¿Debilidad o Fuerza?

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Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.” 2 Corintios 12:9

En un mundo cargado de publicidad, imágenes, y todo tipo de medios informativos sobre el poder, el dominio, la independencia y la ley del más fuerte; Dios, el dueño y creador del universo, el cielo y la tierra y todo lo que habita en ella (Salmos 89:11, Isaías 45:12, Hechos 17:24, Hebreos 11:3) nos hace despojarnos de todo orgullo y nos dice que somos criaturas débiles que necesitamos de su poder y su gracia para fortalecernos en todo momento.

Pero cuán difícil nos es dejar de creernos autosuficientes!. Frases como “sigue tu destino”, “vuela alto”, “corre sin límites”, “cree en el poder de tu mente”, etc, pueden parecer en un principio mensajes que animan, pero la palabra de Dios no es ni positivismo ni para enfocarnos en nosotros mismos y hacernos “sentir bien”. Tampoco es para condenarnos; sino para revelarnos la verdad y darnos vida. Y la verdad es una persona: Cristo Jesús.

La Biblia es palabra inspirada por Dios, y es útil para enseñar, para redarguir, para corregir, y para instruir en justicia (2 Timoteo 3:16).

En el contexto de la segundo carta a los Corintios en el versículo 12, Pablo enseña que a pesar de su entrega total a la obra de Cristo, sus padecimientos; persecuciones, angustias y las revelaciones que se le daban; no había gloria o poder en él mismo. Es decir; al someter todo su ser a la voluntad de Dios, reconociendo que sus propias fuerzas humanas eran limitadas; entonces era fortalecido en el poder de Cristo.

Unos versículos antes, en 2 Corintios:12-7; Pablo dice que le fue dado un aguijón que algunos teólogos han comparado con alguna enfermedad o debilidad del apóstol, pero no es el tema central de este artículo. Lo relevante en este punto, es que dicha molestia causaba a Pablo angustia, dolor, y aflicción. Pero Dios no se lo quitó. ¿Porqué?. Pablo dice que era necesario para que él mismo no se enalteciera sobremanera. Muchas veces, Dios en su perfecta sabiduría y amor permite que a través de circunstancias difíciles crezcamos en fe y seamos transformados cada vez más al carácter de Cristo, y aprendamos a depositar nuestra confianza en Él y encontrar consuelo, seguridad y refugio solamente en el poder de sus fuerzas y no en nuestra propia “autosuficiencia” o “autocontrol”. Las nuestras son limitadas, las de Dios son infinitas.

Su palabra dice que nos fortalecemos en el poder de las fuerzas de Dios (Efesios 6:10) y también que separados de Jesús quien es la vid verdadera, NADA podemos hacer (Juan 15:5).

También; aprendemos a través de la palabra que Dios permite ciertas circunstancias o eventos, porque en su infinito amor, sabiduría, y misericordia, está transformando nuestro carácter al de su hijo.

El mensaje de la Biblia que revela de principio a fin la incapacidad del hombre de salvarse a si mismo por sus propias obras de justicia; es completamente opuesto a los mensajes que nos vende el sistema del mundo donde la debilidad es sinónimo de perdedor, pero la debilidad ante Dios, es nuestro reconocimiento de nuestro limitado control de todo, y nuestro sometimiento total a su voluntad que siempre es buena, agradable y perfecta. (Romanos 12:2)

¿Cómo sometemos nuestra voluntad al Padre?. Conociéndolo primero. ¿Cómo? : a través de Jesús, su palabra – la Biblia – y la oración. Creyéndole, y obedeciéndole no por temor, sino por amor, porque entendemos que Él ha dado todo por nuestro rescate: la vida de su hijo Jesús por la nuestra. Reconociendo nuestra condición de rebeldía y pecado que nos separa de Él, pidiéndole perdón y que nos revele a su hijo, arrepintiéndonos y creyendo en fe que Jesús murió por nosotros, resucitó en poder y volverá por su pueblo para establecer el reino de Dios, el cual no tendrá fin.

No somos competentes por nosotros mismos: “Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica”. 2 Corintios 3:4-6


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