La Iglesia de Jesucristo
¿Qué dice la Biblia sobre lo que fue la iglesia primitiva?
¿Qué características tenía que pasó de nada a 3000 personas en pocos días, cómo hacían para gestionar, administrar, trabajar con mucha humildad y santidad para lo que Dios estaba haciendo?
Probablemente la iglesia de hoy tiene cosas en común con lo que el Señor quiere que sea la iglesia, pero muchas veces le damos más importancia a lo que sentimos o pensamos, que a lo que la Palabra de Dios dice que debe de ser el fundamento de la iglesia.
Hechos 1:6-9 nos dice:
6 Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?
El rol de Jesús no era restaurar a Israel, su rol era venir a hablar de libertad, de reino. Esa libertad que vivimos el día en que conocemos a Cristo, que nos hace libres de pensamientos egoístas como: “necesito un carro, un mejor trabajo, una mejor casa”. Lo único que finalmente nos va a dar paz, tranquilidad, y nos va a dar un propósito, es entregarnos al reino, dejar de lado el egoísmo al pensar que lo que creemos es lo mejor para nosotros. Cristo va a hacer cosas grandes en nosotros el día que dejemos de pensar en nosotros mismos y empecemos a pensar en el Reino.
7 Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad;
El no saber el día ni la hora en que vendrá el Señor, nos da la bendición de mantenernos listos siempre, de caminar en fe, hace que nuestros muros no bajen, porque, ¿Quién cuándo va a tener un juicio o una situación difícil deja un día de orar?. Oramos todos los días porque necesitamos tener los muros altos, porque confiamos en que lo que va a pasar va a ser para librarnos, para sacarnos de ahí. El tener los muros altos, es lo que nos va a dar descanso en medio de la tribulación.
8 pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
Para que podamos testificar, necesitamos el poder del Espíritu Santo actuando en nosotros, porque es la forma en que somos transformados.
9 Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.
Jesús no se apartó ni se fue, Jesús era Dios y Dios necesitaba pasar por un proceso, que lo llevaría a cambiar su morada terrenal por una morada celestial, porque era necesario que viniera uno que no iba a estar limitado por las condiciones humanas, sino que iba a estar con nosotros todos los días del mundo. Es quien está con nosotros a toda hora, el Espíritu Santo que nos acompaña cuando no hay nadie y nos levantamos a orar a las 3 de la mañana, cuando nos sentimos solos y a veces sentimos que no nos escucha, esa es muchas veces su forma de hablarnos y empujarnos a que seamos las personas que Él quiere que nosotros seamos, pero Él nunca nos abandona, Él sigue siendo omnipresente, aunque a veces no lo vemos como queremos verlo.
En ocasiones sentimos que El Señor se aleja de nuestras vidas, pero en realidad es sólo que Él necesita retirarse un momento porque lo mejor está por venir.
En Hechos 2, los discípulos se quedaron en Jerusalén, obedeciendo a la orden que El Señor les dio y fue cuando en el Monte de los Olivos, eligieron a Matías como uno más de los discípulos. Junto con las mujeres, todos unidos, unánimes, entendidos de que ellos no podían llevar esta carga sino era con el espíritu de Dios, oraban y el Espíritu de Dios los bautizó y los capacitó para lo que sucedió en el Pentecostés. ¡Ellos entraron pensando que todavía Jesús iba a restaurar a Israel, y salieron embestidos para ir a predicar con poder!.
Antes del Pentecostés, ellos hablaban sin sentido, hacían preguntas sin sentido, pero en el momento en que recibieron al Espíritu de Dios, sus ojos fueron abiertos. Pedro, quien antes preguntaba cosas sin sentido, dio un discurso después del bautismo en el Espíritu, donde tres mil personas fueron transformadas, y agregadas a la iglesia de forma inmediata.
Hechos 2:42-47 dice:
42 Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.
43 Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.
44 Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas;
45 y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.
46 Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón,
47 alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.
Hay un factor común en todo lo que leemos: La unidad.
¡Qué importante entender lo que es la unidad!. No había distinción entre los apóstoles y el resto, entre los ricos y los pobres, entre los extranjeros y los que no lo eran, entre los que se agregaron un día antes y los que habían caminado con Jesús por años. La responsabilidad era de todos, el hacerlo era de todos, y es entonces cuando esto nos involucra a nosotros también.
Hay 4 principios que debemos de empezar a aplicar en nuestra casa, nuestra congregación y en todo lo que hagamos de ahora en adelante:
1. Perseverar en la doctrina de los apóstoles: había una instrucción de parte de los apóstoles, acerca de la experiencia que Dios les había permitido tener uno a uno con Él. Cada palabra que salió de la boca de Jesús era verdad y ellos vivían, comían, se deleitaban, se emocionaban en compartir las enseñanzas que ellos trajeron al pueblo. Porque la primera característica de una iglesia debe de ser que debemos mantenernos en la enseñanza de la Palabra de Dios.
El Temor a Dios va a venir a la medida en que nuestro conocimiento de la Palabra aumente y nos enamoremos de lo que Dios ama, y odiemos lo que Dios odia. Este conocimiento de La Palabra, nos va a llevar al temor santo de Dios. Y muchas veces las personas seguimos siendo las mismas (no somos transformados) porque no somos expuestos a la palabra, no leemos, no somos disciplinados de forma constante. Y si buscamos al Señor de día y de noche y aún así no somos transformados, es porque estamos leyendo letra, tras letra, y la Biblia fue creada, para que seamos expuestos a ella, y cuando la leemos, nos confronta para que cambiemos. El temor de Dios nos lleva a experimentar el poder de Dios. Jesús era un sinónimo de milagros y señales, y los discípulos, al ser imitadores de Cristo, van a hacer lo mismo que Jesús hacía. Porque cuando somos expuestos a la palabra, esto nos va a llevar al temor, y el temor nos va a llevar a parecernos más a Jesús.
Reflexionemos un momento: ¿Estamos siendo transformados cada día para parecernos más a Jesús? ¿El reflejo del poder del Espíritu Santo nos está haciendo cada vez más como Jesús? Si la respuesta es no, no nos estamos exponiendo suficiente a la palabra de Dios
2. Comunión:
Filipenses 2:1-2 nos dice:
1 Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia,
2 completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.
El momento en que somos agregados a la familia de Dios, recibimos esa unidad que el Espíritu da, y por amor al Señor, somos agregados a esa unidad de amor que ya existe.
Es necesario que nos permitamos ser amados, ser conocidos, ser parte del cuerpo de Cristo, estar acompañados en nuestro caminar con Dios.
Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común”. Hechos 4: 32
La iglesia debe de tener su esencia, que cuando alguno tiene un problema, alguien más lo levanta, y esto no es una labor solo de los pastores o de los líderes, es algo de todos. Todos nos preocupamos cuando alguien no viene, todos nos preocupamos porque tengamos los recursos para subsistir, todos nos preocupamos por dedicarle tiempo a la gente, todos nos preocupamos por abrazar, todos nos preocupamos por establecer relaciones, todos nos preocupamos porque las necesidades de todos sean solventadas.
Reflexionemos un momento: ¿Cuándo fue la última vez que sacaste dinero, tiempo para ayudar a alguien?
El Señor se va a encargar de todo cuando seamos obedientes, Él va a redimir nuestro tiempo, va a levantar nuestras fuerzas, nos va a levantar para que seamos excelentes en todo lo que hagamos. Dejemos de confiar en nuestras propias cosas materiales, en nuestra propia prudencia, debemos de soltar y dejar que El Señor se encargue.
No debemos de ser egoístas, las acciones en la primera iglesia evidenciaban la transformación de gracia que ellos tenían. Pablo le dice a Timoteo, sé ejemplo del amor, de la pureza, de la santidad, no busquemos un puesto, solamente sé ejemplo, porque con el ejemplo, la cultura del egoísmo va a ser transformada por la cultura de reino que es una cultura de dar y de desligarse. Porque lo que el mundo va a establecer es: guardar y guardar; y el Señor dice, da y confía en mí. Cuando guardamos, confiamos en nuestro dinero y nuestro dinero algún día va a faltar. Pero el Señor quiere que confiemos en Él.
3. Repartir el pan: compartir lo más íntimo que ellos tenían, porque la cultura en ese tiempo y hasta este día en el medio oriente, al dejar a alguien entrar a esa intimidad, donde las personas se dan cuenta verdaderamente quienes son, cuál es su esencia, significaba que esta persona es realmente una persona desligada que abre las puertas de su casa, de su corazón y de su vida, para que otros se vean bendecidos de las múltiples provisiones que Cristo da para compartir.
4. Iglesia de Oración: La primera iglesia tenía como norma de la iglesia, era que ellos no confiaban en lo que ellos hacían, sino que confiaban en lo que El Padre iba a hacer, entendían que la provisión no viene de la cantidad de horas que se invierta en la iglesia, sino de la cantidad de horas que doblaban rodillas. Que la paz de Dios no viene de nuestras horas invertidas en dormir, sino en cuanto oremos para que la paz de Dios descienda sobre nuestra casa.
La salvación no viene de cuanta Biblia sepamos y que tan buen discurso tengamos, qué tan buenos seamos para debatir, teológica o doctrinalmente, sino de cuánto doblemos rodillas, porque la Salvación viene del Señor, no de nosotros mismos.
Tenemos que ser gente que vuelve a las escrituras. No debemos de empezar leyendo capítulos enteros de Biblia, lo más importante es orar antes de leer y preguntarle al Señor qué quiere que aprendamos de su palabra.
Debemos de ser la iglesia que no es egoísta, de comunión fraternal, que no vive de glorias pasadas, que no espera a que le atiendan, sino que atiende, que no espera a ser abrazada, sino que abraza, que no espera a ser llamada, sino que llama, que no espera a que le den, sino que da. Que entendemos que lo material no es importante, que no es lo que nos va a llevar al cielo.
La iglesia puede tener muchos defectos, pero si tomamos como ejemplo a la primera iglesia, era una iglesia devota, radical en como administraban su tiempo y su dinero, serios con la santidad de Dios, serios con la presencia de Dios y su santidad, tenían corazones alegres que disfrutaban estar con sus hermanos, y se gozaban cuando alguno se arrepentía. Nunca se enfocaron en lo que no tenían, sino en lo que tenían, porque es más lo que el Señor ha provisto, que lo que nosotros creemos que nos hace falta.
¡Si tenemos a Jesús, lo tenemos TODO!
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