Los nombres de Dios - Jehovah (Yo Soy)
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Los nombres de Dios – Jehovah (Yo Soy)

En este mensaje veremos el único nombre que el Señor utilizó para revelarse a sí mismo. Desde tiempos bíblicos los padres han buscado que sus hijos tengan nombres que los representen de la mejor manera. Queremos ponerles nombres que reflejen lo que nuestros hijos van a ser según lo que sentimos de Dios. Pero, en el caso del Señor es distinto. A través de la Palabra y la historia vemos múltiples nombres de Dios y todos reflejan un atributo suyo. Su nombre va por encima de cualquier otro, no podemos encasillarlo. 

El libro de Éxodo relata la historia de Israel desde el tiempo en que eran esclavos en Egipto hasta su liberación divina comandada por Moisés. Describe cómo este hombre los sacó del lugar, lo sucedido con las plagas y su travesía a través del desierto hacia la tierra prometida.  

Israel habitó en Egipto durante 430 años. Llegaron allí gracias a José, el soñador, quien terminó en ese lugar después de que sus propios hermanos lo vendieran como esclavo. A lo largo de su vida, José pasó por muchas pruebas: incluso estuvo en prisión, hasta que el faraón lo mandó llamar para que interpretara un sueño inquietante. José explicó que el sueño anunciaba siete años de abundancia seguidos por siete años de escasez. El faraón reconoció en él un don especial de parte de Dios y lo nombró segundo en autoridad en todo Egipto. Gracias a esto, José pudo traer a su familia a vivir con él, y así el pueblo de Israel se estableció en Egipto, donde prosperó durante varios siglos.

Con el tiempo, surgió un nuevo faraón que no conocía a José ni recordaba lo que había hecho. Temiendo el crecimiento del pueblo hebreo, los esclavizó durante generaciones y, temeroso de su número, decretó la muerte de todos los niños varones israelitas. Moisés era uno de esos niños condenados. Su madre lo escondió por unos meses hasta que creció, ya no lo pudo tener más y lo dejó ir en una canasta en el río Nilo. 

Por provisión divina de Dios, Moisés llegó a manos de la princesa, la hija del faraón. La Biblia dice que era hermoso, ella lo vio y se lo dejó. Moisés vivió su vida en el palacio del faraón, pero su mamá biológica era su nodriza, quien lo cuidaba y estaba con él. 

Moisés vivió en esos dos mundos: sabiendo que era hebreo y viviendo como un egipcio. La Biblia dice: «Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras» Hechos 7:22, Reina Valera 1960 (RVR1960). Moisés llegó a ser un líder dentro de los egipcios. 

A los cuarenta años, Moisés llegó a un punto decisivo en su vida. Un día vio cómo un capataz egipcio golpeaba brutalmente a un hebreo, y movido por la indignación, intervino. En el forcejeo, el egipcio murió. Al darse cuenta de lo que había hecho, Moisés sintió miedo y huyó de Egipto. Se refugió en la tierra de Madián, donde conoció a Séfora, hija de Jetro, un sacerdote que amaba al Señor, aunque no era hebreo. Moisés se casó con ella y trabajó durante cuarenta años junto a su suegro, llevando una vida muy distinta a la que había tenido en el palacio.

En ese nuevo comienzo, Moisés se convirtió en pastor de ovejas y aprendió humildad. La Biblia lo describe como “el hombre más manso de la tierra” en Números 12:3, Reina Valera 1960 (RVR1960).  Así, aquel príncipe que había crecido entre los poderosos terminó siendo un anciano que cuidaba rebaños en el desierto.

Fue en esa etapa de su vida, cuando tenía ochenta años, que Moisés tuvo un encuentro sobrenatural con Dios. Mientras pastoreaba en el monte Horeb —también llamado el monte de Dios— vio una zarza que ardía en fuego, pero no se consumía.

Aquella visión era la manifestación del ángel del Señor, quien representa a Cristo y hablaba en nombre de Dios. En distintos momentos de la historia bíblica, hombres como Jacob, Josué, Manoa y Gedeón se encontraron con este Ser divino. Siempre que aparece el ángel de Jehová, los hombres lo adoran, y Él no los reprende, porque es la misma presencia de Dios manifestada.

En este caso, Moisés, un hombre común, con errores, debilidades y temores, se encontró cara a cara con el Dios Todopoderoso. Fue el inicio de una conversación profunda entre el Creador y su siervo, un diálogo que transformaría no solo la vida de Moisés, sino la historia de todo un pueblo.

Éxodo 3:4-6 Nueva Traducción Viviente (NTV) dice: «Cuando el Señor vio que Moisés se acercaba para observar mejor, Dios lo llamó desde el medio de la zarza: 

—¡Moisés! ¡Moisés! 

—Aquí estoy—respondió él. 

—No te acerques más—le advirtió el Señor—. Quítate las sandalias, porque estás pisando tierra santa. Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Cuando Moisés oyó esto, se cubrió el rostro porque tenía miedo de mirar a Dios.»

Eso es lo que nosotros haríamos. Moisés se dio cuenta de que estaba hablando con el Señor y se cubrió el rostro. Él no lo conocía todavía. Sin embargo, con el tiempo Moisés tendría una relación de amistad con Dios y llegaría a ver su espalda, un acontecimiento increíble. 

Después de esto, el Señor le siguió hablando a Moisés. Le comenzó a contar cuál era su plan de rescate para los israelitas y cómo estaba planeando llevarlos a la tierra prometida. «Pero Moisés protestó: —¿Quién soy yo para presentarme ante el faraón? ¿Quién soy yo para sacar de Egipto al pueblo de Israel?» (Éxodo 3:11, NTV).

Moisés estaba diciendo: «Yo no tengo la capacidad, el poder ni el testimonio. Soy un pastor de ovejas, asesino, pecador y cobarde. Estoy aquí por miedo”. Habían pasado 40 años y aún estaba quebrantado. ¿Cuántos años hemos pasado así? De autocompasión, miedo, pecado.

Moisés sabía que él no era apto ni valía nada. Dios usa al menos apto y al que vale menos porque Él ve lo que nosotros no vemos. Recordemos la historia en la que el Señor mandó al profeta Samuel a escoger y nombrar al nuevo rey de Israel. 

Samuel llegó a la casa de David y vio a sus hermanos, hombres guerreros y grandes. «Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón» (1 Samuel 16:7, RVR1960). Dios sabía que el corazón de Moisés estaba listo para lo que Él lo estaba llamando a hacer. 

La Biblia dice: «Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte»  en 1 Corintios 1:27, Reina Valera 1960 (RVR1960). Dios sabía que Moisés había actuado mal, pero también que era justo. Lo había intentado en sus fuerzas 40 años atrás y salió mal, pero el Señor sabía que su corazón estaba listo. 

Moisés le había dicho: «Yo no puedo, Señor, no soy apto para esto». Dios contestó: —Yo estaré contigo. Él le dijo ve porque iba a estar con él. 

Dios, el confiable, quien no es como los hombres que fallan. «Pero Moisés volvió a protestar: —Si voy a los israelitas y les digo: “El Dios de sus antepasados me ha enviado a ustedes”, ellos me preguntarán: “¿Y cuál es el nombre de ese Dios?” Entonces, ¿qué les responderé?» (Éxodo 3:13, NTV). Aquí Moisés se preguntó, «¿quién eres?» No te conozco». 

Pongámonos en los zapatos de Moisés. Fue criado como hebreo y sabía que ellos tenían un Dios, pero eran esclavos. También fue criado como egipcio, vivía en el palacio y sabía que ellos tenían un montón de dioses. Unos eran los poderosos y otros los esclavos. 

Por eso Moisés le preguntó, «¿quién eres tú?, ¿qué les digo? No eres Amón o Ra, el dios del sol. ¿O eres Osiris, Isis, Horus o cualquiera de los dioses egipcios? Él conocía todos los nombres, pero estaba a punto de encontrar al Dios que no se puede encasillar en ninguno. 

Debido a esto, Dios le contestó a Moisés: Yo Soy el que Soy. Dile esto al pueblo de Israel: “Yo Soy me ha enviado a ustedes” (Éxodo 3:14, NTV). En hebreo Ehye ’ăšer ’ehye”, es decir, “Yo Soy el que Soy, seré y siempre ha estado. No es cualquiera el que envió a Moisés, ni uno de los dioses egipcios que representaban su corazón, el poder y el pecado de los hombres. 

El Señor estaba diciendo Yo no soy cualquiera, ni nací y me pusieron un nombre, no me pueden encasillar en uno. Yo soy el Eterno, el Perfecto, el Creador de todo, el que está en todo lugar y tiempo, el que lo sabe todo”. Es el nombre más completo y absoluto de Dios.

Es la afirmación de que Él siempre estuvo, está y estará. Yo Soy es el verbo ser en su máxima expresión. Es la eternidad siempre presente y la realidad última. La única vez en la Biblia que Dios se presenta a sí mismo con un nombre directo: «Yo Soy, no ocupo nombre

Moisés necesitaba respaldo y el Señor le contó quién era: estás con el Yo Soy”. En Éxodo 3:15 (NTV) dice: Así dirás al pueblo de Israel: “Yahveh, el Dios de sus antepasados, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a ustedes. Este es mi nombre eterno, el nombre que deben recordar por todas las generaciones”.

Antes de Moisés, Dios se presentó a estos patriarcas: Abraham, Isaac y Jacob. Ellos lo conocían como Shaddai” (el Todopoderoso). La Palabra es progresiva y se va revelando con el tiempo. En nuestro caso, ya tenemos toda la revelación, pero ellos no la tenían. 

La revelación que el Señor le estaba dando a Moisés era mayor porque tenía una tarea más grande que ellos. Él se presentó a sí mismo: «Yo soy Yahveh«, que es Jehová. Los judíos no lo leen por respeto a Dios, ellos cambian la palabra Yahveh porAdonai”. 

Esto es una combinación entre Yahveh” y “Adonai”. Los judíos dejaron una palabra imposible de pronunciar sin vocales. Luego tomaron el nombre Adonai”, sus vocales y las incorporaron para inventar un nombre y no tener que decirlo por ser de tanto respeto. Esto se terminó convirtiendo en Yahova”. Con el tiempo, cuando la palabra se comenzó a traducir, los germanos hicieron una combinación y de ahí nació la palabra “Jehová”. Esta es la que usamos hoy en día, pero la que Dios dijo fue Yahveh”. 

¿Por qué Dios se autorreveló a Moisés en primera persona (Yo Soy) y después en tercera persona (YHWH)? En lingüística, Yo Soy” (Ehye) es la palabra corta para el que es y está”, verbo presente. «Yahveh”, es “Él es”. La relación entre ambos es el mismo verbo.

En teología, “Yo Soy” es quien Él es, el Eterno, el Todopoderoso, la eternidad misma de un ser, el Creador de todas las cosas. Pero Yahveh” es el nombre con el que Dios pactó con los hombres. No pactamos con el Señor, Él lo hace, y lo había hecho con Abraham, Isaac y Jacob. 

Con esto el Señor quiso decir: el Yo Soy es quién yo soy, representa quién soy eternamente y mis atributos”. Pero, quiero que me recuerden como Yahveh, el Dios que pactó con ustedes, no falla, abandona, da la espalda, y es fiel. Aunque mis atributos son gigantes, vine a pactar contigo, Moisés. Soy el Padre que te ama, estará contigo y no te dejará”. 

Hay una promesa para los que convocamos el nombre del Señor: Él no nos dejará nunca. No es como nosotros que fallamos y pecamos, sino que se mantiene desde antes, en el presente y futuro, nunca va a cambiar. Yahveh es el cumplimiento de la promesa de Dios a Moisés: Yo estaré contigo, no te abandonaré, soy la presencia fiel, aquel que no cambia”. 

A partir de ese momento, la mayoría conoce la historia. Moisés aceptó el llamado y caminó con Dios. El Señor empezó a usar a aquel pastor tartamudo, inseguro y con un pasado de homicida. Junto a su hermano Aarón, se presentó ante el faraón, el hombre más poderoso de su tiempo.

El faraón se negó a liberar al pueblo, y Moisés le advirtió sobre las plagas que vendrían. Una tras otra fue azotando a Egipto, cada una peor que la anterior. Asustado, el faraón prometía dejar ir a los hebreos, pero al calmarse la plaga, volvía a endurecer su corazón. Así fue hasta que llegó la última: la muerte de los primogénitos.

Dios instruyó a su pueblo: “El ángel de la muerte pasará por Egipto. Tomad un cordero, marcad con su sangre los dinteles de vuestras casas y cenad en memoria del pacto que hago con vosotros. Yo soy Yahveh, el Dios de Abraham; mis promesas se cumplen”.

Esa noche, el ángel pasó por las casas. Donde vio la sangre, no entró; pero en los hogares egipcios hubo muerte, incluso en el del faraón. Ninguna riqueza ni poder pudieron salvar a su hijo. Desesperado, ordenó que los hebreos se marcharan.

Así, el pueblo salió de Egipto guiado por la mano de Dios. Pero cuando el faraón los persiguió, el Señor levantó una nube entre ellos y el enemigo, y abrió el mar para que su pueblo cruzara. Para algunos puede parecer una fábula, pero para los judíos es la historia de su liberación.

Solo debían pasar cuarenta días en el desierto, y aun así, pronto olvidaron la promesa. Habían visto los milagros, las plagas y la provisión de Dios, pero cuando Moisés subió al monte, Aarón tomó el oro del pueblo, moldeó un becerro y lo adoraron. Habían salido de Egipto, sí, pero Egipto seguía dentro de sus corazones.

Pongámonos un momento en los zapatos del Señor. ¿Qué haríamos si nos traicionaran de esa manera? Posiblemente los dejaríamos por su propia cuenta. Pero hablamos de Yahveh”, el Dios que no falla, el Eterno, que hizo un pacto con los que lo buscan de corazón Al final Dios los perdonó. Tuvieron que caminar 40 años en vez de días, pero les dio lo que les había prometido. Él no cambia, es el mismo siempre y lo que promete lo cumple. Entre 1200 y 1400 años después, el mismo ángel de Jehová que se le presentó a Moisés se hizo hombre, vivió con nosotros y vino a salvarnos de nuestro propio pecado. 

A este hombre le decían Jesús. Él dijo: «Antes que Abraham fuese, yo soy» (Juan 8:58, RVR1960). Se llamó de la misma manera que Dios se llamó a sí mismo. Yo soy el Yo Soy”, “Yahveh”, aquel que no falla nunca a pesar de lo que sea que hagamos. 

Todos le fallaron y lo abandonaron, incluyendo sus discípulos, familia y amigos, no solo los fariseos o los romanos lo mataron. Estuvo solo, pero Él no cambia, es el mismo que cumple y es eternamente fiel. Volverá resucitado y no regresará como un hombre humilde de Nazaret.

Jesús dijo: «Toda potestad me ha sido dada en el cielo y en la tierra»en Mateo 28:18, Reina Valera 1960 (RVR1960). Eso lo dijo un hombre resucitado. Lo mencionó como diciendo, “mi Padre me ha dado todo”. 

En Mateo 28:19-20 Reina Valera 1960 (RVR1960), Jesús dijo: Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. 20 Enséñenles a cumplir todas las cosas que les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.» Amén. Porque Dios no cambia y es el mismo. 

Oración

Señor, gracias porque tú no nos has abandonado nunca. No importa en qué momento de nuestra vida estemos, así seamos adultos mayores, hayamos fracasado en nuestro pasado, nos sintamos poco aptos o débiles. Nuestra fortaleza está en el “Yo Soy”, en “Yahveh”. 

Si no tenemos nada que darle al Señor, pero lo conocemos, entonces lo tenemos todo. De ser así, no podemos quedarnos tranquilos, no levantar nuestras manos o no bendecirlo, porque Él hizo pacto con nosotros, por más que le fallemos siempre estará con nosotros 

Padre, gracias por encontrarte con nosotros como lo hiciste con Moisés en esa zarza. Tu naturaleza es de hacer pacto porque nos creaste y amaste. Nos perdonas y eres misericordioso todos los días. El gran Yo Soy” y “Yahveh, aquel que no falla. 

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