¿Eres Real?
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¿Eres Real?

El estar tanto tiempo solos nos pone a reflexionar sobre algunas áreas en nuestras vidas, que quizás por estar en tantas cosas, movernos de un lado al otro, nos han hecho perdernos de la oportunidad de meditar en cosas como: ¿Quiénes somos? ¿Qué está haciendo el Señor en nuestras vidas? ¿Qué realmente tiene que ser confrontado? Y ¿qué realmente tiene que ser transformado en nuestras vidas?

Este tiempo de prueba nos está llevando a ser confrontados con quién verdaderamente somos, si tenemos una expectativa real, en vez de una expectativa ficticia de quienes somos realmente en Cristo.

La forma más efectiva de saber quiénes somos en realidad sería que alguien externo a nuestro círculo cercano hiciera una entrevista a cada una de las personas con las que convivimos. Sería una forma efectiva de saber cuáles son nuestras virtudes, nuestro carácter, falencias, qué tenemos que cambiar, mejorar, cuál es nuestra disciplina espiritual, el verdadero testimonio de cristianos que nosotros damos en nuestra casa, entre otros. Lo más probable es que nos daremos cuenta de que si hemos caminado junto al Señor, nuestra familia va a ver frutos de transformación en nuestra vida, y las personas más cercanas son las que van a notar los pequeños detalles de quienes somos: acciones, amor, nuestra relación con Dios (si realmente los buscamos, oramos, crecemos en el Señor, si realmente estamos dando fruto de arrepentimiento, si realmente tenemos un corazón perdonador)

Pero ¿qué pasa si en esa entrevista, en vez de hacerle todas esas preguntas acerca de nosotros, a nuestras personas más cercanas, se las podemos hacer directamente a Dios? ¿Serían las mismas respuestas las que dé nuestra familia, amigos, o compañeros de trabajo, en comparación a lo que El Señor diría de nosotros? El problema es que a veces es más importante lo que las personas dicen que lo que Dios dice de nosotros. Muchas veces nos interesa más tener una reputación alta, que tener un carácter conforme al del Señor, porque esa va a hacer la diferencia: nuestra reputación va a ser marcada por lo que nosotros proyectamos a la gente, y nuestro carácter va a ser marcado por lo que Dios está haciendo en nuestra vida.

Es  importante tener una buena reputación, pero es mucho más importante que nuestro carácter cada día sea moldeado y se parezca más al de Cristo. La realidad es que, debería de haber un empate, porque al ser nosotros personas transparentes lo que la gente está viendo debería ser lo mismo respecto a lo que Dios está haciendo en nuestras vidas. Desligarnos de impresionar, para realmente ser y simplemente manifestar quienes somos realmente. Nuestra reputación nos lleva a una ilusión, lo cual es algo que parece, pero no es; es algo que se proyecta, pero no necesariamente es la realidad.

La Biblia habla de este tema, cuando Jesús le habla a la iglesia de Sardis en Apocalipsis 3: 1-6

1 Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto.
2 Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios.
3 Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.
4 Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas.
5 El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.
6 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

Cuando el Señor habla y les dice que están muertos, esto significa que el pueblo estaba viviendo en la misma forma pecaminosa, en la manera en que vivíamos en el pasado, en esclavitud total, donde el pecado se enseñoreaba de nuestra vida. Pero una vez que recibimos al Espíritu de Dios en nuestra vida, somos regenerados, hechos nuevos y vivimos en una libertad que solo Cristo Jesús nos puede dar, una libertad plena, porque llegamos a Él, y aquel que tiene a Cristo lo tiene todo.

Empezamos a deleitarnos porque en ese momento ya no le tenemos miedo a la muerte porque nuestro cuerpo algún día va a perecer, pero nuestro legado y nuestra vida eterna en Cristo no va a ser tocada, y nuestro nombre va a ser escrito en el Libro de la Vida, y no va a ser borrado, y vamos a habitar con Él. La muerte no nos preocupa y el temor deja de gobernar nuestras vidas. Tenemos una vida de deleite, porque el día en que el Señor haga que nuestro cuerpo perezca, vamos a entrar en el mejor lugar, vamos a entrar en su presencia eterna, a adorar con Él todos los días de nuestra vida, a disfrutar siempre de su presencia. Y sabemos que el que está vivo ya no tiene temor a la muerte, porque la muerte ya fue derrotada en la cruz del Calvario y hoy tenemos vida, porque Cristo nos ha dado vida.

Hemos minimizado el precio que se pagó, porque hablamos de una salvación que fue dada por gracia inmerecida y gratuita, que todos los que confesamos nuestros pecados y recibimos al Señor en el corazón podemos acceder a esa gracia; pero, aunque esa gracia es gratuita para nosotros, fue pagada a un precio muy alto, porque fue pagada con la sangre del Cordero, fuimos comprados a precio de sangre.

La Biblia dice en Juan 3:16: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.»

El Hijo unigénito de Dios fue dado, fue entregado, fue enviado a una cruz, para que todo aquel que creyese pueda tener acceso al Padre, para que tuviéramos entrada directa a su presencia. Él fue enviado como oveja al matadero, fue molido por nuestras rebeliones y pecados, pero hoy tenemos la gracia porque Cristo un día pagó el precio por nosotros. Tenemos que creer que El nos salvó, que fue entregado y que nos dio libertad; creer que Él perdona nuestros pecados si nos arrepentimos genuinamente.

La Biblia nos enseña en Juan 14:12: «De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre.»

Creer nos va a conducir a salvación, pero creer también nos va a conducir a obras. Esto nos reta a revisar cuales son las obras que estamos haciendo en este tiempo. La Biblia dice que el que cree en Él va a hacer obras incluso mayores a las que Jesús hizo, porque nuestras obras van a glorificar a Jesús, y porque Jesús va a glorificar al Padre.

Nuestras obras deben de ser constantes en nuestra vida, predicando la palabra, siendo personas intencionales en todo lo que hagamos. Debemos revisar incluso lo que estamos viendo en el televisor, los libros que leemos, si nos edifican o no.  Procurar que cuando tenemos conversaciones, sean finalizadas predicando de Cristo. Este tiempo nos tiene que sacar de nuestra zona de confort para darnos cuenta de que podemos tenerlo todo y luego darnos cuenta de que no tenemos nada. Y eso es lo que la palabra habla en el Apocalipsis, en el mensaje a la iglesia Laodicea.

Existe una diferencia entre la iglesia de Laodicea y la de Sardis; y es que en Sardis había un remanente de personas, un grupo que había permanecido y que El Señor había revestido con vestiduras blancas.

La Biblia habla lo siguiente con relación a la iglesia Laodicea en Apocalipsis 3:14:

14 Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto:
15 Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. !!Ojalá fueses frío o caliente!
16 Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
17 Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.

La pregunta es: ¿Pueden haber cristianos tibios en realidad? La Biblia describe el estado de estas personas, como que son desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos. Como mencionábamos anteriormente, hay dos tipos de personas: los vivos y los muertos (espiritualmente hablando). Muchas veces hemos afirmado: no es posible ser cristiano y ser tibio. Pero si hablamos de una condición de que o somos salvos o no somos salvos; tenemos el espíritu de Dios y estamos vivos o estamos muertos, los tibios no entrarían en dicha categoría pues la Biblia describe al tibio como una persona lejos de Dios.

El pueblo de Dios es cubierto por Dios, se le abren los ojos, es apartado, amado, bendecido por Dios. Pero a los tibios se les da otras características totalmente; los tibios son un tipo de cristianos que quieren aparentar ser calientes, quieren mostrarse como si estuvieran calientes, pero realmente no llegan a estarlo, porque no podemos estar calientes a punta de obras. No podemos hacer nada de lo que humanamente somos capaces para poder estar calientes.

El consejo de Dios para la iglesia de Laodicea está en Apocalipsis 3:18 «Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.»

La Biblia habla que la verdadera riqueza no está en los bienes que acumulemos, está en el oro que yo compre de Dios, El Señor desea que adquiramos el oro que viene de su herencia, y no puede ser comprado con dinero tangible, es algo que es reflejo de una vida transformada, de una vida que realmente conoce al Señor, que ama al Señor y por ende ama a su prójimo y se comporta como un vivo realmente caliente y no como un tibio que cree que basta en sus propias actitudes para llenar todo lo que hay en su corazón.

El Señor quiere vestirnos, cubrir nuestra desnudez con vestiduras blancas. Quiere ponernos vestiduras de santidad (no de perfectos), pero el Señor quiere apartarnos, empezar una obra que se va a ir perfeccionando hasta el tiempo de Jesucristo. El Señor quiere llevarnos a un proceso de perfección, quiere irnos transformando y renovando. El unge nuestros ojos con colirio porque nuestros ojos tienen que ser abiertos.

Si en este tiempo, el Señor no nos ha hablado, no ha traído algo nuevo, si no ha traído un ardor a nuestro corazón, si no ha traído misericordia para los que están afuera en necesidad real, si nuestros ojos espirituales no han sido abiertos a que hoy no necesitamos más noticias, más mascarillas o más alcohol, sino que necesitamos volver a la palabra de Dios, necesitamos darnos cuenta de que hay un propósito detrás de todo esto, darnos cuenta de que el Señor nos está librando, y está vaciando nuestra agenda.

Ya no tenemos excusas para no ir a su presencia, para no buscar de Él, para no entrar y darnos cuenta de cuanta necesidad hay de que se predique la verdad y la libertad, de cuánto conflicto ha generado hoy que las personas estén todos metidos en sus casas, y cuántos matrimonios hay quebrados que aparentan estar bien por fuera (en redes sociales), pero a la hora de meterse a sus casas unas semanas, sale lo peor de ellos. Pero la respuesta de Dios es la respuesta de un padre amoroso.

Apocalipsis 3:19 nos dice: «Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete»

El Señor nos invita y nos enseña que en Sus procesos, Él nos pone ahí porque nos ama, y nos está llevando a un arrepentimiento genuino, de nuestro confort, en medio de un status quo y un estándar que quizás no es el correcto.

Apocalipsis 3:20-22 menciona:
20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
21 Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.
22 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

El Señor dice que Él responde tocando la puerta. Él es un Padre de amor, que no responde con juicio a esta iglesia que era tibia, donde TODOS eran tibios, por el contrario, la respuesta del Señor es llamarnos a arrepentimiento genuino y lo único que tenemos que hacer es abrir la puerta porque Él se va a encargar de todo lo demás.

¿Qué pasaría si nuestro status quo, nuestra norma, nuestro estándar fuera que nos congregáramos en la iglesia Laodicea? Quizás pensaríamos que estamos bien, porque nos comparamos con la norma y la norma es tibieza, entonces con solo hacer un poquito más que la norma, ya pensamos que estamos bien, nos creemos auto-suficientes, creemos que somos dignos de tener algunas posiciones. Pero ¿será eso bueno cuando el estándar es demasiado bajo? Y ¿Qué tal si todos fuésemos así de tibios? ¿qué tal si nuestro estándar de fe es compararnos con las personas que tenemos al lado?

Hoy, estando solos, en nuestras casas, es cuando verdaderamente tenemos que ser confrontados, porque cuando vamos a la iglesia, sentimos que adoramos muy bien, que ya nos sabemos los versículos de la Biblia, que ya nos conocen, que somos muy buenos para hablar con la gente, pero hoy verdaderamente tenemos que poner nuestras barbas en remojo y analizar ¿a dónde está nuestro corazón?-

Realmente: ¿qué es lo que Dios está haciendo en nuestro corazón? ¿estamos haciendo las obras que Jesús hizo?, ¿estamos caminando en la santidad de Dios?. Verdaderamente: ¿estamos viviendo una vida transformada día y noche?, ¿nuestra versión de mañana es mejor que la de hoy?, ¿hoy; en cada conversación que tuvimos oportunidad de predicar, predicamos? ¿hoy en cada oportunidad que tuvimos de hacer algo para el reino, lo hicimos, o nos quedamos con las ganas, en el status quo? Pensemos ¿Cuáles son los frutos reales que tenemos?

Hoy que no hay reuniones físicas, que la iglesia física está cerrada, y la iglesia es nuestra casa, cada uno de los que estamos leyendo este mensaje somos sacerdotes, responsables de nuestra propia casa, somos pastores, los que llevamos la palabra, los que sembramos, alimentamos a nuestra familia espiritualmente. Y esto no es sólo para los hombres de la casa, quizás haya alguien que es el único o única creyente en su casa y el status quo ha sido que oramos una vez por semana por nuestra familia. Realmente si somos pastores en nuestra casa, ¿qué estamos haciendo para llevar luz a cada uno de los miembros de nuestra casa, al campo misionero en el que el Señor nos puso, para llevar luz a las personas que mas amamos, estamos orando, predicando la palabra, estamos disfrutando la paz que sobrepasa todo entendimiento?

Por hoy, la iglesia de Cristo somos nosotros, y sabemos que la iglesia es la comunidad de los santos, pero hoy esa iglesia tiene que ser activa, tiene que moverse, tiene que predicar, tiene que ser quebrantada, tiene que ser transformada, tiene que reaccionar, y las puertas del hades no van a prevalecer contra esa iglesia que somos nosotros.

Hay personas que creen que son creyentes, porque el status quo es tan bajo, que creen que son salvos, creen que si el Señor viene hoy se van a ir con Él, pero quizás esa no es la realidad. Porque su reputación hace parecer que es cristiano, hace parecer que es santo, porque habla en cierto modo, pero en el fondo de su corazón no hay una relación con Jesús, no hay oración, no hay lectura de la palabra, no hay amor al Señor, no hay temor de Dios.

La iglesia del siglo II tenía mucha persecución por 3 vertientes: 1. Los que querían judaizar la iglesia, 2. Los paganos, 3. Los herejes. Y la iglesia entendía, que la amenaza mayor eran los que predicaban una herejía, porque adquirían adeptos a su forma de pensar, y esos adeptos creían que eran parte de la iglesia de Cristo, cuando sus obras no reflejaban lo que la palabra de Dios dice que nuestras obras deberían de ser.

Si después de esta lectura, nos encontramos en una posición de cuestionarnos si verdaderamente somos cristianos, si realmente seguimos a Cristo, o si en realidad amamos al Señor, Él nunca viene a juzgarnos, por el contrario, desea vestirnos de vestiduras blancas, transformar nuestras vidas, y está tocando la puerta de nuestro corazón.

Es necesario que abramos la puerta de nuestro corazón, ¿qué tiene que pasar más? ¿qué más tiene que suceder para que nuestra vida gire y realmente reconozcamos cuánta necesidad tenemos de Dios?

Hoy que Dios ha vaciado nuestras agendas, hoy que realmente El Señor nos ha puesto en nuestra casa y nos ha dado la oportunidad de buscarle de una forma más íntima, es tiempo de hallarle.

De esta situación saldrán 2 tipos de personas, unos endurecidos en su corazón, y otros encendidos en su corazón porque supieron entender cuál era este tiempo, es un tiempo de ir a la presencia del Padre, es un tiempo de ir a Jesús y sacar tiempos extendidos para poder entrar en su presencia y deleitarnos en medio de su adoración, buscar su rostro, enamorarnos de Él, sentarnos a la mesa con Jesús.

Hoy el Señor quiere que volvamos a la mesa con Él, que volvamos a los lazos de amor con Él, hoy nos está llamando, está tocando la puerta de nuestro corazón. Él quiere cambiar nuestra perspectiva, nuestros horizontes, transformar y llevarnos a una relación más íntima con Él. Seremos fortalecidos y seremos personas que no solamente vamos a ser oidores, sino que seremos hacedores de la palabra, seremos formados para predicar, y nos levantaremos entendidos del tiempo en el que estamos.

Si no es hoy, ¿cuándo va a suceder?

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