El Evangelio del Reino y la Unidad
Las personas somos seres sociales, es decir debemos relacionarnos unos con otros para convivir en una sociedad. Sin embargo cada vez es más común escuchar a la gente decir que prefieren vivir solas, que les gustaría ser ermitaños y morar en alguna montaña, estar lejos de todos, y que no soportan relacionarse con los demás pues el ser humano va en decadencia. Interesante. Si nos sinceramos con nosotros mismos es más sencillo ver hacia afuera, qué hacia adentro.
Bueno, parte de la afirmación anterior es cierta: vivimos en un mundo caído. Esto significa que entre más nos alejamos de Dios, más nos distanciamos del propósito por el cual fuimos creados y acarreamos las consecuencias de nuestra propia necedad, decisiones y maldad. Estamos cada vez más lejos de Dios viviendo con base a filosofías, doctrinas y enseñanzas aprendidas de hombres sin tan siquiera cuestionarnos si estas son verdaderas. El hombre siendo un ser creado, ha creído la mentira de que él es el creador y dueño de todo. Vivimos tiempos donde ya ni siquiera se cuestiona la verdad, sino que una gran mayoría cree y afirma que esta no existe y que es relativa.
Contrario a lo que dice el mundo, la palabra de Dios afirma que sí hay verdades absolutas, inclusive esta registra que cada vez más la maldad del mundo incrementaría: “y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.” Mateo 24:12.
También afirma que la verdad es una persona: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” Juan 14:6
Y 1 Juan 5:20 nos dice: “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.”
Desde la creación del mundo, Dios siempre ha anhelado tener una relación íntima con el ser humano, no una religión, sino una cercanía. Pero el hombre desde la antigüedad entró en desobediencia y se rebeló contra Dios trayendo consigo una condena: muerte espiritual.
La biblia enseña que las personas hacemos las obras de la esencia de nuestra naturaleza, las cuales son enemistad con Dios y no podemos por más que nos creamos “buenas personas” sujetarnos a la ley de Dios. Por naturaleza somos egocentristas, orgullosos y autosuficientes, pensamos que siempre tenemos la razón y que no necesitamos de nadie, mucho menos a Dios. Creemos que podemos ser “dioses” y gobernadores de nuestras vidas, sin contemplar, ni creer, ni dar gloria a Dios como nuestro Creador.
Para reestablecer esa relación con Dios, nuestra naturaleza debe ser transformada y cambiar de un estado de muerte a vida en el espíritu. Esto sólo sucede cuando por gracia (don de Dios) somos salvos por medio de la fe al creer el evangelio de la salvación a través de la obra redentora de Jesús en la cruz.
La biblia enseña que la paga del pecado es la muerte. Esa es nuestra condena: la muerte espiritual y la separación total de Dios. Las buenas nuevas son que Jesús siendo Dios mismo, pagó esa condena por nosotros. En la cruz Jesús tomó nuestro lugar, pagó nuestra deuda, cargó con toda nuestra maldad, llevó sobre su cuerpo todos nuestros pecados, y dio su vida por el rescate de nuestras almas.
Nuestra culpa fue llevada por Jesús y su justicia perfecta nos fue otorgada a nosotros.”
Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu.” 1 Pedro 3:18
Al creer por fe que por el sacrificio de Cristo en la cruz fuimos justificados, reconocemos, confesamos y nos arrepentimos genuinamente de nuestros pecados, empieza un nuevo proceso de carácter divino por obra y gracia del Espíritu Santo que se llama “nacer de nuevo”. Nuestro espíritu muerto, ahora vive y la relación rota con Dios, se establece. Somos reconciliados a través de la cruz de Jesús con el Padre.
Una persona transformada que entiende lo que el Señor ha hecho en su vida, obedece a Dios no por obligación, no por temor, no como mérito para ganar su aprobación, no por justicia propia, sino por agradecimiento, reconociendo su condición anterior, apartada del Señor, y la justicia que Él le imputó en Cristo Jesús al morir por él y resucitar para vencer el poder del pecado sobre su vida.
Para el Señor, ese acercamiento, esa reconciliación, esa unidad con Él siempre ha sido una prioridad permanente. Cada vez que nos victimicemos y digamos que nadie ora por nosotros, abramos nuestras biblias y leamos Juan 17, pues es el mismo Señor Jesús orando no solo por sus primeros discípulos, sino por todos aquellos que iban a creer en Él por el evangelio que se les predicase:
La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” Juan 17:22-23
Dios nos amó primero y salió a buscarnos “al mercado de esclavitud” en el que estábamos para salvar nuestras almas y darnos vida eterna. Esto es suficiente razón para darle toda la gloria, honra y honor a Él. Pero no podemos quedarnos en palabras y decir que le amamos, sino guardamos su palabra (Juan 14:15).
Sabemos y entendemos que la salvación es por gracia, pero también creemos que la fe sin obras está muerta. No son obras muertas de justicia propia, sino que son la consecuencia de creer lo que Dios dice en su palabra y ponerlo en acción.
En Juan 17:22.23 la palabra unidad en griego es “heis” que significa literalmente “uno”.
¿Podemos entender la profundidad de las palabras de Jesús?. El Señor oró para que todos los que creyeran en Él a través de la predicación del evangelio del reino de Dios, fuésemos perfectos en unidad: Jesús en nosotros, y el Padre en Jesús. ¡Unidad!. ¡Algo inseparable!. ¿No es esto motivo suficiente de gozo y agradecimiento?.
El Señor está más interesado en la unidad de su pueblo, de su iglesia, del cuerpo de Cristo, que en nuestras posturas o diferencias “teológicas”. Aclaración importante: no estamos hablando de ecumenismo que es algo totalmente diferente que afirma que todas las religiones llevan a Dios. Eso no lo creemos, ni lo compartimos, ni es verdad. Los que creemos que Jesús es el Hijo de Dios sabemos que Él es el único camino al Padre y el único Salvador. Creemos firmemente en la doctrina fundamental de la palabra, donde la biblia es nuestra fuente de autoridad la cual para nosotros es inerrante, inspirada por Dios, inquebrantable, indiscutible en la iglesia, y sobre ella descansan las bases de la fe del cristianismo y la iglesia es edificada.
¿Si para el Señor la unidad es importante, no lo debería ser también para nosotros?. Acá es donde debemos poner en práctica lo que confesamos haber creído. Por ejemplo, cada vez que murmuramos del hermano, llevamos nuestras “quejas” a otros con apariencia de buenas intenciones, cuando nuestro corazón se llena de vanagloria, de orgullo, criticamos en vez de confrontar en amor y en vez de orar, sembramos discordia, juzgamos sin ver la viga en nuestro propio ojo no estamos dando gloria a Dios ni estamos edificando el cuerpo de Cristo:
- No murmuremos: “Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor.” 1 Corintios 10:10.
En cambio:
“Haced todo sin murmuraciones y contiendas” Filipenses 2:14
“Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.” Mateo 18:15
- Si un hermano se ha extraviado de la verdad: “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados.” Santiago 5:19-20
- Hablemos todos una misma cosa: “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.” 1 Corintios 1:10
- Amemos al hermano como a nosotros mismos: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto.” 1 Juan 4:20
- Cuidemos el corazón de las personas nuevas en la fe: “Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió.”. Romanos 14:15
Finalmente, 1 Corintios 12:13-27 nos brinda una comparación práctica de lo que significa la iglesia de Cristo mediante un símil con el cuerpo humano. Les invitamos a realizar toda la lectura, sin embargo lo que nos enseña y exhorta Pablo en dicha carta y capítulo son varios puntos importantes sobre la unidad de la iglesia que resumimos a continuación:
- Los hijos de Dios fuimos bautizados por un solo Espíritu e integrados a un solo cuerpo.
- Somos miembros los unos de los otros, miembros del cuerpo de Cristo.
- Nos necesitamos unos a los otros para edificación del cuerpo.
- Ninguno puede decir que no necesita del otro, nos complementamos unos a otros.
- Los miembros que parecen más débiles, son los más necesarios.
- Dios ordenó el cuerpo, la iglesia dando mayor honra a los que les faltaba más honor, y esto con el fin de que permaneciese equilibrado y que todos los miembros se preocupen unos por otros: “de manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.”
- Somos miembros de cada uno en particular.
Por último, recordemos como las personas que aún no conocen a Jesús, se darán cuenta que somos sus discípulos: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” Juan 13:35
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