El Mesías Esperado: El Príncipe de Paz y los Pacificadores
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El Mesías Esperado: El Príncipe de Paz y los Pacificadores

Isaías 9:6 dice:

“6 Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”

En esta serie hemos hablado de cada uno de estos títulos que Dios le dio a Jesús a través de Isaías, su profeta, setecientos años antes de que Él viniera. Hoy hablaremos del título “Príncipe de Paz”.

Mateo 4:23-25 dice:

“23 Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. 24 Y se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó. 25 Y le siguió mucha gente de Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y del otro lado del Jordán.”

La fama de Jesús se extendió por varios pueblos y muchas personas lo visitaron para para ser sanados. Israel nunca había visto a un hombre como Jesucristo ya que estaba dominado por romanos paganos. Era un pueblo corrupto y estaban tan cargados espiritualmente que pensaron que no merecían estar con el Señor, sin embargo, el príncipe apareció y trajo paz.

Mateo 5:1-12 dice:

5 Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. 2 Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: 3 Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. 4 Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. 5 Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. 6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. 7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. 8 Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. 9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. 10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. 11 Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. 12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.”

Cada cosa que el Señor pide en este discurso tiene un propósito y un orden. Primero debemos reconocer nuestra pobreza espiritual. Los pobres en espíritu son aquellos que se humillan y se arrepienten genuinamente, son los que saben que el pecado los consume y que solo Dios los puede sacar.

Debemos llorar por nuestra condición de pecado para ser consolados ya que nos hará mansos y esto a su vez nos hará bienaventurados porque hemos entendido que fuimos justificados por Jesús. Solo así vamos a comprender la justicia del Señor. Anhelaremos hacer lo que es correcto ante Él.

Quienes tienen sed de justicia serán saciados. Cuando tenemos sed y hambre es porque nuestro organismo no ha bebido ni comido nada; al no estar en nosotros la justicia también tendremos sed de ella. La justicia del Señor es una justicia diferente a la de nosotros, nuestra justicia personal juzga y es lo que ha hecho que la gente se aleje de Dios.

Los de limpio corazón verán a Dios. Solo aquellos que han hecho todo lo anterior podrán verlo ya que su corazón estará conforme a Cristo. Cuando Jesús caminaba, algunas personas lo veían como cualquier hombre, pero quienes estaban limpios de corazón lo llamaban Señor ya que podían ver quien era realmente. A veces le predicamos a la gente y ellos no entienden lo que les estamos diciendo, esto es porque no pueden ver a Dios. Todo esto despedazó la estructura religiosa de los judíos.

Los limpios de corazón son pacificadores y estos serán llamados hijos de Dios. Los pacificadores son aquellos que llevan las buenas nuevas de que Dios se reconcilió con los hombres mediante Jesucristo. Jesús habla de paz, pero también dice que la paz del Señor trae consigo una espada, esto no es una contradicción, es porque cuando hablamos de su paz, queramos o no habrá conflicto con la gente ya que algunos lo recibirán y otros pelearán contra eso. Seremos perseguidos, nos levantarán falsos, porque ese es el fin de los pacificadores, la guerra por Él. Vale la pena pelear la batalla.

La paz del Señor no es esperar que en nuestra casa no existan problemas, es levantarse y señalar lo que va en contra de lo que dice Dios. En medio de tanto conflicto y pecado podemos traer su reino a nuestra casa porque somos sus hijos, sus pacificadores. La paz del Señor no es la ausencia de guerra, es el estado provocado por su presencia. El mundo va a querer destruirnos, pero el Señor estará con nosotros. Dios cambió nuestro lamento en baile.

Mateo 3:7 dice:

“7 Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?”

Venían fariseos a bautizarse con Juan el bautista, sin embargo, él tuvo que detenerlos para que no lo hicieran ya que ellos no se habían arrepentido y Juan lo sabía porque no habían dado frutos de arrepentimiento genuino, por eso la Palabra dice los que lloran por su pecado son bienaventurados porque ellos recibirán consolación.

Filipenses 2:21 indica:

“21 Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús.”

En Mateo 6:33 se nos enseña:

“33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”

Dice el libro de Juan 14:27-29:

“27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. 28 Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo. 29 Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda, creáis.”

Antes de que Jesús fuera asesinado dio unas últimas instrucciones a sus discípulos y les dio paz para que sus corazones no se turbaran ni tuvieran miedo. Él sabía que moriría, pero se levantaría de entre los muertos y así fue porque lo que Él dice siempre se cumplirá.

El término “Príncipe de Paz” se utiliza para la segunda venida de Cristo. Él traerá su reino de paz al mundo, ya no vendrá como vino la primera vez, como un hombre sencillo, sino que vendrá por los cielos y toda rodilla se doblará ante su presencia. Pondrá la paz de su reino en la tierra.

Mientras tanto, hay pacificadores en la tierra. Quienes tomemos la decisión de serlo tendremos como responsabilidad predicarle al mundo sobre el único mensaje que trae paz eterna.

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