La Vida del Discípulo – Pedro el Elegido
¿Se han preguntado si son un discípulo del Señor? Todos podemos serlo pues Dios nos ha llamado a seguirle a Él. El mejor ejemplo es el de Pedro, una persona imperfecta, un hombre que Dios utilizó para su maravilloso plan.
Lucas 5: 1- 11 Nueva Traducción Viviente (NTV) nos dice:
“Cierto día, mientras Jesús predicaba en la orilla del mar de Galilea, grandes multitudes se abalanzaban sobre él para escuchar la palabra de Dios. 2 Jesús notó dos barcas vacías en la orilla porque los pescadores las habían dejado mientras lavaban sus redes. 3 al subir a una de las barcas, Jesús le pidió a Simón, el dueño de la barca, que la empujara al agua. Luego se sentó en la barca y desde allí enseñaba a las multitudes. 4 Cuando terminó de hablar, le dijo a Simón: —Ahora ve a las aguas más profundas y echa tus redes para pescar. 5 —Maestro—respondió Simón—, hemos trabajado mucho durante toda la noche y no hemos pescado nada; pero si tú lo dices, echaré las redes nuevamente. 6 Y esta vez las redes se llenaron de tantos peces ¡que comenzaron a romperse! 7 Un grito de auxilio atrajo a los compañeros de la otra barca, y pronto las dos barcas estaban llenas de peces y a punto de hundirse.8 Cuando Simón Pedro se dio cuenta de lo que había sucedido, cayó de rodillas delante de Jesús y le dijo:—Señor, por favor, aléjate de mí; soy un hombre tan pecador.9 Pues estaba muy asombrado por la cantidad de peces que habían sacado, al igual que los otros que estaban con él. 10 sus compañeros, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, también estaban asombrados. Jesús respondió a Simón: —¡No tengas miedo! ¡De ahora en adelante, pescarás personas! 11 Y, en cuanto llegaron a tierra firme, dejaron todo y siguieron a Jesús.”
Pedro fue uno de los primeros discípulos de Jesús, uno de sus seguidores más cercanos. Además, una columna importante de la Iglesia primitiva. Entusiasta, obstinado, atrevido; así como muchos de nosotros. Aún con virtudes y defectos en su vida, el Señor moldeó a este hombre como debía ser. La Palabra nos dice que todos tenemos algo que podemos poner al servicio de Dios.
Pedro se dedicaba a la pesca y no le estaba yendo bien, y en medio de las circunstancias adversas Jesús se le mostró en el momento preciso, para pedirle prestada su barca para predicar. La pregunta que debemos realizarnos es: ¿Qué estamos haciendo con lo que Dios nos ha dado para servirle a Él? ¿Lo tenemos guardado o estamos dispuestos a ponerlo a Su servicio? Para eso debemos tener un corazón dispuesto para cumplir el propósito de Dios en nuestras vidas.
Pedro aprendió a ser útil en las manos del Señor y fue el primero en reconocer que Jesús era el Hijo del Dios viviente.
Mateo 16:16 Nueva Traducción Viviente (NTV) nos dice:
“Simón Pedro contestó: —Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente”
Pedro, a pesar de haber negado a Jesús en momentos difíciles, formó parte del círculo íntimo junto con Jairo y Juan. Ellos fueron testigos de momentos cruciales para el propósito de Dios.
Esto nos enseña que una característica esencial de un discípulo es la humildad para aceptar correcciones y reprensiones. Tomemos el ejemplo de Pedro: cuando Jesús le dijo: «¡Aléjate, Satanás!», él, con un corazón humilde, continuó siguiendo a Jesús hasta el final de sus días.
Todas las experiencias de Pedro lo prepararon para predicar con poder. Jesús también le enseñó a superar el miedo y a amar a los gentiles, porque «en el amor perfecto no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor.»
¿Cuál es nuestro mayor temor que nos impide poner nuestras vidas al servicio del Señor?
La enseñanza más importante aquí es que, a pesar de los errores y correcciones de Pedro, su relación íntima con Jesús nunca se interrumpió. Esto nos revela que si aún no logramos superar nuestras luchas, es probable que nos falte una comunión más estrecha y directa con Jesús. Es fundamental que esta relación se mantenga, pase lo que pase.
A través de Pedro, Jesús nos enseña que Él perdona nuestra infidelidad y nos restaura con amor, tal como lo expresa la Palabra en 2 Timoteo 2:13 Nueva Traducción Viviente (NTV): «Si somos infieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo».
Nos podemos equivocar, pero Dios va a estar ahí. Y nos corregirá con paciencia y amor como lo hizo con Pedro una y otra vez.
El libro de Salmos 32:8 Nueva Traducción Viviente (NTV) nos dice: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos”
El Señor a pesar de cómo era Pedro, lo eligió y lo preparó para cumplir Su propósito de llevar el mensaje de salvación.
La Palabra nos enseña lo que dice Filipenses 1:6 Nueva Traducción Viviente (NTV): «estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo».
Mantenernos firmes en el Señor depende de nuestro deseo de ser discípulos guiados y corregidos. Jesús eligió a Pedro, un hombre que no parecía calificado para hablarle a miles. Sin embargo, el Señor lo escogió, le reveló la verdad, y a través de su predicación, Pedro logró tocar el corazón de muchísimas personas. Esto demuestra que la capacidad del mensajero es secundaria; lo verdaderamente importante es el poder transformador del mensaje del Señor.
En el libro de Hechos leemos sobre este hombre Pedro, conviviendo con Jesús, recibiendo lecciones de su parte y como consecuencia restaurando su corazón. Aprendió fe, valentía, arrepentimiento, perdón, servicio y liderazgo, tuvo que ser transformado por el Espíritu Santo con corrección para poder crecer.
En la vida de Simón Pedro hubieron tiempos de gozo y también de momentos difíciles, pero él tenía claro cuál era su camino a seguir. Los últimos días de su vida estuvo en una cárcel y a pesar de su situación estaba feliz porque sabía que se había cumplido el propósito de Dios, había podido luchar por el Evangelio y por el Señor que le dio libertad a su vida.
A nosotros no nos define el presente, sino la eternidad y hacia donde nos dirigimos en el propósito de Dios. Esperamos y confiamos que el Señor algún día nos diga: Buen siervo fiel…. en lo poco fuiste fiel, en lo mucho te pondré.
No es lo que creamos ni lo que pensemos, es lo que Dios nos mandó hacer; y Él nos envió a hacer discípulos a todas las naciones, pero para lograrlo, primero debemos serlo nosotros. El discípulo pasa momentos difíciles, es corregido, formado y restaurado, esto no sucede si nos encontramos solos, sucede en compañía, es decir en comunidad.
Después de que Jesús fue crucificado, Pedro regresó a pescar. La palabra nos dice en Juan 21:3-9 Nueva Traducción Viviente (NTV):
“Simón Pedro dijo: —Me voy a pescar. —Nosotros también vamos —dijeron los demás. Así que salieron en la barca, pero no pescaron nada en toda la noche. 4 Al amanecer, Jesús apareció en la playa, pero los discípulos no podían ver quién era. 5 Les preguntó: —Amigos, ¿pescaron algo? —No —contestaron ellos. 6 Entonces él dijo: —¡Echen la red a la derecha de la barca y tendrán pesca! Ellos lo hicieron y no podían sacar la red por la gran cantidad de peces que contenía. 7 Entonces el discípulo a quien Jesús amaba le dijo a Pedro: «¡Es el Señor!». Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se puso la túnica (porque se la había quitado para trabajar), se tiró al agua y se dirigió hacia la orilla. 8 Los otros se quedaron en la barca y arrastraron la pesada red llena de pescados hasta la orilla, porque estaban solo a unos noventa metros de la playa. 9 Cuando llegaron, encontraron el desayuno preparado para ellos: pescado a la brasa y pan.’
Una vez más, Jesús se le manifestó a Pedro con una escena familiar: un milagro en el mar. Sin embargo, esta vez la diferencia era crucial: Pedro reconoció al Señor y corrió directamente hacia Él. Jesús, con un amor inmenso, ya le tenía el desayuno preparado cuando llegó.
Hoy, Jesús también nos llama por nuestro nombre. Nos perdona sin juzgarnos. Escuchemos esa voz de amor y corramos hacia Él para que nos restaure, nos llene de amor, esperanza y vida.
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