La Resurrección de Cristo
La resurrección de Cristo se encuentra en todos los evangelios; donde cada autor destaca diferentes aspectos de este glorioso, magnífico y trascendental evento de la historia.
Por ejemplo, en el evangelio de Juan en el capítulo 20, el libro se centra en Cristo y no en los personajes alrededor de la resurrección.
Juan 20:1 dice “El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. Entonces corrió y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto”
Aunque Juan se centra en María Magdalena, queremos invitarte a que leas esta porción de la escritura sobre la resurrección en los demás evangelios. Esta mujer no estaba sola en ese momento; sino que se encontraba con otras mujeres como María la madre de Santiago, y también con Salomé. Estas mujeres habían estado el día anterior durante la crucifixión, estaban cansadas, agotadas, pero no abandonaron a Jesús en su momento más oscuro y triste.
Dichas mujeres dejaron pasar el primer día de reposo y luego el domingo tomaron especies aromáticas y fueron a la tumba de Jesús para hacer todo lo que ellos usualmente hacían con los muertos, quienes eran perfumados, envueltos en vendas y se les colocaban sudarios sobre su cabeza y sobre su cara.
Continuando con este capítulo, en Juan 20:3-5 dice: “Y salieron Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Y bajándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró.”
El otro discípulo se refiere al mismo Juan y la escritura nos dice que él no entró, que no vio nada diferente. El miró desde la entrada, vio que habían removido la piedra que tapaba el sepulcro, pero no entró a lo profundo de la cueva. Él vio los lienzos como si Jesús aún estuviera ahí, sin notar que el Señor ya no estaba.
El versículo 6 dice: “Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí”.
Pedro sí entró, y vio los lienzos que estaban allí colocados. Esto nos lleva a recordar la historia de Lázaro cuando el Señor con una voz potente le dice que saliera de la tumba, y este hombre salió de la allí pero envuelto en sus lienzos, mientras que Jesús no. A Lázaro alguien tuvo que desatarlo, a Jesús no. Los lienzos en la tumba del Señor estaban puestos tan reales que parecían que aún Jesús estaba allí.
Juan 20:7-8 nos dice que “y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó.”
Pedro, quien era un discípulo más impulsivo y valiente entró de primero, y luego según nos enseña la palabra, el que había llegado de primero se atrevió a entrar y creyó. Si vamos a libro de Lucas, la reacción de Pedro es que se maravilló, pero Juan (el segundo en entrar) sí creyó en esa resurrección que había sido profetizada antes por el mismo Jesús.
Seguidamente, Juan 20:9-10 dice “Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos. Y volvieron los discípulos a los suyos.”
Aunque Juan no habla mucho de lo que sucede previamente, lo primero que aparece es la historia de María y las mujeres trayendo los ungüentos a Jesús, estando cansadas, desoladas, y llorando por la muerte de su maestro. En Lucas 24:5 dice que a estas mujeres se les aparecieron unos ángeles y les dijeron “¿Por qué buscan entre los muertos a alguien que está vivo?”
Así que María y todas las mujeres fueron donde los discípulos y les dijeron que el maestro había resucitado. Lo maravilloso de esto es que aunque en el contexto histórico de la época las mujeres no tenían un rango de credibilidad; Dios las escogió para hacer el anuncio más grande: la resurrección de Cristo.
El versículo 11 de Juan 20 dice: “Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro”. María fue trajo los apóstoles, vino Juan y Pedro y detrás venía María y ella se quedó llorando. Se quedó junto al sepulcro y esta desesperada porque no estaba el cuerpo de su amado maestro”
Cuando ella se inclinó vio dos ángeles según Juan 20:12 “y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto” Esta escena nos recuerda aquel lugar en el tabernáculo donde en el lugar santísimo había un arca que tenía un propiciatorio, que era una tapa donde había dos ángeles de frente mirando hacia el centro de dicho propiciatorio. Este era el lugar donde el sacerdote vertía la sangre de un sacrificio de animal y estos ángeles veían hacia ese lugar donde la presencia de Dios se manifestaba.
Y María vio lo mismo: dos ángeles, uno a la cabeza y otro a los pies mirando hacia donde estaba la tumba vacía. Donde el Espíritu Santo con poder resucitó a Jesús de los muertos, donde la muerte fue derrotada. Es en ese momento que los ángeles hablaron con esta mujer: “Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.” Juan 20:13
Es maravilloso como María reconoce a Jesús como Su Señor. Y en este punto es donde nos vemos confrontados y debemos hacernos la misma pregunta: ¿Es Jesús nuestro Señor?
Seguidamente en Juan 20:14: “Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús.” Pensemos en esto: los discípulos entraron y no había visto a los ángeles, y sin embargo el Señor le permitió a María ver a esos ángeles que son invisibles a los ojos humanos.
La fe de María no alcanzaba a entender que Jesús había resucitado. Tanto para ella como para los discípulos, y para los judíos era muy difícil comprender esto, pues para ellos el Mesías nunca debía ni podía morir. En la teología de los judíos, era muy difícil comprender el sufrimiento de Jesús, ellos no entendían y pasaban por alto la revelación que hay en Isaías 53, ellos estaban esperando un rey glorioso; y no uno manso y humilde que además sufrió muerte y muerte de cruz.
Nosotros a la luz del nuevo testamento podemos entender el antiguo testamento mejor, pero ellos no. Dice la palabra entonces, en Juan 20:14 que María no reconoció a Jesús. Ahora Cristo tenía un cuerpo glorificado, hermoso y limpio, uno que ya no tenía todas las limitaciones del cuerpo humano.
Juan 20:15 nos dice: “Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.” Esta mujer no entendía las dimensiones de lo que estaba diciendo, ella no podía entender que no podía cargar un muerto y sin embargo a ella no le importó, ella sólo pensó “voy a buscarlo”.
Juan 20:16 nos dice “Jesús le dijo: !!María! Volviéndose ella, le dijo: !!Raboni! (que quiere decir, Maestro)” Dice la palabra de Dios en Juan 10:27-28 “mis ovejas oyen mi voz y me siguen”, sus ovejas conocen al Maestro, oyen su voz y lo siguen.
Cuando María oye su nombre de la forma tan amorosa en la que Jesús lo pronunció, le fue tan familiar que inmediatamente le dijo “Raboni”. Esta palabra significa “gran maestro”. Probablemente María se tiró a los pies de Jesús, a abrazarlo.
¡Y es que cuando tenemos un encuentro real con Jesús, no puede ser más maravilloso! Él nos conoce por nuestro nombre, conoce nuestras tristezas, batallas y necesidades. Quizás hoy; Él a cada uno de nosotros nos está diciendo: “<<anota tu nombre>>: “¿Cuándo oyes mi voz inmediatamente sabes que es mi presencia la que te está convocando?” María lo entendió perfectamente y se fue a abrazarlo.
Juan 20:17 nos enseña. “Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.”
Lo que la palabra nos está diciendo es que Jesús le dijo a esta mujer “María no me retengas más, suelta mis pies, sé que quieres estar conmigo, pero tengo un encargo que darte. Fuiste la embajadora para dar las buenas nuevas de mi resurrección, pero ahora tengo otro encargo: ahora tienes que ir a hablar de mi ascensión a los cielos”. No me que toques porque aún no he subido a mi padre, más ve a mis hermanos.” Nunca Jesús se refirió a sus discípulos, a los creyentes, a sus seguidores hasta ese momento de esa forma, Él decía “mis discípulos, mis siervos, mis amigos”; pero esta es la primera vez que se refería a “mis hermanos”.
Con la resurrección hay entrada a los cielos, ese sacrificio perfecto de Jesús en la cruz satisfizo toda la demanda de Dios sobre los hombres y quitó Su ira sobre nosotros; nos hizo santos y justos delante de Dios, abrió el camino para entrar al trono celestial, y es por eso que celebramos este magnífico y glorioso evento, es por eso nos gozamos, es por eso que estamos juntos, nos abrazamos y nos perdonamos como familia. Jesús dijo YO SOY la resurrección y la vida, Él mismo lo declaró.
En ese momento; se estableció una nueva relación, Jesús le dice a María: “ve a mis hermanos”. Es a través de la resurrección de Cristo que nos convertimos sus hermanos, en hijos de un mismo Padre llenos del Espíritu Santo.
Esto nos debe llenar de una esperanza viva, la resurrección fue un hecho real e histórico, los dioses de muchas religiones son hombres que ya están muertos; sin embargo, nuestro Señor Jesucristo resucitó de la muerte en el poder del Espíritu Santo y Dios aceptó ese sacrificio como perfecto, Cristo es nuestro Salvador y quien nos da seguridad de que nada nos pueda separar del amor de Dios.
Continuando en Juan 20:18 se dice “Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas.” La resurrección es para nosotros la segura esperanza que trae calma a nuestra alma y corazón, estamos en victoria, Cristo venció la muerte, venció el temor, a Satanás, con su resurrección derribó al único enemigo que había que derrotar.
Es un mensaje de esperanza, de gozo y de gloria, en Cristo Jesús hemos resucitado, Él es la primicia y detrás vamos nosotros en el tiempo que Dios ha determinado entraremos en su gloria y veremos al victorioso, al resucitado, al vencedor de la muerte, al que venció la oscuridad.
Si nunca has meditado en esa resurrección, hoy queremos decirte que gracias a esa resurrección es que tienes entrada a los cielos. Si Cristo no hubiese resucitado en vano sería nuestra fe. El apóstol Pablo dice que seríamos los más miserables de todos los hombres, porque si Cristo no hubiera resucitado hubiese sido símbolo de que el Padre no hubiese visto su sacrificio como perfecto. No hubiera satisfecho las demandas y la justicia de Dios. Pero Cristo resucitó, para que hoy tuviésemos seguridad de que nuestros pecados pasados, presentes y futuros han sido perdonados en Cristo Jesús.
Este es un mensaje que no sólo nos debe de llenar de esperanza sino que también nos debe llevar a meditar, a poner en acción las palabras de Aquél que dio Su vida por ti y por mi y dijo: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre; y yo lo amaré y me manifestaré a él” Juan 14:21. ¿Amas a quien murió, entregó todo todo por ti y resucitó con poder para que hoy tengas vida?
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