7 Enseñanzas de Jesús
Estamos viviendo tiempos difíciles en este tiempo; es una guerra no sólo por la pandemia, sino también ideológica, de crisis económica y batallas espirituales. Experimentamos batallas personales, de la carne, dudas, ansiedad aparte tenemos la batalla de la tentación del mundo.
La pregunta sería: ¿Cómo saldrás de esta guerra; saldrás peor o mejor? Las personas salen de la guerra cambiadas o trastornadas.
Hay situaciones que el Señor nos permite pasar es para que aprendamos como cristianos ha ser mejores, más humildes, más maduros, más radicales con el Señor, más dependientes de Él.
1 Pedro 2:21 dice: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas”
Cristo sufrió lo peor, lo más difícil, la muerte más espantosa, pero muchos no entienden que nosotros también como seguidores de Cristo somos muchas veces llamados a sufrir aflicciones. Esto es contrario a lo que se predica en muchas iglesias de doctrina de prosperidad.
Pero hablaremos sobre el mejor ejemplo de todos: Jesús. Nuestro Señor vivió un tiempo de la guerra más dura, más difícil y en todo ámbito. En lo físico había grupos radicales en Israel que cometían atentados, asesinatos, revueltas. Las personas estaban constantemente en alerta roja pues estos grupos empezaron a matar gente en las calles.
También había una presión constante de Roma donde le ponían al pueblo impuestos que no podían pagar; pero tenían que hacerlo. Pero además de la opresión de los romanos había una presión en la espiritualidad y un grupo de religiosos corruptos en el Sanedrín que le ponía cargas pesadas a la gente en lo espiritual. Aparte que la gente estaba quebrada, se sentía que era indigna y que iba directo al infierno.
Y tras de todo, la muerte era inminente: había pestes que arrasaban con civilizaciones enteras; en cualquier momento la gente se moría, de una gripe o una infección. Sin los avances de la medicina moderna en cualquier momento fallecían, si no morían por una enfermedad también había campañas de crucifixiones masivas para asesinar a los judíos. Se estima que hubo más de 30.000 crucificados en los 33 años de vida de Jesús en la tierra Pero además de eso había una batalla con Satanás, el enemigo número uno.
Cuando Jesús estuvo en el desierto, Satanás vino a tentarlo. En ese tiempo, había mucha gente poseída por demonios; y Jesús venía y los sacaba con Su poder y Su palabra. Como si todo esto no fuera suficiente; el Señor tuvo una batalla contra su propia humanidad, pues recordemos que el Señor era totalmente hombre y completamente Dios al mismo tiempo. Jesús como hombre fue tentado en todo más nunca pecó
Jesús vivió en una guerra constante. Y el Señor muchas veces nos mandará a la guerra; sin embargo; Él prometió que tendríamos paz en medio la tormenta, que en el valle de sombra y muerte no temiéramos porque no nos tocaría mal alguno pues Él estaría con nosotros siempre. Eso dice la palabra del Señor y Su palabra es Verdad.
Hubo un clímax de toda esta guerra que Jesús estaba viviendo y fue el momento de su crucifixión; y en esta primera parte de la serie «Después de la Guerra», destacamos 7 enseñanzas del Señor en medio del momento más duro Su vida:
# 1: En las últimas palabras de nuestro Señor vemos una vida de perdón.
Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.” Lucas 23:34
Cuando El Señor pronunció estas palabras, los soldados estaban apostando para ver quién se quedaba con sus ropas. Jesús estaba en la cruz, su piel había sido molida por los latigazos que le dieron antes, sus manos y sus pies perforados, fue escupido, la gente se burló de Él; quienes Él venía a salvar se burlaron de Él, lo humillaron. Y el Señor estaba en ese momento, orando por aquellos que lo estaban asesinando; pidiéndole al Padre por aquellos que lo mataban.
Vivimos en una sociedad donde exigimos más derechos, pero queremos menos responsabilidad; mientras en la cruz, el hombre que estaban matando estaba reclamando por los derechos de los que lo asesinaban. ¿Quiénes somos nosotros para no perdonar? ¿Quiénes creemos que somos? ¿Te han hecho algo más duro de lo que le hicieron al Señor?
En el momento de la crucifixión, vemos a nuestro Señor, por quien fueron creados todas las cosas, el dador de vida, el hombre más importante de todos los tiempos; perdonando. Yo no sé cuáles han sido tus circunstancias, pero cuando tenemos este entendimiento de lo que el Señor hizo por cada uno de nosotros, comprendemos que no somos nadie para no perdonar.
Quizás eres de esos que dicen yo perdono pero no olvido, o pides venganza o cuestionas a Dios y le dices “¿Porqué, a mí?” pero nuestro Señor Jesús perdonó en el momento más duro de su vida y nos enseña que a pesar de la situación más difícil debemos tener un corazón puro que no busca venganza, que perdona fácilmente, que sus cargas son livianas. El perdón es la llave para poder ser perdonados.
# 2: Una vida disponible en todo tiempo.
Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.” Lucas 23:43
El Señor nos enseñó que debemos tener una vida y tiempo disponible para otros. Él se preocupó en el último momento para predicarle al hombre que tenía crucificado a la par. Ese ladrón admitió que había hecho lo incorrecto y que él sí merecía estar allí, pero que Jesús no, porque él sabía que el Señor no había hecho nada malo.
A veces en medio de la guerra no entendemos nuestro llamado. El Señor nos mandó a predicar el evangelio en todo tiempo y se nos olvida porque tenemos muchos asuntos que atender, pero la palabra no dice que debemos evangelizar cuando estamos bien; dice que debemos hacerlo siempre. Discipular es nuestra forma de servir siempre, porque entendemos que los propósitos del Señor son más grandes que los nuestros. Así como el Señor en medio del sufrimiento llamó a uno más, trayendo la verdad de la vida eterna a un alma condenada; así debemos ser nosotros siempre; pues dice la palabra que “el hijo del hombre vino a buscar y salvar lo que estaba perdido” y esos somos usted y yo.
# 3: Una vida preocupado por los demás.
Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.» Juan 19:26
En el contexto de lo que está pasando, es muy probable qué José, el esposo de María, ya había muerto, pues en los evangelios ya no se hace más mención de él. María era una mujer viuda y serlo en la sociedad de ese momento era algo muy difícil. Jesús estando en la cruz crucificado se preocupó por su madre y quiso que ella se quedará con alguien, con un creyente y a artir de entonces ese discípulo – Juan – se llevó a María a vivir a su casa.
En medio de la guerra muchas veces nos estresamos, no nos preocupamos por las personas alrededor, por la familia y nos volvemos egoístas. Creemos que tenemos derecho a hablar mal de la gente, de tratarlos mal y Jesús nos enseña que Él en el sufrimiento más grande, la angustia más profunda, el temor más terrible; estaba preocupado por su madre.
Si nos llamamos cristianos ya no vivo yo más vive Cristo en mí. No se trata de mí se trata de el Señor y buscar hacer Su voluntad siempre.
# 4: Una vida entendido de las implicaciones del pecado.
Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Mateo 27:46
El pecado trae muerte. Jesús que nunca pecó, Él estaba en la cruz muriendo por su pecado y el mío, muriendo por nosotros y esta verdad no se nos puede olvidar nunca, ese es el evangelio y no importa si ya lo hemos escuchado miles de veces.
Tu vida y la mía fue por la cual Jesús murió. Estando Jesús en la cruz, cargando todos nuestros pecados, el Padre no podía acercarse. El Padre Santo, Santo, Santo no se puede acercar al pecado.
Esta es una de las verdades más terroríficas del universo y es que el pecado logró separar por un momento al Padre del Hijo, y esto es para que entendamos la dimensiones e implicaciones que este tiene en nuestra vida. El evangelio es primero para usted y para mí.
Así que en ese momento, Dios no podía acercarse porque la carga que tenía Jesús de los pecados nuestros tan oscuros no se lo permitían. Jesús oró al Padre porque lo conocía de una forma tan personal que le dice: «Dios mío por qué me has desamparado»; él estaba en ese momento desolado, abandonado de una forma terrible…
Muchas veces nosotros jugamos con el pecado, con eso que es tan poderoso que nos puede separar del Padre. Jugamos con el pecado cuando nos sentamos a hablar mal de otros, cuando nuestros oídos son prestados para escuchar chisme, cuando decimos lo que no debemos de lo demás, cuando vemos televisión o redes sociales y pensamos que como “somos tan buenos cristianos” eso no nos va a afectar. Pero el pecado es tan dañino que te mata. La paga del pecado es la muerte dice la palabra.
# 5: Vivir reconociendo nuestra fragilidad.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed.» Juan 19:28
Esto no es una alegoría. No es que el Señor tenía sed de algo espiritual, tenía sed en su humanidad, como el hombre que era en ese momento estaba muriendo de sed. Se estaba desangrando por horas y no había bebido nada, su cuerpo había perdido todos sus líquidos, se estaba deshidratando por tanta sangre y agua que había perdido.
Esa declaración de un Jesús agonizante muestra que estaba experimentando los resultados de su humanidad. El Señor nos enseña que nuestra vida es frágil y cualquier momento nos podemos ir de este mundo.
Eclesiastés 7:4 dice el que es sabio piensa mucho en la muerte mientras que el necio sólo piensa en divertirse. La muerte puede venir en cualquier momento y esta afirmación tan corta del Señor nos muestra cuan frágiles somos y Él nos enseña a reconocerlo.
# 6: Vivir para terminar la obra que el Señor nos mandó hacer.
Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.» Juan 19:30
Consumado significa: “he terminado, he logrado, he completado mi tarea”. Jesús vino a mundo, sanó a las personas, les predicó como nunca antes se había predicado, sacó demonios, hizo las cosas más increíbles. No hay hombre más grande e increíble como nuestro Señor; los demonios se aterrorizaban, pero más que todas estas manifestaciones de Su poder que evidenciaban Su Deidad, Él vino con el propósito de salvarnos a nosotros de morir por nuestros pecados.
El vino con ese propósito y lo estaba cumpliendo y por eso pronunció esas palabras. Le estaba diciendo al Padre: “vine a cumplir lo que tú me mandaste hacer”. El Señor tuvo miedo al punto de comenzó a sudar sangre antes de ser crucificado pero terminó la obra.
Debemos aprender del ejemplo de Señor. En este momento de guerra aprende a poner prioridades para que cuando salgas seas una persona más entendida, que cada cosa que vivas, puedas ver y entender la magnitud de la obra del Señor por ti y por mí. Él murió por nosotros y a veces no podemos conectarnos a una reunión o dejar de cocinar en la casa y ponemos excusas porque decimos que no tenemos tiempo, no llamamos a mi hermano que ha pasado solo en este tiempo, no oramos por las personas.
Muchas veces pensamos que nuestra agenda es más importante que la del Señor, pero los propósitos eternos de Dios son más importantes que los nuestros.
¿Podríamos decir como dijo Pablo “para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia”? Y, ¿no importa si mañana muero, porque he peleado la buena batalla de la fe, porque de hecho lo que el señor me mandó?
# 7: Vivir confiado en Dios.
Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.» Lucas 23:46
El Señor hasta el último momento confió en Su Padre. Por más difícil que haya sido la tarea de Jesús, Él encomendó Su espíritu, por más humillación, sabiendo que sería crucificado y siempre lo supo, sabía en quién confiaba. Jesús confiaba plenamente en Dios y que el Padre nunca abandona ni miente, ni engaña. Todo lo que dice Dios dice es verdad, todo lo que está la palabra, todas las profecías se cumplirán.
Jesús vivió una vida perfecta y tuvo una muerte perfecta. Dios resucitó a Jesús debido a su vida perfecta; nadie nunca mereció ni merece ser resucitado; ninguno de nosotros. Pero por el sacrificio de Jesús, por Su corazón puro, porque Su muerte por nuestros pecados y Su abnegación, entregando Su vida en medio de la guerra más grande, Dios lo resucitó, y ahora el Padre nos ve a través de Su Hijo Jesús. Ahora nos ve como sus hijos, nos perdona y nos escucha.
Pero; porque Jesús fue perfecto, murió y resucitó de los muertos, es que ahora también nosotros por fe seremos resucitados y eso es el consuelo más grande, el regalo más preciado que podemos tener.
¿Cómo saldrás de la guerra; qué pasará después?
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