El precio de ser discípulo
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1894

El precio de ser discípulo

Juntándose una gran multitud, y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábola: El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron. Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron. Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga.” Lucas 8:4-8

La gente se acercaba de lugares remotos para ver quien era Jesús, quien era ese hombre que predicaba.

Muchos hemos escuchado esta parábola en algún momento, sin embargo; en el contexto histórico del tiempo en el que Jesús la dijo, quienes la escucharon no entendían que quería el Señor decirles. Ellos eran grupos de personas que se acercaban de lugares remotos para ver quién era ese hombre del que todos habían empezado a hablar, quien era ese hombre que predicaba.

Ese era un momento ideal para predicarle a una gran multitud, y lo que sucedió fue que Jesús al ver a toda esa gente y después de haber caminado horas, se detuvo, y les habló mediante dicha enseñanza. Sin embargo; la gran mayoría se quedó tratando de comprender lo que el Señor había querido quiso decir.

Más adelante dice en el versículo 9: Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué significa esta parábola?”. Es decir, incluso ellos quienes eran lo más cercanos a Jesús no entendieron esa palabra.

Jesús hablaba por parábolas para que el mensaje fuese entendible, que fuese algo que la gente pudiese poner en práctica.

Luego el versículo 10 nos dice: “Y él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.”

Jesús hizo referencia a los otros, y aunque sea algo que nos sea complejo de comprender; el peso es claro: a ellos les hablaba por parábolas sabiendo que aún así no iban a entender lo que Él les había dicho. El mensaje les trajo confusión.

Luego más adelante en los versículos 11 al 15 dice lo siguiente: Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios. Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven. Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan. La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto. Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.”

El Señor explicaba a sus discípulos (y a quienes en un futuro seríamos también sus seguidores) que ellos eran la buena tierra, aquellos que donde Él lanzaba la semilla e iban a crecer y dar fruto. Y ese fruto es tan actual en aquel tiempo como este, y significa: cambio de carácter, obediencia, sujeción a Su palabra y a Sus mandamientos.

Sin embargo; tal como en aquella época existen hoy en día personas que escuchan la palabra y que simplemente en su afán, su enfoque y desprecio a lo que Jesús dice, aunque se los explique no van a entender ni recibir Su palabra. Puede ser que al principio se emocionen y les parezca atractivo el mensaje, pero cuando se dan cuenta lo que se requiere para ser un discípulo de Jesús lo van a desechar. Y plantar y regar sobre semilla que no cayó en tierra fértil nunca va a dar el fruto que el Señor espera.

No es que Jesús despreciara a la multitud. Él cubrió la necesidad de estas personas, pero sabía que muchos no le iban a seguir, que les iba a parecer atractivas ciertas cosas del mensaje que Él predicaba pero no estaban dispuestos a hacer lo que se requería para ser discípulo. Esto es lo mismo hoy en día.

Algunos dirán que el contexto de esta palabra es solamente un ejemplo de como Jesús trataba a la multitud. Sin embargo, Lucas 14:25-27 nos habla de lo radical que debe hacer cualquier persona que se haga llamar un discípulo de Cristo: “Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.”

Lo que Jesús quiso decir, es que quién quería ser su discípulo debía darle a Él la prioridad por sobre cualquier cosa. El mensaje de Jesús era y es radical, esa era la introducción que Él tuvo para predicar a la multitud. El marcó una línea donde claramente decía habían algunos que lo iban a seguir y otros a aborrecer. Él estaba diciendo que no había venido a entretener al que medio quería seguirle, al que dudaba entre dejar cosas del mundo como placeres de relaciones que no convienen, trabajos deshonestos o cualquier otra cosa donde no se le diere el lugar que a Él le corresponde. Jesús vino al que realmente le iba conocer y ponerlo en la prioridad de su vida, quien no se afanaría por las cosas del mundo. A esos fue a quienes Jesús dijo que les iba a hablar.

Muchas veces queremos tener iglesias llenas, pero de que nos sirve llenar una iglesia, grupos de discipulados o reuniones si no estamos dando el mensaje radical que Jesús nos enseñó. De nada nos sirve. Debemos predicar Su mensaje de vida eterna en Cristo para que todo aquel que en Él crea no se pierda, y eso implica una separación del mundo; poner a Jesús en prioridad sobre todo, sobre nuestro dinero, familia, trabajo. Así de radical es el Evangelio

Debemos por nuestro propio bien y el de otros, cuestionarnos y examinarnos sinceramente para asegurarnos si realmente conocemos a Jesús y meditar si estaremos predicando para llenar edificios y no el cielo.

Lucas 14:28 nos dice: “Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?”

El Señor nos enseña en este pasaje, que todos tendemos a hacer un cálculo antes de tomar una decisión. Así de la misma manera para que cualquier persona que entregue su vida a Jesús comprenda que está dejando todo para seguirlo a Él. La iglesia de Hechos de los apóstoles vivía experimentado el poder de Dios, ellos se unían para dar todo lo que tenían para que el Evangelio se extendiera porque entendían que su realidad era más allá de una vida temporal.

Debemos tener claro que si vamos a seguir a Cristo hay condiciones, y debemos estar dispuestos y saber que tendremos que dejarlo todo. Y todo se refiere a darle la prioridad a Jesús;  deshacernos de toda excusa que pongamos para no seguirle, quitar todo enfoque diferente en los cuales podamos dedicar nuestro tiempo que no sean para Él, donde ya no hay más dudas de lo que Jesús nos dice y lo hacemos.

El Señor enfatiza en el versículo 31 y dice: “¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?  Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz.  Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.”

En este texto, ya ni siquiera habla de lo radical que debemos ser con nuestros recursos, el ejemplo es de guerra y en la guerra las vidas son entregadas y se pierden. Piensa, medita y analiza que la decisión de seguir a Jesús impacta el resto de tu vida y va a definir lo que sucede.

No podemos decir por ejemplo que no sabíamos que tenía que dejar relaciones ilícitas que no van conforme a lo que dice Dios, dejar de invertir el dinero como lo hemos venido haciendo, dejar de hablar a mi familia de una forma diferente a como lo hacemos detrás de las cuatro paredes de la iglesia. Jesús ya nos dijo que seguirle es entregarle nuestra vida e implica que hay un precio que pagar.

Este es un tiempo para establecer relaciones, debemos consiente, activa e intencionalmente tener una vida relacional continua con Jesús, donde vamos a buscarle a Él porque Él nos buscó primero. Vamos a escuchar su voz porque comprendemos que no podemos vivir sin su voz. Si Jesús no había sido nuestra prioridad, vamos a dedicarle ahora un sitio donde nuestro tiempo y esfuerzo sea para Él.

Mucha gente pregunta como hace para escuchar la voz de Dios. Esto no es exclusivo para unos pocos elegidos. Desde el principio Dios ha querido comunicarse con nosotros y lo ha hecho de múltiples maneras, pero no todos queremos escucharlo y no todos estamos dispuestos, ni  sacamos el tiempo de lo que implica crecer en una forma relacional con el Señor.

Juan nos habla de esto, Juan 10:14: “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen”

¿Le conoces? ¿O sabes quién es Jesús porque otra persona te lo cuenta? Una relación con Jesús implica que le hablamos y Él habla con nosotros. Y esto se manifiesta a través de Su palabra y cuando oramos Él nos responde nuestra oración.

Luego Juan 10:27 nos dice: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen”

Jesús dice que Sus ovejas conocen Su voz porque han sacado el tiempo que el mismo les regaló para estar con Él, y han sido buenos mayordomos de lo que Él les ha dado. Y ser buen mayordomo es reconocer que nuestro tiempo, familia, ministerio, lo poseemos porque Él nos lo permite para que lo administremos conforme a Su palabra. Y como le conocemos, administramos nuestro tiempo para poder invertirlo en escuchar su voz, porque si no lo hacemos, nos perdemos.

Dice el mismo versículo anterior: “…y yo las conozco, y me siguen”

Porque como le conocemos lo escuchamos, y porque lo escuchamos le seguimos y le obedecemos.

Seguir a Jesús no es afiliarnos a una organización, no es tener una biblia llevando polvo en la sala, no es colocarnos un título. Seguirlo es comprender que hay una relación mas allá de simplemente hacerme llamar cristiano.

Cuando Jesús les enseña a sus discípulos a orar les dice “Padre danos el pan de cada día” y no es una frase sólo para que Él nos de provisión – lo cual hace porque Él es fiel – , sino que Jesús les recordaba que Él es el pan de vida”. Y entendemos que nuestra vida depende estar teniendo una relación continua con Él.

Cuando permanecemos mucho tiempo en cierta realidad nuestra percepción de esa realidad se pierde. Nos sentimos confundidos porque pensamos que nuestra vida está enfocada en el hoy, en la crisis sin entender que el día que recibimos a Cristo nuestro lugar ahora está con Él y no en las cosas terrenales las cuales van a perder valor.

Debemos sembrar en las cosas reales que son las eternas, las que no se pierden, debemos invertir en lo espiritual, en lo que vamos a vivir más adelante, en esa eternidad en el Señor y entender que estamos en la tierra con un solo propósito y es llevar el evangelio a quien no le conoce.

Pero hay precio que pagar. Es importante entender, que hay procesos en los que el Señor nos va a meter para irnos perfeccionando, pero hay una obra inmediata que sucede cuando genuinamente entregamos nuestra vida a Jesús, cuando entramos a un amor que no se apaga, a un deseo de estar con Él que no se apaga por las circunstancias. Y cuando queremos cultivar esa relación es evidencia de que realmente somos semilla que caímos en tierra fértil.

El Señor nos confronta hoy para saber que tipo de vida estamos viviendo. Si realmente hay cosas que nos distraen, los afanes de hoy, estamos más apurados en lo que vamos a hacer en una tarde que en entrar en su presencia. Hay un tiempo para todo.

Hemos ido aplazando el estar cerca del Señor. Y ahora, donde quizás perdimos cosas que realmente nos distraían de nuestro propósito y hemos sido confisgados en casa, es un tiempo para que no pongamos más excusas del cómo hemos ido aplazando esa relación con Dios.

Tan importante es escuchar su voz como comer. Si no leemos la palabra, nos morimos. Sino entramos en nuestro cuarto y nos encerramos a orar, a darle gracias a Dios por nuestra familia, esposo, esposa, hijos, y reconocemos que Dios ha sido Bueno aún en medio de la situación difícil, morimos. En este tiempo nos daremos cuenta qué tipo de cristianos somos.

Una situación y un gigante tan grande como este tiempo que estamos viviendo y tan fuera de lo común, nos va a mostrar si vamos a salir con una fe fortalecida, con una represión maximizada o con un carácter debilitado.

Es un tiempo de darnos cuenta de donde estamos si realmente somos quienes decimos que somos.

Santiago 4:8  dice “acercaos a Dios y Él se acercará a ustedes”. Debemos empezar a buscar al Señor , a afinar nuestros oídos y permitirnos escuchar su voz, y pedirle que nos de la fortaleza para ser consecuentes con lo que Él nos está hablando.

¿Escuchas la voz del Señor? Si lo haces, ¿al escucharle realmente le sigues?

Hoy estamos en una situación fuera de lo normal, que nos está pidiendo detenernos de lo que estemos  haciendo, correr a Jesús, encerrarnos en nuestro cuarto, cerrar la puerta, buscar Su rostro, estar con Él ahora, porque si no es hoy; ¿Cuándo?. ¿Vamos a dejar pasar de lejos esta oportunidad? Que el día de hoy todo lo que cautiva nuestra atención deje de ser excusa, y podamos dejar todo lo que estemos haciendo y buscar el rostro de Dios.

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