y nos afligimos en nuestro caminar, pensando que el Señor no está con nosotros.
- Hubo mujeres que dijeron que la tumba estaba vacía, pero no les creyeron (Lucas 24:9-11, Reina Valera RVR 1960).
- Los discípulos que caminaron con Jesús no pudieron reconocerlo (Lucas 24:16, Reina Valera RVR 190).
- Tomás solo creyó cuando el Maestro le enseñó las marcas en sus manos (Juan 20:24-29, Reina Valera RVR 1960).
- En Emaús, ellos esperaban que Él redimiera a Israel (Lucas 24:21, Reina Valera RVR 1960).
La Biblia dice: «Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!» (Lucas 24:25, Reina Valera RVR 1960). Aquí el Señor les estaba diciendo: “¿cómo es que todavía no creen?” A veces parece que Dios necesita hacer más cosas para que le creamos, cuando ya su Palabra está cargada de Él. Todo está escrito, desde Moisés y los profetas hasta lo que vivió Jesús.
Luego, Jesús estaba en el mar, pero los discípulos no sabían que era Él. Puede ser que hoy digamos: «Yo no siento al Señor, no sé si está conmigo«. Veamos todas estas dudas que ellos tuvieron en ese momento y Jesús estaba ahí. Aunque sus ojos no podían verlo y en la costa no lograron reconocerlo al inicio, Él estaba ahí y aún está con nosotros.
- Hola: Yo seguiré proveyendo
En la escena del desayuno en la costa de la segunda historia Dios nos dice: “yo seguiré proveyendo”. En Emaús, Él proveyó Palabra y ánimo a sus corazones. En el mar, proporcionó comida y propósito. Jesús les dio ciento cincuenta y tres peces a los discípulos, pero cuando llegaron a la costa con los peces, Él ya tenía el desayuno preparado (Juan 21:9, Reina Valera RVR 1960). Él sigue llenando redes vacías, encendiendo corazones con su Palabra, partiendo el pan y sirviendo a los suyos.
Podríamos llegar a preguntarnos ¿por qué Jesús no tomó los peces que traían los discípulos para ponerlos en las brasas? Porque el Señor se adelantó. Puede que no le pidamos a Dios que haya comida cuando abramos la alacena o que llegue alguien a la puerta con lo que necesitamos. Pero, muchas veces nuestra oración es «Dios, provéeme un trabajo mejor para tener más ingresos«.
En esta historia podemos observar que el Señor les dio todo lo que necesitaban, pero cuando llegaron a la costa ya Él había provisto todo también. No necesitaban lo que habían conseguido en la pesca milagrosa. Dios es así de Bueno con nosotros.
Puede ser que una semana tuvimos el dinero para comer bien y aparte Él nos premia con salud, Su presencia, amigos y nos da exactamente lo que necesitamos. Aun cuando ya nos dio mucho trabajo y ya proveyó las necesidades básicas en la casa, Dios nos sorprende con algo más. Él seguirá siendo el proveedor de nuestra vida.
Uno de los nombres de Dios es Jehová-Jireh, que significa “el Señor es mi proveedor”. Podemos hacer todo nuestro esfuerzo y creer que Él va a multiplicar los peces. Aunque a veces nuestras dudas estén presentes y no lo podamos reconocer, Él siempre nos proveerá.
- Hola: Siempre estaré entre ustedes
En la primera historia, a los discípulos no les fue permitido reconocer a Jesús y en la segunda no sabían quién era al inicio. Pero, aunque no lo reconozcamos y nuestros ojos estén cerrados, Él sigue presente. Aun cuando decimos «yo no veo al Señor«, Él está ahí. A pesar de que las cosas no salgan como esperamos y no se cumplan nuestras expectativas en la vida, Dios está con nosotros.
La Biblia dice: «he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.» (Juan 28:20, Reina Valera RVR 1960). Esta es una promesa del Señor que se cumple a cada segundo, minuto y hora de nuestra vida. Caminemos con esa verdad en nuestro corazón y que eso lo encienda. Si viviéramos pensando que Dios está con nosotros en todo momento no actuaríamos como a veces lo hacemos.
- Hola: Yo soy el que enciende y restaura corazones
En la historia de Emaús, cuando el Señor partió el pan, los ojos de los discípulos fueron abiertos. Ellos lo reconocieron e inmediatamente Jesús desapareció. «Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?» (Lucas 24:32, Reina Valera RVR 1960).
Ellos hubieran podido decir «nos vamos a quedar a dormir aquí en Emaús«, pero no lo hicieron. La Palabra de Dios dice que caminaron alrededor de 11 kilómetros hacia Jerusalén simplemente porque su corazón ardía. Tenían que ir a compartir lo que el Señor acababa de hacer en sus vidas.
Lo triste es que a veces estamos tan encendidos en una reunión de iglesia, que regresamos a casa y parece que solo fue un momento fugaz. Volvemos a nuestro día a día y en la semana no le hablamos a nadie de lo que Dios hace en nosotros. ¿Lo que leemos en la Palabra y lo que escuchamos en cada reunión realmente está encendiendo nuestro corazón? ¿Nos despierta de tal forma que podamos decir «yo necesito ir con mis amigos y hablarles de esto»?
En el mar, Jesús les dijo que echaran la red. Ellos lo hicieron y luego Él respondió que apacentaran a sus ovejas. Dios enciende los corazones cuando somos obedientes. ¿Cuántas veces el Señor nos ha dicho «háblale a esa persona de mí»? Pero, cuando eso pasa, hay un fuego extraño en nosotros.
Nos preguntamos «¿por qué me está ocurriendo esto en este momento? A veces, tratamos de apagar ese fuego que se encendió en nosotros por hablar de Dios. Perdemos la oportunidad de vivir vidas extraordinarias y testimonios increíbles de lo que el Señor activó en ese momento por lo que hicimos en obediencia.
- Hola: Yo estoy también en lo cotidiano
Él está en el camino, en la casa, al partir el pan, en una barca, al pescar, a la orilla del mar o en un desayuno. En ambas historias, Jesús no apareció en un templo o en un lugar donde se había dado un gran sermón, sino en lo cotidiano. Si reconocemos que Dios está con nosotros en cada desayuno que tomamos con nuestros hijos, familia o con algún amigo, tal vez nuestra conversación sería diferente: «el Señor está con nosotros en este momento». ¡Vamos a tener una excelente semana y salir adelante!
¿Qué pasaría si en la cita médica que tenemos esta semana nos damos cuenta de que el Señor está con nosotros porque así lo prometió? Él habita en nuestro corazón, según su Palabra. Dios está en lo cotidiano. Nos vamos a dar cuenta que no estamos solos, sino con Él y algo va a pasar ahí.
Podemos conversar con la persona que está a la par y pensar «el Señor está aquí conmigo«. Le podemos preguntar a nuestros amigos «¿cómo ha estado la semana?». Dios nos puede usar con poder y fuego para ministrar a las personas, pero vivimos nuestros días pensando que Él no está.
A veces vamos a la iglesia con religiosidad, pensando que Dios solo está ahí, en un momento de oración o en la prédica… Pero, Él está tan presente en el último mensaje de un campamento como en nuestro cuarto cuando estamos durmiendo. El Señor siempre está presente.
- El reencuentro con los discípulos
En un momento de nuestra vida Jesús se encontró con nosotros. Le entregamos nuestro corazón, nos selló con su Espíritu y fuimos cambiados completamente. Pero, hay muchos momentos en los que Él se reencuentra con nosotros, diciéndonos que es un Dios de reencuentros. Esos que el Señor tuvo con las personas de ambas historias son tal vez como los que hemos tenido en algún momento.
Entregamos nuestra vida a Dios, pero tal vez un familiar murió, nos desanimamos y pasamos una etapa de luto. En un momento dado, en la iglesia o en el cuarto mientras recordamos a esa persona, el Señor se reencuentra con nosotros y nos dice «todo va a estar bien». Cuando hay un diagnóstico, perdemos un trabajo o las cosas no salen como queremos, muy probablemente Él se reencuentra con nosotros y nos dice «ten paciencia» o «por aquí no es».
¿Cuántos hemos conocido al Señor y estado un tiempo fuera de sus caminos? Algo pasó en nuestra vida, Dios vino y se reencontró otra vez con nosotros. Tal vez nos dice “no es por ahí, hijo/hija. Ven otra vez”. Así lo hizo con Pedro en uno de sus encuentros cuando él había vuelto a lo que ya sabía.
¿Podemos imaginar aparecer en la Biblia como la persona que negó al Señor tres veces? Pero, Dios se encontró con Pedro y le dijo «vuelve otra vez a tu propósito”. No hay pecado que Él no limpie, ni lave. Cuando reconocemos que Él está con nosotros, la carga se vuelve más ligera.
Jesús hizo dos veces el milagro de los peces en el mar de Galilea. Primero, en el encuentro que tuvo con sus discípulos para llamarlos y decirles «vengan ahora conmigo«. Segundo, mucho tiempo después, tras su resurrección les dijo «vuelvan otra vez a lo que les había dicho«.
Muchas veces, Dios ha usado las mismas cosas para traernos de vuelta. Tal vez nos había llamado por medio de un familiar y luego lo usó de nuevo para recordarnos que tenemos que congregarnos y orar, o quizás fue un amigo que nos enviaba mensajes. En algún momento tomamos la decisión y dijimos «está bien, voy a hacerle caso«. Pudimos haber ido a la iglesia, Dios nos cambió y de repente nos alejamos. El Señor usa ese mismo amigo, evento o lugar para atraernos otra vez.
Jesús repitió dos acciones a lo largo de su vida en la Tierra: partió el pan y multiplicó los peces. Pero, hay un momento en el que estando junto con sus amigos en el aposento alto partió el pan, se los dio y les dijo: «esto es mi cuerpo que por vosotros es partido .» (1 Corintios 11:24, Reina Valera RVR 1960). Esta historia la repite con dos discípulos en Emaús. Probablemente, ellos conectaron todo lo que habían vivido con el Señor y cuando partió el pan sus ojos fueron abiertos y lo reconocieron.
Oración
Si hoy necesitamos reencontrarnos con el Señor de alguna forma, vayamos a su presencia. Dios está con nosotros donde quiera que vayamos, no solo cuando vamos al altar o nos inclinamos nos podemos encontrar con Él. A veces hacemos eso en la iglesia, es bueno y está bien, pero donde estamos también podemos reconocer que Jesús está con nosotros.
Dios, sabemos que lo que tú hiciste lo volverás a hacer en nuestra vida. ¡Despiértanos y abre nuestros ojos hoy! Que te podamos ver en lo cotidiano, Padre. Tú estás con nosotros cuando vamos hacia el trabajo, caminamos hacia algún lugar o estamos en nuestra casa. Aunque muchas veces no lo parezca, tú siempre estás en nuestras vidas.
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