
Mi descanso está en ti – Al cuidado del pastor
¿Les es difícil descansar?
Para comenzar esta enseñanza, recordemos la importancia del Shabat, un mandato establecido por Dios. A través de este día sagrado, Él nos transmite un mensaje claro: el descanso es esencial. En medio de una sociedad acelerada y exigente, necesitamos hacer una pausa y permitir que el descanso nos regenere; y es que descansar no solo es necesario, sino también beneficioso.
Dios mismo nos da el ejemplo de cómo debemos descansar. La Biblia relata que, tras crear todas las cosas, Él descansó el séptimo día. Con este acto, el Señor quiso enseñarnos y mostrarnos, como un Padre amoroso, que es vital apartar un día para el reposo.
Muchas veces solo pensamos en descansar cuando el agotamiento, las preocupaciones y el ritmo acelerado de la vida nos sobrepasan. Entonces concluimos que necesitamos dormir más, hacer menos o simplemente detenernos. Y es cierto: debemos aprender a cuidar nuestro cuerpo, a escucharlo y a darle el reposo que necesita. El descanso nos ayuda a restaurarnos y a alinearnos con el diseño original que Dios tiene para nosotros.
La Biblia nos dice en Éxodo 23:10-12 Nueva Traducción Viviente (NTV) que los judíos cosechaban siete años y dejaban un año a la tierra descansar para que pudiera regenerar y seguir produciendo, ya que trabajar 24/7, sin descanso, no iba a producir el fruto que Dios quería que se produjera.
Una encuesta de mentalhealth.org, del Reino Unido dice lo siguiente: Un 4% de la gente sufre de niveles altos de estrés, un 51% de las personas padece algún grado de depresión, un 16% de las personas atentan contra su propio cuerpo debido al estrés, y un 32% tienen deseos de atentar contra su propio cuerpo.
El estrés produce una hormona llamada cortisol, que funciona en nuestro cerebro como un mecanismo de defensa para el cuerpo humano. Un pico de cortisol nos lleva a estar alerta, a estar a la defensiva, a proteger y eso no es el daño permanente; el problema del cortisol es que, en periodos extendidos, bajo una dosis constante produce efectos en nuestro temperamento.
Meditemos en las siguientes preguntas: ¿Por qué estoy siempre enojado, triste, dolido, cansado? Hoy en día se cree que el cortisol es uno de los causantes número uno del cáncer, además los estudios más recientes señalan que el cortisol es dañino y por lo tanto debemos tener cuidado. Este componente perjudicial se debe en gran parte a la falta de aprender a descansar.
No podemos experimentar un verdadero descanso físico si nuestra vida espiritual no está en orden. Si hemos nacido de nuevo, nuestra esencia no está determinada por lo físico ni por lo que vemos externamente, sino por lo espiritual. Somos espíritu. Y el que está en Cristo tiene una vida eterna y una permanencia segura en Dios. Esa garantía de salvación es, en sí misma, descanso espiritual.
Necesitamos aprender a descansar como Dios nos enseña, de modo que nuestro espíritu también entre en reposo. Solo entonces podremos vivir bajo la verdad de esta serie de prédicas: «Mi descanso está en ti, en Jehová.»
Salmo 23: 1 al 4 nos dice:
«Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.” (Reina-Valera 1960, RVR1960).
El Salmo 23 es, sin duda, uno de los pasajes más conocidos por los creyentes. Sin embargo, muchas veces lo leemos con rapidez y no nos detenemos a meditar en la profundidad de lo que Dios quiere enseñarnos, especialmente en cuanto al verdadero reposo que Él ofrece. Este salmo comienza con la frase “Salmo de David”, indicando su autoría. David también escribió los Salmos 21 y 22, y juntos forman una secuencia con un hilo conductor: todos son salmos proféticos. Cada uno, en distinta medida, apunta a la persona de Cristo, anunciando aspectos de su nacimiento, su sufrimiento y las experiencias que viviría durante su ministerio.
La primera declaración que hace David en el Salmo no es casualidad: “Jehová es mi pastor.” Esta frase refleja una profunda identificación personal con Dios, una verdad que se repite a lo largo de toda la Escritura. La Palabra de Dios es el medio por el cual Él se comunica con nosotros y se revela a sí mismo. En ella, vemos claramente que Dios desea ser nuestro Pastor. Tenemos al Pastor por excelencia, y deberíamos aspirar a seguir su ejemplo. Sin embargo, no podemos modelar al Pastor si antes no conocemos lo que Él hace y quién es.
El Señor se presenta a sí mismo como nuestro Pastor. En Juan 10:11, Jesús dice: “Yo soy el buen pastor.” Con esta afirmación, Él se identifica directamente con el mismo Pastor del que hablaba David. Jesús estaba diciendo: “Yo soy Dios, Yo soy ese buen pastor del cual habló David cuando dijo: ‘Jehová es mi pastor.» Al hacer esta declaración, Jesús revela que el carácter del Dios trino —Padre, Hijo y Espíritu Santo— se manifiesta plenamente en Él como el buen Pastor que cuida, guía y da su vida por sus ovejas.
El texto empieza con una mención a Dios, la mención primera que hace David es Jehová Yahweeh y Jeev en el hebreo: Es el Dios que se revela a Moisés y le dice «Yo soy el que Soy, Yo soy el Dios que no necesita presentación, Yo soy el Dios verdadero, Yo soy el Dios que sacó al pueblo de Egipto, que sacó al pueblo de esclavitud , que se reveló en medio del desierto, el que acompaño al pueblo como nube de humo y como columna de fuego en medio del desierto”, ese Dios que tuvo un encuentro sobrenatural con Moisés y que le dijo según Éxodo 3:5 (Reina-Valera 1960, RVR1960).
«Moisés quítate el calzado que tienes porque estás delante de tierra santa y estás delante del Dios santo».
Es a ese mismo Dios al que David le atribuye estas palabras: “Él es mi pastor.” No estaba diciendo que Dios le pertenecía, sino que hablaba desde un lugar de relación íntima y de exclusividad. David se reconocía como oveja bajo el cuidado de ese Dios, y afirmaba que Él —el Dios soberano— era su pastor personal.
La palabra pastor no fue usada al azar. David eligió ese término intencionalmente, porque él mismo había sido pastor. Probablemente escribió este Salmo ya desde el palacio, recordando con gratitud sus orígenes. Sabía que, humanamente, era imposible que él hubiera llegado a ser rey. Pero también sabía que hubo alguien —Dios— que puso Su mirada en él, lo escogió, y dijo: “Ese es el que yo quiero, ese tiene un corazón que me agrada, y a ese lo llevaré al lugar que he preparado para él.”
David entendía perfectamente lo que implicaba ser pastor. Por eso, quiso que el Señor ocupara ese lugar en su vida, y él asumió con humildad el rol de oveja. Las ovejas son animales frágiles, dependientes y, a menudo, torpes. David, como pastor experimentado, sabía cuán vulnerable era una oveja sin guía, y aun así decidió colocarse en esa posición ante Dios, reconociendo su total dependencia del Buen Pastor.
El Señor es también nuestro Buen Pastor, y nosotros somos sus ovejas. Muchas veces actuamos como tales: desorientados, tercos, tomando caminos equivocados o desobedeciendo su voz. ¿Y qué hace un pastor fiel por sus ovejas? Las guía a pastos verdes, les provee alimento y agua, y las cuida. Pero no solo eso: una vez que ha suplido sus necesidades, también las dirige y protege. Así también el Señor nos conduce por sendas de justicia, por caminos rectos, y nos guarda bajo Su cuidado constante.
David continúa en el Salmo diciendo: “Nada me faltará.” La Nueva Traducción Viviente lo expresa así: “El Señor es mi pastor; tengo todo lo que necesito.” Esta declaración no es una exageración espiritual, sino una verdad profunda: si el Señor es nuestro pastor, entonces tenemos al que suple toda necesidad. No hay nada más que buscar. Al imaginar a un pastor con sus ovejas, solemos pensar en campos verdes, abundancia y tranquilidad. Pero David hablaba desde otra perspectiva: un entorno árido, un desierto sin recursos visibles, sin alimento ni agua, un lugar con condiciones extremas donde, humanamente, nada podía prosperar.
Fue en ese desierto —literal y simbólico— donde David enfrentó a un gigante, una situación imposible para un joven sin experiencia militar. Y, sin embargo, vio la victoria. Fue también en ese mismo desierto donde, siendo el menor de sus hermanos y sin una posición destacada, fue elegido y ungido por el profeta Samuel como rey. Por eso, en el versículo 5 del Salmo 23, David declara con convicción: “Unges mi cabeza con aceite.” No era una figura poética vacía, sino una realidad vivida en medio de la adversidad.
En ese mismo desierto, David tuvo que huir por su vida, perseguido por todo un reino bajo el mando de un rey que lo odiaba. Fue allí, en la escasez, el peligro y el rechazo, donde David pudo declarar: “Él es mi buen pastor.” Allí puso su confianza en Dios, sabiendo que sin Él no podría sobrevivir. Porque solo el Buen Pastor puede guiarnos a la paz, al descanso y a la provisión, incluso en medio de la sequedad y la falta de recursos.
En el versículo 2, David dice: “Junto a aguas de reposo me pastoreará.” Ya hemos visto el descanso en los verdes pastos, pero después de ese reposo viene el momento de caminar nuevamente. Y cuando llega ese tiempo, el primer lugar al que Dios nos lleva es a aguas tranquilas, a un río sereno que representa dirección, limpieza y renovación. El Señor camina con nosotros por esas aguas, guiándonos y protegiéndonos, asegurándose de que cada paso esté cubierto por Su cuidado.
El versículo 3 del Salmo 23 dice: “Confortará mi alma.” Esto significa que, después de descansar en Él y de caminar a Su ritmo, Dios comienza a restaurar nuestra alma, sanando nuestras emociones y trayendo renovación interior. Donde antes hubo tristeza, ahora hay gozo; donde hubo angustia, ahora hay paz.
El mismo versículo continúa: “Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.” Esto no implica que nunca atravesaremos momentos difíciles, como el valle de sombra o de muerte. La diferencia es Quién nos acompaña en ese trayecto. No es lo mismo pasar por el valle solos, que caminarlo tomados de la mano del Buen Pastor.
Podemos hacernos esta pregunta con honestidad: ¿Estoy siendo verdaderamente pastoreado? Pensemos también: ¿cuál es el peor tipo de oveja? Es aquella que no quiere ser oveja. La que no se deja guiar, que cree saber más que el pastor, que actúa por su cuenta, que no pide dirección ni consejo. No hay mayor peligro que querer ocupar el lugar del Pastor sin tener Su corazón. Confiar en el Buen Pastor implica reconocer que, si no seguimos Su guía, corremos el riesgo de perdernos en el desierto. Muchas ovejas quieren liderar, pero no obedecer.
A veces, como cristianos, luchamos con soltar el control de nuestras vidas. Nos cuesta entregar aquello que el Señor nos pide, porque creemos —aunque no lo digamos— que nosotros podemos manejarlo mejor. Pero si decimos que el Señor es realmente nuestro Señor, entonces debemos confiar en Él al punto de poner nuestra fragilidad en Sus manos. Es precisamente en ese acto de rendición donde encontramos el verdadero descanso: cuando dejamos de luchar y comenzamos a confiar.
Claro que hay cosas que nos corresponden hacer, responsabilidades que debemos asumir. Pero también debemos aprender a llegar al punto donde podamos decir: “Señor, ya hice lo que estaba en mis manos; ahora descanso en Ti.” Cuando vivimos así, en dependencia y entrega, descubrimos que lo que Dios no nos da, simplemente no lo necesitamos. Porque si lo tenemos a Él, lo tenemos todo.
Es tiempo de dejar de enfocarnos en el desierto y comenzar a mirar al Pastor. Las ovejas no se preocupan por lo que van a comer o beber; ellas confían en que, cuando tengan hambre, habrá alimento, y cuando tengan sed, habrá agua. También saben que, ante el peligro, el Pastor estará allí para protegerlas. Esa actitud tiene que ver con fe. Tiene que ver con creer, aunque todavía no veamos el resultado. Tenemos que confiar, aun cuando el panorama parezca incierto.
Nuestra seguridad no está en los resultados ni en lo que pueda suceder. Nuestra confianza está en quién hemos decidido confiar: en la fidelidad del Señor, en Sus promesas, y en la certeza de que Él está con nosotros. Él es nuestro Buen Pastor.
Por eso, hoy es el momento de entregar a Él nuestros afanes, nuestras preocupaciones y ansiedades. Dejemos que el Señor comience a obrar en las áreas donde nosotros ya no podemos hacer más. Entreguémosle nuestras enfermedades, heridas y cargas, y descansemos en la verdad de que nuestro Pastor es Jesús.
Él es la cabeza de esta iglesia, y es tiempo de volver a Él: el Buen Pastor.
Otros Sermones de Esta Serie

Mi descanso está en ti – En su Presencia
mayo 25, 2025

Mi descanso está en ti – Renueva Nuestras Fuerzas
junio 01, 2025

Mi descanso está en ti – Debemos ir a Él
mayo 18, 2025
¿Cómo podemos ayudarte?