El Mesías Esperado: Padre Eterno
Isaías 9:6 habla de Aquel qué en autoridad iba a venir para establecer su reino eterno: un Mesías que establecería un gobierno que no tendría fin. Este reino ya empezó pero se terminará de gestar en la segunda venida de Cristo donde Él reinará en poder y autoridad. Quienes le hemos entregado la vida a Jesús ya somos parte de ese reino.
Isaías hablaba de lo anterior quinientos cincuenta años antes. Él se refería a la profecía de un rey que vendría a gobernar sobre el pecado. Este profeta relata también acerca de la identidad de Cristo, a través de su nombre, el cual se compone de ocho palabras hebreas sin separación, ocho cualidades y adjetivos.
Dicho texto hace referencia a la humanidad de Dios, “un niño nos es nacido”, y de su divinidad, “hijo nos es dado”.
Habla de ese hijo, Cristo, quien estaría en la cruz llevando nuestro pecado sobre sus hombros. Cuando llegamos al Señor, Él quita lo que fue diseñado para muerte y lo transforma para su gloria, dándonos identidad y un nuevo nombre.
Cuatro atributos y cuatro adjetivos, pero la manera correcta es un todo, cada una de estas palabras hablan de Dios, sin separación. Si bien los atributos de Dios son los mismos en las tres personas de la trinidad, este texto se refiere a la persona del Hijo, la segunda persona de la Trinidad.
Cuando se habla de Padre Eterno, se hace referencia a las cualidades del Hijo siendo un Padre Eterno. Jesús cuando caminó en la tierra como nosotros, Él fue un padre para sus discípulos y para las personas que estuvieron a su alrededor. Muchas veces queremos ponerle las cualidades humanas de nuestros padres terrenales a Dios, sin embargo, Dios anhela revelarnos qué tipo de Padre es Él a través de sus escrituras:
Primero: Jesús es autoridad.
Los padres son diseñados para ser autoridad, por eso como hijos debemos sujetarnos a nuestros padres terrenales, si queremos sujetarnos a Dios. Jesús es nuestro Rey también, y debemos de reconocerlo así para darnos cuenta de que estamos viviendo verdaderamente en la salvación, en la gracia.
No es solo aceptar a Jesús como Salvador, es necesario aceptarlo como Rey y Señor en nuestras vidas. La identidad de salvador nos es muy fácil, se nos facilita aceptar que Él ya nos salvó y rescató de lo que nos llevaba a destrucción, que sencillo abrazar la parte donde Él lo hace todo por nosotros.
Decirle a Jesús que Él es el Rey de nuestras vidas, es entregarle el control de todas las áreas de nuestras vidas, quitando todo aquello que esté en el trono para que Él tome su lugar, sin embargo, muchas veces eso significa quitarnos a nosotros mismos, nuestra pereza, nuestra vagancia, nuestros placeres.
No debemos actuar con base a como nos sentimos, si no que debemos actuar conforme a lo que le agrada a Él y no a nuestra carne. Jesús no se sintió bien cuando iba camino a la cruz, Él sudó sangre y oró al Padre para que pasara de él esa copa, sin embargo, Él se sujetó y alineó sus emociones a las del Padre para que aconteciera lo que debía suceder.
Como cristianos debemos elegir a Cristo y lo que Él quiere, aunque nuestras emociones no estén de acuerdo. Jesús habla de cómo vino a representar al Padre en la tierra en Juan 14:8, diciéndonos como Él hablaba y actuaba como el Padre lo hacía, así como en Juan 21:17 donde hace referencia a que Él y el Padre son uno. El Padre es el Hijo actuando en su naturaleza divina, modelando lo que el Padre le enseñó a hacer.
La historia del hijo pródigo en Lucas 15:11-32 nos enseña cómo el hijo menor se le revela a su padre, y le pide la parte de su herencia. Esta solo se repartía con la muerte del padre; es decir, el hijo le estaba diciendo en otras palabras: “Para mi tú estás muerto, dame lo que me toca para irme”.
En esta historia nos enfocaremos en la perspectiva del padre, el cual se vio en la responsabilidad de darle una respuesta.
A Jesús lo seguían dos tipos de personas, por un lado los quebrantados, pecadores y necesitados de Él, y por el otro lado los orgullosos, quiénes por más palabra que escucharon nunca le dieron la oportunidad al Señor de que transformara sus vidas.
En la historia vemos como su hijo menor le pide la herencia para hacer lo que él quería, y así su padre tuvo que vender una parte de sus bienes para poder brindársela .
Segundo: Él un Padre con hijos rebeldes.
El padre de la historia perdió el amor y la honra de su hijo menor. Cuando nosotros pecamos le estamos diciendo Señor estás muerto para mí, no quiero nada que tenga que ver contigo, déjame controlar mi vida. El Señor conoce el dolor de ese padre, pero así como en la historia, Dios a veces decide darnos lo que en capricho pedimos, porque Él sabe que muchas veces necesitamos tocar fondo para entrar en razón.
Y aunque el hijo pródigo consiguió sus deleites y placeres, al final el pecado tarde o temprano siempre lleva a muerte y perdición. Cuando estaba comiendo con los cerdos el hijo pródigo entra en razón, y se da cuenta que su padre siempre fue bueno, misericordioso y amoroso, supo que en la casa del padre Él iba a estar mejor.
Aunque hoy estemos comiendo con los cerdos, el Padre tiene sus puertas y brazos abiertos esperando a que nosotros volvamos a casa. Dios es un Padre de oportunidades y propósitos, y aunque hoy no estemos viviendo la palabra o promesas del Señor, Él está a la espera con brazos abiertos para que suceda.
Tercero: Es un Padre de misericordia.
En el versículo 20 de dicha parábola se indica lo siguiente “levantándose vino a su padre y cuando aún estaba lejos entró en razón, y su padre salió a su encuentro”. Nuestro Padre se vuelve a nosotros con nuestro primer paso de regreso a casa, y nos muestra que Él siempre nos está esperando. El Padre Eterno es un Padre de perdón.
Romanos 5:8 nos dice “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” Habla del amor de Dios por nosotros al enviar a Cristo a morir por nuestros pecados; aún antes de volvernos a Él, Él ya se había entregado por nosotros.
Él nos ama a pesar de que somos infieles, de nuestras faltas, Él sigue siendo fiel. Él nos demuestra su amor al abrirnos camino a través de la cruz. Hoy podemos descansar en aquel que seca nuestras lágrimas y nos ama con todo su corazón
Dios no nos ama porque seamos perfectos, Dios nos ama porque Él ama a sus hijos, porque su gracia llena y cubre multitud de errores.
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