La Oración

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¿Qué es la oración?: es hablar con Dios, es tener intimidad y comunicación con Dios. Y ¿qué oramos?: lo que hay en nuestro corazón. La oración revela mucho acerca de lo que pensamos. Es muy importante y completamente necesario ser guiado por el Espíritu Santo para aprender a orar.

El reformador Martín Lutero enseñó  y compartió un sencillo método de oración con un amigo suyo, el barbero-cirujano, Pedro Beskendorf.

El usó la oración del Padre Nuestro que nos enseña Jesús en Mateo 6:9-15 para meditar y orar frase por frase, discerniendo cada una de ellas y diciéndole a Dios lo que hay en nuestro corazón. Por ejemplo al decir la primera frase “Padre Nuestro”, podemos pedirle al Espíritu Santo que nos de entendimiento para reconocer que Dios es nuestro Padre, quién está en el cielo y nos ve. Que nos de entendimiento de que su nombre es santo, y exaltarlo desde lo más profundo de nuestro corazón.

Muy pocas veces somos intencionalmente consientes de reconocer que estamos hablando con Dios, y no con nosotros mismos. Debemos tener la convicción que cuando oramos estamos hablando con nuestro Padre; y no hacerlo de manera obligada  y religiosa.

Es por la misericordia y la gracia de Dios que el velo en el templo se rasgó cuando Jesús fue crucificado y entregó su espíritu. Gracias a su sacrificio ahora tenemos comunión con el Padre. Dios ahora nos está escuchando y podemos buscarle e ir a Él con plena libertad.

Debemos entender que el mayor deseo de Dios y la mayor necesidad de los creyentes es tener comunión con Él.

Cuando no nos damos cuenta que estamos en la presencia de Dios nos dormimos y nuestros pensamientos nos sacan de la oración. Es Dios quién está allí escuchando.

¿Porqué es importante la oración?

Conocer la Biblia y orar son los fundamentos más importantes de la vida de un cristiano.

Mateo 6:13-15 dice: 

Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud * , sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.”

* Almud: es una medida de granos y a veces de líquidos. Los judíos medían con este artefacto los granos.

En el contexto del versículo, si el cristiano no está en comunión con Dios, no tiene el olor de Dios, y no sirve para nada. Necesitamos entender porqué el Señor usó ese concepto de sal y luz. Primero la sal en esa época era muy valiosa; y además Jesús nos dice que Él es la luz en Juan 8:12:

Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

Entonces, una vez encendida esa luz en nuestros corazones, una vez que Jesús está en nuestras vidas, no podemos simplemente escondernos. Si la luz se pone debajo de un almud deja de brillar, dejar de cumplir su función. No podemos entregar nuestra vida a Cristo y escondernos. Donde estemos somos sal y somos luz. En Mateo 6, Jesús le está hablando al pueblo de las cosas que se tienen que guardar. Y lo primero que el Señor hace es dar una advertencia.

Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.” Mateo 6:1-6

Quien se pone máscaras es un hipócrita; y debemos entender que las palabras del Señor no fueron solo para los fariseos sino también para nosotros los creyentes.

El Señor nos da la advertencia que no seamos como los hipócritas al tratar de lucir espirituales, pero usando máscaras ya que por dentro nos herimos con el hermano o con el compañero ministerial, hablamos sobre que tal persona no nos gusta o nos trata mal, exigimos justicia ministerial, nos quejamos porque nadie nos ayuda, nos gloriamos porque decimos que nos ganamos un alma, etc. Y esto se convierte en un estorbo en nuestra oración. Si hay algo dañado, no trates de lucir espiritual, siempre tenemos que pedirle a Dios que nos enseñe las motivaciones.

Recordemos que Dios ve más el corazón que las obras.

¿Cuál es nuestra motivación para la oración?

¿Te encanta que la gente vea lo que haces? ¿Exhibes tu propia justicia? ¿Para que oras.? Ora a Dios en lo secreto porque en público el Señor te va  recompensar. Examinemos las motivaciones del corazón en privado.

¿Quién quieres que te recompense? ¿Dios o los hombres?

Si nosotros creyéramos a DIOS, no en DIOS, no dejaríamos la oración. Usted no podría ser un buen esposo, trabajador, separado de Dios. En el plano de la vida cotidiana.

Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. Juan 15:5

¿Cuántas cosas hacemos al día separados de Dios?. Por eso no somos fructíferos, porque vivimos separados de Él.

Necesitamos crecer en fe. Pidamos a Dios perdón por nuestra incredulidad. 

E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.»  Marcos 9:24

En términos de iglesia hemos dejado caer la oración y la hemos sustituido por obras de humana sabiduría, si oraremos y confiaremos, nuestra vida daría testimonio. Porque lo que usted hace en privado el Señor lo recompensa en público.

La primer gran cosa que estorba en nuestras oraciones: la hipocresía. No es elocuencia, palabras bonitas, cuida tu corazón, tus intenciones. “Para ser vistos por los hombres, de cierto os digo que ya tienen su recompensa”.

El aposento es un lugar apartado donde estás con Dios, donde Él habla a tu corazón.

En la oración te quitas tus máscaras, tu nombre, dejas a un lado la visibilidad de tu ministerio. No empecemos a orar sin pedirle perdón a Dios. Debemos ser transparentes en la medida que Dios nos lo permita.

Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.» 1 Juan 2:1-2

Te cruzas de calle para no toparte con el hermano, cuando no lo amas, cuando no lo estimas, cuando no lo cuidas, hablas mal de tus hermanos, cuando señalas. Primero debemos venir a orar y ponernos a cuentas con Dios y contarle lo que está pasando. Examinar nuestras motivaciones porque a veces estorban.

Debemos llamar cada cosa por su nombre: tengo ira, tengo enojo, tengo odio, porque sino confiesas eso, y vienes al altar; El Señor dice que dejes ahí la ofrenda, ponte a cuentas con tu hermano y luego ve y presenta tu ofrenda. El Señor estaba hablando del peligro de hipocresía, dice que solo los limpios y puros verán a Dios.

Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.» 1 Pedro 1:16 

Que más estorba la oración: la motivación. También puede estorbar el método. Hay métodos que estorban en la oración, la palabrería aprendida, hablar con Dios es como hablar con mi hermano, esposo, hijo, no hablando con vanas palabras aprendidas, porque ya tienen su recompensa, no brota del corazón.

¿Cómo está tu mundo?. ¿Cómo expresas eso delante del Señor? Dios te conoce, te hizo y sabe mejor que nadie como eres. ¿Estás usando el corazón para orar?. ¿O estás aprendiendo cómo es que ora otra persona? Te puede estorbar el método, miras al vacío, y tu oración no pasa del techo, porque no estás orando con el corazón correcto.

Aquí es donde empieza el Señor a prepararnos. Como oramos es como pensamos, y revela lo que tenemos en el corazón.

Comience a decir esa oración que Jesús enseñó : «Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre».

Ustedes confinaron el reino entre las paredes de la iglesia, el Reino es que el REY está en medio de nosotros. Mantén comunión conmigo, el rey quiere instruirte en la dirección exacta. Usted va en el bus y ora, en un banco y ora, está conversando con una persona y ora por esa persona, y le pido a Dios que esa persona tenga revelación.

Debemos buscar la presencia de Dios en nuestro interior y pedirle al Espíritu Santo que nos ayude. Dios va a recompensar en público, oraciones que se están haciendo en privado.

Clamamos por ejemplo : «Padre nuestro, revélame tu paternidad». Básate en cada palabra y en cada frase. Leamos los milagros de Jesús, Jesús se maravillaba con la fe de las personas.

Revisemos nuestras motivaciones, el estado de nuestro corazón y el método que estamos usando. Porque hay una palabra del Señor que dice que si oramos en la forma correcta, recibiremos recompensa. Quizás no vea respuesta inmediata pero llegará, porque Fiel es Quien lo prometió. 

Predicador: Elvia León, Presbiterio Iglesia Cristiana el Olivo.


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