Los Menos Aptos - Gedeón, miedo y dudas
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Los Menos Aptos – Gedeón, miedo y dudas

Esta es la historia de un hombre llamado Gedeón. El libro de Jueces 6:1 (NTV) dice lo siguiente:

“Los israelitas hicieron lo malo a los ojos del Señor. Entonces el Señor los entregó a los madianitas durante 7 años.”

Había un ciclo que se repetía en el pueblo de Israel una y otra vez. Primero, empezaban a hacer lo malo, a adorar otros dioses. Una vez que ellos cometían estos errores y pecados, el Señor permitía que vinieran otros pueblos a conquistarlos, para que posteriormente el pueblo clamara a Jehová.

Pero clamaban sin un arrepentimiento genuino. Jehová, en su misericordia abundante y en su gracia, les proveía libertad a través de un juez o libertador. En este caso, el Señor usaría a este hombre llamado Gedeón.

El capítulo 6 de Jueces nos muestra que los enemigos —los madianitas y los amalecitas— eran personas crueles que destruían todo a su paso. Desde el norte hasta el sur de Jerusalén, Gaza era atacada por estos enemigos que vinieron a conquistar una de las regiones de Israel: Madián.

Madián, el nombre, quiere decir “contienda”. Hoy en día, los madianitas se situaban en lo que hoy conocemos como Arabia Saudita.

Otro ejemplo es Balac y Balaam.  La historia de aquel profeta contratado para maldecir a Israel, pero que no podía decir ninguna palabra de maldición, sino que terminaba bendiciendo, porque nadie puede maldecir lo que Dios ha llamado bendito.

Aquí vemos un ejemplo también de cómo los madianitas llegaron a impactar a Balac y Balaam. Una condición que podemos extraer de los madianitas es que ellos siempre procuraban la carnalidad, procuraban lo que el mundo les podía ofrecer.

En cuanto a los amalecitas: los amalecitas son los descendientes de Esaú. Y Esaú fue conocido porque le dio prioridad a la carne antes que a la espiritualidad.

Siempre que prioricemos la carne, vamos a terminar mal. Deberíamos priorizar: “Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia” Priorizar el Reino, las cosas celestiales, el buscar al Señor.

Parte de lo que el Señor estipuló fue que, a través de Amalec, los amalecitas, Israel iba a tener guerra generación tras generación.

Entre los pecados cometidos por el rey Saúl, uno de los más graves fue cuando, a pesar de la orden del Señor de destruir por completo a los amalecitas, Saúl no cumplió con ella. En lugar de exterminarlos, perdonó la vida del rey amalecita Agag.

Esta es una de las claves de la enseñanza de hoy: preservar o dejar lo que Dios nos mandó a aniquilar nos va a llegar a aniquilar. Como creyentes, nosotros estamos llamados a aniquilar el pecado, la idolatría y todo lo que vaya en contra de Jehová en nuestras vidas; a sacarlo, a borrarlo y a ser obedientes al Señor.

Si nosotros no sacamos el pecado de nuestras vidas, tarde o temprano ese pecado va a empezar a demandar pecado, y nos va a envolver hacia actitudes y acciones a las cuales quizás jamás pensamos que íbamos a poder llegar. Igual que en toda la historia del libro de Jueces, se terminan pasando límites que quizás jamás pensamos que íbamos a cruzar.

Siguiendo con la historia, el Señor levantó a un profeta que empezó a exhortar al pueblo a volverse de la idolatría, a alejarse de otros dioses. Porque Dios lo que quería era producir arrepentimiento en Israel. Que ellos dejaran la idolatría, que abandonaran ese trono que Dios no iba a compartir con el pecado, ni con ningún ídolo, ni con nadie. Para que se volvieran a Jehová, a ese Dios de amor que los iba a cuidar, a preservar y a amar.

Sin embargo, el Señor permitió el sufrimiento en Israel, como en muchas ocasiones lo permite en nuestras vidas. ¿Por qué? Porque muchas veces, si somos sinceros, el sufrimiento es la única forma en la cual nosotros dejamos de poner la mirada en nosotros y empezamos a volvernos a Jehová. Hay ocasiones donde, lamentablemente, esa es la forma en que el Señor nos atrae de regreso al camino correcto. A veces necesitamos sufrir para recapacitar y aprender las consecuencias de lo que hacemos.

Continuando, en el versículo 11 (NTV) de Jueces 6 dice:

“Después, el ángel del Señor vino y se sentó debajo del gran árbol de Ofra, que pertenecía a Joás del clan de Abiezer. Gedeón, hijo de Joás, estaba trillando trigo en el fondo de un lagar para esconder el grano de los madianitas.”

Y para entender el carácter de este hombre y por qué le decimos el menos apto a Gedeón, tenemos que extraer del texto lo que estaba pasando. El texto nos indica que este hombre Gedeón estaba trillando trigo en el fondo de un lagar.

Y para eso tenemos que entrar al contexto de lo que esto implicaba. A la hora de trillar, en ese tiempo, la cultura lo que hacía era que, con sus instrumentos, tomaban el trigo y lo arrojaban al aire. Este movimiento separaba la semilla o el fruto de la hoja, que era desechable y que se la llevaba el viento. El trigo quedaba en un sitio, y las hojas en otro. Esa era la forma más sencilla.

Sin embargo, encontramos a este hombre Gedeón trillando en un lagar, en un espacio donde no había viento. Por lo tanto, este hombre escogió que su tarea fuera mucho más difícil. ¿Por qué? Porque si lo hacía afuera, de forma explícita, se arriesgaba o se exponía a que vinieran los madianitas y los amalecitas a arrasar con su cosecha, con todo el trabajo que tenían. Así que tenían que hacerlo en el anonimato, en el escondite.

Entonces, cuando vemos a Gedeón, vemos a un hombre lleno de temor, lleno de rechazo, lleno de negatividad y lleno de dudas. Dice Jueces 6:12 (NTV):

“Entonces el ángel del Señor se le apareció y le dijo: ‘Guerrero valiente, el Señor está contigo.’”

Y lejos de esto ser un sarcasmo, lo que el Señor estaba haciendo era afirmar a este hombre empezando a profetizarle en su vida. Dios no nos habla desde la basura en la situación en la que a veces vivimos. Cuando el Señor se revela a nosotros, Él no nos condena por el pecado si vamos delante de Él con un corazón genuino de arrepentimiento.

La Biblia dice que Él perdona nuestros pecados y los arroja al fondo del mar, y nunca más se acordará de ellos. Lo que vemos es el corazón de Dios diciendo: “Yo te tomaré, Gedeón, siendo una persona poco apta, una persona temerosa, y te transformaré en un guerrero valiente.”

¿En qué te va a transformar el Señor? ¿Qué está haciendo el Señor en tu vida? ¿Qué ha hablado el Señor a tu vida? Quizás usted me dice hoy: “Es que la promesa no ha sido cumplida…”

Quizás. Pero se cumplirá, porque todo lo que sale de la boca de Jehová se cumple. Su palabra no vuelve vacía. Lo que Él dice es verdad. Él es el camino, la verdad y la vida.

Seguidamente en Jueces 6:13 (NTV) leemos:

“El Señor” respondió Gedeón: “Si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto? ¿Y dónde están todos los milagros que nos contaron nuestros antepasados? ¿Acaso no dijeron: ‘El Señor nos sacó de Egipto’? Pero ahora el Señor nos ha abandonado y nos entregó en manos de los madianitas.”

Vino este hombre con muchísimas dudas, poniendo en tela de juicio la obra del Señor, diciendo: “¿Dónde estaba el Señor?”. Aquí vemos a un hombre rechazado, sacando todas sus heridas, todo lo que él creía que el Señor debería estar haciendo en ese momento, en lugar de recibir la palabra que el mismo Jehová le estaba entregando.

Pasamos al versículo 14 y 15 de Jueces 6 (NTV):

“Entonces el Señor lo miró y le dijo: “Ve tú. Tú eres el llamado. No levantes quejas.”

Creo que esta palabra puede ser usada para personas que han estado en un ministerio y que han empezado a levantar quejas y problemas: “Es que en la iglesia no se hace esto, no se hace lo otro.” ¡Ve tú, hermano! Si estás ahí, es para que te levantes, vayas y empieces a obrar. Si tú lo viste, si el Señor te dio la posibilidad de verlo, el Señor también te dará las herramientas para resolverlo. Ve tú, habla, soluciona con la fuerza que tienes, y rescata a Israel de los madianitas. Yo soy quien te envía.

—Pero, Señor—respondió Gedeón—, ¿cómo podré yo rescatar a Israel? ¡Mi clan es el más débil de toda la tribu de Manasés, y yo soy el de menor importancia en mi familia! Jueces 6:15 (NTV)

Es como cuando le decimos al Señor: “¿Cómo voy yo? ¡Si tú no sabes los problemas que he tenido! No tengo la capacidad de hablar, ni de exponer ningún tema. A mí nadie me hace caso. Pobrecito yo…”

Una ola de inseguridades empezó a afectar la obra que Dios quería hacer en este hombre.

¿Te ha pasado? ¿Cómo te ves? “No puedo”, ¿lo has dicho? “Estoy viejo”, “estoy muy joven”, “nadie me quiere”, “a nadie le importo”, “nadie me vuelve a ver”, “¿cómo me voy a casar?”, “no tengo amigos”, “no soy útil”

Y el Señor le dice, en el versículo 16:

“Yo estaré contigo. Destruirás a los madianitas como si estuvieras luchando contra un solo hombre.”

¡Los vas a destruir! No te preocupes, porque lo importante no es quién eres, ni si hoy eres el producto terminado o no. Lo importante aquí es con quién vas. Porque si Él está contigo, ¿quién contra ti? Porque si Él te respalda, ¿qué ejército te podrá derrotar? Porque si Él te acompaña, ¿qué enemigo puede contra el Poderoso de Israel?

Entonces Gedeón pidió la primera confirmación y le dijo: “Señor, dame una señal.” Y Jehová le pidió hacer un sacrificio. Gedeón se alteró y dijo: “Señor, me voy a morir.” Y una vez más, se evidencian todos los temores de este hombre. Ya sabíamos que era temeroso, un hombre cuya reacción no era la mejor en medio de las dificultades. La respuesta del Señor fue: “Shalom. Ten paz.”

El Señor le habló paz. El Padre nos calma a través de Su paz y Su presencia. Esa es la confirmación de que Él está con nosotros.

El Señor le pidió a Gedeón que fuese a derribar todas las imágenes de Baal. Este era el dios de la prosperidad, de la cosecha, del dinero. Y también le dijo “destruye las imágenes de Asera” Jueces 6:25 (NTV) Asera era la diosa de la fertilidad, la inmoralidad sexual. Hay una gran relación con los dioses que se mueven en esta temporada, en la sociedad moderna: el dios dinero y el dios de la inmoralidad sexual.

Gedeón, lleno de temor, obedeció. Jueces 6:27 (NTV) dice:

“Entonces Gedeón llevó a diez de sus criados e hizo lo que el Señor le había ordenado. Pero lo hizo de noche, en lo oscuro, con temor, porque les tenía miedo a los demás miembros de la casa de su padre y a la gente de la ciudad.”

Siguiendo la historia, el padre de Gedeón enfrenta al pueblo, que se había enojado y había levantado una multitud en contra de su hijo. Buscaro a Gedeón en casa de su padre, y este les preguntó cuál era su problema. El Señor llenó a este hombre de sabiduría. Esta multitud que quería acabar con Gedeón y el padre les preguntó: “¿Por qué? ¿Qué ha hecho él? ¿Derribó las estatuas de sus dioses, de sus ídolos? Entonces, si son reales sus dioses, ¿por qué no se defienden por sí mismos?” Esta frase calmó a la multitud, a tal punto que Gedeón dejó de ser Gedeón y pasó a ser llamado Jerobaal, que significa “contienda contra Baal”.

¿Contra quién contendemos? ¿Contra quién es nuestra lucha? Aquí hay algo claro: no puede haber un bando medio. Si escogemos ser neutrales, nos convertimos en enemigo de Dios. Pero para los que somos y estamos en el bando de Jehová, debemos comprender que vamos a tener una lucha frontal contra muchos baales y muchos ídolos.

De lo anterior tenemos dos conclusiones importantes:

#1: Si queremos producir un cambio, si genuinamente tenemos un llamado del Señor nuestro propósito comienza en casa. El propósito de Gedeón empezó en su familia, con sus generaciones. Gedeón necesitaba primero romper los ídolos que afectaban su casa antes de ir afuera a guerrear contra todo aquello que el Señor lo había llamado. El Señor quiere que nosotros empecemos liberando nuestras batallas en casa.

#2: Todo empieza en el ámbito espiritual. No hay forma de que podamos avanzar si no empezamos dentro del ámbito espiritual. Antes de hacer ajustes en lo natural, debemos hacer ajustes en lo espiritual. Antes de cualquier decisión deberíamos orar y tomar acciones para dejar el pecado previo a actuar en lo natural.

Lo primero que el Señor necesitaba hacer era procesar a Gedeón, para remover de él lo que podría ser un obstáculo: el miedo. Así que Gedeón pasaría de ser una persona donde el miedo lo paralizaba, donde se alteraba, a ser una persona que obedecía. A pesar de su temor, fue una persona que obedecía con dudas, que enfrentaría a un enemigo mucho más grande, a cientos de miles, con un ejército pequeño.

Gedeón empezó a comprender su llamado. Empezó a llamar a un ejército que, en número inicial, eran 32,000. Construyó un ejército, y Gedeón empezó pidiéndole confirmación al Señor: «Voy a sacar este manojo de lana afuera y te voy a pedir que solo el manojo de lana esté húmedo en la noche». Y el Señor se lo confirmó: al día siguiente amaneció el manojo de lana húmedo y todo lo demás seco. Y luego pasó lo contrario. Gedeón dijo: «Señor, que el rocío moje todo en la noche y que el manojo de lana se mantenga seco».

Es importante entender que Señor no nos manda necesariamente a pedirle confirmaciones y con esto concluimos dos puntos importantes:

#1: debemos buscar la voluntad de Dios, conocerla, y una vez que la conozcamos, actuar. No es necesario pedir confirmación cuando sabemos qué es lo que debemos hacer.

#2: las confirmaciones que pidió Gedeón no era confirmaciones naturales, como lo hacemos muchas veces. «Señor, confírmame que llueva hoy si quieres algo», «Señor, confírmame que si esa es la persona con la que me voy a casar, que venga vestida de rojo, negro o morado». No son confirmaciones banales. Gedeón pidió una confirmación sobrenatural porque el llamado que él recibía era muy alto. Y una confirmación sobrenatural solo puede venir de un Dios sobrenatural. Era prácticamente imposible lo que Gedeón estaba pidiendo. Fácil para el Dios de los imposibles.

#3: Gedeón era un hombre en proceso. Dios estaba tratando con él un tema particular. Dios sabía que ese temor que venía machacándose en la vida de Gedeón estaba siendo procesado apenas. Gedeón no era el producto terminado. Dios estaba procesando su carácter.

Jueces 7:2-3 (NTV) nos dice:«Entonces el Señor le dijo a Gedeón: tienes demasiados guerreros contigo. Si dejo que todos ustedes peleen contra los madianitas, los israelitas se jactarán ante mí de que se salvaron con sus propias fuerzas. No voy a dejar que lo hagan así, porque si no, ustedes van a poner su confianza, o el trofeo se lo van a dejar ustedes a sus propios esfuerzos humanos. Por lo tanto, dile al pueblo: a todo aquel que le falte valentía o que tenga miedo, que abandone este monte y se vaya a su casa».

Así que 22,000 de ellos se fueron a su casa, y quedaron solo 10,000 dispuestos a pelear. Porque, obviamente, un guerrero lleno de temor iba a ser, en lugar de ayuda, un obstáculo. ¿Cómo el Señor va confrontando a Gedeón con su propio temor? El Señor le dice: «Toma a los que tienen miedo, porque no los voy a usar». Posiblemente esto impactó a este hombre y pensó «Entiendo que, si yo estoy lleno de temor, no puedo cumplir con los propósitos de Dios, sino que tengo que aprender a confiar en Él».

Y quedaron solo 10,000 sin temor. El temor se contagia, afecta y destruye a la gente que tenemos a nuestro alrededor.

Y por último pasamos a la prueba del agua, donde el Señor les dijo: «Vayan con su ejército y vayan a buscar agua al arroyo». Vemos dos tipos de personas: unos que se iban a agachar hasta el agua y beberían directamente del río, y otros que, con su mano, la iban a tomar y llevarla a sus bocas. Nuestra interpretación de esto —pues hay varias posiciones— es que es importante para un soldado estar alerta. Aquel que deja sus cosas y se inclina hasta el agua, y deja de estar alerta, podría terminar en obstáculo.

Continuando con la historia del grupo, solo quedaron 300. En el versículo 10, leemos la última confirmación de Gedeón quien junto a su ejército está frente a frente al enemigo y el Señor le dice: «Si tienes miedo aún de atacar, desciende al campamento con tu siervo Fura. Escucha lo que dicen los madianitas y cobrarás mucho ánimo. Entonces estarás ansioso por atacar».

Así que Gedeón, acompañado por Fura, descendió hasta el límite del campamento enemigo y empezó a escuchar los temores que estaban ministrando a todo el ejército enemigo. Y estos hombres decían: «Soñé que vamos a ser aniquilados. Soñé que este hombre Gedeón, usado por Dios, va a venir en contra de nosotros y nos va a acabar«.

Y cuando Gedeón escuchó esto, dirigido por la voz de Dios, recobró ánimo. Y el Gedeón temeroso se convierte en ese líder valiente. Esa palabra que Dios había profetizado sobre su vida empezó a ser real. En el momento donde este hombre escuchó esas palabras – dice la palabra de Dios – que Gedeón adoró.

Nuestras victorias públicas son el resultado de nuestra adoración e intimidad en lo privado.

Dios le dio entonces la victoria al pueblo de Israel. Jueces 7:25 (NTV) nos dice:

«Capturaron a Oreb y a Seeb, los dos comandantes de los madianitas. Y mataron a Oreb en la roca de Oreb, y a Seeb en el lagar de Seeb. Y no dejaron de perseguir a los madianitas. Y después los israelitas le llevaron las cabezas de Oreb y de Seeb a Gedeón, quienes estaban junto al río Jordán».

¿Qué fue lo que pasó? Dios les dio una estrategia y les dijo: «Vayan con sus chofares, vayan con unas lámparas, pónganse alrededor del ejército, quiebren lo que tapa la luz de las lámparas, dejen que las lámparas brillen y empiecen a gritar: ‘¡Jehová vive! En el nombre del Señor vamos a ver la victoria'».

Y ellos hicieron lo anterior, entonces los madianitas empezaron a luchar entre ellos y terminaron siendo derrotados. Empezaron a huir, y unos pocos, que luego son capturados —Oreb y Seeb, los comandantes— son tomados y murieron en batalla. Y el Señor les dio la victoria.

Un par de conclusiones que tenemos de esta historia son:

#1: las victorias más grandes Dios las otorga cuando tenemos todo en contra: cuando tenemos ese dictamen en contra, ese imposible frente a frente, cuando estamos entre el ejército de Egipto y el mar, entre la espada y la pared, cuando estamos sin recurso económico. Es donde el Señor nos da las victorias más poderosas.

#2: Menos, es más. En ocasiones necesitamos enfocarnos menos en la cantidad y más en la calidad. Los momentos más impresionantes que muchos hemos vivido en el Señor han sido en grupos pequeños, cuando el 100% buscamos consagración, santidad, cuando el 100% estamos ahí para agradar a Dios, no para ver qué pasa o ser entretenidos, sino que hay un compromiso nuestro con el Señor.

¿Cómo termina la historia? Si bien el Señor sigue usando jueces y seguirá levantando jueces, estos hombres continuaron degradándose poco a poco. La cultura tan idólatra empezó a afectarlos, y cada vez había jueces menos temerosos de Dios, usados en ocasiones, pero cada vez con pensamientos más difusos y menos entendidos.

El capítulo 8 habla de la degradación mental en este hombre Gedeón, que quizás no siempre la estudiamos. A veces hasta aquí nos quedamos con la historia. Pero Gedeón llegó a la ciudad de Sucot y Peniel. Y en esta ciudad, buscando terminar con los madianitas, Gedeón, cansado con su ejército, les dijo: «Estamos cansados, dennos de comer». Y los hombres de estas ciudades le dijeron: «No. Solo si tú traes a los reyes de Madián, nosotros te vamos a dar alimento».

Y Gedeón se llenó de ira y se fue a otra ciudad. Llegó a esta ciudad llamada Jéter, a matar a ambos reyes, lo cual consiguió. Pero cuando se devolvió, acabó con los propios hermanos y con las personas que una vez no lo ayudaron. Lleno de ira y de enojo, Gedeón no se vuelve ese hombre perdonador, sino que toma la justicia en sus propias manos.

Después de esto, Gedeón levanta un ídolo, una imagen, un efod —dice la palabra— sagrado, con oro. Y este efod, que debía ser la representación de una celebración por la victoria de Jehová, termina siendo un ídolo. Al final del capítulo podemos ver esto: Gedeón no solo no tiene una relación conforme al diseño de Dios al buscar una esposa, sino que se llena de esposas y concubinas, algo que no iba conforme a la moral de Jehová.

Así que una vez más retomando lo que vimos al inicio: si yo no acabo, si yo no destruyo, si yo no saco lo que Dios me mandó a aniquilar, eso me puede llegar a aniquilar.

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