Entendiendo el sufrimiento - ¿Por qué Dios permite el sufrimiento?
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Entendiendo el sufrimiento – ¿Por qué Dios permite el sufrimiento?

Esta pregunta generadora, es quizás el principal contraargumento ateo, sobre Dios. Y no por casualidad iniciamos esta serie desentrañando su base bíblica. Casi para todo cristiano, enfrentarse a esta pregunta resulta paralizante; y ante ella, solemos balbucear respuestas como: los misterios de Dios, o simplemente se lo achacamos al enemigo. Pero precisamos de respuestas con fundamento bíblico. Las explicaciones deben desprenderse desde la naturaleza de Dios. El meollo no puede ser el hombre, ni el enemigo.

Fundamentaremos la respuesta en tres premisas, que son hechos concretos. La primera: La maldad existe. De hecho, nos sobreabunda. Asimismo, podemos mencionar tres tipos de maldad. La primera es una maldad de calamidades, propia de un mundo peligroso, lleno de amenazas naturales; la segunda es una maldad “natural”, entendida como una tendencia natural a hacer el mal; y la tercera: una maldad sobrenatural. Así, podemos decir que vivimos en un mundo peligroso, lleno de gente mala influenciada por entidades demoníacas. Esa es la realidad en la que nos encontramos.

Ante esta realidad, necesitamos al Espíritu Santo. En definitiva, no podremos ver victoria sin el poder de Dios en nuestras vidas. En este sentido, reconocemos: primero, que la maldad existe, y segundo, que Dios existe. Y esto es evidente en toda la creación; pero más aún, desde que la gracia fue vaciada en este mundo por medio Jesucristo; la mayor evidencia de ello es la transformación de millones de vidas, por el poder de Su amor. Dios existe. La biblia enseña de un Dios trino, revelado al hombre por medio de las escrituras. El Dios en el que creemos es el Dios de las escrituras, creador de todo, soberano, sobre todo, y sostiene en Él todo cuanto existe. Así nos complementan las siguientes citas:

“Tuya, oh Señor, es la grandeza, el poder, la gloria, la victoria y la majestad, y todo lo que hay en los cielos y en la tierra, ¡oh señor, este es tu reino! Te adoramos como el que está por sobre todas las cosas creadas.” (1 Crónicas 29: 11).

“Todos los hombres de la tierra no son nada comparados con Él. Él hace lo que quiere, soberano entre los ángeles del cielo y entre la gente de la tierra, nadie puede detenerlo ni decirle ¿por qué haces estas cosas?” (Daniel 4: 35).

“¡Miren ahora, yo mismo soy Dios!, ¡no hay otro dios aparte de mí!. Yo soy el que mata y el que da vida, el que hiere y el que sana. ¡Nadie puede ser librado de mi mano poderosa!” (Deuteronomio 32: 39).

“El Señor da tanto la muerte, como la vida; a algunos, baja a la tumba, y a otros levanta de entre los muertos; el Señor hace a algunos pobres y a otros ricos. A unos derriba y a otros levanta. Él levanta al pobre del polvo y al necesitado del basurero y los pone entre los príncipes y los coloca en los asientos de honor” (1 Samuel 2: 6-8).

La Biblia está llena de estas narrativas: la historia de José (desechado, puesto primero en la cárcel y luego puesto en autoridad), Moisés (tiene que huir y vivir en el desierto y luego guía a su pueblo a libertad), David (un pastor, en quien nadie se fijaba, pero Dios levanta y pone por rey de una nación) todos levantados por soberanía de Dios, de la misma manera en que hoy cada uno de nosotros fuimos escogidos por Él, en su soberanía. Los escogidos podrían ser otros, pero su amor, fue para nosotros, sin que lo merezcamos.

Dios no esconde que él tiene un propósito. Él es santo, pero, Él mismo asume responsabilidad de actos que producen sufrimiento, y en su voluntad está que la maldad exista.

“Yo formo la luz y creo las tinieblas; yo envío los buenos tiempos, y los malos; Yo el Señor soy el que hace todas estas cosas; ¡ábranse oh cielos! derramen su justicia, que la tierra se abra de par en par para que broten juntas la salvación y la justicia. Yo el Señor, las he creado” (Isaías 45: 7-9).

Este es el dilema del cristiano, y del ser humano: ¿Cómo Dios puede ser amor y traer justicia? ¿Cómo Dios puede ser amor y al mismo tiempo traer juicio y enviar gente al infierno?  Dios dice: yo soy el que hace que la salvación y la justicia perfectas, coexistan, porque yo creé todo. Y nosotros comúnmente, en nuestra arrogancia, cuestionamos a Dios, por las cosas que permite que sucedan. Pero para nuestra humanidad es imposible comprender las razones de Dios.

Un ejemplo de lo anterior le hallamos en la figura de Job, quien es, después de Cristo, quizás la persona que más sufre en la biblia, y le reclama a Dios por lo que le sucede, pero el Señor le dice: ¿acaso eres tú el que pone el fundamento de la tierra?, ¿acaso eres tú el que hace nacer el sol, o el que sostiene las estrellas?

Continúa el texto de Isaías: “¿acaso discute la olla de barro con su hacedor?, ¿reprocha el barro al que le da forma diciendo: detente lo estás haciendo mal? o ¿exclama la olla diciendo: que torpe eres?”

Muchas veces formulamos explicaciones de por qué Dios permite el sufrimiento, tan herradas, que simplemente apuntan a un Dios pequeño y débil. La primera, es que Dios simplemente se autolimita. La segunda es más elaborada, y se llama “teología del proceso”. Esta, señala que desde el inicio, Dios se ha estado desarrollando y aprendiendo conforme las circunstancias se dan; presenta un dios que no tiene control de todo y que está afinándose en su papel de dios… bíblicamente, es insostenible. Y la tercera, descansa en la preeminencia del libre albedrío, por lo que, en ese caso, Dios no puede detener la maldad; pero lo cierto es que la maldad existe porque Dios en su soberanía, decidió mantenerla, y no quiere que lo excusemos, sino que entendamos que Él permite las situaciones. A Dios no siempre le interesa que lo entendamos, aunque en ocasiones nos puede mostrar las razones de las cosas, no siempre es su propósito. Pero la demanda de obediencia siempre seguirá incólume.

¿Cuál es la explicación de por qué Dios ha permitido la maldad?  Todo es para su gloria:

“Todo lo que Él hace revela su gloria y su majestad y su justicia nunca falla” (Salmo 111:3)

“Mas tan ciertamente como vivo yo, y mi gloria llena toda la tierra” (Números 14:21)

¿Es Dios más glorificado porque exista la maldad, o lo sería más si la maldad no existiera? Lo primero. La respuesta es una dura realidad. Así lo muestra Pablo en su carta a los Romanos:

“Sin embargo, algunos podrían decir: nuestro pecado cumple un buen propósito, porque muestra a los otros, lo justo que es Dios. ¿Qué diremos entonces? ¿será injusto Dios que da castigo? En ninguna manera; de otro modo, ¿cómo juzgaría Dios al mundo?” (Romanos 3:5-6)

Nuestro pecado está para una razón: para que nosotros evidenciemos la naturaleza de nuestro Dios. Porque cuando pecamos, el juicio de Dios debería ser derramado en nuestras vidas, y aparece el Dios de amor y de misericordia y evita que el juicio caiga en nosotros. Y a través de Cristo hoy podemos acceder al Padre y nos perdona. Y hoy somos evidencia de que hay un Dios que ama, que perdona, y es Dios justo. Porque ve a Cristo en nosotros, Él pasa de lejos y su justicia es derramada.

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