Paracletos – El Espíritu Santo nos guiará a toda verdad
Hoy iniciamos una nueva serie (Paracletos) donde aprenderemos sobre la tercera persona de la Trinidad, el Espíritu Santo de Dios. Estudiaremos su obra, trabajo, ministerio y misión en la tierra y con nosotros los creyentes. La primera enseñanza se titula El Espíritu Santo nos guiará a toda verdad.
Los siguientes versículos del evangelio de Juan constituyen la base bíblica donde encontramos la enseñanza que nuestro Señor Jesucristo nos dejó acerca de la persona del Espíritu Santo, durante la última cena, cuando se acercaba el tiempo de su muerte.
Durante tres años, los discípulos de Jesús lo dejaron todo para seguir al maestro. Él les cuidó, les proveyó, los sostuvo en la debilidad, oró con ellos, por ellos y les brindó todo tipo de bendición. Jesús convivió con ellos, comió y bebió con ellos. También les dejó palabras que debían ser transmitidas a nosotros a través de las escrituras.
Y llegó aquel momento de la despedida, donde Jesús les anunció que iba a partir. Les dijo que los iba a dejar porque caería en manos de los hombres y los hombres lo iban a matar. De manera que en el ambiente hubo una angustia profunda, un sentimiento de tristeza que tomó todo el salón donde estaban los discípulos con Jesús.
En este contexto es que se da esta última enseñanza, acerca del Espíritu Santo, la cual es crucial que nosotros entendamos. Jesús les dice la siguiente declaración.
Juan 14: 16-17, 26 dice:
«16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: 17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.
26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho.»
El Señor nombra un consolador y nos identifica quién es: “El Espíritu de Verdad”. Además nos enseña que este otro consolador no solamente está morando con nosotros, sino en nosotros.
Más adelante El Señor nos da otra enseñanza, tras identificarlo y revelar el nombre del otro consolador, nos dice qué es lo que vendrá a hacer.
Juan 16: 13-14 dice:
«13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. 14 Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.»
Es importante que nos quede claro que el Espíritu Santo es el otro consolador. Y si hay otro es porque antes hubo uno. Y ¿quién es ese uno? Es Jesucristo. En el libro de Romanos, capítulo 8 podemos confirmar quién es nuestro consolador; es El Señor Jesucristo. Este capítulo nos dice que Él está a la derecha del Padre intercediendo por nosotros, pues el acusador está ahí de día y de noche acusándonos. Sin embargo tenemos a uno en el cielo que está intercediendo de día y de noche por nosotros y por la Iglesia, y eso nos debe llenar de gozo.
Nuestro Señor, al anunciarnos otro consolador, lo que nos muestra entonces es que Él pediría al Padre que envíe otro como Él, otro con sus mismas características y atributos divinos, con sus fortalezas y con su perfección. Este sería el Espíritu Santo de Dios, que es Dios.
Y este Consolador enviado por el Padre, estaría para siempre con nosotros. Así lo dijo el mismo Señor Jesús a sus discípulos. El Espíritu Santo de Dios no nos iba a abandonar jamás. Además aquel otro Consolador es el Espíritu de Verdad, porque es el que nos guía a toda verdad, Él es el que nos lleva a la palabra de Dios, Él es el que nos ilumina. Él es aquel que cuando leemos la Biblia, hace que su Palabra nos impacte hasta lo más profundo del corazón y nos hable de la manera como Dios desea.
El concepto de Consolador en la Biblia se define con la palabra del griego “Paracleto”, que en el contexto de la época se refiere a una persona que está llamada a estar junto a otra u otras para interceder por ellas como un abogado. Era una persona de confianza y que defendía los intereses de la familia a la cual servía.
Eso es para nosotros el Espíritu Santo, alguien que Dios mandó para que estuviera con nosotros para cuidarnos y dirigirnos, que nos dé el coraje para perseverar y seguir el camino que Dios ha trazado para nosotros. Éste Paracletos vendría a ser encargado de ayudarnos, de alentarnos, de instruirnos e iluminarnos cuando enfrentamos batallas. Es quien trae la fortaleza, la sabiduría y la presencia de Dios a nuestra vida cuando atravesamos pruebas.
Concluimos entonces que hay dos consoladores, tenemos a Jesús que clama a Dios delante del trono de la gracia a la derecha del Padre orando por nosotros para que nos dé fuerza y vigor para que no desmayemos. Y tenemos otro dentro de nosotros, que es el Espíritu Santo, que viene a vivir en nosotros. Ahora somos templo del Espíritu Santo de Dios y entendemos que si estamos perseverando en el camino del Señor es porque un día el Espíritu Santo nos tocó, nos dio convicción de pecado y nos dio un nuevo corazón, quitó el corazón de piedra y nos dio un corazón de carne para que pudiera morar en nosotros.
El Espíritu Santo es el que santifica la vida del cristiano. No es con nuestras propias fuerzas ni por obras que nos santificamos, sino porque el Espíritu Santo habita en nosotros y nos guía, nos enseña la verdad y nos da la sabiduría.
Juan 15: 26 dice:
«26 Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.»
En este versículo el Señor Jesús nos habla acerca de la misión del Espíritu Santo, que era enseñarnos todas las cosas que Jesús enseñó, que nada se perdiera, que cada cosa que debíamos recibir de parte de Jesús pudiera ser transmitida y recordada. Nuestro “Paracletos” fue el encargado de inspirar las escrituras y guiarnos a entenderlas.
Cuando el evangelio opera en nosotros, podemos sentir al Espíritu Santo guiándonos, reprendiéndonos, exhortándonos como Dios considere. No podemos tomar la lectura de la Biblia a la ligera. Recordemos que cada vez que nos acercamos a estudiar la Palabra, a meditar en ella y memorizarla, el Espíritu Santo de Dios nos está dando revelación y nos guía. Sin embargo debemos estar conscientes de que no siempre va a haber una respuesta fácil y clara en la Biblia ante nuestros problemas y nuestras batallas. A veces vamos a necesitar ir mucho más allá, buscar la comunión con Dios, hacer lo que le agrada a Él. Entonces El Espíritu Santo nos va a guiar para que podamos resolver aquella situación o tomar una decisión correcta, siempre y cuando estamos bajo Su cobertura en santidad.
Uno de los grandes problemas de la iglesia moderna es que hemos restringido la obra del Espíritu Santo y no le hemos dado libertad para moverse como Él quiere. Algunos creen que el mover del Espíritu tiene que ver con desorden y manifestaciones extrañas, pero no es así. El Espíritu Santo nos va a llevar a Cristo, nos va a dar sabiduría y va a formar en nosotros el carácter de Cristo. Muchas veces la iglesia sigue limitando y entristeciendo al Espíritu porque nuestras vidas no están a la altura de lo que Dios demanda. Nuestro cristianismo de ha vuelto “light” y muchos cristianos lo son sólo de nombre y siguen vistiéndose y hablando como los del mundo, practicando el pecado. Nuestro cristianismo no puede ser un título nada más; tenemos que mostrarlo. Debemos ser la luz del mundo y la sal de la tierra; tenemos que llevar el evangelio con un testimonio de vida. Es hora de despertar y dejar de vivir con un pie en el mundo y otro en la iglesia. Los cristianos hemos permitido que el pecado se meta en nuestras casas, nos entretenemos con películas cargadas de satanismo, brujería, idolatría. Nos expresamos como los del mundo, gastamos y nos endeudamos como los del mundo.
Ya es tiempo de volvernos a Señor en arrepentimiento y darle al Espíritu Santo la libertad de un mover diferente en nuestras vidas. Tenemos que escoger la bendición y la vida sobre la maldición y la muerte. Debemos entrar en el temor de Dios, caminar de acuerdo con las enseñanzas del Espíritu Santo y escudriñar La Palabra de Dios. Dice el Señor “me buscaréis y me hallaréis porque me habrás buscado con todo tu corazón”. Si no tocamos la Palabra de Dios, no es posible ejercitar los sentidos espirituales para el discernimiento entre el bien y le mal, ni vamos a conocer la norma de fe y conducta del cristiano, ni Su perfecta voluntad.
Es necesario evitar ser cristianos mediocres; tenemos que ser cristianos llenos del Espíritu. No es posible que pretendamos ministrar en el altar, ministrar la palabra, o servir en la iglesia, si estamos en pecado. No podemos ofrecer a Dios fuego extraño como los hijos de Aaron, quienes fueron consumidos por fuego de Dios.
Va a llegar a un momento en la vida de cada uno de nosotros donde Dios nos va a pedir cuentas sobre qué hicimos con la verdad que nos fue revelada y con el Espíritu Santo que nos fue dado para guiarnos a la santidad. ¡Tenemos que anhelar la santidad con todo nuestro ser para servir a un Dios que es santo!
No podemos tolerar en nuestra iglesia que personas sin temor a Dios pretendan servir, ministrar y tocar lo santo, pisoteando la sangre preciosa del Cristo sin ser exhortadas. No podemos alegar desconocimiento ni ignorancia.
Consagrémonos en santidad, adoremos al Señor, y el Espíritu Santo de Dios nos va a decir a cada uno de manera individual que dejemos todo aquello que no nos acerca a Él. Dejemos todas esas prácticas que son de la carne y no del espíritu, como lo son la masturbación, el adulterio, la pornografía, la fornicación. Dejemos de hablar mal de los hermanos y de los pastores. Oremos por la santidad de nuestras familias.
Que Dios nos guíe, nos respalde y proteja. Llenémonos del Espíritu Santo; digámosle que tome las llaves de nuestras casa
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