Caminando en el Espíritu: El Espíritu Santo, la Iglesia y yo
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Caminando en el Espíritu: El Espíritu Santo, la Iglesia y yo

¿Cómo trata el Espíritu con la Iglesia y con nosotros mismos?

Uno de los mayores problemas que tenemos hoy en la Iglesia es la distancia entre el creyente y el Espíritu Santo.

La mayoría de los creyentes viven un cristianismo inmaduro, apático, lejano. George Barna quien es el fundador de una organización que se dedica a obtener estadísticas sobre el comportamiento de los creyentes estadounidenses, dice que el 60% de las personas que asisten frecuentemente a una iglesia no creen en el Espíritu Santo ni en la Trinidad. Creen en Dios Padre y Dios Hijo, pero no creen en la tercera persona: en la obra del Espíritu Santo quien nos da consuelo y es guía para los creyentes.

Si no se cree en el Espíritu Santo ¿cómo se puede vivir correctamente? Para el cristiano le es más fácil aceptar al Señor como Dios Padre o como Dios Hijo.

Mencionamos cinco características de cómo el Espíritu Santo se relaciona con la Iglesia:

1- El Espíritu Santo llena y ordena

 Génesis 1:1-2

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. 2 Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.”

 Charles Spurgeon – predicador inglés del siglo XVIII – dijo: “El primer acto divino al preparar este planeta para la habitación del hombre, fue que el Espíritu de Dios se moviera sobre la faz de las aguas, hasta ese momento todo estaba sin forma, vacío y desordenado, en una palabra, todo era un caos. Y para convertirlo en esa cosa bella que es el mundo, aunque bello, un mundo caído, era necesario que el movimiento del Espíritu de Dios tuviera lugar sobre el”

Cuando el Espíritu Santo llegan a una Iglesia o a una persona, Él la llena y la ordena.

 ¿Es nuestra vida una vida llena y ordenada o una vida desordenada y vacía? Hay muchos vacíos en nuestras vidas, y el único que puede llenar esos huecos es Dios a través del Espíritu Santo.

2- El Espíritu Santo como una fuente de iluminación

El Espíritu Santo no da revelaciones personales, porque el canon ya está cerrado; existe un solo marco de referencia, la Palabra de Dios, a la cual el Espíritu se sujeta.

Una revelación es diferente a un sentir del Espíritu, el cual es un mover, pero de manera personal. Un sentir no puede tener el mismo peso de la palabra de Dios, porque en este hay subjetividad humana que puede entorpecer la verdadera enseñanza que viene desde el Espíritu.

Cuando el Espíritu pone una palabra, habla en unidad, no se contradice. Y por esto, nuestra experiencia personal nunca hará doctrina, no puede ser un fundamento de nuestra fe. Un sentir debe ser escuchado, meditado, orado y compartido con autoridades, para sopesarlo así con la palabra de Dios.

El Espíritu Santo se revela cuando hay un corazón dispuesto

“Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo.” Hechos 10:44:45

 El Espíritu Santo nos saca del error, nos ilumina, a través de la palabra, cuando hay disposición de escucharle a Él.

Pero no solo es estar dispuesto a leer o escuchar, es necesario haber recibido el Espíritu para poder entender lo que se lee o escucha, porque es Él quien da discernimiento y redarguye nuestras vidas. A través de esto las vidas son transformadas asemejándose a Cristo en su amor y su carácter, no es solo saber o leer, es vivir Su palabra.

3- El Espíritu Santo como fuente de poder

 Hechos 1:8 nos dice “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”

El Espíritu Santo no es emocional, sí lo puede permitir, pero no es la norma, porque el poder del Espíritu está para transformar y ayudarnos en nuestro caminar diario. Se ocupa poder para alejarse de la tentación, para vivir una vida de rectitud, para rechazar un soborno, para vivir en integridad y en santidad.

Deberíamos estar dispuestos al orar pedirle poder al Espíritu Santo todos los días: para como actuar, desenvolvernos y tomar decisiones.

 4- El Espíritu Santo es un sello de la unidad de la Iglesia

 Hechos 13:1-3 menciona lo siguiente “Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando estos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.”

El Espíritu Santo les habló a todos. El Espíritu requiere nuestra humildad para hablar a nuestro corazón, cuando Él habla a nosotros nos toca obedecer. El Señor trabaja y habla en orden.

Los versículos anteriores hablan de que estas personas escucharon la palabra y de inmediato comenzaron a orar en unidad.

El Espíritu habla a quien dispone sus oídos a escuchar.

Dice el versículo 2 “Ministrando estos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado” Acá notamos que por ejemplo Lucio u otra de las personas presentes no se levantó a reclamar porqué a ellos nos los habían designado.

Vemos la unidad en estos versículos, donde el Espíritu Santo le habla a las autoridades, no por ser más importantes sino porque el Señor trabaja en orden, así que lo establece de este modo para poder hablar.

5- El Espíritu Santo nos da identidad

Romanos 8:15 nos dice “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!”

 Abba es una palabra relacional que aparte de esa cercanía como de un bebé con su papá, también tiene otra denotación que significa “protector”.

Aunque nos hayamos sentido en algún momento como huérfanos, en el Señor encontramos identidad de hijos. El Señor es un Padre amoroso, pero también es un Padre protector.

Y Apocalipsis 3:12 nos menciona “Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.”

 Nuestra identidad no está en lo que creamos de nosotros mismos, nuestra identidad está basada en lo que el Señor dice de nosotros, somos sus hijos y Él cuida de nosotros.

El Espíritu Santo está para recordarnos quienes somos así que cuando el enemigo venga con mentiras podemos decir: “Columna en casa de mi Padre soy”, porque todo el que venciere está destinado a ser columna en la casa de nuestro Padre.

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