Aprendiendo a vivir sin temor
Dice la palabra en Lucas 9:1-6
1Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades.
2 Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos.
3 Y les dijo: No toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas.
4 Y en cualquier casa donde entréis, quedad allí, y de allí salid.
5 Y dondequiera que no os recibieren, salid de aquella ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos.
6 Y saliendo, pasaban por todas las aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes. Lucas 9:5
Los versículos anteriores relatan que Jesús estaba con sus discípulos a punto de enviarlos a su primera misión para llevar el evangelio. Ellos estaban acostumbrados a ver al Señor hacer milagros, sanar leprosos y se maravillaban siempre al verlo predicar. Hasta las personas más sabias de la época se asombraban de la manera en que Jesús hablaba pues nunca antes nadie había visto a alguien predicar con la autoridad y la forma en la que Él lo hacía.
Los discípulos habían estado aprendiendo día con día con el Señor, pero llegó ese momento donde Él ya los iba a dejar e iban a tener que pasar de ser espectadores a hacedores del Reino de Dios.
Siempre como cristianos va a llegar ese momento en nuestra vida, donde el Señor nos va a decir que ya no seamos espectadores sino hacedores de su obra y ese era el tiempo de los discípulos. Creo firmemente que este es el tiempo en el que estamos viviendo nosotros ahorita. Sin embargo, muchas veces nos acostumbramos a vivir nuestra vida cristiana solamente yendo a la iglesia, pasándola bien con los amigos, nos encanta que nos enseñen y nos gusta vivir sabiendo que el Señor está con nosotros; sin embargo, va a llegar ese momento donde el Señor nos mueve y nos dice que nos despertemos porque nos toca ir ahora y llevar la palabra.
Actualmente estamos en tiempos de mucho temor e incertidumbre. No sabemos lo que va a pasar y hay mucha gente que tiene miedo y desesperación. Pero tenemos que aprender a confiar en que el Señor tiene control de todas las cosas, tiene control de este tiempo y que Él nunca nos desampara.
Nadie tiene certeza de lo que está pasando actualmente, pero si de algo tenemos seguridad es que para nosotros como cristianos todo lo que sucede es para bien y que la voluntad de nuestro Padre es buena, agradable y perfecta; y esto es algo que nunca cambia.
Tenemos la certeza de que el Señor nos cuida, que nada nos faltará, y que aunque caminemos en valle de sombra y de muerte no temeremos porque Él está con nosotros. Porque el Señor no nos dio un espíritu de cobardía sino de poder, de amor y dominio propio. Él nos dio ese espíritu para que no tengamos miedo, sino que confiemos en Él y que seamos aquellos que se levantan contra la adversidad porque sabemos que el Señor está con nosotros.
Todo lo que Jesús dijo se ha cumplido hasta el día de hoy y se seguirá cumpliendo porque Él es Dios.
Todos hemos sufrido de alguna manera en este tiempo y quisiera compartirles un pequeño testimonio personal: hace 7 años mi hermano y yo emprendimos una empresa, entendidos que era el tiempo correcto para hacerlo y gracias al Señor el negocio empezó a crecer año tras año, creó fuentes de ingreso para muchas personas inclusive familias de la iglesia y pudimos ser un medio para bendecir y llevar la palabra a muchos otros lugares inclusive fuera del país.
Pero en este tiempo, tuvimos que cesar varios contratos con clientes y compradores, y aunque como cabeza de hogar existe la incertidumbre y puede haber tristeza en nuestros corazones, basta con mirar atrás y ver lo que el Señor ha hecho mi vida, la de mi familia, la iglesia y la vida de otros hermanos y no puedo estar más que agradecido.
El Señor nos ha llevado de tener un lugar de reunión que casi estaba “cayéndose” a un lugar precioso donde ahora nos congregamos. Hace varios años, en el edificio donde nos reuníamos físicamente (entendidos que al día de hoy no podemos hacerlo), entraba el sol por el techo, el salón era como un “horno humano”, por allí se escuchaba de repente un perro ladrando que se había camuflado por algún hueco, y podría no terminar de contarles las historias que nos sucedieron.
Éramos un grupo pequeño de jóvenes, la mayoría estudiantes, sin ingresos económicos, hacíamos obras de teatro, conciertos, para seguir sosteniendo la obra. Hasta que un día el Señor nos sorprendió. Él arregló todas las cosas y sin entrar en detalles se pudo seguir alquilando el lugar y hasta la fecha como congregación no hemos dejado de ser bendecidos, y no en un aspecto meramente económico, pues esto fue una añadidura más de la fidelidad de Dios para continuar Su obra, no la nuestra.
A partir de ese momento, empecé a cambiar mi forma de pensar y comprendí que realmente a aquellos que amamos al Señor todas las cosas nos ayudan a bien. El Señor tiene el control de nuestras vidas, su palabra dice que busquemos primero las cosas de arriba, las eternas, y todas las demás cosas nos serán añadidas, y puedo dar fiel testimonio que así es el Señor y que Él nunca miente.
El Señor es increíble y cuando de verdad depositamos nuestra confianza en Él, podemos realmente ver sus promesas de fidelidad y amor como experiencias vivenciales, donde aún en medio de situaciones complicadas y problemas (la palabra no enseña que no los vamos a tener) no podemos vivir como los incrédulos que se preocupan día a día, minuto tras minuto por todo.
Nosotros sabemos que tenemos un Padre que conoce nuestras preocupaciones y cuando somos diligentes con Él y ponemos Su reino primeramente sobre cualquier otra cosa, Él se encarga de lo demás, de las añadiduras.
No podemos vivir en temor debemos confiar en que el Señor tiene control de todas las cosas. Siguiendo en el libro de Lucas 9:1, el Señor les dijo a los discípulos que no llevaran nada, ni dinero ni comida, ni siquiera otra túnica para ponerse. ¿Porqué? Porque el Señor quería que aprendieran a depender en Él.
Y a través de esta enseñanza, todos hoy debemos aprender a depender en el Señor y dejar de confiar en lo que tengo en el banco, u otras cosas materiales que se agotan. Y es importante aclarar que es bueno y muestra sabiduría el ser buen mayordomo de las finanzas, sabiendo que ha sido también el Señor quien nos provee, pero sabiendo que nuestra confianza no está en lo material sino en el Señor.
En el contexto del capítulo, Jesús les dijo que no se preocuparan por nada porque ellos estaban haciendo la obra del Señor, así que no llevaran nada, porque Él se encargaría de ellos.
Como cristianos tenemos que acostumbrarnos a ser agradecidos con el Señor, cuando tenemos mucho o cuando tenemos poco no importa porque el Señor no cambia y Él sigue siendo Bueno independientemente de las circunstancias, porque el Señor nos ama tanto que entregó lo que más amaba por rescatarnos y salvarnos a nosotros: entregó a Su hijo Jesucristo. Hasta su última gota de sangre fue derramada en la cruz por usted y por mí, para que ahora hayamos sido reconciliados con Dios y tengamos certeza de una vida eterna a su lado, entonces: ¿qué le vamos a reclamar al Señor? Si tenemos a Jesús, ya tenemos todo y más para estar agradecidos siempre en todo tiempo.
Luego en Lucas 9:5, el Señor le dijo a sus discípulos que se limpiaran el polvo de los pies cuando salieran de una ciudad donde nos los recibían. Esto era una tradición judía, que consistía en limpiarse el polvo de los pies después de visitar una tierra gentil lo cual significaba con no estaban de acuerdo con su forma de vida, sus dioses, sus actividades paganas y demás, así que Señor le dijo a sus discípulos que fueran a predicar pero si alguien no los recibía debían limpiarse hasta el polvo de sus pies.
Eso demostraba – y demuestra actualmente – que el estar en contra de aquello que es opuesto a la palabra de Dios, no quiere decir que debemos pelear con cualquiera que piense diferente a nosotros. Como cristianos estamos llamados a llevar el amor del Señor a las personas que aún no lo conocen y hablarles del testimonio de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas, aunque siempre es importante hacer una diferencia y trazar una línea de respeto
Debemos volver a las bases de la palabra donde se nos dice que todos somos malos, que todos somos pecadores que no hay nadie bueno, y que el único camino es nuestro Señor Jesucristo. Que no hay otro camino, no hay otra verdad, no hay otra vida que la vida en Él.
Y esto la gente lo tiene que saber, aunque nos cueste amistades, aunque nos cueste lo que sea tienen que saber que Jesucristo es el camino y eso se refiere sacudirse el polvo de los pies. Eso significa que podemos amarlos, bendecirlos, orar por ellos, orar por ustedes pero si sus vidas no cambian van a tener una eternidad sin el Señor, estarán perdidos y tendrán castigo eterno porque sólo Jesús nos lleva a la vida.
Siguiendo en Lucas 9:7-9 dice:
7 Herodes el tetrarca oyó de todas las cosas que hacía Jesús; y estaba perplejo, porque decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos;
8 otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado.
9 Y dijo Herodes: A Juan yo le hice decapitar; ¿quién, pues, es éste, de quien oigo tales cosas? Y procuraba verle.
Herodes el tetrarca, oyó de todas las cosas que hacía Jesús y estaba perplejo, estaba asustado a un nivel muy grande, tenía miedo, tenía culpa porque muchos decían que Juan había resucitado de los muertos, otros que Elías habías aparecido y algunos más que algún profeta de los antiguos había resucitado. Él se asustó porque no conocía al Señor, pero nosotros que por gracia lo conocemos, no debemos temer.
Hechos 2:42 nos narra que las personas de la iglesia primitiva comenzaron a orar juntos, a perseverar en la doctrina de los apóstoles, en la palabra del Señor y comenzaron a tener comunión unos con otros, a participar del partimiento del pan. Y la gente que no conocía al Señor comenzó a tener miedo porque cuando las personas empiezan a ver la fe, a ver a otros que aman al Señor y no temen, lo demás empiezan a temer sobre su forma de vivir, sobre sus decisiones. Pero nosotros no, porque conocemos al Señor y sabemos en quien hemos confiado.
Luego Lucas 9:19-20 nos dice:
18 Aconteció que mientras Jesús oraba aparte, estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo?
19 Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.
20 Él les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios.
Jesús le preguntó a sus discípulos: ¿quién dice la gente que soy yo? Y ellos respondieron que unos Juan El Bautista, otros Elías y otros que algún profeta de los antiguos había resucitado.
Llega un tiempo donde ya no podemos ser más espectadores, donde ya no podemos vivir de ver como otros trabajan en el ministerio, y debemos comenzar a tener una relación vivencial con el Señor, no con los hombres.
Ellos no tenían aún la revelación, el Señor aún no había entregado su vida. Así que comenzaron a decir que el Señór debía ser un hombre increíble, el mejor, que podía ser uno de esos otros profetas increíbles del antiguo testamento, porque no comprendieron la realidad y la verdad de quien era Jesús: Él era la promesa por la cual fue escrita la biblia, lo más grande lo más perfecto, lo más maravilloso, lo más sublime.
Jesús venía a cambiar todo, a cumplir con la ley, a cumplir con todas las profecías. Pero muchos hasta hoy no llegan comprender eso, porque su relación con el Señor es por medio de un pastor, o de otra persona y no llevan su cristianismo más allá. Pero estos discípulos entendieron que se trataba de ser hacedores y no solamente espectadores, que no solamente debían ser parte de un show sino que debían estar con el Señor a niveles íntimos, buscarle y conocerle.
Cuando estos hombres le dicen a Jesús lo que los demás creen sobre Él, el Señor les pregunta: ¿Y ustedes quién dicen quién que soy? Entonces Pedro, el pecador, el equivocado, el que falló tantas veces le responde: “eres el Cristo, El Hijo de Dios”. Pedro le conocía.
Porque conocemos a Jesús y sabemos en que hemos puesto nuestra confianza en Él, entonces no hay nada que temer, porque el Señor está con nosotros. Él ha obrado en todo tiempo y esta, no es la excepción.
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