Los Menos Aptos - Jefté, el Rechazado
0
40

Los Menos Aptos – Jefté, el Rechazado

Si en algún momento hemos creído que no tenemos habilidades, dones ni talentos, que todas las circunstancias están en contra nuestra, o que no tenemos el llamado de Dios para hacer algo y que por eso Él no nos puede utilizar; ese viene a ser el momento perfecto para que Dios opere, obre y haga, a través de nosotros, algo glorioso para su honra y su gloria, no para la nuestra.

A través del libro de Jueces, capítulos 10, 11 y 12, la Biblia nos presenta la historia de Jefté, uno de esos menos aptos quien también se menciona en el libro de Hebreos 11:32-34 (RVR1960) “¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y los profetas; que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon boca de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros.” Este texto confirma que a pesar de los grandes errores que cometió este hombre, de su pasado y las circunstancias, Jefté termina siendo reconocido como uno de esos grandes hombres y siervos de Dios, que fueron ejemplos de fe.

De esta manera, también nosotros podemos llenarnos de gozo al saber que somos los menos aptos, porque así los resultados dependen menos de nosotros y más del Señor y por lo tanto no hay excusa para que podamos ser utilizados por Dios y para que Él haga algo grande a través de nuestras vidas.

Para entender la historia de Jefté, podemos leer en Jueces 10:6 (RVR1960) lo siguiente: “Una vez más, los israelitas hicieron lo malo a los ojos del Señor. Sirvieron a las imágenes de Baal y de Astoret, y a los dioses de Aram, de Sidón, de Moab, de Amón y de Filistea. Abandonaron al Señor y dejaron de servirle por completo.” Este texto nos indica la reiterada práctica de Israel en apartarse del Señor; mala costumbre que aún hoy en día mantenemos muchos de nosotros, poniendo ídolos y otras cosas que no son del Señor en nuestro corazón, quitándole así el lugar a Dios.

Nuevamente, en Jueces 10:13-14 (RVR1960) leemos lo siguiente: “Mas vosotros me habéis dejado, y habéis servido a dioses ajenos; por tanto, yo no os libraré más. Andad y clamad a los dioses que os habéis elegido; que os libren ellos en el tiempo de vuestra aflicción” La Biblia vuelve a evidenciarnos que, así como Israel nosotros también caeremos en aflicción cuando nos apartamos de Dios. Durante esas situaciones perdemos su rescate, puesto que nosotros mismos le hemos expresado al Señor que esos otros dioses son más importantes para nosotros que Él.

Sin embargo, en Jueces 10:15-16 (RVR1960) encontramos la siguiente palabra “Y los hijos de Israel respondieron a Jehová: Hemos pecado; haz tú con nosotros como bien te parezca; solo te rogamos que nos libres en este día. Y quitaron de entre sí los dioses ajenos, y sirvieron a Jehová; y Él fue angustiado a causa de la aflicción de Israel”. Acá se nos muestra que es por medio del reconocimiento de nuestro pecado, del genuino arrepentimiento y de nuestra humillación ante Dios que al igual que el pueblo de Israel nosotros también hallaremos misericordia en el Señor.

Lo anterior lo confirmamos a través del Salmo 51:17 (RVR1960) “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”.

Adicionalmente, se nos invita a actuar quitando esos otros dioses y poniendo al Señor otra vez en el lugar que se merece, sirviéndole nuevamente y dejando así que Él sea quien lidere nuestras actividades, esto es, anteponer sus proyectos por encima de los nuestros; dejando que la agenda de Dios sea prioritaria respecto a la nuestra. Esta actitud nos conduce nuevamente a una posición de entera disposición de servicio al Señor, ya que entendemos que si nosotros no le servimos a Dios entonces le estamos sirviendo a otros dioses.

Vemos entonces, que la Biblia nos habla de todo lo que Israel hizo; como fue delante del Señor con arrepentimiento y le pidió misericordia, consiguiéndola una vez más. También nos habla de cómo Dios decidió buscar a un hombre que ayudara a Israel y es ahí donde aparece Jefté.

Jueces 11:1-2 (RVR1960) nos dice: “Jefté galaaita era esforzado y valeroso; era hijo de una mujer ramera, y el padre de Jefté era Galaad. Pero la mujer de Galaad le dio hijos, los cuales, cuando crecieron, echaron fuera a Jefté, diciéndole: No heredarás en la casa de nuestro padre, porque eres hijo de otra mujer” demostrándonos que a Dios siempre le ha gustado lo improbable y que Él tiene la capacidad de utilizar lo que los hombres desprecian, para exaltar su Santo nombre.

Por eso, no nos debe inquietar que los demás desconozcan nuestros detalles del pasado, basta con saber que el Señor nos ha escogido y comprado con precio de sangre; porque ese es el Dios que nosotros tenemos, el que está establecido en 1 Corintios 1:25 (RVR1960) “Porque la necedad de Dios es más sabia que los hombres y la debilidad de Dios es más fuerte que la de los hombres.

Vemos entonces que, en su soberanía, la gracia del Señor decide transformar aquello despreciable para los hombres en algo maravilloso para su gloria y se encarga de trabajar con aquellos que somos marginados o que no encajamos con los estándares del mundo, por no pensar ni hablar como los habitantes de esta tierra. Tengamos claro que, los menos aptos en el mundo, somos arma poderosa en el reino de los cielos.

Siguiendo con la historia, Jueces 11:3 (RVR1960) dice “Huyó, pues, Jefté de sus hermanos, y habitó en la tierra de Tob; y se juntaron con Él hombres ociosos, los cuales salían con Él” haciéndonos entender que Jefté se empieza a reunir con otros marginados y despreciados igual que Él, para liderarlos en un grupo dedicado a cometer fechorías; puesto que su pasado, en el pecado de su padre y la reputación de su madre, lo seguía persiguiendo y avergonzando. Pero, de forma paralela, también podemos notar que Él empieza a “servir” de líder o dirigir, a un grupo de personas que como mencionamos antes “no encajaban con los estándares de este mundo”.

Para ese mismo tiempo, a pesar de haberse arrepentido, Israel continuó en pecado y fue atacado por los amonitas y pronto se dieron cuenta que no tenían un hombre que los liderara y los hiciere vencer en batalla contra los invasores. Este hecho nos confirma una gran realidad: nunca vamos a poder vencer o derrotar al mal cuando permanecemos en el pecado, más bien, en esa condición dejamos puertas abiertas permitiendo que el enemigo nos ataque cuando Él lo desea. Al vivir en pecado, no glorificamos al Señor y nos hacemos vulnerables.

A través de Jueces 11:5-6 (RVR1960) podemos leer lo siguiente:Y cuando los hijos de Amón hicieron guerra contra Israel, los ancianos de Galaad fueron a traer a Jefté de la tierra de Tob; y dijeron a Jefté: Ven, y serás nuestro jefe, para que peleemos contra los hijos de Amón”

Jefté era buscado por quienes lo habían rechazado para proponerle liderar a Israel en su batalla contra los amonitas. La respuesta que les da en Jueces 11:9 (RVR1960) es la siguiente “Jefté entonces dijo a los ancianos de Galaad: Si me hacéis volver para que pelee contra los hijos de Amón, y Jehová los entregare delante de mí, ¿Seré yo vuestro caudillo?”

Lo anterior nos deja una gran enseñanza: aunque nos parezca que no tenemos nada que perder con aquellas propuestas que nos hacen otros, debemos tener bien claro que no siempre dichas sugerencias provienen del Señor. Tampoco significan darle gloria a Dios y por lo tanto debemos siempre primero poner cualquier ofrecimiento en oración a Dios y esperar con fe Su respuesta, de tal forma que, si el Señor lo permite, entonces nosotros podemos proceder con confianza a aceptar dichas propuestas.

A pesar de que en el grupo de hombres que lo fueron a buscar muy probablemente estaban sus familiares y otros que tiempo atrás lo habían rechazado, la respuesta de Jefté nos deja otras grandes enseñanzas:

1. No anhelemos estar donde los hombres nos quieren, más bien anhelemos estar donde Dios nos quiere.

2. No busquemos estar congraciándonos con los hombres, sino que busquemos glorificar a Dios con lo que hacemos.

3. No busquemos estar en la posición donde los hombres nos admiren, busquemos estar en la posición donde los hombres glorifiquen a Dios.

Aunque Jefté no merecía estar en el pueblo de Dios, por ser el menos apto, el nuevo llamado que el Señor le hace le abrió una nueva oportunidad para integrarse a su pueblo, lo cual lo puso en la misma condición que a todos nosotros: 1 Pedro 2:10 (RVR1960) “vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habías alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.” Entendemos entonces, que nosotros, al igual que Jefté, no merecíamos estar en el pueblo de Dios, pero el Señor en su misericordia envió a Cristo Jesús a morir en la cruz por nosotros y de esta forma nos integró a su pueblo.

Cuando Dios nos llama para algún propósito, Él nos capacita y pone su Palabra a través de su Santo Espíritu para que nos desempeñemos adecuadamente en dicho propósito. Así en Jueces capítulo 11 vemos como Jefté se enfrentó y dialogó con el rey de los amonitas indicándole que había sido por voluntad de Dios que su pueblo Israel se encontrara en esas tierras.

Jueces 11:21 (RVR1960) dice: “Pero Jehová Dios de Israel entregó a Sehón y a todo su pueblo en mano de Israel, y lo derrotó; y se apoderó Israel de toda la tierra de los amorreos que habitaban en aquel país” y Jueces 11:23-24 (RVR1960) dice “Así que, lo que Jehová Dios de Israel desposeyó al amorreo delante de su pueblo Israel, ¿pretendes tú apoderarte de Él? Lo que te hiciere poseer Quemos tu dios, ¿no lo poseerías tú? Así, todo lo que desposeyó Jehová nuestro Dios delante de nosotros, nosotros lo poseeremos”.

Es así como, amparados a estos textos bíblicos, entendemos que todo lo que Dios nos ha dado lo va a bendecir, se va a encargar de cuidarlo, es para glorificar Su nombre y el enemigo no va a poder arrebatarlo. Jefté lo tenía bien claro cuando dijo al rey enemigo: “lo que me da mi Dios, Él me lo guarda, entonces dime: ¿Qué te ha dado a ti tu dios?” Nada de lo que Dios nos ha dado puede ser arrebatado por el enemigo; por eso después de la batalla, el Dios de Israel dio – así como nos da vida y victoria a nosotros – mientras que el dios enemigo Quemos solo les entregó derrota a su pueblo.

Hasta aquí Jefté parecía ser un gran hombre, hasta que leemos en los versículos 30-31 del mismo capítulo 11 de Jueces, lo que le dice al Señor: “Si yo gano esta batalla, te prometo que la primera persona que salga de mi casa a celebrar la victoria, yo la voy a dar como ofrenda de holocausto a ti y resultó ser que la primera que salió de su casa fue su única hija, trayendo así muerte y luto a su casa.

Puede que Jefté, al igual que nosotros, estuviera influenciado por malas costumbres paganas del mundo, que lo confundieran a pensar que lo que prometía era agradable a Dios, pero estos versículos bíblicos nos deben llevar a comprender que el hecho de que nosotros le sirvamos a Dios, o que Él nos use con algún propósito, no significa que tenemos que dejar de buscar la verdad en su Palabra, la oración y la presencia del Señor.

Luego de que Dios le da la nueva oportunidad de ser parte de su pueblo, Jefté se olvidó de buscar lo que decía la Palabra y esto lo condujo al pecado, similar a lo que nos puede suceder en este tiempo. Miqueas 6:7-8 (RVR1960) dice: “¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? Oh hombre, Él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.” y nos advierte que debemos tomar decisiones y acciones basadas en lo que Dios dice en su Palabra y evitar hacer promesas que Él no dice que debemos de hacer. Así vamos a evitar cometer muchos errores.

Es importante que nada sustituya la comunión con el Señor, de tal manera que la fama, el servicio y la victoria en Cristo no nos cieguen, porque su deseo no es que le llevemos sacrificio, sino que le rindamos nuestro corazón.  

No existe excusa para que no le sirvamos al Señor. No importa la edad, de dónde venimos o dónde hemos estado, lo que digan de nosotros o la fama que tengamos; porque cuando Dios decide usarnos es para honrar y glorificar Su nombre. No importa si somos los menos aptos, porque el Señor hará lo que Él quiera para que Su nombre sea exaltado, solamente recordemos que, o le servimos a nuestro Dios o le servimos a otros dioses y por eso debemos preguntarnos: ¿Qué excusa estamos poniendo para no servirle a nuestro Dios?

No debe importarnos nuestras familias, trabajo o condición social, lo que debe importarnos es que el Señor nos compró a precio de sangre porque somos pueblo escogido, nación santa, y debemos ser luz para las naciones trayendo a otros de las tinieblas a su luz admirable. Debemos ser la sal de esta tierra y servir para que Dios se glorifique, pues tenemos el Espíritu Santo en nuestras vidas que Quien convence del pecado a aquellos que están perdidos.

Recordemos que tenemos el privilegio de poder predicar el evangelio de salvación y restauración para aquellos que están perdidos, pero no nos afanemos por lo que Dios va a hacer por nosotros, seamos humildes y acordémonos siempre de correr a su Palabra y de doblar rodillas para orar a nuestro Señor, porque la gloria y la honra siempre deben ser para Él.

Puede haber ataques y luchas en nuestras vidas, pero el Espíritu Santo, el Señor, va delante de nosotros como poderoso gigante. Puede estar el enemigo al acecho, pero Jehová de los ejércitos está con nosotros, Podemos sentirnos solos en valle de sombra y de muerte, pero el buen pastor está con nosotros. Puede parecer que ya no hay esperanza, pero dice la Biblia que Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos de los siglos.

El Espíritu Santo está con nosotros y aunque otros nos hayan menospreciado o hecho a un lado, el Señor decidió hacernos parte de su pueblo.

Recordemos que Quien nos entregó la victoria es Jehová; Quien que nos hizo libres fue el Rey de Reyes. No pongamos excusas, lo más imposible ya pasó y es que el Señor decidió acercarse a pecadores como nosotros, nos amó primero pagando por nuestros pecados y nos dio vida y gracia en lugar de muerte.

No hay excusa para que no sirvamos a Dios y hablemos del Señor a otros. Dejemos de creer lo que dicen los hombres de nosotros, inclusive nuestras familias y empecemos a creer en lo que dice la Biblia que somos. No le creamos al pasado ni a nuestros enemigos, ¡creámosle a Dios lo que Él nos llamó a ser y a hacer!

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

/**/ //GOOGLE ANALYTICS - Derek - 2024
Abrir chat
¿Necesitás contactarte con nosotros?
Hola 👋
¿Cómo podemos ayudarte?