Paracletos - Trae unidad
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Paracletos – Trae unidad

El título de esta prédica es “El Espíritu Santo es quien trae unidad”. Inicialmente tenemos que desmentir la idea generalizada y errónea de que nosotros como miembros de la iglesia somos quienes propiciamos la unidad en la iglesia, por medio del amor fraternal y la “koinonía” (comunión eclesial). La biblia nos enseña algo distinto. 

Efesios 4:1 dice:

“1 Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados” 

Pablo nos está hablando a todos como creyentes y nos dice que tenemos que andar conforme al llamamiento de Dios para nuestra vida. Pablo quiere decir que hay una forma en que el cristiano anda que honra el llamado de su Padre y hay una forma en que el cristiano anda que deshonra el llamado de su Padre, de esta forma Pablo nos invita a entender esto: el cristiano emocional puede correr el peligro de quizás no ser cristiano, porque permite que su vida sea controlada y gire en torno a sus emociones, y al no ser controlada por Dios, es una persona que reacciona según la situación, guarda rencor, tiene dificultad para perdonar, es orgullosa, es iracunda y tiene una gran dificultad para rendirse al Padre.

A partir de esto podemos concluir algunas verdades; no todo aquel que dice ser cristiano realmente es cristiano, no todo aquel que se llama cristiano sigue a Cristo, no todo aquel que va a una iglesia conoce a Cristo, y no todo aquel que está en una iglesia está en unidad. Esto nos confronta y nos reta a nosotros mismos a entender que hay hermanos maduros y hermanos que están en proceso de restauración. Es importante entender que hay dos tipos de cristianos: los que andan de forma digna y los que andan de forma indigna.

La Palabra de Dios nos habla de la forma en que a Dios le agrada que caminemos como sus hijos y nos insta a guardar la unidad como miembros del cuerpo de Cristo.

Efesios 4:2 dice:

“con toda humildad y mansedumbre, soportándonos con paciencia los unos a los otros en amor”.  

El que es digno se evidencia por su humildad y su forma de relacionarse, ya que en su caminar manifiesta el llamado del Señor, por lo tanto, el indigno manifiesta su vida a través del orgullo, la falta de amor hacia otros y de ser una persona que considera a otros “insoportables”. 

Todos hemos conocido a alguien con el que tal vez hemos tenido algún tipo de diferencia, no obstante el Señor nos dejó su Palabra cómo debemos actuar en estas pruebas para edificación de nosotros mismos y de la iglesia. 

Efesios 4:3-6 dice:

“3 Solícitos en guardar la unidad del Espíritu Santo en el vínculo de la paz; 4 un cuerpo, y un Espíritu Santo, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; 5 un Señor, una fe, un bautismo, 6 un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos”.   

La unidad es provista por el Espíritu Santo, no es dada por hombres y todos los que tenemos al Espíritu Santo estamos llamados a la unidad. Todos los que hemos sido sellados, bautizados y hemos muerto a nuestra vieja manera de vivir y hemos sido resucitados en Cristo, estamos llamados a la unidad, a guardar la unidad. 

Detengámonos a entender que el Espíritu Santo es soberano pues es el mismo Dios, y Dios en su soberanía diseñó un plan perfecto para traer unidad a su iglesia. Dios mismo nos tomó cuando estábamos perdidos en nuestros pecados. Nos tomó y nos metió en el agua del bautismo, nos hizo nuevos, nos convirtió en una piedra para edificación de la Iglesia y puso una base que es Cristo, y sobre esa base empieza a construir la gran iglesia que hoy somos todos los nacidos de nuevo, como piedras vivas, con piedras al lado y piedras arriba. 

Dios se encarga de que no estemos solos, nos pone piedras a ambos lados y arriba. Y si Dios nos trajo a un lugar, lo hizo porque puso una base de personas con las que vamos a tener que tratar, pastores con los que tenemos que trabajar, personas al lado con los que vamos a relacionarnos y nos pone personas arriba para discipular, el llamado de Dios siempre ha sido soberano sobre nosotros rompiendo paradigmas para dar lugar a propósitos eternos, en primer lugar, la familia.

Ha sido Dios quien nos puso en la familia en la que estamos y no debemos quejarnos porque fué Dios el que nos la dio. Si Dios nos llevó a una comunidad (iglesia), no debemos quejarnos porque fue Dios quién nos puso ahí y si queremos agradar a Dios, tenemos que empezar por decirle “Señor, ya no vivo yo más vive Cristo en mí” y sujetarnos a lo que Él establece por amor a todas las personas y principalmente por amor a Dios.

Sobre esa base es que el Señor empieza a construir. A nosotros no nos toca construir, nos toca guardar el diseño de Dios. Nosotros no traemos unidad, es Dios quién se encarga de poner a las personas a nuestro lado para nuestro crecimiento espiritual, a nosotros nos toca sujetarnos, someternos, disponernos y seguir el diseño de Dios.

Cuán importante es que podamos entender que la unidad no es uniformidad, Dios no nos hizo iguales, Dios nos hizo distintos, piedras distintas y nos puso a todos en el mismo lugar, con nuestras similitudes y diferencias ya que todos juntos como cuerpo de Cristo somos como un rompecabezas de personas donde cada uno calza de una forma sobrenatural con otros y donde empezamos a tener comunión. Toda la iglesia debería caracterizarse por la diversidad de dones y talentos (del propósito original de Dios) y no la diversidad del mundo, hablamos del cuerpo de Cristo. La diversidad que Dios quiere traer es que el Señor va a traer personas sumamente diferentes y a todos nos va a tener en un mismo lugar y desea que aprendamos a amarnos, tolerarnos, respetarnos y a coexistir en amor. Confrontar y sujetar la carne no es fácil, va a ser difícil, ya que todos tenemos puntos de vista distintos y donde hay personas hay conflictos y vamos a chocar. Pero el conflicto no viene de Satanás, la división sí.

Los conflictos son el resultado de poner a personas diversas en un mismo lugar y es la herramienta que Dios usa para limarnos y despojarnos de nosotros mismos para agradar a Dios. No hay forma de que podamos crecer si no hay una persona que nos obligue con su incomodidad a crecer. Solemos querer que el otro tenga que cambiar, no nosotros. Pero debemos cambiar para que Dios pueda crecer en nosotros y demos frutos en tolerancia, respeto y amor hacia la otra persona. Eso es ser una persona madura en Cristo.

El que se aferra a su orgullo entristece al Espíritu y a Cristo y fracasa en la prueba, queda como un bebé espiritual atascado en el orgullo y el señalamiento porque no ha entendido que tiene que cambiar y arrepentirse, por lo tanto le tocará continuar en esa prueba hasta que la gane en Cristo.

Dios manifestó su diseño en nosotros, imprime su imagen en el hombre y sella su naturaleza en la vida de cada uno de nosotros y parte de la naturaleza de Dios es que Él es un Dios relacional, por eso es trinitario. Dios no trabaja individualmente por eso no se puede ser iglesia fuera de la Iglesia. El que nace de nuevo busca el cuerpo. Y el cuerpo es la forma que Dios usa para que nosotros maduremos en el Señor. Él es un Dios trino y es un Dios relacional.

La palabra trinidad no aparece en la biblia, sin embargo el concepto los podemos hallar en Genesis. Comúnmente identificamos Génesis 1:26 como la primera ocasión en que se presenta a Dios como una trinidad (“hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”), sin embargo la primera cita donde realmente Dios se describe a si mismo como un Dios trino es Génesis 1:1. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” Esto debido a que en idioma hebreo la palabra que se utiliza para referirse a Dios es “Elohim”, la cual es Dios en plural.

Dios es un ser relacional y la naturaleza que Él imprimió en nosotros fue que nos hizo seres relacionales.  No fuimos hechos para estar aislados. Dios nos dio la capacidad de ser unidad.

¿Cómo podemos guardar la unidad?

Para guardar la unidad se requiere un carácter moldeado a la imagen de Cristo, tal como se menciona en Efesios 4:2: “con toda humildad y mansedumbre”. Eso significa ser un cristiano maduro, mostrar un carácter formado con humildad, mansedumbre, paciencia y amor por otros. Es una norma de vida por lo tanto cuando somos orgullosos, no perdonamos, odiamos, guardamos rencor y no permitimos que el Señor trabaje en nosotros estamos incapacitando al Espíritu Santo para que podamos soportar con paciencia y humildad a una persona con la que estamos siendo probados.

Pero el que busca el rostro de Dios sabe guardar la unidad ya que sabe escuchar más de lo que habla. Así se prueba el carácter de la persona, necesitamos las pruebas, si vemos a una persona promoviendo la división no es una persona que tengamos que seguir ya que va en contra de Cristo.

Este mismo versículo, Efesios 4:2, continúa diciendo “soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor”. Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla en el siglo II, definió la paciencia como “el Espíritu que tiene el poder de vengarse, pero nunca lo hace”. Esto es madurez. Aquel cristiano maduro es el que posee un corazón generoso y perdonador porque está sujeto a Cristo.

¿Con quién nos toca hacer unidad?

Todo aquel que predica a Cristo es de Cristo y todo aquel que ha sido bautizado es de Cristo. Dentro de la Iglesia, vamos a encontrar diferentes personas con distintos pensamientos y líneas doctrinales que pueden no ser las mismas nuestras, pero han nacido de nuevo. La Palabra nos ayuda a definir quién es la iglesia y quién es unidad. En los versículos del 4 al 6 del capítulo 4 de Efesios dice: “un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; 5 un Señor, una fe, un bautismo, 6 un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.” De modo que hermano es aquel que ha recibido al Espíritu Santo, que ha nacido de nuevo, que proclama a Cristo como su Señor y que lo evidencia a través de obras de piedad que obedecen al Señor.

También es importante mencionar que existe lo que se conoce como la apostasía.

1 Timoteo 4:1 dice:

“Pero el Espíritu Santo dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios”

La apostasía tiene dos características principales: 

  1. Escuchan a espíritus engañadores (viven genuinamente engañados). 
  2. Se controlan bajo doctrinas de demonios

Todo aquel que le sume a la Biblia algo que la Biblia no dice o que haga de una doctrina algo que no es doctrina, es una apostata, porque ponen a Dios en el lugar equivocado. Por ejemplo la “Teología de la Prosperidad” es apostasía, pues se le dan características a Dios que Él no tiene. El falso “Ecumenismo”, que pretende enseñar que todos somos hermanos y que debemos enfocarnos en lo que tenemos en común, es también apostasía. No podemos unirnos en yugo desigual, y no podemos ser partícipes de algo que es totalmente contrario a nuestra fe. Todo el “Movimiento Positivista” que se ha metido en las iglesias sutilmente como si fuera algo cristiano, también es apostasía y no podemos tener unidad con quienes no llamen al pecado pecado, ni predicamos al mismo Señor.

¿Cómo puedo empezar?

El concepto de unidad comienza con un primer paso. El Señor le da un peso a la unidad donde nosotros estamos llamados a obedecer y a hacer la voluntad de Dios, a morir a nosotros mismos y decirle, “Señor, úsame para ser un agente transformador en medio de la unidad, quiero verdaderamente honrarte y hacer tu voluntad”. Es necesario que aceptemos la soberanía de Dios, que fue Él quien nos trajo a este lugar donde estamos en este momento, y puso hermanos que nos van a incomodar, con que vamos a ser probados. Aceptemos el diseño de Dios y decidámonos a hacer Su voluntad. Seamos agentes de unidad y no de división.

Esto lo logramos haciendo 3 cosas:

– Perdonando

– Amando

– Restaurando

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