El Resumen - Amando con todo el corazón
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El Resumen – Amando con todo el corazón

Marcos 12:28-34 menciona lo siguiente:

“Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos.

Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él;  y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle.”

Para entrar en contexto, el escriba, quien conocía la Palabra, pregunta sobre el primer mandamiento, no según el orden sino por su nivel de importancia. Jesús le responde: Shema, Israel u Oye, Israel, así se le conoce a la oración posterior a esa frase. Él está en sus últimos días de ministerio, en la cúspide de su popularidad. La gente lo había escuchado, lo seguía, Él atraía multitudes y venía de haber sido debatido por fariseos y saduceos, y termina siendo cuestionado por el escriba. Aunque las prácticas de debatir teología eran comunes por los maestros de la época, el Señor más que cuestionado estaba siendo probado. Las preguntas iban con mala intención, ellos tiraban trampas para que Jesús resbalara. No queda claro si el escriba tenía mala intención según el versículo paralelo de Mateo 22. Pareciera ser enviado por los fariseos, quienes estaban en contra de Él, pero no se sabe si les dio tiempo de armar una estrategia para que el escriba preguntara y Jesús cayera. Lo que es claro es que el Señor estaba frente a una multitud y la mejor manera de traer abajo su popularidad era desprestigiando su forma de enseñar. Entonces, este hombre va y lanza una pregunta, la cual genera dudas porque Jesús le dice que el reino de Dios no está lejos, dando a entender que algo ha hecho para avanzar, no le dijo lo que les mencionó a los fariseos sobre ser sepulcros blanqueados (Mateo 23:27). Pareciera que el escriba es diferente, y al final responde: Maestro, verdad has dicho.

Seguidamente, la pregunta que este hombre hizo tenía un trasfondo que necesitamos estudiar bien para entender el peso de lo que decía. Jesús en ese momento estaba en una posición en la que había destrozado la teología de los religiosos de la época porque esos hombres empezaban a enseñar cosas mal interpretadas. Tener Biblia y saber concluir de la Palabra de Dios lo que esta enseña con una buena hermenéutica son dos cosas muy diferentes. Ellos tenían y conocían la Palabra, pero sus conclusiones, y principalmente las intenciones de su corazón, muchas veces eran erróneas. Por tanto:

  1. El Señor ya había destrozado su teología públicamente en varias ocasiones diciéndoles que lo que ellos enseñaban estaba mal. Sabemos que a nadie que esté en una posición alta le gusta que le digan que lo está haciendo mal porque el orgullo entra en juego. Si somos humildes, nosotros recibimos, pero ellos no lo eran y les empezó a chocar.
  2. Él había evidenciado las intenciones del corazón de ellos en generar finanzas. Recordemos que ellos venían de cuando Jesús se les plantó en el templo y les destruyó sus ventas, ellos como religiosos lucraban con eso. Les tocaron el bolsillo. Si queremos comprometer a alguien y ponerlo en una posición incómoda, toquémosle el bolsillo.
  3. Ya la popularidad de Jesús era tal que a ellos les daba miedo atacarlo porque sabían que Él tenía un respaldo de personas, venía de ser recibido con palmas cuando entró a Jerusalén en la entrada triunfal sobre un burro.

Considerando lo anterior, cuando el escriba plantea todo esto, generó un debate fuerte respecto a la situación y a las intenciones de su corazón cuando hace la pregunta, la cual tenía un contexto interesante. Para derribar el ministerio de Jesús ellos no lo podían hacer uno a uno, tuvieron que involucrar a la persona de Moisés. La pregunta que este hombre hace va directamente a la eminencia de la época de esos religiosos. Los fariseos, los saduceos y los herodianos tenían diferencias en sus perspectivas bíblicas o de la Torá, pero tenían algo en común, todos veneraban y respetaban el pentateuco (los primeros cinco libros de la Biblia), escrito por Moisés. Si vamos a Israel en algún momento nos daremos cuenta que Abraham, Moisés y David son el equivalente de figuras famosas o influenciadores para nosotros hoy en día. Entonces, cuando él plantea la pregunta, lo que está poniendo es a pelear pesos pesados, el testimonio de Jesús con el de Moisés.

Recordemos, Moisés era el ejemplo de la relación personal con el Padre, él hablaba con Jehová, el Señor se le reveló, pudo ver una parte de Dios y su rostro salió reluciente, recibió las tablas directas de Dios, entraba en la tienda y hablaba con el Señor. El ejemplo de ellos, era Moisés, a quien todos respetaban, con un testimonio impecable, no puede haber nadie que tenga una mejor relación con Dios que Moisés. Y por otro lado Jesús, a quien ellos no entendían, era el Dios que se relacionaba con Moisés. La pregunta era para ir en contra de todo lo que el Señor representaba, pero principalmente, la única forma que tenían ellos de quitar la autoridad y bajarlo de su estatus de popularidad era poniéndolo uno a uno con Moisés. La intención de ellos era ver si Jesús y sus enseñanzas eran consistentes con la ley que Moisés les había dado. Los religiosos cambiaron la ley por tradiciones en algún punto de su existencia y este fue el gran error de ellos.

Cambiaron la Palabra de Dios por tradiciones, eso es un problema delante del Señor. ¿Por qué ellos hicieron eso? Esa es la gran pregunta.

Si nos ha tocado debatir con un ateo o un agnóstico acerca de la existencia de Jesús, es bastante fácil concluir que hay una fuerza o un ser que produjo todo porque científicamente de la nada no puede venir todo eso es imposible, es anti-ciencia, del caos no puede venir orden y de lo inmoral no puede venir moralidad. Podemos debatir eso fácilmente, pero ellos nunca van a admitir que hay un Dios porque eso sería reconocer que la ley moral viene de Él y cuando aceptamos eso, quedamos expuestos a que si no lo seguimos, tenemos condenación eterna y eso es pesado. ¿Por qué? Porque nos expone. Ya no podemos hacer nada porque cuando llegamos a ese punto, o dejamos todo y seguimos al Señor o vivimos con la culpa de que vamos a ser condenados. Entonces, es más fácil hacernos a la idea de que Él no existe, así ya no tenemos que vivir condenados. Era lo mismo que hacían los de la época. Esto no es nuevo. Ellos agarran la ley de Dios y la desglosan. En la jerga cristiana, se dice que hay aproximadamente 613 mandamientos, muchos son de tradición judía, vienen del Antiguo Testamento. No tenemos claridad ni seguridad sobre esto porque no hemos hecho el recuento. Ellos los agarraban y debatían mucho sobre cuál era el más importante, la misma pregunta que se está haciendo en el versículo inicial, le ponían pesos a las cosas para sentirse bien, que cumplían con lo que decían que era lo más relevante.

Un ejemplo de lo anterior es cuando hablamos con alguien que no es cristiano y lo invitamos a la iglesia, la persona dice ¿para qué voy a ir si yo soy bueno?, argumentando que no mata, no roba, no hace nada malo. Es lo mismo que hacían ellos, reducen el concepto de bondad de Dios a lo máximo posible para decir ¨yo cumplo con lo poquito que puedo lograr¨, pero cuando vamos a evaluar nuestro corazón hay lascivia, orgullo, falta de perdón, hay tantas cosas que nos hacen darnos cuenta que no podemos cumplir la ley. Por eso la Biblia dice que no hay ninguno bueno, nadie, todos hemos pecado, por lo tanto, hemos sido destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Nadie aplica ni cumple. La única forma de sentirnos bien es reduciendo la Biblia para saber qué es lo que tenemos que cumplir y si lo cumplimos, somos buenos. Hay que tener mucho cuidado porque eso es lo que hacen los religiosos y los legalistas, auto justificarse, dejar de apelar a la gracia y pensar que por las buenas obras pueden comprar algo de Dios. Es más, ellos hacían lo contrario, rechazaron la ley y amaron sus propias tradiciones de hombres que ellos impusieron para quedar como los buenos.

En Marcos 7:5-8 se menciona lo siguiente:

“Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas? Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito:

Este pueblo de labios me honra,

Mas su corazón está lejos de mí.

Pues en vano me honran,

Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.

Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.”

En este caso, le están pidiendo al Señor que se apegue a la ley de Moisés cuando ellos no lo hacían y vivían en tradiciones. Le preguntan a Jesús cuál es el mandamiento más importante para ver si estaba alineado con Moisés cuando ellos mismos no lo estaban. Una hipocresía total y Dios quiebra el argumento de ellos con tres puntos sencillos.

La primera cita que menciona es el conocidísimo Escucha, Israel. Todos ellos se lo sabían de memoria, lo recitaban todos los días, un par de veces al día. Ellos entendían lo que estaban hablando de que solo hay un Dios. Es más, Todo el concepto religioso monoteísta de los judíos está basado sobre esa estructura, solo hay un Dios, uno. Todas las naciones tienen cosas diferentes, para ellos solo hay un Dios y es su orgullo. El Señor cita ese texto y continúa diciendo, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas. Basado en eso, Jesús no solo les responde, Él que lo conoce todo les da la respuesta citando a Moisés. Eso derribó el argumento de lo que le vinieron a plantear, Jesús y Moisés, para ver cómo los ponían a chocar. Lo que el Padre les dice es básicamente esto, yo conozco a mi hijo, le hablé y respaldo lo que escribió porque esa es mi Palabra. Jehová rompe el primer argumento.

Después, cuando le dice, amarás a tu prójimo como a ti mismo, lo que hace es una referencia a Levítico, libro escrito por Moisés. Dios no necesita defenderse, su propia Palabra es la que nunca queda en el aire y siempre vuelve llena. Vivamos, comamos, respiremos y busquemos leer la Biblia porque siempre volverá cargada. Podrán pasar los años, las circunstancias, mas sus palabras no pasarán (Mateo 24:35). Cabe mencionar que, si hay un solo Dios, quiere decir que la plenitud, lo entero de nuestro corazón, puede ser dirigido a un solo Dios. Nuestro corazón no tiene que estar dividido entre dioses ni personas. El Señor lo pide por completo porque Él es uno. Por esto es que nos pide amarlo con todo nuestro corazón, siendo este el mandamiento más importante.

Por otra parte, Éxodo 20 habla de los 10 mandamientos, la ley de Moisés. La base de todo el resto de los mandamientos se deriva o son la ampliación de alguno de estos. Los 10 mandamientos son:

  1. No tener otros dioses.
  2. No hacer imágenes ni inclinarse ni honrar imágenes.
  3. No tomar el nombre de Dios en vano.
  4. Acordarse del día de reposo y santificarlo, entregárselo al Señor.
  5. Honrar a padre y madre.
  6. No matar.
  7. No adulterar.
  8. No robar.
  9. No mentir.
  10. No codiciar.

Esa es la base de todos los mandamientos que conocemos. Dios viene y le dice, primero amarás al Señor con todo tu corazón y eso quiere decir que el resumen de los mandamientos del uno al cuatro es esa frase. Como amamos a Dios no hacemos ídolos, Él es único, todo lo que hacemos lo hacemos en honor a Él y conocemos su nombre. Los cuatro mandamientos tratan de cómo debería de ser nuestra relación con Dios. La relación se basa en amor, amemos a Dios de corazón y cumpliremos con esto.

Muchas veces, el problema nuestro como iglesia y como evangelistas es que le predicamos a la gente que tiene que dejar cosas para poder acercarse al Padre. Les decimos, ̈si no dejas esta condición nunca vas a poder acercarte a Dios¨. Si bien Jehová es justo, esa es una mala política porque solo podemos amarlo a través del Espíritu Santo, en nuestra carne no podemos amarlo. Es imposible que tratemos agradarle porque nuestro pecado siempre nos va a alejar de Él, pero cuando somos regenerados, hechos y nacidos de nuevo, éramos una persona y terminamos siendo otra, vamos a poder amarlo con todo nuestro corazón. Por esto, nuestro consejo debería ser, ¨no te preocupes hoy por tu pecado¨. Esto no quiere decir que no busquemos santidad porque sin santidad nadie verá al Señor (Hebreos 12:14), pero cuando amamos a Dios vamos a empezar a ver nuestro pecado como un estorbo para nuestra relación con Él. Vamos a querer dejar eso porque nos impide abrazar al Amado. Deseosa y sacrificialmente lo entregamos porque si interrumpe nuestra relación con Dios, no lo queremos en nuestra vida.

La mejor forma de dejar cualquier práctica pecaminosa es amar a Dios, buscarlo, encontrarnos con Él, que el Señor en su gracia nos revele su santidad, nuestro pecado y lo que este produce en nosotros. Así, vamos a empezar a ver el pecado diferente. Quien verdaderamente lo ama deja su pecado atrás, lucha con él hasta que este ya no sea parte de su vida porque la victoria en la cruz fue que el pecado no se enseñoreará más de nosotros. Si hoy estamos en pecado, este perdió el poder en la cruz del calvario, ahora nos corresponde luchar, amar a Jehová, buscarlo con todo nuestro corazón, hasta que nuestro pecado empiece a darnos asco. Cuando lo buscamos, nuestro pecado nos empieza a dar repulsión y procuramos a Dios con todo.

Seguidamente, los mandamientos del cinco al seis tratan sobre la relación entre los hombres, por lo tanto el Señor dice, ama a tu prójimo como a ti mismo y eso no tiene nada que ver con el tema de autoestima. No se refiere a que busquemos amarnos nosotros para que podamos amar al prójimo. Ya nos amamos demasiado. Es más, si hoy comimos, ¿a quién amamos? A nosotros mismos al alimentarnos. Lo mismo pasa cuando nos vestimos o respiramos, lo hacemos para nosotros mismos. Igual si salimos de la casa y hablamos porque expresamos lo que pensamos. En los últimos tiempos habrá personas demasiado amadoras de sí mismas (Timoteo 3:2). Si decimos que estamos con depresión por diversas razones, probablemente estamos así porque estamos demasiado enfocados en nosotros mismos, nos estamos viendo mucho, vemos nuestros defectos y cuando nos vemos en exceso, nos incomodamos. Decimos, ¨cómo estoy, no soy lo que me gustaría ser¨. Lo que Dios nos está diciendo es enfoquémonos en el prójimo y no en nosotros. Él botó cualquier argumento al punto en el que el escriba le tuvo que decir, ¨no tengo nada que decir, tienes razón porque si digo algo más voy a quedar como el tonto de la conversación. Sí Señor, ¡qué buena respuesta! No hay nada más que agregar. ¨

Ahora, ¿qué es amar a Dios con todo el corazón? Hay cuatro palabras en griego para referirse a la palabra amor: eros, storge, phileo y ágape. Ágape es el verbo, aunque todos se traducen como amor en la Biblia, este es el que Jesús utilizó, el agapao, un sustantivo hecho verbo. El Señor les dice, ámense con amor ágape. Esto quiere decir con un amor inteligente, de voluntad, propósito, decisión, sacrificial y obediente. La segunda palabra que aparece es corazón, la cual viene del griego kardia. Lo que pensaban era que el corazón era el centro de la vida, de donde emana y brota todo, la identidad y la esencia más profunda de la persona era el corazón. Por esto, Proverbios 4:23 menciona:Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida, porque el centro de nuestra vida, corazón y ser es de donde la vida brota en sí misma”. Jehová nos está diciendo, con amor inteligente, sacrificial, obediente, de propósito, engloba las emociones y todo.

Los que amamos a Dios, sabemos que hay días donde llegamos encendidos a la iglesia, a hacer el devocional, a hablar con alguien y es un poco más fácil expresar nuestro amor cuando estamos en esa condición, todo fluye, sale y brota, pero lo que el Padre nos dice no es que amemos de donde brota sino que Él menciona que el mandamiento es que tenemos que amar, es un imperativo, algo obligatorio para nosotros donde estamos obligados a amar cuando hay emociones y cuando no. Por eso el amor de todo corazón es un amor inteligente, que lucha con la carne porque no hemos dejado de ser seres que vivimos en un cuerpo de carne que tiene luchas y que va a chocar con el amar a Dios de todo corazón con nuestra carne, porque el espíritu siempre nos va a decir: ¨amemoslo, hagamos, obedezcamos, sigamos adelante, yo te amo, quiero más para ti, tengo un propósito para tu vida, te voy a sacar adelante, yo tengo control y te estoy sosteniendo, te cuido, te guardo, siempre¨. Pero, la carne nos juega pasadas, choca y las mentiras están ahí. Por consiguiente, esto no se limita a algo que simplemente nos nazca o sea emocional sino que Dios nos dice, ¨háganlo en todo tiempo¨.

El fin de esta prédica es poner en tela de duda nuestro amor por Dios, pero no para desconfiar de nuestra salvación o coherencia. Aquel que hoy que cree ser cristiano, que tal vez no lo es porque no ama a Dios con todo su corazón, tiene que cuestionarse para ponerse en orden con Dios. De la misma forma, todos podemos amar a Dios mejor, esto aplica para todos. Estos son un par de ejemplos con los que nos podemos identificar:

  • Llegamos al culto y empiezan a tocar la canción de alabanza que no nos gusta. Quizá venimos encendidos y nuestro Espíritu nos va a decir: ¨¡Adora a tu Dios!, ¡adora a Jehová!, ¡adora a Cristo!, Él es digno de adoración¨, pero nuestro cuerpo nos va a decir: ¨No me gusta la canción, ¡qué pereza y qué vergüenza!, ¿qué dirán?, ¿y si brinco?, ¡qué pena!, ¡qué incómodo!, y es que tengo alguien al lado, no puedo salirme y la fila es muy larga¨, y vienen las excusas. El Espíritu quiere que adoremos y transformarnos, y el cuerpo quiere que nos quedemos quietos y dejarnos en la misma condición.
  • Vamos a predicarle a alguien en nuestro trabajo o en cualquier lugar, vemos a la persona y el Espíritu nos dice: ¨¡Ve!, ¡háblale de mí! Y decimos: ¨¡Qué bien!, voy a ir a hablarle¨. Cuando nos estamos acercando pensamos: ¨¡Uy!, y si no me recibe, si me rechaza, si no sé qué decir, si me humilla, si me deja mal, y si tal vez me dice que no quiere nada¨. Y empiezan las dudas.

Pero, la vida de quien ama a Dios es dirigida por el Espíritu, no por la carne, porque entiende que la carne hay que sacrificarla. Nuestro amor sacrificial es dirigido hacia hacer la perfecta voluntad del Señor porque aquí hay una relación íntima. Amor es obediencia y odio es desobediencia. Lo más lindo del Padre, para los que le conocemos y somos íntimos, es que entre más lo conocemos más llegamos a amarlo. Para los que son nuevos en la fe, a veces nosotros venimos a la iglesia y tenemos experiencias con Dios impresionantes como cuando no paramos de llorar o reír, en las que cerramos nuestros ojos, nos postramos delante de Él y hasta nos da miedo abrir los ojos porque sentimos que vamos a verlo, donde Su presencia es tan palpable en nuestra vida que casi podemos sentir las manos de Cristo, tocando nuestro cuerpo y vida. Casi que podemos sentir Su manto pasando alrededor de nosotros. A veces nos quedamos con esa experiencia como la cima de nuestra vida cristiana. El amor de Dios es eterno, quiere decir que esa cima para nosotros es una cosa minúscula comparada con lo que Él quiere revelarnos y lo que nos quiere mostrar. Él nos quiere llevar a tener experiencias que no podemos ni siquiera imaginar que podríamos tener.

Si hoy estamos enamorados del Señor, nuestro amor por Él va a ir incrementando conforme le conozcamos. Entre más le conocemos, más examina nuestra vida, entre más examina nuestra vida, más nos damos cuenta de lo contaminados y sucios que estamos, pero, entre más sucios estamos, más Jehová se nos acerca, nos abraza y nos recibe así, sucios. Él nos muestra Su amor y nos damos cuenta que lo que hacemos o dejemos de hacer tiene cero importancia porque Papá nos sigue amando y recibiendo. Podríamos, como el hijo pródigo, ir a comer con los cerdos, estar ahí y en nuestro corazón dolernos, querer regresar, y en lo que vamos regresando, el Padre corre, nos abraza, nos sostiene y nos dice: ¨Todo va a estar bien¨. Aunque nos hemos equivocado una y diez mil veces, todo va a estar bien. Él nos sigue amando, nos quiere abrazar, recibir, tener cerca y no lejos, nos perdona, sana, cubre, nos reviste, nos pone anillo nuevo, nos cambia las sandalias, nos celebra y nos dice: ¨Vuelve a intentarlo hijo, te sigo amando, te sigo queriendo igual¨. Es el amor perfecto de Dios.

Así que, ¿qué es ser cristiano?, ¿qué es la fe cristiana? Podríamos empezar a debatir y decir que es aquel que lee la Biblia, por decir algo. A modo de resumen, ser cristiano es amar a Dios. Todo el que no ama a Dios, lo aborrece. Un 99% no es suficiente, o amamos a Dios con todo nuestro corazón o estamos en contra de Él. Volviendo al versículo inicial, termina el escriba de hacer la pregunta y el Señor le dice, el reino de Dios está cerca de ti. Interpretemos esto, estar cerca no es suficiente. Estamos dentro o estamos fuera. No importa qué tan cerca estemos, o somos parte de o no somos nada. En Éxodo 20:5-6, vimos el tema de los mandamientos. “No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.”

Solo hay dos categorías. Por una parte, está la categoría uno de los que aborrecen a Jehová, los que no están en el reino, no le aman, se aman más a sí mismos de lo que lo aman a Él, atesoran más sus propios intereses, emociones y circunstancias de lo que lo aman.  Por otra parte, está la segunda categoría, los que aman a Dios, a los cuales el Señor Él promete bendecir, amar, cuidar, sostener, limpiar, restaurar, acompañar, secar nuestras lágrimas, reír con nosotros. Los que aborrecen a Jehová se creen buenos, creen que pueden cumplir, los que tendrán algunas cosas de piedad pero, si no le conocen y no están en el reino, no le aman. No podemos amarle si no tenemos el Espíritu de Dios. Vivimos en el legalismo tratando de reducir y de cumplir para comprar el afecto de Papá y la única forma en que lo podemos amar es a través de lo que el Señor mismo dijo: Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero (1 Juan 4:19). Solo le podemos amar a Él porque Él nos amó, nos escogió, buscó, limpió. Porque desde antes de que fuéramos, Él ya nos había escogido entre multitudes y entre millares, había puesto su mirada en nosotros, nos había llamado por nombre. El Padre puso sus ojos en nosotros y nos amó con amor eterno (Jeremías 31:3) y perfecto.

Con lo anterior, no estamos diciendo que lo amemos perfecto porque nadie puede amarlo perfecto. Vamos a seguir en una lucha con nuestro amor imperfecto para tratar de amar al Señor con todo, pero llegará un día cuando estemos en su presencia, donde nuestro amor crecerá a ser el amor perfecto y la relación entre Papá y nosotros va a ser tan hermosa. Va a ser el amor perfecto, un amor que no se puede experimentar en esta Tierra, pero lo llegaremos a experimentar en la presencia de Dios.

Para reflexionar

¿Amamos a Dios con todo nuestro corazón?, ¿lo amamos con nuestras entrañas, con nuestra esencia, de manera tal que nuestra identidad está definida, marcada y arraigada en Jehová? ¿Lo amamos con todo nuestro corazón y nos apasionamos por Él? ¿Lo amamos con todo y siempre lo escogemos a Él primero de forma que llegamos, sabemos y conocemos que estamos donde estamos por y para la gloria de Dios? ¿Lo tenemos presente todos los días, en todo momento de nuestra vida, donde sabemos que es lo único en lo que podemos confiar y descansar completa y totalmente? ¿Lo sabemos? ¿Lo amamos con nuestro tiempo, en donde el tiempo que le dedicamos es de calidad y de cantidad? ¿Lo amamos con nuestros recursos, genuinamente? ¿Lo amamos en el reporte de impuestos que presentamos al gobierno o simplemente no los pagamos? ¿Lo amamos y nuestros amigos saben que lo amamos y saben quiénes somos en Cristo? ¿La relación con nuestro cónyuge demuestra que lo amamos? ¿El tiempo que le dedicamos al crecimiento espiritual de nuestros hijos demuestra que lo amamos? ¿Nuestra capacidad de pedir perdón y perdonar demuestra que lo amamos con todo nuestro corazón y que no nos importa lo que piense el de al lado, sino que nos importa lo que Él piensa de nosotros? ¿Lo amamos a pesar de que quizás por predicar de Él nos tengan que echar de un trabajo? ¿Lo amamos con todo nuestro corazón y nuestras redes sociales lo manifiestan? ¿Lo amamos y nuestra relación de integridad con nuestro novio o novia demuestran que Jesús es el centro de nuestra vida, o lo es nuestro novio, novia, esposo, hijo, jefe, trabajo o nosotros mismos?

Lo amamos o no lo amamos. Estamos en el reino o no lo estamos. No importa qué tan cerca estemos o digamos que estemos. Si leemos esto y el Espíritu Santo nos ha hablado a nuestro corazón y nos ha confrontado en nuestra relación con Dios, quizás no sepamos si verdaderamente lo amamos. Tal vez nunca hemos experimentado su amor porque nunca le hemos entregado nuestra vida porque la amamos mucho. Podríamos pasar años en la iglesia y no amar a Dios. Podríamos amar a la iglesia y no a Dios, amar a nuestro pastor, amigos, hermanos y no amar a Dios. El reino está asegurado para los que aman a Dios con todo el corazón. Si tenemos dudas y el Espíritu Santo está haciendo algo en nosotros en este momento, si sabemos que Jesús hoy no es el centro de nuestra vida, quizás nunca lo ha sido, tal vez hoy no lo es, oremos con prontitud para que el Espíritu Santo nos toque ahí donde estamos. Pongámonos a cuentas con Dios sobre nuestra relación con Él para que Él sea el centro de nuestra vida.

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