Poder de resurrección y vida: Poder de Resurrección
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Poder de resurrección y vida: Poder de Resurrección

¿Cuántos de nosotros nos hemos enfrentado ante decisiones que van a afectar nuestras vidas o nuestra familia, como dejar un trabajo para servirle al Señor, o dejar una pareja, o una amistad que no conviene dentro del propósito que Dios tiene para nosotros?; o, ¿cuántos nos hemos tenido que apartar de situaciones de pecado que quizás en nuestra carne resulten satisfactorias pero que a la postre nos destruirán espiritualmente?

Estas interrogantes no distan de las preguntas que pudo hacerse el apóstol Pablo frente a la disyuntiva que le planteo Jesús por medio de su llamado a seguirle. Así lo expresa en su carta a los Filipenses:

Pero cuántas cosas eran para mi ganancia, pero las he estimado como pérdida por amor a Cristo.

 “Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia que es por la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte” Filipenses 3:7-10.

Pablo era un hombre culto, fariseo, de gran estatus social, muy preparado y conocedor de las escrituras, el más preparado de su tiempo; pero perseguidor y asesino de cristianos. Desde su entendimiento de la ley y la justicia, creyendo que la salvación se ganaba por obras, y considerando a los cristianos como una secta hereje, creía gananciosa su misión de liquidar a la naciente iglesia (y así lo hizo hasta el Señor Jesús se le aparece y su vida cambió).

Cuántos de nosotros en la iglesia hacemos cosas esperando agradar a Dios desde nuestra idea de justicia, por medio del servicio y la caridad entre muchas otras. Pero Jehová dice que nuestras obras son para Él como trapos de inmundicia… Y el mismo Pablo después de haber sido llamado por el Señor y transformado en todos sus propósitos, dice considerarlas como basura (que en este contexto significa excremento).

Conocer al Señor no significa necesariamente conocimiento intelectual, no es tener un alto grado de erudición en la Sagradas Escrituras, o conocer aspectos históricos de Jesús. Las personas pueden tener una vida de iglesia activa: asistir a los cultos, alzar manos en adoración e inclusive servir, y no conocer a Dios; porque conocer a Dios es tener intimidad pasando tiempo a solas con Él; es tener una vida de auténtica adoración, y esto se logra por medio de la oración, buscando su presencia cada día y viviendo en obediencia.

Es también indispensable buscarle cada día, como bien lo dice el apóstol Pablo en su carta a los hebreos: “porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” Hebreos 4:12.

Solamente mediante la lectura de la palabra de Dios, podemos ser apercibidos, confrontados y transformados cada día. Y Jesús nos dio ejemplo de ello. Él, dice la Palabra, se retiraba a lugares solitarios para orar.

Muchas personas, tristemente, tienen una doble vida: están un día en las obras del espíritu y otro día en las obras de la carne, y en el peor de los casos, dando un mal testimonio. Y, por otra parte, hay muchas personas sin esperanza que han sido engañadas por el enemigo no sólo para vivir en pecado, sino que también les ha hecho creer que no son dignos de la misericordia de Dios; y eso, no es lo que Dios anhela. Muchas personas consideran aburrido orar; no desean pasar tiempo de intimidad con Dios. ¿Cómo entonces pueden pretender una vida eterna en la patria celestial en presencia de Dios?

Pero volviendo al tema de la jactancia en las obras, veamos lo que el Señor dice a propósito:

“Así dijo Jehová: no se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Más allá alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová Jeremías 9:23-24

Al Señor no sólo le agrada que tengamos una relación genuina con Él, sino que también, se place en amarnos, justificarnos y dar rectitud a nuestro corazón. Para eso vino el Señor Jesús.

El apóstol Pablo lo conocía íntimamente. Para él no había nada que se igualara a estar en su presencia. Y, asimismo, va este mensaje: Tengan plena seguridad en el Señor; y me permito a continuación transmitir un mensaje, sobre lo que desde mi experiencia personal significa conocer a Dios:
[Nota del transcriptor: el manifiesto que se presentará a continuación, originalmente presentado como sermón de culto, fue excepcionalmente emotivo; proclamado entre lágrimas y con voz quebrada, de principio a fin, por lo cual, para no alterar la esencia original, de tan sentido manifiesto, se conserva el formato en primera persona]:

  • Significa, venir de rodillas, todos los días a los pies de mi Señor, y estar junto a Él.
  • Es llorar delante de Él y entregarle mis pecados porque sé que todos los días fallo. Pero también, sé que Él es mi Padre y mi Padre me ama y me perdona; y la sangre de su hijo es suficiente cada día para perdonarme.
  • Venir a los pies de Cristo, es para mí, entregarle todo: mi casa, mi familia, mi dinero, mi trabajo; y una de las entregas más difíciles: mi orgullo y egoísmo, cada día, para dejar que Él me llene de su único y verdadero amor, porque Él nos amó como nunca nadie nos ha amado.
  • Conocer a Dios es entrar en su presencia, sin necesidad de pronunciar palabra alguna, sabiendo que Su Espíritu se comunica con el nuestro; y que Él está ahí, presto a limpiarnos y liberarnos.
  • Conocer a mi Señor, es saber que Él rompió mis cadenas, me ha libertado y restaurado, me sacó de la oscuridad, y gracias a Él hoy vivo en la Luz Verdadera.
  • Conocerle a Él, es adorarlo. Día y noche; no porque lo necesite, sino por quién Él es, y porque en la eternidad con Él estaremos adorándolo.
  • Conocer al Señor, es no sentirme temerosa cuando vengo delante de su presencia. Es, saber que Él es mi fortaleza, mi pronto auxilio en la tribulación.
  • Conocerle a Él es estar con gozo todos los días de nuestra vida; no quejarnos. El apóstol Pablo habla del gozo estando en la cárcel, es un ejemplo para nosotros.
  • Conocerle a Él es oír su dulce voz diciendo: hija, te amo.
  • Conocerle es lo mejor que nos puede pasar, porque el tiempo se detiene de verdad. Porque la paz que Dios nos da el mundo jamás la dará.
  • Conocerle a Él es saber, que ha limpiado todas mis manchas, quitado nuestro pecado, lavado por la sangre preciosa del Cordero. Quitando así nuestra culpabilidad y condenación.
  • Conocerle, es saber que ya no estamos desnudos, ha tapado nuestra vergüenza. Y nos ha puesto un vestido de justicia.
  • Conocerlo a Él, es saber que hemos sido librados de prisiones de oscuridad, porque Él nos libró de los cautiverios y rompió nuestras cadenas y venció el pecado. Y ahora somos libres.
  • … Es saber que Él es mi pastor y que yo soy su oveja.
  • … Es saber que Él es la puerta de salvación por la que hemos entrado.
  • … Es saber que ha quitado todo manto de luto y ha puesto óleo de gozo.
  • Conocer al Señor es conocer el poder de la resurrección. Pablo decía, que dos cosas anhelaba: conocerlo a Él íntimamente y conocer el poder de la resurrección. Es saber que nuestra fe no es en vano. Entender el poder de la resurrección es entender un poder justificador, y que el sacrificio de la cruz fue aceptado totalmente, y no tenemos que hacer nada para ser perdonados, redimidos, y alcanzar salvación, más que aceptar a Cristo como Salvador y como Rey.
  • El poder de resurrección es el poder que da vida, el que hace que nosotros tengamos hoy la misma resurrección del Señor; porque ese mismo poder que levantó a Cristo de entre los muertos, es el que nos levantará a nosotros también. Es conocer el poder consolador de Dios. Es tener paz en nuestra alma, al saber su promesa.

El plan de Dios es que nosotros vivamos padecimientos igual que Cristo, para que pudiéramos ser santificados. Por ello, no debemos temerles a los padecimientos, y a las pruebas, porque por medio de ellos, Dios está quitando el egoísmo y orgullo que no nos permite tener compasión por otra persona.

En medio de la prueba, el Señor nos lleva a examinar nuestros corazones para que identifiquemos lo que a Él no le agrada, y así está madurando nuestra vida. En medio de la prueba es donde lo conocemos, donde alcanzamos arrepentimiento genuino, y en donde más lo llegaremos a amar. Es ahí donde más veremos su preciosa gloria en nuestra vida. Y podremos decir: ¡Cristo está vivo! Esa es la prueba, no tengas temor a estar ahí, porque el Señor va a cambiar tu mente y tu corazón y nunca más seremos iguales, nunca más le amaremos y querremos obedecerle más porque hemos visto su gloria.

Estamos viviendo una época de muchos afanes por el tiempo presente y poco se piensa en la eternidad. Pero el Señor nos está llamando para que estemos listos para encontrarnos con Él.

No caigamos en el engaño de creer que, porque somos salvos, sólo nos resta esperar morirnos para ir al cielo; porque en ese lapso podemos hacer cosas que no agradan a Dios. Si estamos aquí es porque Dios nos llamó a cumplir un propósito santo hoy. Porque si no, seremos como esas vírgenes insensatas del Evangelio que, por haber descuidado sus lámparas, vino el novio y se quedaros fuera de las bodas.

Vale la pena dejarlo todo, volvernos a Él y experimentar el poder de la resurrección.

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