Esperanza

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Fracaso, traición, temor, soledad, confusión, escasez, enojo, decepción, inseguridad, culpabilidad, vergüenza, tristeza, depresión, abandono, desconcierto, desconsuelo, desesperanza. Cansado de vivir…

Todos los seres humanos hemos experimentado alguno de estos sentimientos. Hay un dicho popular que dice que la esperanza es lo último que se pierde.

La esperanza es la expectativa que algo bueno va a suceder, la confianza de que viene un resultado mejor al que tenemos o en el que nos encontramos actualmente: “tengo la esperanza de: encontrar un mejor trabajo, que me va a ir bien en un examen, que voy a bajar de peso, salir de la pobreza, que mi novio o novia regresará, que mi esposo o esposa me perdonará”

Pero, ¿qué lleva a un ser humano a tal punto de decir: “ya no quiero vivir”?. En este límite ya ha perdido la esperanza, no cree ni confía en nadie, y no sabe como pedir ayuda. Nada tiene sentido, ha quedado o se siente completamente solo; consumido en su dolor por la traición, el engaño, la culpa, la muerte de un ser querido, la acusación, el señalamiento, la soledad, o una enfermedad.

En la biblia encontramos ejemplos de hombres de fe que desearon la muerte:

Job en el capítulo 3, versículo 11 dice:

¿Por qué no morí yo en la matriz, o expiré al salir del vientre?”. Y más adelante: “Pues ahora estaría yo muerto, y reposaría; dormiría, y entonces tendría descanso, Job 3:13

Job era un hombre sumamente bendecido por Dios, era agradable ante sus ojos y vivía apartado del mal. Tenía familia, tierras, animales y a pesar de sus posesiones, su corazón no estaba enaltecido pues él sabía que todo provenía de Dios.

Job perdió todo drásticamente: su familia, sus animales, su esposa lo maldijo, Job enfermó, sus amigos lo cuestionaron afirmando que algún pecado tuvo que haber cometido, y él expresó todo su dolor en los capítulos 3, 10 y 17, donde exclama ¿Dónde, pues, estará ahora mi esperanza? Y mi esperanza, ¿quién la verá? (Job 17:15)

Otro hombre que deseó la muerte fue Jonás; quién debía dar un mensaje de parte de Dios a la ciudad de Nínive para que se arrepintieran de sus malos caminos, pero se desvió a otro lugar y desacató la orden. Sin embargo; como al final todo lo que Dios dice se cumple, a pesar de su desvío, siempre llegó al pueblo y comunicó el mensaje. El relato dice que las personas de la ciudad se apartaron del mal camino y le creyeron a Dios, por lo que Jehová se arrepintió del mal que había dicho que les haría (Jonás 3:10).

Jonás se enojó y reclamó:

Y oró a Jehová y dijo: Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal. Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida. Jonás 4:1-3

Y otro ejemplo, es el profeta Elías que ante la persecución de Jezabel quién amenazó con matarlo se llenó de temor:

Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres” 1 Reyes 19:4

Por supuesto que la mayoría de nosotros no nos sentimos ni tan siquiera un poquito identificados con estos personajes bíblicos y sus circunstancias específicas, sin embargo Dios en su misericordia ha revelado en su palabra que inclusive ellos fueron simples humanos, en sus manos, criaturas creadas por Él dependientes de su fuerza, y su poder y que también podían dolerse, sufrir, enojarse e inclusive perder la esperanza y desear morir antes que seguir viviendo.

Job perdió la esperanza, Jonás se enojó en extremo y Elías sintió un enorme temor. Sin embargo; todos tenía algo en común: conocían al Dios Todopoderoso y le creían. Es diferente creer en Dios que creerle a Él. No estaban solos; en medio de sus situaciones sabían que  Jehová estaba con ellos.

Si alguna vez hemos perdido la esperanza, el dolor es tan profundo que solo queremos la muerte; no hay consuelo y quisiéramos gritarle a alguien: “Escúchame por favor!, no aguanto más este sufrimiento, me encuentro completamente solo(a); no entiendo nada, estoy desesperado, sin esperanza, ya nada tiene sentido para mí, por favor que alguien me ayude…..”; pero no hay nadie alrededor y viene la mentira que nos susurra que es mejor la muerte; y se apodera de nosotros; quiero decirte algo: sí hay esperanza.

Si has pensado que ya todo está perdido; sí puedes gritar: “¿alguien me puede escuchar?”; pero en vez de decir «alguien» di: “Dios, ¿me puedes escuchar”?. Y sé sincero en cada palabra…

La muerte no es la solución. ¿Te has preguntado si después de la muerte hay “algo más”? ¿Y si más bien el dolor persiste o se incrementa?. ¿Será qué la vida en la tierra lo es todo?. ¿Y si somos seres eternos?. Pues bien; Dios dice que sí, que somos eternos y que fuimos creados por su amor y para su gloria, Él nos dio la vida así que Él lo sabe mejor. La palabra de Dios es verdad, contraria a las mentiras que nos puede decir el mundo. Al morir pasaremos una eternidad con Dios o sin Él.

Si nunca has creído que Dios existe o que Él es real, dice Romanos 1:20 que «las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa»., y que «es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay» (Hechos 11:6). En ese punto de la desesperanza; Dios te puede encontrar.

De hecho; Dios bajó del cielo hace más de dos mil años para reconciliarte con Él, salió a buscarte y a buscarme. Su palabra dice en Mateo 18:11 que el Hijo del Hombre – Jesús – vino a salvar lo que se había perdido. Y en su misericordia, tomó la misma forma humana nuestra; padeciendo en su cuerpo todas nuestras debilidades, nuestras dolencias, sufrimientos. Así que Él comprende más que nadie cada una de nuestras luchas porque el mismo las padeció. Pero con una enorme y trascendental diferencia: Jesús descendió de su trono siendo Dios mismo, en la forma de hombre; nunca pecó y pagó el precio que nos correspondía a cada uno de nosotros.

La biblia dice en Juan 3:16 lo siguiente:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

¿Crees que Dios no te ama?. Sí; te ama. Pero has estado apartado de Él así como todos  y cada uno de nosotros los seres humanos y por eso no tienes esperanza. Su palabra dice que todos nos descarriamos y que no hay una sola buena obra nuestra que nos pueda acercar a Él quien es la fuente de vida. Y nos preguntamos: ¿y cómo me acerco a Dios?. Él también nos da la respuesta:

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” Juan 14:6

JESÚS es la respuesta.

Sin embargo; ir en contra de lo que Dios ha establecido es la manifestación de nuestra naturaleza caída, pero Él quiere que volvamos a correr a sus brazos como un Padre anhela abrazar, consolar y amar a sus hijos. Nuestra rebeldía merecía la ira de Dios, pero Él al ver nuestra condición contraria a la suya, tuvo misericordia y decidió entregarse a si mismo como sacrificio vivo para perdonarnos y reconciliarnos.

Vivimos en un mundo caído, un mundo de maldad y todos vamos  a pasar por etapas de tristeza, dolor, y angustia, pero la gran diferencia es que puestos los ojos en Jesús, nuestro Señor y Salvador, tenemos la certeza que Aquél que siendo Dios, dio su vida a cambio de la nuestra, jamás nos desamparará, y nos ha dado en Cristo Jesús, absolutamente TODO por su gracia y por su misericordia: su perdón, su amor y la vida eterna a su lado.

Entonces; ¿sabes cuánto Dios te ama?. Jesús es la respuesta. Mira la cruz. Mira sus brazos extendidos dando su vida a cambio de la tuya. Mira cuantas murmuraciones recibió, cuanto, desprecio, rechazo, burla. ¡Y siendo Dios mismo! ¿A cambio de qué?: de tu vida y la mía. El murió y resucitó triunfando sobre la muerte y el poder del pecado que nos dominaba e impedía que tuviésemos comunión con el Padre. Jesús es el camino. Hoy es el día para  pedirle perdón, arrepentirnos, creerle a Dios y buscar su rostro y poder decirle como dijo el salmista: “Vuelve oh alma mía a tu reposo porque Jehová te ha hecho bien. Salmos 116:7

Antes de volver a aferrarnos a la muerte, aferrémonos a la cruz y recordemos que si somos de Cristo, somos hijos de Dios y nuestra ciudadanía está en los cielos:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo”. Filipenses 3:20

Y confesemos que Jesús es nuestra esperanza, la palabra de Dios tiene vida:

Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.” Tito 3:4-7


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