
Camino al Calvario – Traicionado y Juzgado
La palabra de Dios es viva y es eficaz y cada vez que la leemos revela algo nuevo a nuestras vidas siempre transforma y cambia.
Iniciemos con esta pregunta: ¿Nos hemos sentido alguna vez traicionados y juzgados? Posiblemente la respuesta para la mayoría sea afirmativa, y esto no es algo agradable para nadie; todo lo contrario, es un sentimiento incómodo y doloroso.
Cuando nos consideramos cristianos, estamos llamados a vivir como vivió Cristo. Eso implica estar dispuestos a ser traicionados, juzgados e incluso rechazados, por difícil que sea. ¿Sabes por qué? Porque Jesús fue juzgado y condenado sin un juicio justo; fue entregado por su propio pueblo, traicionado y negado por algunos de sus discípulos, abandonado y rechazado más allá de lo que podemos imaginar. ¿Y cuál fue su actitud? Fue obediente al Padre en todo.
Vemos, según Mateo 26:40 Reina Valera (RVR1960) que Jesús encontró a sus discípulos durmiendo:
“Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?”
Y más adelante en Mateo 26:47-54 leemos lo siguiente:
“Mientras todavía hablaba, vino Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo. Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ese es; prendedle. Y en seguida se acercó a Jesús y dijo: ¡Salve, Maestro! Y le besó. Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron. Pero uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del sumo sacerdote, le quitó la oreja. Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán. ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero, cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?”
Tal vez en algún momento hemos juzgado a los discípulos —a Pedro, que negó a Jesús, y a Judas, que lo traicionó—, pero la verdad es que ellos no están tan lejos de nosotros en nuestra vida diaria.
Judas sabía perfectamente con quién estaba hablando cuando le dijo: ‘Salve, Maestro’. Él conocía quién era el Señor. Y, aun así, la respuesta de Jesús fue: ‘Amigo’. Le respondió con amor. ¡Qué contraste tan grande entre la actitud de Cristo y la nuestra! Aquellos hombres llevaron refuerzos del Sanedrín para arrestarlo, como si Jesús fuera una amenaza peligrosa. Lo trataron como a un revolucionario, alguien capaz de levantar al pueblo. Pero, aun así, no pudieron detener Su obra.
En Juan 18:4-6 Reina Valera (RVR1960), leemos un momento impactante: cuando Jesús preguntó “¿A quién buscáis?“, ellos respondieron: “A Jesús nazareno“. Entonces Él dijo: “Yo soy“. Y al pronunciar esas palabras, llenas de autoridad divina, aquellos hombres retrocedieron y cayeron a tierra.
En Mateo 26:51 Reina Valeria (RVR1960) leemos que, durante el arresto de Jesús, Pedro —el pescador— sacó su espada e hirió a uno de los hombres. Pero Jesús no necesitaba que Pedro peleara con armas. Lo que le había pedido antes era que velara y orara con Él. En ese momento, Pedro reaccionó según su antigua manera de vivir, actuando con impulsividad. Sin embargo, Jesús le estaba enseñando un camino diferente: el del dominio propio, la oración y el ayuno. ¡Cuántas veces nosotros también intentamos resolver las cosas a nuestra manera, en lugar de obedecer al Señor y confiar en sus caminos!
Las escrituras indican que Pedro le cortó la oreja al hombre que iba a capturar a Jesús. Sin embargo, ¿cuál fue la respuesta del Señor? Él le enseñó a sus discípulos y a los hombres que estaban alrededor lo que había predicado hace mucho tiempo: puso la otra mejilla y sanó la oreja del hombre que lo estaba atacando Lucas 22:51 Reina Valera (RVR1960). Cristo demostró amor.
La naturaleza humana tiende a responder con violencia, pero la naturaleza de Cristo es amar. Y ese es el camino al que estamos llamados. Jesús sabía que estaba cumpliendo el propósito de Dios y que las profecías debían cumplirse. Sabía que debía recorrer ese camino difícil para glorificar al Padre.
Sin embargo, nosotros, como cristianos, muchas veces no queremos glorificar al Padre si eso implica pasar por pruebas o seguir instrucciones que nos incomodan. Rechazamos el sufrimiento, aunque sea parte del propósito de Dios en nuestras vidas. Cristo no debía nada, y aun así, en medio del dolor, se mantuvo dando gloria y honra al Padre.
Pedro es un buen ejemplo de esto: cuando actuó en su fuerza humana, solo pudo cortar una oreja. Pero cuando fue lleno del Espíritu Santo, usó la Palabra de Dios y atravesó corazones con la verdad del Señor.
¿Estamos actuando en nuestra humanidad, o bajo el poder del Espíritu Santo?
Al leer esta historia, podría parecer que Jesús no tenía el control, que era simplemente una víctima indefensa y que todo estaba en contra de Él. Pero en realidad, Jesús tenía el control absoluto de la situación. Tanto así, que decidió no llamar a los ángeles en su defensa, aunque podía hacerlo. ¿Por qué? Porque sabía que las profecías debían cumplirse, y que ese sacrificio abriría el camino para que ustedes y yo hoy tengamos acceso directo al trono de la gracia.
El hecho de que una situación no esté saliendo como esperábamos no significa que Dios no esté presente. Cristo también está allí, en medio de la dificultad y la confusión. Es precisamente en esos momentos cuando Él se glorifica en nuestras vidas.
Más adelante, el capítulo nos dice que todos los discípulos huyeron, incluso Pedro —el mismo que había dicho con firmeza: “Señor, yo jamás te negaré.” Y sin embargo, también huyó.
Lucas 22:60-62 nos dice:
“Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó. Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.”Reina Valera (RVR1960).
Existe otro personaje muy importante en esta historia: Judas. Dice la palabra de Dios en Lucas 22:60-62:
“Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó. Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente” Reina Valera (RVR1960).
El remordimiento no es lo mismo que el arrepentimiento. Sentir culpa no significa que realmente deseamos acercarnos a Dios o cambiar nuestra manera de vivir.
Nada nos aleja de ser como Pedro o como Judas. A veces hemos sido como Judas, cuando hemos besado al Señor con los labios, pero lo hemos traicionado con nuestras acciones, poniendo otras cosas por encima de Él. Otras veces hemos sido como Pedro, negándolo por miedo a lo que los demás piensen, porque ser cristiano no siempre es popular. Pero recordemos: estamos llamados a predicar las buenas nuevas del evangelio a toda persona, a tiempo y fuera de tiempo.
¿Cuántas veces hemos traicionado al Señor por menos de lo que lo hizo Judas?
A todos nos gusta ser el héroe de la historia. Queremos ser David venciendo a Goliat. Nadie quiere ser el que pierde, el que falla, el débil. Pero necesitamos tener la humildad de mirar nuestro corazón y compararlo con el de aquellos que cometieron errores, no para juzgarlos, sino para aprender y no repetirlos. Hoy es un buen día para arrepentirnos sinceramente.
Tal vez hoy nos resulte fácil juzgar a Pedro y a Judas por lo que hicieron. Pero la gran diferencia entre ellos fue la actitud de su corazón. Judas sintió remordimiento, pero no se volvió a Dios; Pedro lloró amargamente, y en su dolor, se arrepintió de verdad. Uno se rindió y se quitó la vida; el otro confió en la gracia de Dios, y fue restaurado. Pedro fue transformado en un pescador de hombres porque le dio al Señor una nueva oportunidad en su vida.
Hay personas que, como Judas, han decidido rendirse. Creen que ya no hay esperanza, que Dios no puede hacer nada más con ellos. Pero hoy podemos elegir algo diferente: podemos decidir creer que el Maestro sigue vivo, que puede resucitar lo que está muerto en nosotros, transformar y renovar nuestras vidas.
El mismo Cristo que murió y resucitó sigue vivo por los siglos. Él es quien nos da acceso directo al trono de la gracia, quien está dispuesto a restaurarnos y amarnos. Así que empieza a creer: Cristo quiere encontrarse contigo hoy. Dale una oportunidad en tu vida.
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