¿Cuál es tu nombre ante Dios y ante los hombres?
A partir de 1 Samuel 1-4, 14:3, la Biblia nos relata la historia de Elí, paralelamente a la historia de la juventud y niñez de Samuel. Elí, un sucesor de Sansón y mentor del profeta Samuel, pertenecía a la tribu de Leví y durante años fue el sumo sacerdote y juez de Israel de la familia de Itamar. Elí era un buen hombre cuya vida era pura y amaba a Jehová, pero carecía de carácter y autoridad para con sus hijos.
Sus hijos Ofni y Finés fueron puestos a servir sin ninguna de las cualidades de su padre, al contrario eran unos aprovechados de la fe. Ellos como sacerdotes vivían de las ofrendas como había mandado el Señor, podían tomar algo de carne de algunos sacrificios pero nunca de los animales que eran quemados enteros, ya que estos eran para el perdón de los pecados.
Pero a estos hermanos esto no les importaba, se las ingeniaban para tomar de la carne que nos les correspondía sin ningún remordimiento. Además tenían relaciones con prostitutas en el templo, escudados en que hacían prácticas cultivas, tal y como lo hacían los cananeos.
Elí nunca confrontó a sus hijos de forma firme y autoritaria, haciendo valer su condición de líder y padre, sino que siempre quería ser amable con ellos, pero fue una falsa bondad y equivocada, a pesar que el Señor ya le había advertido lo que pasaría. Una corrección apropiada los habría salvado de la ruina.
Finalmente en 1 Samuel 4 podemos leer como las palabras del Señor se cumplieron y los hijos de Elí, Ofni y Finés mueren en una batalla con los filisteos y el Arca del Señor es robada.
Entonces los filisteos se lanzaron al ataque y derrotaron a los israelitas, los cuales huyeron en desbandada. La matanza fue terrible, pues de los israelitas cayeron treinta mil soldados de infantería. Además, fue capturada el arca de Dios, y murieron Ofni y Finés, los dos hijos de Elí. 1 Samuel 4:10-11.
Muerte de Elí
Un soldado que pertenecía a la tribu de Benjamín salió corriendo del frente de batalla, y ese mismo día llegó a Silo, con la ropa hecha pedazos y la cabeza cubierta de polvo. Allí se encontraba Elí, sentado en su silla y vigilando el camino, pues su corazón le temblaba sólo de pensar en el arca de Dios. Cuando el soldado entró en el pueblo y contó lo que había sucedido, todos se pusieron a gritar.
—¿A qué viene tanto alboroto? —preguntó Elí, al oír el griterío.
El hombre corrió para darle la noticia. (Elí ya tenía noventa y ocho años, y sus ojos ni se movían, de modo que no podía ver).
—Vengo del frente de batalla —le dijo a Elí—; huí de las filas hoy mismo.
—¿Qué pasó, hijo mío? —preguntó Elí.
—Los israelitas han huido ante los filisteos —respondió el mensajero—; el ejército ha sufrido una derrota terrible. Además, tus dos hijos, Ofni y Finés, han muerto, y el arca de Dios ha sido capturada.
Solamente de oír mencionar el arca de Dios, Elí se fue de espaldas, cayéndose de la silla junto a la puerta. Como era viejo y pesaba mucho, se rompió la nuca y murió. Durante cuarenta años había dirigido al pueblo de Israel.
Su nuera, la esposa de Finés, estaba embarazada y próxima a dar a luz. Cuando supo que el arca de Dios había sido capturada, y que tanto su suegro como su esposo habían muerto, le vinieron los dolores de parto y tuvo un alumbramiento muy difícil. Al verla agonizante, las parteras que la atendían le dijeron: «Anímate, que has dado a luz un niño.» Ella no respondió; ni siquiera les hizo caso. Pero por causa de la captura del arca de Dios, y por la muerte de su suegro y de su esposo, le puso al niño el nombre de Icabod, para indicar que la gloria de Israel había sido desterrada. Exclamó: «¡Se han llevado la gloria de Israel! ¡El arca de Dios ha sido capturada!» 1 Samuel 4:12-22.
Ichabod: heb. îkâbôd, “la gloria ha partido” o “sin gloria”, de acuerdo con la interpretación dada en 1 S. 4:21.
No podemos juzgar a la nuera de Elí. La Biblia no cuenta más de ella, no sabemos si era una mujer entendida de Dios o no. Solo sabemos que en un momento de tanto dolor al oír la noticia que su esposo murió y su suegro murió, pero aún peor oír la noticia que el Arca del Señor, que representaba la presencia y el favor de Dios con Israel, había sido capturada, rechaza a su hijo recién nacido y lo nombra: “Sin Gloria”.
El como viviría este niño con ese nombre toda su vida, sería un recordatorio viviente de aquel trágico día que marcaría la historia de un pueblo. Después de esforzarse durante años, todos escucharían su nombre desde el podio:
Entre otros nombres adecuados como: Samuel (el escuchado por Dios), o Daniel (Justicia de Dios)… De pronto lo llamaría: <<graduación de honor por promedio superior a 90, el señor : “Sin Gloria””.>>
O cuando se casara: “ y tu Ana aceptas a “Sin Gloria” como tu legítimo esposo…”
Que se podría esperar de Ichabod, solamente es mencionado una vez más, como referente bíblico de la genealogía de Ahías su sobrino, más adelante en Samuel.
Su madre lo predestinó a una vida en derrota y rechazo sin el tener la culpa.
¿Cuántos de nosotros no hemos vivido algo similar?
¿CUÁL ES TU NOMBRE ANTE DIOS Y ANTE LOS HOMBRES?
No conozco a nadie que se llame Ichabod o “Sin Gloria” en su cédula pero si en su vida diaria, he conocido muchos que se llaman:
“Rechazo”: porque talvez su madre o su padre los rechazaron, o talvez en su niñez alguien los humilló y rechazó y eso los marcó tanto que les cambió el nombre para siempre, de Luis o Ana a RECHAZO. O talvez ya viejos alguna persona los rechazó en el amor y de ahí en adelante fueron conocidos como rechazo.
Así como rechazo, conozco muchos “Rencor“, porque alguien les hizo daño, su mundo dio un giro de 360 grados y ahora son un total rencor y ya no confían en nadie, ser desconfiados es bueno, pero cuando no se confía del cónyuge o de los hijos o del Señor mismo, es porque realmente tienes un problema…
Y ese nombre que te pusieron o que tú mismo te pusiste ha calado tanto en tu vida que te define, define lo que haces, define lo que dices y lo peor de todo es que ese nombre definió tu pasado, y marcará y condenará tu futuro.
Hay otros nombres que marcaron la vida por una escena más fuerte de la vida como “Violación, Abuso, Agresión, Engaño, Estúpido, Inútil, Bueno para Nada, Hijo no deseado, Divorciada”. En la iglesia encontramos cientos de estos nombres y se repiten más que los nombres más comunes como Daniel o Andrés.
Y puedes llegar a ser salvo, ser un siervo fiel, ser una persona con una genuina relación con el Señor, inclusive ser alguien que ayude a otros y seguir llamándote Rechazo o Rencor o cualquiera de los anteriores. Y el Señor no te rechazará nunca, porque Él dice “yo vine por el caído”. Pero tú mismo puedes seguir condenándote a raíz del nombre que te pusieron o que tú mismo decidiste llevar.
Hermanos el Señor quiere ponerte un nuevo nombre y que olvides al viejo nombre, y que dejes esas cargas pesadas que no te dejan avanzar y puedas disfrutar de la paz y gozo que solo Él puede dar.
Muchos dirán, amo al Señor, pero no puedo perdonar lo que me hicieron y el daño que llevé en mis hombros por décadas, el dolor se vuelve un estilo de vida: cambia mis actitudes, define mi personalidad. Hoy necesitan que se les recuerde que el Señor arrojó al fondo del mar todos nuestros pecados y nunca más se acordará de ellos y que todas las mañanas sus misericordias son nuevas. El Señor no está pensando: “estos humanos mataron a mi hijo con sus pecados”, o que cometen injusticias contra los más débiles, sino que se alegra y nos ve sin ningún tipo de rencor por lo que hemos hecho, Él más bien decidió amarnos sin importar que todos los días le fallemos, para mí es el gran misterio de la naturaleza de Dios Padre.
Ahora bien muchos piensan así: “Errar es humano y perdonar es divino… Yo perdono pero no olvido… Ya perdoné pero nunca más…”
En Génesis, cuenta la Biblia la historia de José, hijo de Jacob (Israel), a quien Dios cambió el nombre con propósito. Por envidia y celos, los hermanos de José lo venden como esclavo y es llevado a Egipto y le dicen a su padre que él había muerto.
José un adolescente de solo 17 años pasa por muchísimas desgracias, pasa de ser el hijo consentido de su padre, a ser esclavo en tierra extraña y encarcelado por un crimen que no cometió, tratado peor que un perro, humillado, olvidado por quien ayudó, pero el Señor tenía un propósito para él y para que pasaran todas estas cosas. “Más Jehová estaba con José” (Génesis 39:2 y 39:21). Cuantas veces pasamos cosas difíciles y aunque sabemos que Dios está con nosotros nos cuesta creer.
Finalmente pasaron 13 años de dolor, que podía sentir al pensar que perdió su juventud. A sus 30 años, es presentado ante el Faraón para que le interprete un sueño y se vuelve el hombre de confianza del Faraón y gobernador de Egipto, y José de 30 años se casa y tiene poder para volver y vengarse de sus hermanos, pero el orgullo y el rencor no dominan su vida ya más, aunque tuviese razón para estar molesto y enojado y cambiar su nombre de José a “VENGANZA LETAL” (Yo me hubieses puesto algo así, o “EL ANIQUILADOR DE TRAIDORES” (Ani para mis amigos más cercanos)… Conozco muchos que se hubiesen puesto “EL MARTIL JOSÉ” o “JOSÉ EL QUE AGUANTO TODO” y hubieran hecho posts en Facebook contando lo mucho que sufren y aguantan.
Pero José no, cuando tiene la oportunidad de ponerle nombre a su primogénito, decide llamarlo:
Manasés: que significa “Dios me hizo olvidar”, olvidar la traición de mis hermanos, lo mucho que extrañé a mi padre, la impotencia, la ira, el enojo, la amargura. Dios me hizo olvidar lo que me hicieron. El olvido es un paso más allá del perdón, muchos decimos que perdonamos pero no olvidamos. Pero José fue más allá del perdón, el Señor le permitió olvidar y dejar toda la carga que esto conlleva.
Pero no quedó ahí, pues después a su segundo hijo le puso: Efraín: que significa “Dios me hizo fructificar en tierra de mi aflicción”.
Primero Dios me hizo ir más allá del perdón, me hizo olvidar, como Dios mismo hace con usted y conmigo cada mañana. Olvida nuestras transgresiones y pecados y nunca más se acordará de ellos, Dios decide olvidar y así mismo debemos hacer nosotros con los demás, olvidarnos quién nos hizo daño, Dios siempre ha sido Bueno y nunca llega tarde.
Y después de olvidar eso que te marcó en la vida y que te puso nombre, el Señor te dará un nombre nuevo y te hará fructificar en tierra de tu aflicción. La tierra de tu y mi aflicción es esa área de nuestras vidas que no logramos superar y que ha gobernado nuestras vidas por años.
El Señor te hará fructificar en esto y serás como un niño de nuevo, lleno de esperanza, cómo no estar agradecido con Él, con la oportunidad de ser hechos nuevos que solo Cristo te ofrecerá, agradecer por lo que tengo sea poco o mucho, agradecer por la almohada de piedra como lo hizo Jacob.
Poco tiempo después aparecen los hermanos de José en búsqueda de comida para comprar por la gran sequía que el mismo José había alertado al Faraón. Y dice la palabra que a José se le estremecieron las entrañas y quisieron volver los sentimientos de tristeza y melancolía y estoy seguro que hasta en cierto punto hasta la venganza pudo haber querido verse. Pero cómo podía vengarse si existía una evidencia viviente de que el rencor nunca más se apoderaría de él y que el Señor había restaurado su vida (sus hijos).
Tú eres evidencia viva de que el Señor vive y transforma vidas, el Señor te cambia el nombre.
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