Dios relacional Iglesia Olivo Costa Rica, San Pedro

Diseñador de relaciones: Dios relacional

Dios es creador y diseñador.  Los dos mandamientos más importantes – “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.” – hablan de la naturaleza de nuestro Dios: Él es relacional.  No lejano. Él quiere ser cercano y relacionarse con nosotros.  Él dejó Su Palabra porque quiere revelarse a nosotros, darse a conocer para que tengamos una relación íntima, es decir, algo que va más allá de ser una persona que se conoce “a oídas”.  La relación que Dios quiere con nosotros es íntima y personal.

Dios es aquel quien estipuló y definió cómo deben ser nuestras relaciones con Él y con el prójimo. De forma que, si queremos crecer en nuestra relación con Dios y con los demás, debemos saber escuchar a Dios como el diseñador de relaciones, un Dios relacional.

Génesis 1:26-27 dice:

“26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. 27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.”

Dios creador, de acuerdo con su diseño, creó a ambos hombre y mujer a su imagen.  Contrario a la creencia religiosa, esa semejanza no es meramente física, pues Dios no está limitado al ámbito físico, sino que Él nos ha creado como seres espirituales y por lo tanto imprimió en nosotros su imagen espiritual.  Es decir, Dios ha puesto en nosotros características de su propia naturaleza, de su esencia espiritual.

En el texto anterior se muestra la palabra “Hagamos”, que nos enseña a un Dios relacional y no individual. Él es un Dios trino. Aunque la palabra “trinidad” no la encontramos en la Biblia, esta característica la podemos deducir con base en una teología sistemática, es decir, al estudiar la Biblia como un todo, podemos interpretar y extraer conceptos que manifiestan cual es la naturaleza de nuestro Dios.  En el pasaje podemos comprender que hay tres personas con funciones distintas que son Dios en sí mismo y que son un solo Dios. La Trinidad (manifestación del Dios relacional) nos creó a su imagen, como entes relacionales.

Dios diseñó el matrimonio como una institución relacional, donde el hombre, la mujer y el Señor modelan el diseño de la trinidad en el matrimonio.  Asimismo, las ciudades, los pueblos y las iglesias fueron creadas por Dios como instituciones interdependientes que muestran la naturaleza de un Dios relacional.  El diseño de Dios es que nosotros creemos relaciones sanas que sigan los modelos y los estatutos del Dios que los creó.

Hay una diferencia entre Dios como creador y como hacedor. Solo existe un creador, ese es Jehová. Hay que entender que crear y hacer no es lo mismo.  Por ejemplo, el artista no crea, sino que hace arte con su inspiración y produce arte a partir de materia prima como pintura e instrumentos como pinceles.  Crear es sacar de donde no hay nada y hacer algo.  Sólo Dios tiene la capacidad de crear. Sólo Él puede crear de donde no hay nada.  Es así como Dios puede resolver cualquier problema de donde pareciera que no hay solución.  El Dios creador crea cosas de donde no hay nada, como al crear la luz donde solo había oscuridad, pero también empieza a transformar lo existente.

En la creación Dios habla y hace que las cosas sucedan. Él a partir de algo creado, produce y extrae algo nuevo, lo cual luego sostiene, y finalmente lo lleva al lugar de donde inicialmente lo creó.

Genesis 1:24 dice:

“24 Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así.”

Dios de la tierra produce animales, los animales viven en la tierra, comen de ella, se sustentan de la esta, se reproducen en la tierra y cuando mueren regresan a la tierra. Es entonces que debemos preguntarnos ¿de dónde produjo Dios al hombre? Regresando a Génesis 1:26: “Dijo Dios Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”.

Dios produce al hombre de Él mismo. Es una imagen de Él. El hombre vive en Él, se alimenta, sustenta y sostiene en Él, y cuando cumple su ciclo, regresa a Él.  Este es el diseño original de Dios para nosotros, que fuimos creados para mantener para siempre una relación con Él, pues solo en Él nosotros podemos subsistir.

Juan 15:5 dice:

“5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.”

El Antiguo Testamento es la historia de cómo Dios da una promesa que vendría a cumplirse en Cristo Jesús, y de cómo El Señor fue desarrollando esa promesa creando una nación que sería el lugar donde iba a nacer nuestro Mesías. Entonces El Señor Jesús llega en su tiempo dándose el momento culminante de la Palabra.  El Señor dice esto reforzando el diseño de Dios: “yo soy la vid, yo Cristo, Yo Dios, soy la vid, soy la rama y ustedes son los pámpanos que salen de esa rama, el que permanece en mí, el que está conectado en mí y yo en él este dará mucho fruto porque separado de mí nada podéis hacer”.

Siempre que nos mantengamos conectados a la vid va a haber vida.

¿Qué pasa si cortamos el pámpano de la vid? ¿Qué pasa si sacamos el pez del agua? ¿Qué pasa si quitamos el animal de la tierra? ¡Se mueren! Cuando nos desconectamos de Dios estamos destinados a morir y mientras no estemos conectados a la vid, nuestro fin va a ser muerte y vamos a vivir separados del Señor. Dios nos creó con un cuerpo físico que vive en la tierra, que se alimenta de la tierra y que va a terminar un día muerto en la tierra, “polvo eres y en polvo te convertirás”.

Pero nuestro espíritu fue diseñado para tener comunión con Dios y pero a causa del pecado nuestro espíritu contaminó, eso llevó a muerte a nuestro cuerpo físico porque el diseño de Dios era estar eternamente como Adán. Dios nunca quiso que hubiera separación. El Señor puso en nosotros el diseño original: que habláramos como Él habla, pensáramos como Él piensa, y anheláramos como Él anhela. Toda la imagen de Dios estaba puesta en nosotros, seres humanos finitos creados, pero con toda la esencia de Dios.

Lamentablemente el pecado, nuestra carnalidad, destruyó ese modelo. Cuando Dios creó al hombre le delegó autoridad indicándole a Adán que nombrara a todos los animales de la Tierra. Adán entonces recibió esa responsabilidad de parte del Señor y empezó a ejecutarla, pero en el corazón de Adán había algo que hacía falta.

Él empezó a sentirse sólo y anhelaba a su esposa. El Señor formó de Adán a Eva y diseñó la ayuda idónea, la compañera perfecta que Adán necesitaba. Podemos preguntarnos ¿por qué Dios le dio a Adán lo que quería en su corazón? Dios pudo haber dicho que no, y dejar que Adán se conformara con todo lo que tenía a disposición para disfrutar, sin embargo, lo hizo por dos razones: número uno, porque lo creó con el deseo relacional de tener una relación; y número dos, porque Dios le dio el mismo deseo que Él como Dios tenía. El Señor sabía que el deseo de Adán estaba alineado a Su voluntad.

Así como el deseo de Adán estaba alineado a la voluntad de Dios, es necesario que nuestros deseos y oraciones estén alineados la voluntad de Dios también. Así es como podemos experimentar el poder de la oración. El problema es que cuando nuestra oración se alinea a nuestros propios deseos no produce nada, pero cuando nuestra oración es conforme a la voluntad de Dios, esta va a ser escuchada, respondida y más bien gozosamente el Padre se va a alegrar de ver como sus hijos ponen la voluntad del Padre por encima de su voluntad propia.

El Señor envió a Cristo para cumplir con el propósito que Adán no pudo cumplir; él falló y el pecado lo hizo caer. Mas Cristo vivió en completa integridad cumpliendo todo su propósito y llevándonos a nosotros a salvación por gracia. Y esa sustitución entre Adán y Jesús no cambia que el mismo diseño de Adán, de su anhelo de esposa, fuera parte de la naturaleza de Jesús como Dios teniendo el anhelo de una esposa también.

Jesús anhela una esposa y la esposa somos nosotros, su iglesia.  Tenemos que dimensionar el hecho de que el creador de todo el universo quiere una relación personal con nosotros y conocernos íntimamente. Dios quiere amarnos y revelarse a nuestras vidas y conocer hasta el más íntimo secreto nuestro porque nos ama y nos escogió entre muchas personas y su deseo es estar y tener una relación con nosotros, pues nos dio la capacidad de ser seres relacionales. Dios nos ama y ha puesto en nosotros la capacidad de amarlo.

Todas las culturas buscan adorar porque en nosotros, en nuestra esencia, Dios implantó el potencial para la adoración.  Dios puso en nosotros la capacidad de amarlo a Él voluntariamente, no como robots, sino que nos dio la facultad de poder tomar decisiones.

Como padre de amor, Dios quiso poner en nosotros la capacidad de amar porque quiere que nosotros lo amemos de regreso y nos dio la libre posibilidad de escoger si queremos caminar en Él o lejos de Él.  Dios nos dio y nos dotó de amor para que nosotros respondamos a su amor en amor y por eso lo adoramos, porque le amamos.

Si de verdad podemos dimensionar el sacrificio público de la cruz del calvario, no tendría que importarnos el postrarnos en el piso, aunque esté sucio, porque es la respuesta de amor al amor de Dios.  No hay tal argumento como “yo adoro a mi manera” o “yo me contengo porque yo soy así” o “yo no expreso”.  Nuestra expresión en base a cómo fuimos ensamblados para responder al amor de Dios es en adoración y esto no solo incluye asistir a la iglesia, sino también poder tener experiencias donde podamos cerrar nuestros ojos, danzar y levantar las manos en libertad porque le amamos y respondemos al amor de Dios.  Ese es el amor verdadero y sacrificial. Jesús fue el mejor ejemplo de ese amor público y sacrificial pues se entregó y derramó su amor para que nosotros fuéramos capaces de responder en amor.

La verdadera adoración no solo está en la expresión física durante el tiempo de oración, sino también en nuestra obediencia a la palabra de Dios.  Por eso la Biblia dice que “el que me ama obedece mis mandamientos” porque nuestro amor no puede ser un amor de la boca para afuera, sino que tiene que ser un amor de transformación de vida y consecuente entre lo que decimos y lo que hacemos.

Por naturaleza Dios va a responder dándonos cuando le adoramos y nos postramos en su presencia, y va a derramar el peso de su gloria y su abrazo en nosotros cuando perdonamos.  El amor de Dios entra así en nuestro corazón, nos perdona y nos sana.

El Señor muestra su naturaleza generosa en la historia de la mujer que tocó el manto. En ese pasaje la mujer vino sin conocer a Jesús, solo habiendo escuchado de Él, y se acerca a él y toca el borde de su manto. Entonces el Señor se vuelve y dice “poder ha salido de mí”.  De esa misma forma cada vez que nos acerquemos para tocar a Dios, Él va a devolver por esencia. Así es nuestro Dios.

A través de toda la Escritura se puede encontrar un concepto o una idea que habla de cómo Dios se quiere relacionar con nosotros.  En múltiples ocasiones El Señor en la escritura nos dice “yo quiero ser tu Dios. Yo quiero ser tu Padre. Yo quiero ser tu Rey. Yo quiero ser tu Señor y tú eres mi pueblo. Tú eres mi hijo. Tú eres mi amado”.  Esto se puede encontrar en Isaías, en Ezequiel, en Zacarías, en 1 de Corintios, y en toda la Biblia Dios va a estar hablándonos esto: “Yo quiero ser tu Dios y yo quiero que tú seas mi hijo.  Yo quiero que tú seas mi pueblo”. 

Dios sabe que necesitamos de Él para podernos sustentar en Él.  Él quiere ser nuestro Dios y nosotros tenemos que responder a su búsqueda con una respuesta de amor queriendo ser su pueblo. Nosotros estamos en Cristo porque Dios nos buscó primero, porque Dios nos amó primero.  A lo largo de la historia Dios ha estado buscando a los que están dispuestos a seguirle y hacer su voluntad y todavía sigue haciéndolo y lo hará hasta el último día.

Apocalipsis 21:6-7 dice:

“6 Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. 7 El que venciere (el que permanezca fiel, el que lo escoja en primer lugar, el que ha decidido rendir a su vida y sujetarse a él, el que ha decidido morir a sus pasiones y vivir para Cristo) heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.”

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

/**/ //GOOGLE ANALYTICS - Derek - 2024
Abrir chat
¿Necesitás contactarte con nosotros?
Hola 👋
¿Cómo podemos ayudarte?