Avivamiento
Hay varias implicaciones del significado del evangelismo en este tiempo, incluso en este tiempo de pandemia; sin embargo no sirve que hablemos de evangelismo si esto no va a generar una convicción en nuestros corazones para ir a predicar a los demás. El evangelismo no es conceptual, no es teórico, es práctico.
No podemos hablar de la historia del avivamiento, sin entrar a la historia de la Iglesia. Debemos despojarnos de conceptos, pensamientos que muchas veces hemos creído como iglesia evangélica, y transformar esos conceptos en nosotros, para que hoy adquiramos algo nuevo, que nos lleve a evangelizar. Entonces, ¿Qué es el avivamiento? No vamos a encontrar la palabra avivamiento directamente en la Biblia, ni en ninguna palabra asociada a ningún idioma original de ella, ni al griego, ni al hebreo, ni al arameo. El avivamiento es conceptual. Pero la Biblia sí nos enseña el concepto de lo que debería de ser un avivamiento, no el término como tal, pero si el concepto.
El concepto de avivamiento es “volver de la muerte a la vida”, es dar vida, es avivar. Es cuando hay huesos secos, terreno infértil, vientres secos, y el señor sopla aliento de vida, el señor lanza palabra de vida y eso que estaba muerto vuelve a la vida, eso es avivamiento. Entonces el concepto lo podemos encontrar en la Biblia, pero no el término en sí.
Aquí se nos presenta el primer problema de la Iglesia Evangélica. Los cristianos hemos orado, hablado y trabajado por avivamiento. Pero el concepto avivamiento nunca fue puesto ni destinado para la Iglesia. ¿Cómo se sustenta esto? Pues porque no podemos volver a la vida algo que ya tiene vida. La Iglesia es el cuerpo de Cristo, es un ente vivo. Anteriormente, el término avivamiento se ha usado porque la Iglesia tiende a apagarse, a distraerse, y hay que volverla al propósito. Pero el concepto como tal de avivamiento no fue puesto para la iglesia, fue puesto para el mundo, donde la responsabilidad nuestra como Iglesia es ir al mundo que está en muerte y avivarlo con el poder del Evangelio, con el poder del Espíritu Santo.
La Biblia habla de tres parábolas; dice que somos, sal, luz y levadura. No dice que “seremos” dice que somos. Y somos sal, levadura y luz, lo que tocamos como luz, el lugar se alumbra, las tinieblas se tienen que disipar. Donde la levadura llega y toca, la harina se tiene que leudar, y donde la sal toca, la carne se tiene que preservar. Y para eso nosotros hemos sido llamados.
Por lo tanto, el avivamiento es algo que le hemos dejado a Dios, que oramos y que dejamos que Él haga. Pero Dios siempre ha querido avivar; siempre ha querido llevar vida a donde hay muerte, el problema es que nosotros no hemos hecho lo que a nosotros nos toca hacer. Para que haya un avivamiento la Iglesia tiene que hacer lo que Dios quiere que hagamos, debemos reaccionar al llamado de Dios.
El avivamiento se define por tres cosas: salvación, santidad y obediencia.
Muchos hemos visto el poder de Dios, Sus prodigios, el hablar en lenguas, milagros, dones, sanidades, y eso es glorioso. Pero eso no es el fin, es el instrumento que Dios usa para encendernos a nosotros para ir a avivar a la gente del mundo, y la Iglesia se ha quedado con la señal, con el don, con el milagro. Y hemos seguido pidiéndole al Señor “que nos avive” porque queremos que el don sea otra vez puesto en nosotros” pero el don ya fue puesto en nosotros, no tenemos que seguir administrando el don, tenemos que entender que el don fue puesto para dar, no para el espectáculo, no para seguir aquí. Es para salir por la puerta y ministrar a otros.
Si no hay salvación, transformación, obediencia, un regreso a la santidad, de nada sirve. La manifestación no sirve para nada. No nos podemos dejar encandilar por las señales, porque las señales nunca serán el fin, el fin es llevar aquel que esta de muerte a vida.
El libro de Hechos es la historia de la Iglesia, de aquella iglesia que vivió con Cristo. Principalmente las historias de Pablo y Pedro, en sus días posteriores al tiempo en que estuvieron con Cristo. La iglesia de Hechos se manejaba sin tener la Biblia terminada. La Iglesia de Hechos tenía la Tanah que es el conjunto de libros del antiguo testamento, pero no tenían las instrucciones claras.
Las cartas de Pablo, Pedro, Santiago y Juan no habían sido escritas. Ellos se movían bajo principios. Sin embargo, era una iglesia ejemplar que debemos de leer y aprender a imitar, en cuanto a su forma de cómo trataban a otros, la forma de cómo se amaban y cómo ellos desarrollaban ministerios.
A diferencia de la mayoría de las cartas, y podemos leer la carta a los Romanos, Tito, Timoteo, todas esas cartas, encontraremos una introducción y un cierre. Los teólogos dicen que la carta de Hechos quedó abierta, no porque el canon no se haya cerrado, el canon está cerrado. Las instrucciones que necesitamos están en la Biblia, nadie puede agregarle nada más. Pero la carta de Hechos quedó abierta porque se entiende que ahí no termina la historia de la Iglesia. La historia de la Iglesia empezó, pero la misma iglesia, el mismo poder, el mismo cuerpo de Cristo vivo sigue moviéndose y manifestándose, desde ese tiempo en donde se cerró, hasta hoy. Sigue manifestándose igual. El plan de Dios no murió en Hechos de los apóstoles, sigue hoy.
Vayamos a Hechos 28:30- 31
Dice el versículo 30: “Durante los dos años siguientes Pablo vivió en Roma pagando sus gastos él mismo (quiere decir que Pablo está alquilando un lugar y él mismo lo estaba pagando) . Recibía a todos los que lo visitaban, y proclamaba, ¿qué quiere decir “proclamaba”? quiere decir “predicaba”, con valentía el reino de Dios y enseñaba acerca del señor Jesucristo y nadie intento detenerlo.”
Pablo lo que hacía eran tres cosas. Uno, cualquiera que tocaba las puertas de su casa, Pablo le abría. Talvez hoy no se manejan en temas de casa, pero hagámonos esta pregunta ¿le abres la puerta a cualquiera que toque la puerta de tu vida para escuchar del evangelio? Porque Pablo no solo les abría y los dejaba entrar, Pablo no los invitaba a una cena, Pablo los invitaba a darles de lo que él tenía. ¿Y que tenía Pablo? Tenía testimonio de vida y predicaba de la obra que Cristo estaba haciendo en él, y les enseñaba todas las cosas que ellos habían aprendido de Jesús. Eso es lo que nosotros deberíamos de hacer hoy.
Esa fue la instrucción de cómo el libro de Hechos se cierra y de cómo Pablo nos está enseñando de cómo deberíamos de vivir. Vivir con puertas abiertas, que cualquiera que venga y que toque la puerta de mi vida sea mi oportunidad para enseñarle de lo que el Señor ha hecho en mi vida y mi oportunidad para llevarlo a las santas escrituras, y ese debería de ser nuestro caminar.
Ahora, ¿cuál es la historia del avivamiento? Empezamos en Hechos 2, es la instrucción de como el Señor asciende a los cielos y les da la instrucción de “quédense en este lugar, estén aquí orando y esperen a la venida del Espíritu Santo”. Ellos estaban en el aposento alto. La Biblia habla de claridad de como nosotros deberíamos de preparamos para cualquier avivamiento, nosotros deberíamos de prepararnos juntos: Por eso es importante estar en la Iglesia, juntos, unánimes, en el mismo Espíritu. Orando y siendo obedientes. El señor nos dijo quédense, nos quedamos, siendo obedientes al señor. Ahí es donde empezamos a ver cómo va a venir un avivamiento.
Cuando como iglesia nosotros estemos juntos orando y obedeciendo al Señor, estamos a punto de ver lo que el Dios va a hacer. Y ellos estaban ahí reunidos, y el Espíritu Santo baja, desciende, dice la Biblia que como lenguas de fuego los bautiza en idiomas (en lenguas) y ellos empiezan a hablar y la gente se maravilla de ver el poder de Dios siendo manifestado. El versículo 14 y 15 dice: “Entonces Pedro dio un paso adelante, junto con los otros once apóstoles y grito a la multitud, escuchen con atención todos ustedes compatriotas judíos y residentes de Jerusalén. No se equivoquen, estas personas no están borrachas, como algunos de ustedes suponen. Las nueve de la mañana es demasiado temprano para emborracharse, no, lo que ustedes ven es lo que el profeta Joel predijo hace mucho tiempo” y Pedro empieza a predicarles.
¿Dónde empieza ese avivamiento? Ese avivamiento no vino con las lenguas de fuego, eso fue la señal que el Señor usó para afirmar a la iglesia. El avivamiento viene cuando uno da un paso al frente, sale de sus cuatro paredes y empieza a proclamar el evangelio, ahí es donde viene el avivamiento. ¿Y cuál es el resultado de ese avivamiento? El versículo 41 dice “los que creyeron lo que Pedro dijo fueron bautizados y sumados a la Iglesia ese mismo día, como 3000 personas” Muchos teólogos dicen que fueron 300 mil varones y que había mucha más gente.
En el momento en que la Iglesia permite que el Espíritu Santo la use, salga de esa puerta, vemos el poder de Dios siendo manifiesto, y vemos como aquel que estaba en muerte vuelve a vida. Es un tiempo para meditar como Dios se mueve en la Iglesia, ¿hay realmente un ambiente donde la presencia de Dios reposa en su casa?, ¿realmente es un lugar donde la luz ha disipado las tinieblas?, ¿o las tinieblas han empezado a consumir su casa? Si es un lugar donde la luz ha comenzado a disipar las tinieblas, ¡gloria a Dios!, pero si es un lugar donde tal vez hay mucha oscuridad, esta palabra es para usted. No todos estamos llamados literalmente a ir a las naciones, pero cuando vamos al original de la gran comisión, el Señor nos enseña que debemos de predicarle a toda etnia.
Todo lugar donde nosotros hayamos sido puestos es el lugar donde Dios nos envió a proclamar su evangelio. Trabajo, universidad, colegio. ¿Qué necesitas? Necesitas disponerte. Porque ya tienes el Espíritu Santo, igual que esos hombres de Hechos. Ellos no eran diferentes a nosotros, eran imperfectos, hombres con problemas de carácter, con problemas en muchas áreas. Pero ellos habían recibido el Espíritu Santo y la reacción natural de recibir el Espíritu Santo, es salir adelante, porque estamos llenos de amor, porque nos dolemos por los perdidos, queremos obedecer al Señor y trabajar en la unidad con el Señor.
No hubo un sólo pentecostés. Hechos 8:12 y 13 nos dice: “El Señor empezó una obra poderosa en Jerusalén”. Pero el Señor una vez que toma Jerusalén, Samaria (que era la capital del reino del norte) también iba a llevar un avivamiento ahí. Y leemos como Felipe el diácono, dice que en Hechos 8:12 y 13 “pero ahora la gente creyó el mensaje de Felipe, sobre la buena noticia del reino de Dios y del nombre de Jesucristo”. Como resultado de esa predicación se bautizaron muchos hombres y mujeres. No fueron pocos, no fueron algunos, no fue uno, no fueron dos, ¡fueron muchos! “Y luego el mismo Simón creyó y fue bautizado y comenzó a seguir a Felipe a todos los lugares a donde él iba y estaba asombrado por las señales y los grandes milagros que Felipe hacía. Felipe se permitió ser usado por Dios.
En Hechos 11, encontramos un tercer pentecostés, el levantamiento de la Iglesia gentil. En Hechos 11:20-21 dice “Sin embargo algunos de los creyentes que fueron a Antioquia, esa iglesia tan usada por Dios, que el titulo cristianos es gracias a lo que esa iglesia hacía. Desde Chipre y Cirene les comenzaron a predicar a los gentiles. (Ahora el señor quería levantar a los gentiles) acerca del señor Jesús y el poder del señor estaba con ellos, y gran número de estos gentiles creyó y se convirtió al Señor. ¿Cuál fue el resultado de ellos? El señor empezó a levantar judíos, samaritanos y gentiles. La iglesia del señor empezó con un puñado, y en cuestión de meses y de años, ese puñado pasaron a ser miles de vidas que estaba en muerte, transformadas a recibir vida plena que solo Cristo Jesús puede darte.
Pero ahí no es donde termina la historia, ahí es donde empieza la norma. La norma del libro de Hechos de los apóstoles es ver el poder de Dios obrando y la gente volviéndose a Cristo. La historia nos habla que el apóstol Tomás, aquel que dudó, aquel que tuvo dudas, se fue al sur de India y empezó a predicar el cristianismo, y muchos se volvieron al cristianismo. Incluso hoy es mucho más fértil India en el sur que India en el norte, porque este hombre se dispuso a llevar el evangelio. Ahí mismo hubo un hombre que se le acercó por detrás a Tomás, le clavó una lanza por la espalda y murió martirizado por llevar el evangelio a esa zona.
El apóstol Juan se encontró una iglesia dividida, una iglesia con pleitos teológicos, igual a la iglesia de hoy, una iglesia que no había entendido la unidad. Y este hombre, que caminaba bajo conceptos de amor, que recibió el amor de nuestro Padre, se llamaba a si mismo el discípulo amado, la última frase que él dejo a la iglesia, fue la frase memorable “ámense los unos a los otros”. Aprendan a amarse. Porque el amor debería de ser nuestro fuego que nos lleve a compartir el evangelio. El amar al perdido, el amar al que no ha recibido lo que yo hoy tengo, atesoro y amo y anhelo para aquel que no lo tiene, y eso nos tiene que tocar a todos nosotros.
¿Cuál es el evangelio? ¿Qué es lo que deberíamos de predicar? Debemos predicar, que de tal manera amo Dios al mundo, de ¡tal manera!, Dios puso su mirada, aunque usted no lo mereciera que dio a su único hijo para que muriera de la muerte más horrible imaginada. Los que son padres pueden identificarse con eso, solo imaginar dar a su único hijo para que un poco de pecadores pudieran tener acceso al Padre. De tal manera nos amó el señor, ese es el evangelio de Cristo, eso es lo que nosotros deberíamos de predicar, que de tal manera el señor me amó, que me saco del fango de donde yo estaba, me limpio y me llamo hijo, transformo mi vida, soy otra persona en Cristo.
Pero la norma de la Iglesia continúa. Por trecientos o cuatrocientos años más, la persecución en lugar de mejorar empeoró. Cada vez los cristianos eran más y más perseguidos. Pero a mayor persecución, más se levantaban hijos de Dios a predicar el evangelio. La norma en los primeros trecientos o cuatrocientos años de la iglesia era gente encendida en el poder de Dios, gente que predicaba a diestra y siniestra, por miles el evangelio empezó a extenderse a través de todo el mundo. Hasta que llegó el periodo oscuro de la iglesia.
La iglesia empezó a mezclarse con el estado, el poder empezó a mezclarse con la iglesia, y la iglesia empezó a alejarse de para lo que había sido llamada, para predicar en poder y autoridad. La iglesia empieza a tomar decisiones basadas en poder, en dinero, en religiosidad, y se empieza a apagar lo que el Señor una vez encendió. Una iglesia basada en mentiras, porque el acceso a la verdad se cerró. Se tomó la Biblia, porque era tan santa, que se tradujo a una lengua muerta que nadie entendía y el acceso que usted y yo tenemos hoy a la Biblia ya no existía. Un mundo lleno de oscuridad sin tener acceso a la verdad. Mil años pasó la iglesia en esa oscuridad, donde había predicaciones que nadie entendía, donde se leía la Biblia y la gente quedaba asombrada de la palabra de Dios, pero era inalcanzable para ellos, las verdades no calaban a su vida. La biblia se cerró.
En el siglo XIII, se levanta un hombre llamado John Wycliffe que fue una persona que salió de su zona de comodidad y empezó a traducir la Biblia, del latín al inglés. Este hombre fue señalado de hereje, de apostata, de traidor, de satánico, la iglesia lo excomulgó, y él no pudo terminar su obra, pero aún así escribió muchísimas coasa. Cuando él murió – de causas naturales -, no se le permitió el acceso a entrar a un cementerio para poder ser enterrado dignamente. A él lo enterraron en el bosque. Treinta o cuarenta años después, la gente quería seguir leyendo lo que él escribió, porque estaban asombrados de poder acceder otra vez a la palabra de Dios, que incluso tuvieron que exhumar sus huesos, porque decían que estaba poseído, que era brujería y volverlo a enterrar. Un hombre cuyo único deseo de su corazón era devolverle la Biblia a todos nosotros, la cual el Señor creó para que nosotros pudiéramos tener acceso a ella.
Mas adelante viene otro conjunto de hombres de Dios, con Lutero, Tyndale que murió de una forma horrible fue el que terminó la traducción en Inglés de la Biblia, Juan Calvino, Zuinglio y un gran conjunto de hombres de Dios que empezaron a traernos lo que habíamos perdido. Habíamos perdido la palabra. Ellos volvieron traer la palabra al cuerpo de Cristo. La verdad tenía que ser devuelta al cuerpo de Cristo. Pero esa no solo fue la norma, pasó el periodo oscuro y otra vez venía el avivamiento y el Señor empieza a traer la palabra, y una vez que la palabra es restaurada, vienen los grandes avivamientos.
Los avivamientos del siglo XVII y XVIII, John Wesley, un anglicano que sale de su tierra empieza a pasar experiencias, llega a Georgia como misionero, no logra hacer que su mensaje cale, se devuelve a Inglaterra y en una predicación, de un diácono, él recibe el Espíritu Santo, y su vida es transformada en medio del legalismo, en medio de religiosidad, pero él no se queda con eso, porque si nosotros hemos recibido el Espíritu, no nos quedamos sentados en una silla, salimos a predicar y ese hombre salió a las calles y empezó a predicar. Se le considera el padre de hoy de la iglesia metodista, un hombre que predicaba santidad, obediencia, y predicaba salvación solo en Cristo Jesús.
George Wittels, Jonathan Edwards, Charles Feeney, Charles Spurgeon, fueron grandes hombres de Dios que volvieron a la predicación de tres cosas: santidad, obediencia y salvación solo en Cristo. Una vez que volvió la Biblia.
Siglo XX, doscientos años después, ya había sido reestablecida la palabra, reestablecida la predicación real. Lo que faltaba para volver a ser esa iglesia de Hechos de los apóstoles era ese mover del Espíritu Santo. La calle Azuza, las noticias dicen que ellos no solo fueron bautizados en lenguas del Espíritu, fueron bautizados en idiomas. Y personas que no tenían ningún tipo de educación empezaron a predicar el evangelio, en alemán, en chino en francés, y vino un avivamiento. Porque tal vez hay gente que no cree en los dones, pero no lo evaluemos por las señales, evaluémoslo por lo que sucedió, ¿y qué fue lo que sucedió? Mucha gente se volvió al Señor, mucha gente fue salva, mucha gente fue transformada.
William Booth, el fundador del ejercito de salvación, el salió de Inglaterra a predicar a todo lado a un punto donde los dueños de los bares en cada región fueron donde el alcalde a preguntarle que estaba pasando, porque ya los bares estaban cerrando porque había tal nivel de santidad que ya nadie iba a los bares. La sociedad había sido transformada, había pasado de muerte a vida. Y ni que decir Evan Roberts en Gales, el avivamiento en Corea, y el más reciente hombres como Billy Graham predicando el evangelio, viendo la salvación en medio de países donde se había cerrado todo para la fe.
La norma del Señor ha sido usar la iglesia para traer avivamiento. Y Dios no usó hombres especiales, Dios usó hombres que se dispusieron a salir de sus cuatro paredes y salir a cada lugar, a su trabajo, a su familia y empezar a predicar de Cristo con testimonio, con palabras y con poder Dios. Esa fue la norma.
Hay tres excusas que hemos puesto para no evangelizar. Excusas que escuchamos de muchos creyentes para no evangelizar:
Uno, el egoísmo. ¿Qué nos impide ir a evangelizar? La mas triste y la mas dura, ha sido el egoísmo. Hemos sido una iglesia egoísta, porque siempre estamos ocupados, siempre estamos enfocados en nuestras cosas, hemos dejado que el trabajo y los quehaceres del día a día nos consuman. Hemos dejado que incluso nuestras responsabilidades como padre o madre nos consuman, y el plan de Dios lo hemos pospuesto.
¿Para que trabajamos? No trabajamos para hacer dinero. Y si nuestro enfoque es ahorrar y ahorrar para cuando no tengamos, deberíamos preguntarnos si en verdad Cristo es nuestro proveedor. Pero también entender que, si fuimos puestos en un trabajo, fuimos puestos ahí porque Dios quiso hacer brecha para que un hombre de Dios entrara y predicara la Fe. Cuando nos disponemos a que el Señor nos use, a ser instrumentos de Dios, veremos la mano de Dios. Porque el que hace la obra no somos nosotros es el Espíritu Santo, pero el Espíritu Santo habita en nosotros. Lo que necesitamos es nada mas dejar que el Espíritu Santo nos use.
Estamos tan ocupados, ¿para que vivimos? A veces vivimos para auto-complacernos, pasamos enfocados en ir al gimnasio, enfocados en que tenemos que seguir estudiando, enfocados en ¿Qué hago, que hago? Y se nos ha olvidado que nosotros vivimos para hacer la voluntad del Padre, para traer su gloria a esta tierra, ese es nuestro propósito. Mientras tengamos vida, que el señor nos encuentre predicando, en la calle, con mi familia o con quien sea. Pero que nos encuentre predicando su palara.
Hemos entrado en un tiempo de obesidad espiritual, pero este año vamos a comenzar una obra evangelística. Es el año de predicar, es el tiempo correcto, pero para que funcione, debemos comprometernos. No con el pastor, no con la Iglesia, sino que con el Señor. A veces la gente viene a la iglesia y después de la predica siguen teniendo hambre, y buscan más predicas en YouTube. Pero lo que ocupamos no son mas prédicas, ocupamos dar mas de lo que el Señor puso en nosotros. Y en el momento donde demos, vamos a empezar a ver en donde los carbones que estaban apagados se empiezan a encender, cuando empezamos a predicar a otros, a compartir nuestra fe con otros, el Señor nos va a empezar a encender.
Dos, tenemos temor. Estos hombres de Dios murieron de formas terribles para que nosotros tuviéramos la capacidad de estar con nuestra Biblia en nuestros celulares, una iglesia cómoda, y no lo usamos, no usamos la biblia porque estamos ocupados, no usamos la iglesia porque tenemos otras cosas mas importantes que hacer. Ellos dieron su vida y ¿nosotros tenemos miedo al que dirán? Qué triste, miedo a la opinión de otros. Porque nos hemos sentado nosotros en el trono. Nuestra autoestima y nuestra identidad están en el trono y el Señor esta de segundo.
Es tiempo de volver a que el Señor esté sentado en el trono. Lo que importa no es como vamos a quedar nosotros. A veces decimos, “no voy a predicar porque si no me hace caso, si no me escucha” no nos pongamos en esa posición, lo que importa es que hagamos la voluntad del Padre, no que hagamos lo que nos es más cómodo, o nuestro propio currículo.
Tres excusas que ponemos:
1.No puedo porque no tengo ese don. 1 corintios 2: 4 “Y mi mensaje (Pablo hablando) y mi predicación fueron muy sencillos, simples, en lugar de usar discursos ingeniosos y persuasivos, confié solamente en el poder del Espíritu Santo”. Es todo lo que necesitamos, no necesitamos mucho texto, necesitamos confiar en el poder del Espíritu Santo.
2.No me toca: El llamado de la gran comisión fue para todos “vayan y hagan discípulos” así que si nos toca y si podemos.
3.No tengo suficiente conocimiento:
Si usted sabe que Cristo murió en una cruz por nosotros, si sabemos que el pecado nos lleva a muerte y que tenemos que predicar arrepentimiento, y que Cristo transforma las vidas, entonces tenemos el suficiente conocimiento para predicar el evangelio, es todo lo que necesitamos.
Si hemos sido transformado por el evangelio, tenemos el poder y la autoridad para transformar a otros.
David Livingston, un evangelista que fue a África a abrir brecha para llevar el evangelio a África. El dijo que solo iba a ir a África para ver como eran las costumbres y acoplarse a las costumbres del lugar, para que la próxima vez que fuera un evangelista, pudiese realmente ministrar a otros. Este hombre fue a África, predicó, no tuvo un gran impacto, fue un ministerio pequeño, impactó pocas vidas. Pues cien años después un hombre llamado Rinehart Bunky fue a esa misma ciudad, predicó el evangelio y se convirtieron cientos de miles a la fe. Cientos de miles dejaron su pecado y volvieron a Cristo. Cuando entrevistaron a este hombre en televisión le preguntaron ¿Cuál fue la razón de su éxito? Y él respondió, que un día un hombre como David Livingston fue a África y plantó una semilla, simplemente a mi me tocó cosechar.
La palabra de Dios dice que nos consuela, nos exhorta y edifica. Esa debería ser la palabra profética para nuestra vida. La palabra de Dios debería de consolarnos, exhortarnos y edificarnos. Esta palabra es una exhortación para aquel que está dormido. Pero también debe ser un consuelo para aquel que está triste. Aquel que realmente ha intentado sembrar semilla, que realmente ha intentado compartir la fe y que tal vez no ha visto los frutos.
En Isaías 55:10-11 “La lluvia y la nieve descienden de los cielos quedan en el suelo para regar la tierra, hacen crecer el grano y producen semillas para el agricultor y pan para el hambriento. Lo mismo sucede con mi palabra, yo la envío y siempre (no algunas veces) siempre produce fruto. Lograra todo lo que yo quiero (no algunas cosas, todo) y prosperara todos (no algunos) todos los lugares donde yo la envié.
La palabra que hemos sembrado va a dar fruto al tiempo de Dios. Dios se encargará, y aunque sea como en el caso anterior, cien anos después, pues cien años después alguien vendrá y cosechará la semilla que fue puesta.
Por último, si el Señor nos ha llevado a evangelizar, Él es quien prepara el terreno, quien prepara la semilla, quien hace que crezca y quien hace que se recoja.
07-Feb-21
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