Paracletos - Espíritu de Sabiduría y Revelación
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Paracletos – Espíritu de Sabiduría y Revelación

Este mensaje es para todos aquellos que quieren traer luz a una vida espiritual con algún nivel de oscuridad, porque queremos llegar a cumplir con el propósito de Dios. El Espíritu Santo es quien trae revelación y sabiduría a nuestras vidas. Sobre esto escribe el apóstol Pablo y nos presenta un texto que modela la forma como deberíamos orar e interceder.

Efesios 1: 15-19 dice:

“Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os de espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza.”

Esta palabra nos enseña que debemos buscar las riquezas espirituales, orar por sabiduría y revelación.  El apóstol Pablo recalca la necesidad de que sepamos escuchar la palabra y la revelación que viene directamente de Dios. No necesitamos intermediarios, ni discursos de motivacionales. El único intermediario entre Dios y los hombres es Jesucristo y tenemos que saber escucharle.

El apóstol Pablo se apoya en una impresionante palabra profética de Isaías sobre Cristo.

Isaías 11: 1-2 dice:

“Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñando de sus raíces. Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová.” 

Nótese como los dones presentan en duplas. Esto no es casualidad; no hay revelación sin sabiduría ni sabiduría sin revelación. 

Isaías 11: 3-5 continúa:

“Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura.”

El Señor fue rechazado y juzgado por la forma en la que sus palabras vinieron a confrontar a la humanidad con la verdad. Jesús nos llama a ser radicales y a hablar con verdad, a llamar al pecado pecado y a lo bueno bueno. Necesitamos ser confrontados a la luz de Su Palabra.

Revelación es entendimiento, y sabiduría es la aplicación práctica de ese entendimiento. Hay gente que se queda con la revelación, pero no lo lleva a la práctica; sabe lo que tiene que hacer, pero no lo hace, sabe lo que la biblia dice que no debe hacerse, pero lo sigue haciendo. Entonces lo que necesitamos es revelación para entender. Tal vez tenemos un corazón obediente y necesitamos saber en qué debemos ser obedientes, pero a la vez necesitamos llevar cautivo nuestro cuerpo físico para poder obedecer esa revelación que Dios quiere traer a nuestras vidas. 

¿Cómo se obtiene esa revelación? El Señor nos habla de muchas formas: a través de sueños, a través de amigos, de líderes, a través de prédicas, nos puede hablar a través de una experiencia, y puede poner una palabra en nuestro corazón. Pero todas estas formas tienen en común que están sujetas a la Palabra de Dios.  Ése es el estándar cristiano. Sin embargo hoy día tenemos un problema, muchas iglesias están haciendo doctrina a partir de sueños y visiones. Por supuesto que creemos en los sueños, en las visiones, y en la palabra profética, pero a un nivel personal, no general. El problema radica en que ahora todo se hace general; aquel sueño, aquella visión, o aquella palabra profética que tenía un propósito específico en una persona, es elevada a dogma y a doctrina por parte de líderes y pastores. Como creyentes a veces caemos en el error de poner nuestra fe y nuestra confianza es este tipo de revelaciones y no en la palabra de Dios, por pereza de escudriñar. También porque se hace más fácil pedirle consejo a algún hermano que nos dé una respuesta rápida, que ayunar y buscar la voz de Dios por nosotros mismos. Cuidémonos de quienes ponen su fe y su norte en visiones. No podemos aceptar cualquier interpretación que se haga de la Palabra de Dios, ni cualquier “nueva” revelación. La revelación irá creciendo conforme avancemos en el estudio de las escrituras. Y aunque podamos recibir revelaciones personales, estas nunca serán visiones nuevas para la iglesia, porque el canon bíblico ya se cerró.

Debemos aprender a recibir con entendimiento, cómo Dios trabaja. Él se revela a nosotros porque nos quiere enseñar cómo Él trabaja. Dios no quiere que seamos ciegos guías de ciegos. En este sentido es preciso agregar que todos somos ciegos; nadie sabe a plenitud lo que sólo Dios puede revelar. Es necesario que pongamos nuestra mirada en la verdad de Cristo y no en los hombres, porque los pastores y líderes son falibles e imperfectos.

Nos hemos malacostumbrado a vivir en una “voluntad permisiva de Dios”, donde nos ama y nos acepta, donde queremos hacer las cosas a nuestra manera. Dios nos llama a hacer nuestra voluntad a un lado para dejar que Él empiece en nuestra vida a guiar todo. Y si viviendo en la voluntad permisiva de Dios, consideramos que Dios es bueno, ¿cómo podría ser entonces vivir en su voluntad perfecta? Esto es, abandonarse en el Señor. Experimentaremos lo sobrenatural, nos puede guiar en las cosas más cotidianas; al conducir el automóvil, al relacionarnos con las personas (el Espíritu Santo nos puede decir a quién hablarle y qué decirle u orar por alguien), y al tomar decisiones sobre cualquier asunto. Pero, nos acostumbramos tanto a tener el control, a vivir en función de nuestras decisiones, y nos resistimos a vivir en la revelación de Dios. Cuando tenemos un sueño, o recibimos una Palabra inquietante, es nuestra responsabilidad doblar rodillas y buscar interpretación; no es el pastor o el ministro quién tiene que decirnos qué hacer o cómo canalizar el mensaje. Cada uno de nosotros es responsable de someterse a la voluntad perfecta de Dios.

En el cristianismo hay muchas expresiones sobrenaturales que se han hecho comunes y atribuibles al Espíritu Santo; esto, siempre debe analizarse con cierta cautela. El indicador de la acción genuina del Espíritu Santo es que haya fruto de transformación.

Efesios 3:3-4 dice:

“Que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente, leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo”. 

Lo que Dios quiere revelarnos a nosotros, es el conocimiento de Cristo. El Espíritu Santo quiere revelarnos cómo es Jesús, para que seamos como Él. Ese es nuestro estándar, nuestra razón de ser. No se trata de lo que podamos hacer por Él, sino cómo es Él, cómo podemos ser más como Él y cómo acercarnos a Él, y ser transformado por Él para que algo suceda, como sucedió con Pablo. Pablo no recibió su evangelio, no fue enseñado por los discípulos, y eso no fue inconveniente para escribir dos terceras partes del nuevo testamento; fue la persona que recibió más revelación. Recibió el misterio de la Iglesia, fue al tercer cielo, y recibió su revelación directamente de Dios. Es necesario ir a Cristo, antes que a la iglesia; es necesario ir a su palabra para ser verdaderamente transformados. Nada sustituye la revelación directa de Dios.

La revelación va de la mano con la sabiduría, la dirección va de la mano con la capacidad. Dios revela, no al que está capacitado, sino al que no lo está; porque cuando Dios revela capacita; cuando da una dirección, prepara a la persona para la misión; y comúnmente se glorifica en las personas menos aptas desde los criterios humanos.

Hay dos razones por las que nosotros necesitamos revelación. En primer lugar, porque necesitamos comprender la riqueza de Dios. Cuando recibimos revelación, vivimos confiados, porque conocemos la abundancia y sobre abundancia de lo que Dios ha puesto en nosotros. Y en segundo lugar, porque cuando recibimos revelación, conocemos el poder que ha sido puesto en nosotros. Sobre este segundo aspecto es preciso detenerse. Creemos que no es prudente minimizar la obra del enemigo como hacen algunos creyentes. Pero tampoco somos partícipes de darle un lugar de autoridad más alto del que le corresponde. Esto porque hoy día mucho cristiano se mueve más en el temor a Satanás que en el temor a Dios. La Biblia dice que toda autoridad le fue dada a Jesús, en los cielos y en la tierra. Así, el mismo espíritu de Dios que habitaba en el Señor Jesús, nos fue dado a nosotros, y el poder de Dios está en nosotros. Por ello debemos dejar de quejarnos cuando hay una necesidad de oración y buscar a alguien que creemos más apto, y hacerlo nosotros mismos. Esto, vale decir, no significa que no debamos pedir ayuda, sino que entendamos que el poder de Dios está en nosotros y somos capaces de operar; debemos permitirnos ser usados, ser un instrumento valioso para el Señor. Todo está puesto en nosotros por medio del Espíritu Santo. El velo se empieza a quitar cuando Dios doblega los ojos altivos y el corazón orgulloso, y pone humildad y espíritu de servicio. Cuando aprendemos a ser humildes recibimos la revelación del Padre.

2 Corintios 12:7 dice:

“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera.”

La revelación, puede llevarnos al orgullo y a hacer que se eleve nuestro ego; inclusive cuando se nos hacen reconocimientos por lo que Dios ha hecho por medio de nosotros, solemos aplacarlo diciendo: gloria a Dios. Pero si somos honestos, no gusta que se nos reconozca, sentirnos aprobados, aceptados y honrados. Pero si queremos ver la gloria de Dios en nuestras vidas y ser usados por el Señor, lo primero que sucederá, es que seamos procesados en nuestro orgullo; y generalmente, tendremos que pagar el precio en nuestra carne. Pablo tuvo que dejar su trabajo, vivir como pobre, ver la escasez, fue insultado, golpeado, apedreado, vituperado. Asimismo, nosotros seremos machacados en nuestro ego y nuestro orgullo. Vendrán pruebas, pero en medio de la prueba saldremos vencedores. Recordemos esto: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí.”

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