
Mi descanso está en ti – En su Presencia
Hablar de la presencia de Dios es, muchas veces, un tema que se aborda con ligereza. Se repite con facilidad frases como “mi descanso está en su presencia”, sin detenerse a reflexionar si realmente se vive en esa verdad. La Palabra invita a examinar con sinceridad si el descanso personal proviene, en efecto, de estar en comunión con Dios.
Desde el principio, la presencia divina fue un privilegio reservado para dos personas. Adán y Eva disfrutaban plenamente de ella, junto con todos sus beneficios. Sin embargo, al desobedecer, el pecado irrumpió en sus vidas, y la relación con Dios cambió. A partir de entonces, su presencia debía ser mediada de una forma distinta.
Dios permitió que un solo hombre, imperfecto y limitado como cualquiera, pudiera entrar una vez al año al Lugar Santísimo, en representación del pueblo. Esta medida, aunque significativa, no reflejaba la plenitud del deseo de Dios. Su anhelo era restaurar una comunión más cercana, más completa.
Por eso envió a su Hijo, el Cordero sin mancha, para morir en la cruz por toda la humanidad. Su sacrificio fue definitivo: al morir, el velo del templo se rasgó de arriba abajo, señal de que el acceso a la presencia de Dios quedaba abierto. Ya no era solo para uno, sino para todos los que creen en Él.
Gracias a la sangre de Cristo, hoy es posible habitar en esa misma presencia. Es una invitación a vivir no solo con palabras, sino con una experiencia real de descanso y comunión profunda con Dios, tal como fue pensado desde el inicio.
En Éxodo 33:14 en la Reina-Valera 1960 (RVR 1960):
“Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso.”
Entre las promesas que Dios hizo a Moisés, no solo le aseguró su presencia constante, sino también el descanso en medio del camino. Esta promesa no fue exclusiva para él, sino que sigue vigente para todos los que confían en Dios. Su presencia sigue siendo garantía de descanso para su pueblo hoy.
Un hombre como David, del cual todos sabemos mucho de su vida, pudo expresar en el Salmo 16:11 en la Reina-Valera 1960 (RVR 1960) sobre la presencia de Dios:
“En su presencia tengo claro el camino, en su presencia hay plenitud de gozo, y en su presencia sus delicias son para siempre.”
David comprendió profundamente los beneficios de permanecer en la presencia de Dios, incluso en medio del peligro. Muchos de sus Salmos nacieron en tiempos de guerra y conflicto, escritos desde la angustia, pero también desde la confianza. Su ejemplo muestra que es posible hallar consuelo en Dios aun en medio del caos.
Hoy vivimos en un mundo marcado por la inseguridad, la incertidumbre, el desánimo y la ansiedad. Como creyentes, no estamos exentos de estas presiones. Sin embargo, es precisamente en estos tiempos donde debemos recordar que en la presencia de Dios hay plenitud de gozo y verdadero reposo para el alma.
Preocupa el desequilibrio mental y emocional que se extiende cada vez más. Aún más inquietante es su impacto dentro del mismo cuerpo de Cristo. La ansiedad, el afán y el agotamiento parecen haber hallado lugar entre quienes han sido llamados a vivir en paz. Es urgente volver al refugio de Su presencia.
Hoy es necesario que cada creyente se confronte con preguntas sinceras.
La primera: ¿realmente mi descanso está en la presencia de Dios? Es común afirmar que sí, pero cuando llega la dificultad, esa declaración se pone a prueba. ¿Hacia dónde corremos en medio del caos? ¿Es Dios nuestro primer refugio o solo una opción más?
La segunda pregunta es igualmente profunda: esta es extraída del Salmo 23:5 Reina-Valera 1960 (RVR 1960) “Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.”
¿Me permito sentarme a la mesa que el Señor prepara en presencia de mis angustias? Decir que sí resulta fácil, pero en el momento de la ansiedad, ¿es su presencia el lugar al que acudo buscando consuelo y descanso? Puedo estar delante del Señor que a pesar de que mi mundo se derrumba a mi alrededor.
Hoy nos enfocaremos en una porción de la Escritura que presenta dos perspectivas distintas. Cada una refleja una actitud ante la presencia de Dios, y nos invita a decidir cuál camino tomaremos. No se trata solo de comprender la importancia de Su presencia, sino de elegirla por encima de todo lo demás.
Analizaremos la historia de dos personajes con los que, probablemente, muchos se sentirán identificados. Sin embargo, el verdadero dilema no está en reconocer semejanzas, sino en la dirección que elegiremos seguir a partir de esa identificación.
Lucas 10:38-42 en la Reina-Valera 1960 (RVR 1960) – Jesús visita a Marta y a María
«Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.»
Los personajes de Marta y María representan un porcentaje alto del cristianismo de nuestro tiempo.
En los versículos 38 y 39 – se muestra a María sentada a los pies de Jesús para escuchar su palabra. Esta postura no era común para una mujer en aquel tiempo. Según la tradición, sentarse a los pies de un maestro era un privilegio reservado a los hombres en formación rabínica. Que María asumiera ese lugar, y que Jesús lo aprobara, fue un acto profundamente inclusivo y contracultural.
La actitud de María refleja un profundo anhelo de permanecer en la presencia de Dios y cultivar una relación íntima con Él. Al elegir sentarse a los pies del Maestro, expresó rendición, humildad y hambre espiritual. No hay lugar más santo ni más transformador que ese: donde su palabra habla al alma y su presencia la llena por completo.
Cuando Jesús entra en la casa de Marta y María, ambas ajustan su atención, pero en direcciones distintas. María escoge priorizar la presencia divina, enfocando su corazón en lo esencial: estar con Él. Su decisión revela lo que muchos aún luchan por comprender: que la presencia de Dios debe estar por encima de cualquier otra urgencia.
Vivimos tiempos marcados por la ansiedad, el temor al futuro, las heridas del pasado y el agotamiento del presente. Estas cargas nos convierten en creyentes inestables, movidos por la soledad, la escasez y la tristeza. Como Marta y María, podemos compartir un mismo espacio físico, pero no necesariamente una misma presencia espiritual.
Y es justamente en Su presencia donde se encuentra el verdadero descanso. No en las rutinas, no en los afanes, ni en la religiosidad vacía. Lo preocupante hoy es un cristianismo superficial, centrado solo en eventos, emociones pasajeras o soluciones momentáneas. La fe no puede depender de lo esporádico.
María descubrió que a los pies de Jesús está la única fuente de descanso verdadero. No existe alternativa comparable. Quien elige Su presencia, elige vida, paz y plenitud.
Versículo 40 – Marta estaba muy preocupada con muchos quehaceres:
Marta, en lo humano, cumplía con un deber cultural y religioso. En la cultura judía del primer siglo, era muy importante atender a las visitas con hospitalidad: limpieza, comida, descanso, etc. Marta no es la “mala” de la historia, ella actuó en base a sus principios, a lo que se le enseñó, a lo que culturalmente es aceptado. Solo que María escogió estar a los pies del Maestro.
Marta representa a un tipo de cristianismo que cumple con lo religioso, pero vive desconectado de la presencia de Dios. Es el reflejo de una fe basada en rutinas, dependiente de unos pocos momentos a la semana, como un domingo por la mañana. Este modelo, aunque activo, carece de profundidad espiritual.
Muchos aún arrastran antiguos esquemas religiosos, donde se enseñaban formas, liturgias y estructuras sin un verdadero encuentro con Dios. Pero la vida cristiana no se trata de religión, sino de relación. No podemos seguir viviendo de experiencias esporádicas; Su presencia no está confinada a un lugar físico, ahora habita en cada creyente.
Marta estaba tan enfocada en sus múltiples tareas que perdió de vista lo esencial: la presencia del Señor. El afán nubló su discernimiento, y lo urgente ocupó el lugar de lo verdaderamente importante. No supo reconocer el momento sagrado que vivía.
María, en cambio, sí lo vio. Ella entendió que Jesús no era un invitado común, sino la encarnación misma de la presencia de Dios. Reconoció que sus palabras no eran solo enseñanzas, sino vida eterna ofrecida a quien escuchara. Mientras Marta servía, María se rendía. Y eso marcó la diferencia.
Las preocupaciones diarias pueden nublar la realidad más importante: estamos delante del Señor. Marta se aferró al cronograma del día, a lo urgente; María, en cambio, eligió enfocarse en lo eterno: la presencia de Dios. El afán y la ansiedad impiden disfrutar ese encuentro, transformando lo sagrado en una carga.
A menudo, no experimentamos gozo en Su presencia porque estamos demasiado llenos de nosotros mismos. En lugar de despertar amor y pasión por Dios, la cercanía con Él se vuelve pesada, y terminamos siendo un obstáculo para el reposo que solo Él puede dar.
Su presencia no debe ser una obligación, sino un deleite. El llamado es a disfrutar de estar con Él, a descansar profundamente en su compañía. Vale la pena preguntarse: ¿cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que verdaderamente descansaste en la presencia de Dios?
¿Saben por qué tantas veces vivimos cargados y ansiosos? Porque nuestra perspectiva es demasiado terrenal. Nos preocupamos por asuntos pasajeros y olvidamos que no fuimos creados para este mundo. Estamos en él, sí, pero no pertenecemos aquí; fuimos hechos para la eternidad. Con una visión corta y superficial de la vida, todo se convierte en ansiedad y en deseos insaciables.
Tomemos un ejemplo: muchos temen a la muerte; pero, al comparar unos años de vida con la eternidad que disfrutaremos con el Señor, esa preocupación pierde peso. No hay comparación posible. Comprender esto nos da paz, confianza y libertad interior.
Como padres, es natural preocuparse por los hijos, el hogar, la economía. Es parte de nuestra humanidad. Pero aun en medio de esas responsabilidades, el descanso verdadero solo se encuentra en Jehová, nuestro buen Pastor. Él es quien guía, cuida y sostiene.
Un paréntesis necesario para quienes sirven: el servicio jamás sustituirá la intimidad con Dios. Lo que haces es valioso, pero no debe reemplazar lo que eres en su presencia. Agradecemos cada esfuerzo, pero lo más importante es que Su presencia habite y gobierne tu vida.
Debe haber equilibrio. El servicio es fruto, no reemplazo, de una relación profunda con Jesús. Siempre, antes que hacer para Dios, está el estar con Dios. Esa es la prioridad que María entendió, y que, como creyentes, todos debemos abrazar.
Versículo 41 – “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas”:
En la cultura hebrea, repetir un nombre es una forma afectuosa y cercana de llamar la atención. Expresa énfasis, ternura y relación profunda. Así lo vemos cuando Jesús dice: “Marta, Marta”, con la misma calidez con la que dijo “Simón, Simón” o “Jerusalén, Jerusalén”. No fue una corrección fría, sino una invitación amorosa.
Jesús le señala a Marta que está afanada, es decir, dividida por las muchas preocupaciones que gravitan en su corazón. También le dice que está turbada, atrapada en una confusión y agitación interior que la distrae de lo más importante: su presencia. Las muchas cosas la tenían aturdida, impidiéndole ver que Dios mismo estaba en su casa.
En ese momento, Jesús —quien conoce lo más profundo del corazón humano— revela con amor la condición interior de Marta. No la rechaza, no la avergüenza, sino que con bondad le muestra que su inquietud tiene un remedio: su presencia.
Hoy, esa misma voz sigue hablando: “Marta, Marta, ven a Mi presencia y encontrarás descanso”. Mientras Marta prestaba atención a la voz de su ansiedad, María se centró en la voz del Señor. Jesús sigue llamando a dejar nuestras cargas, porque en Él el peso se aligera y el alma encuentra paz.
Versículo 42 – “Una cosa es necesaria; y María escogió la buena parte”:
Jesús pronuncia en este pasaje una frase poderosa: “Una cosa es necesaria”. Esa única cosa es, nada menos, que la misma presencia de Dios. Todo lo demás, por valioso que parezca, se vuelve secundario frente a esta realidad. ¿Por qué? Porque solo en Su presencia encontramos descanso, reposo y plenitud verdadera.
En cada etapa de la vida, lo único verdaderamente indispensable es priorizar la presencia de Dios. El salmista lo expresó con claridad en el Salmo 27:4 en la Reina-Valera 1960 (RVR 1960) “Una cosa he demandado a Jehová, esta buscaré: que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida.” Esa búsqueda constante define la vida de quien ha entendido el valor de Su presencia.
Cuando Jesús habla de “la buena parte”, usa la palabra griega agathēn, que puede traducirse como “merienda”, pero también implica la mejor porción, la parte más excelente. María eligió esa parte: sentarse a los pies del Señor, recibir su palabra y deleitarse en Él.
Vivir en la presencia de Dios no debe ser una experiencia ocasional, sino una realidad cotidiana. No es un momento reservado para un culto o una canción, ni debe vivirse en medio del afán y la ansiedad. Muchas veces, hemos perdido la perspectiva del descanso que Su presencia ofrece. Sin embargo, los pies de Jesús siguen siendo el mejor lugar donde el alma encuentra verdadero reposo.
María entendió la prioridad: podía escoger entre el ritmo acelerado del mundo o detenerse a estar con el Señor. Y eligió bien. Su ejemplo nos enseña que, en un mundo lleno de ruido y urgencias, lo esencial es permanecer en comunión con Dios.
Necesitamos corazones como el de María en un mundo que vive como Marta. Las tribulaciones, enfermedades y pruebas son inevitables, pero en Su presencia hay paz. La respuesta no está en huir ni en controlar todo, sino en correr a Su presencia y permanecer allí.
La presencia de Dios no puede ser una experiencia esporádica, debe ser un estilo de vida. Lo que vivimos en la iglesia debe ser apenas una sombra de lo que cultivamos cada día en lo secreto. No podemos depender de momentos emocionales. El profeta Elías lo expresó claramente: “Vive Jehová, en cuya presencia estoy”. Aunque batallaba, permanecía con Dios.
No se trata de técnicas de respiración ni de llenar nuestras mentes con actividades como mecanismo de escape – Se trata de una convicción profunda: nuestro verdadero descanso solo se encuentra en la presencia del Señor. Y esa presencia está disponible, cada día, para quienes la buscan.
El propósito de esta serie de enseñanzas es recordar que, como hijos de Dios, no estamos exentos de atravesar dificultades. De hecho, Jesús lo dejó claro: no fue una advertencia, fue una promesa. En San Juan 16:33 en la Reina-Valera 1960 (RVR 1960) “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.
La Biblia está llena de ejemplos de hombres que enfrentaron esta promesa con fe. José no escapó de la traición de sus hermanos ni de la prisión en Egipto. Moisés tuvo que cruzar el desierto. Daniel no evitó el foso de los leones, y sus amigos no fueron librados del horno de fuego. Pablo vivió numerosas pruebas, pero nunca sin la presencia de Dios.
Lo que marcó la diferencia en sus vidas fue una promesa aún más grande: Éxodo 33:14 Reina-Valera 1960 (RVR 1960) «Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso.» Esa promesa se cumplió en cada uno de ellos. No fueron exentos del dolor, pero tampoco estuvieron solos.
Cada uno eligió el mismo camino que María: rendirse a los pies del Señor. Porque allí, en Su presencia, es donde se encuentra el verdadero descanso, incluso en medio de la adversidad. Y esa promesa sigue vigente hoy. Para quienes confían, Su presencia es suficiente.
Otros Sermones de Esta Serie

Mi descanso está en ti – Debemos ir a Él
mayo 18, 2025

Mi descanso está en ti – Renueva Nuestras Fuerzas
junio 01, 2025

Mi descanso está en ti – Al cuidado del pastor
mayo 11, 2025
¿Cómo podemos ayudarte?