El Mesías Esperado: Dios Fuerte
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” Isaías 9:6
En este pasaje Isaías menciona cuatro características de Dios, donde cada una de ellas no son independientes en sí mismas, sino que se complementan. Es decir; Isaías no solo hace referencia a alguien admirable, si no a un Dios que es Consejero Admirable, no habla solo de un padre sino de un Padre Eterno, y no se refiere a cualquier príncipe, sino más bien a un Príncipe de Paz.
A diferencia de otros dioses que tienen que ser cargados y llevados, que tienen ojos y no ven, tienen boca, pero no hablan; nuestro Dios es Todopoderoso, Fuerte y Eterno; y de su boca sale palabra que transforma, cambia y crea vida.
Nuestro Dios decidió hacerse hombre como nosotros, para hacerse cercano y reconciliarnos con Él. Todos los demás dioses que no son verdaderos no tienen poder.
Isaías 9:2-4 dice: “El pueblo que camina en oscuridad verá una gran luz. Para aquellos que viven en una tierra de densa oscuridad, brillará una luz. Harás que crezca la nación de Israel, y sus habitantes se alegrarán. Se alegrarán ante ti como la gente se goza en la cosecha, y como los guerreros cuando se dividen el botín. Pues tú quebrantarás el yugo de su esclavitud y levantarás la pesada carga de sus hombros. Romperás la vara del opresor, tal como lo hiciste cuando destruiste al ejército de Madián.”
Este pasaje nos recuerda que nosotros somos seres limitados y débiles. Podemos tener mucho dinero, pero este no nos va a resolver la soledad, tristezas ni problemas.
Tengo una amistad que tuvo en algún momento tres negocios; sin embargo, durante la pandemia del Covid-19 dos de sus emprendimientos tuvieron que ser cerrados. Él me comentaba que el año 2021 fue el difícil financieramente para él, pues estaba bastante limitado respecto a etapas anteriores de su vida, pero que él seguía confiando en el Señor.
Este amigo me compartía sobre un día en particular en el que llegaron sus padres a su casa; prepararon café y se disponían a comer cuando en determinado momento la hija de este hombre quien tenía en ese entonces 10 años detuvo la reunión y les dijo: “Quiero que le demos gracias a Dios porque lo que yo más disfruto son estos tiempos en familia”.
Esto impactó a mi amigo pues me comentaba que nunca antes, aún en medio la abundancia que tuvo y los viajes que hicieron; su hija se había expresado de esa manera. Pero esta niña había logrado identificar que lo valioso residía en agradecer y glorificar a Dios en todo tiempo – independientemente de las circunstancias -.
Los problemas, enfermedades, luchas, circunstancias no las podemos solucionar. Quien puede dar la respuesta es el Dios Fuerte que está con nosotros. Solo el Señor tiene todo el poder para hacerlo. Muchas veces tenemos batallas que no logramos superar pues hemos peleado en nuestras propias fuerzas en vez de tener nuestra fe y esperanza puesta en el Señor. Esto es rendirnos a Él y confiar en Poder y soberanía.
Cuando Isaías hablaba de un Dios Fuerte, no se refería a un super héroe. Estos como tales tienen poderes limitados, mientras nuestro Señor es Todopoderoso, es decir para Él nada es imposible; Él tiene el Poder y la Autoridad para sanar, transformar y dar vida. Él no tiene ninguna debilidad y nada lo puede detener de lo que Él quiere hacer en nuestras vidas.
¿En quién confiemos o ponemos nuestra esperanza?
Jesús dijo en Lucas 4-18-19: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar la Buena Noticia a los pobres. Me ha enviado a proclamar que los cautivos serán liberados, que los ciegos verán, que los oprimidos serán puestos en libertad, y que ha llegado el tiempo del favor del Señor».
Esta porción de la Palabra debería traer gozo nuestro corazón. Jesús vino a sanarnos cuando estábamos quebrantados, a traernos libertad cuando estábamos oprimidos, a darnos esperanza y vida.
Dejemos de luchar en nuestras propias fuerzas, en nuestro propio conocimiento o en lo que sentimos y busquemos la fortaleza y la respuesta en la Palabra de Dios, quien nunca falla y sabe lo que es mejor para nosotros.
Jesús vino a hacer lo que nadie más hacía: sanó a leprosos, abrió los ojos de los ciegos, hizo que los paralíticos caminaran, que los mudos pudiesen hablar, pero vino a hacer algo aún más importante: a dar su vida por nosotros, perdonarnos y reconciliarnos con el Padre, aún sin que lo mereciéramos.
Cuando somos débiles el Señor se hace fuerte, cuando no tenemos fuerza Él nos fortalece, hace camino donde no lo hay, camina delante de nosotros como Poderoso gigante. ¿Vivimos con base a estas verdades o seguimos viviendo sin esperanza como quien no conoce a Cristo?
Nuestra intención nunca será compartir charlas motivacionales, sino instarle a que conozca, se acerque y confíe en este Dios Fuerte y Todopoderoso, sabiendo que para Él nada es imposible. Y aunque no veamos una petición cumplida, sabemos que el Señor sigue siendo Bueno, pues Él sabe y conoce que es lo mejor para sus hijos y sus planes siempre son mejores que los nuestros.
Éxodo 14:5-14 habla del pueblo de Israel siendo perseguido por el faraón y sus ejércitos. Este pueblo había visto a Dios en medio las plagas, como los liberó de la muerte y el cautiverio, y aun habiéndole visto de esa manera dudaron, y dijeron que mejor hubiesen muerto. Pero el Dios Todopoderoso abrió el mar y los israelitas murieron.
Dice Éxodo 14: 13-14 “Pero Moisés les dijo: —No tengan miedo. Solo quédense quietos y observen cómo el Señor los rescatará hoy. Esos egipcios que ahora ven, jamás volverán a verlos. El Señor mismo peleará por ustedes. Solo quédense tranquilos.”
Quizás llevamos peleando batallas por años, de las cuales nuestro Dios nos puede librar en un instante.
Nuestros principales enemigos son del alma, son internos, las situaciones con las que luchamos y no logramos liberarnos de ellas; ¿será nuestro temperamento, un pecado oculto, la depresión, una enfermedad? Cuando nos sentemos frente a ese mar gigante e imposible para nosotros de cruzar y nos sintamos atrapados con nuestro enemigo atrás, recordemos a ese Dios Todopoderoso que puede abrir el camino de par en par para que lo crucemos y ahogar y derribar todo aquello que nos limita a disfrutar de la libertad que Cristo compró en la cruz del calvario.
Hace varios años, aun siendo yo cristiano empecé a padecer ataques de ansiedad y pánico. Para quienes lo han experimentado, entenderán que es una situación muy difícil de controlar. Pero un día en oración, el Señor me confrontó para que le entregara esa batalla, y empecé a creerle en fe. Así que cada vez que estaba a punto de entrar en crisis comenzaba a enfrentar el problema con la Palabra de Dios. Así empecé a decirle a la situación, que yo tengo un Dios Fuerte que es más poderoso que cualquier depresión, ansiedad o dolor.
Nuestro Dios es Fuerte en cada área de nuestra vida, confiemos hoy en su poder y entreguémosle esas circunstancias de las cuales no tenemos absolutamente ningún control, pero Él sí.
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