El fin de los tiempos – Introducción y cronología
La serie “El fin de los tiempos” a la que pertenece este mensaje nace producto de los acontecimientos que están ocurriendo en Israel. Por lo tanto, para entender este tema es necesario definir una base contextual.
En primer lugar, se debe comprender que Israel marca los tiempos de Dios, es su reloj. A pesar de que como cristianos tenemos enorme diferencia con el judaísmo acerca del Mesías (Jesucristo en nuestro caso), sería irresponsable no poner nuestra atención en los acontecimiento sobre Israel ya que estos indican lo que vamos a vivir (escatologicamente). Actualmente, Israel está lejos de Jesucristo y por lo tanto de la salvación, por lo que desde la óptica cristiana están lejos del Padre ya que su acceso es únicamente por el Hijo, aunque ellos adoren a Dios. El que no tiene al Hijo, no tiene al Padre. Esto se menciona en Juan 14:6: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.”
En segundo lugar, ha habido muchos creyentes que han cometido el error de intentar predecir cuál es la fecha del final de los tiempos. Marcos 13:32 dice: Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre. Con base en este texto, sería imprudente entrar en especulaciones y dar una fecha. El intentar predecir el fin sin éxito ha traído un mal testimonio para la iglesia local y para las personas de afuera porque hace quedar a los creyentes como mentirosos. La intención de este mensaje no es esa, sino interpretar algunas partes de la Biblia que hablan al respecto. La Palabra de Dios es un libro escatológico, ya que contiene un gran número de profecías, muchas de las cuales ya se han cumplido. Teólogos concuerdan que entre un 85%-90% de las profecías bíblicas ya han sido cumplidas, principalmente en Cristo Jesús.
Dios habla por medio de la Biblia, a través de semillas. Estas semillas son una afirmación que a través del tiempo crecerá como un árbol para que termine siendo lo que Él dijo que iba a ser. Con esto queda claro que Jehová es un Dios de procesos, los resultados no suceden de la noche a la mañana. Entonces, la Biblia registra las características, los detalles, las personas, y los lugares de los acontecimientos por venir. Si hemos nacido de nuevo, no debería preocuparnos cuando viene el Señor, ya que tenemos una garantía en lugares celestiales, de eternidad, según Efesios 2:6: “Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús.”
Siendo así, ¿por qué Dios quiere que sepamos lo que va a pasar en el final de los tiempos? Porque esto tiene que encendernos una alerta en cuanto a nuestro rol en la misión de Dios. Si alguien tiene miedo al hablar del fin de los tiempos, debe analizar si se tiene convicción de la seguridad eterna. Para los que lo amamos, sabemos que nos vamos a ir con Él, a disfrutar y estar en el mejor lugar. El Señor va a estar ahí día y noche. Nos vamos a reencontrar con todos los que han muerto en Cristo Jesús, por medio de la gracia y vamos a conocer a los grandes hombres de la fe. En caso contrario, quien tiene dudas es porque tiene miedo de enfrentar el Gran Juicio que va a suceder en los últimos tiempos, para establecer una eternidad con el Amado o estar alejado de Él por siempre.
Por esto, debemos preguntarnos, ¿qué estamos haciendo para llevar este mensaje si un amigo, un familiar, está caminando directo al precipicio?, ¿qué estamos dejando de hacer para que ellos se vuelvan al Señor y no pasen una eternidad alejados de Dios? Esto nos tiene que despertar como iglesia y hacernos salir a predicar y anunciar las Buenas Nuevas porque los tiempos finales se acercan. ¿Cómo llegamos a esta conclusión? Porque la Biblia dice que en los últimos tiempos veremos una inmoralidad completa de la sociedad, como en los días de Noé en los que a lo malo se le llama bueno. Esto pareciera ser completamente evidente, ahora la sociedad acepta todo lo que la Biblia llama malo. Aunque repetidas veces se ha dicho “estos son los últimos tiempos”, hoy podemos visualizar que hay pocas formas en las que esta sociedad podría estar más corrupta. El tiempo es ya y debemos salir alertados a compartir el mensaje de salvación.
Ahora bien, es importante entender que la teología es el estudio o palabra (logos) de Dios (teos) y la escatología una rama de esta, que se relaciona con los acontecimientos por venir y el final de los tiempos. Apocalipsis no es el único libro que habla de esto. La Biblia está llena de profetas y citas escatológicas en Isaías, Ezequiel, Sofonías, Daniel, Zacarías, Joel, los Evangelios, Tesalonicenses, Corintios, Romanos. La Palabra está repleta de citas que nos dicen, pongan su mirada en lo que va a ocurrir porque los tiempos son cortos y somos responsables de hacer la obra de Dios en esta Tierra y de predicar a tiempo y fuera de tiempo.
Por otra parte, hay que tener noción del contexto y el tiempo histórico para entender la dimensión y exactitud de lo que los profetas escribieron con respecto a lo que sucede hoy. Hace 50 años no hubiéramos imaginado hacer llamadas y conectarnos en segundos. Ahora imaginemos la vida hace 500-600 años, hubiese sido absurdo pensar que íbamos a tener lo que hoy tenemos. Las profecías que Dios dio a estos hombres fueron hace 2500-3000 años, y es impresionante la especificidad con las cuales describen lo que experimentamos hoy. Hay que comprender la dimensión y la imposibilidad de que alguien pudiera predecir esto sin una revelación divina. Ellos dieron detalles de situaciones que parecían irracionales y se cumplen ante nuestros ojos. Esta noción de probabilidad quita el factor humano de la ecuación. El Señor como Rey sobre el tiempo establece una palabra y su cumplimiento y nada que nadie haga podrá ir en contra de su Palabra. Cuando su boca se abre y algo sale, eso se va a cumplir. Lo que Él dice, Él ejecuta, porque todo lo creado, tiempo y espacio se sujetan a nuestro Padre. Como lo dice Salmos 19:1: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Ese es el Dios al cual adoramos, quien controla lo que sucede en el universo.”
Para entrar en contexto, debemos dar una pincelada al plan redentor de Dios. Podemos iniciar describiendo los primeros 11 capítulos de Génesis, en los cuales el Señor crea y establece todas las cosas. En el capítulo 1 al 3, Dios crea al hombre, el Jardín del Edén, y luego este peca, como resultado de esto, él se separa del Creador. El diseño del Padre era que el hombre viviera en eternidad en su presencia, en una relación perfecta con Él. Su rebeldía lo separa de eso. Romanos 6:23 describe esto: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” Al salir, empieza un proceso de degeneración a causa del pecado, pasa de vivir largos años o poco, vienen enfermedades y circunstancias adversas resultado de la desobediencia, no del diseño de Dios.
Los próximos capítulos describen la corrupción de la sociedad, lo cual repercute en el diluvio para borrar la humanidad, el pecado y empezar de cero. Esto lo vemos en la historia de Noé. Más adelante, estas generaciones se corrompen una vez más, y deseando ser Dios, el mismo pecado del Edén, el hombre construye la torre de Babel queriendo alcanzarlo, porque nuestro pecado siempre ha sido querer ponernos en Su lugar y ser reyes y señores de nuestras propias vidas. Parece que nos importa poco lo que Él diga y lo que desea para nosotros.
A causa de eso, el Padre inicia su plan redentor, donde Dios mismo se reviste de hombre como vehículo para traer Salvación al mundo a través de la nación de Israel. En Génesis 12:1-3, Jehová le dice a Abraham lo siguiente: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. 2 Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. 3 Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” Dios le da una promesa, le dice que salga de Ur de los Caldeos, actualmente Irak, para llevarlo a la tierra de Canaán a establecerse y ser bendición para todas las naciones de la Tierra. El diseño de Dios no era hacer una prioridad con una nación, sino modelar su naturaleza a través de ella. La responsabilidad de ese pueblo era ser de bendición para el resto de naciones, lo cuál nunca se cumplió por sí mismos sino en Jesucristo.
Siguiendo con este plan redentor, para que una nación se establezca se requiere de un pueblo con una cultura particular, que posea un gobierno y que tenga un lugar físico donde estar. La historia nos muestra cómo este pueblo es claramente creado por el Señor, iniciando con tres vientres infértiles de los cuales vendrían generaciones. Comienza milagrosamente a hacerse de una nación. También, Dios es quien les da su cultura, esto lo podemos ver en los libros de Levítico y Números. Si bien estos mandatos no aplican a nosotros como gentiles, estos libros narran la forma en cómo Dios está creando su nación. Él les dice, no quiero que hagan ni practiquen esto, esta es la forma en que van a hacer culto, así van a cosechar la tierra, etc. En fin, Jehová les da las instrucciones, establece su pueblo, les da su cultura, les dice que va a ser Señor sobre ese lugar y establecer su gobierno. Dios quiso establecer una teocracia, donde Dios fuera Rey, e Israel la consultara sobre todo lo que necesiten. Finalmente, el Padre se encarga de darles la victoria sobre esa tierra prometida para que fuera suya y así modelar la nación perfecta que era Jehová y el pueblo pudiera decir queremos lo que ellos tienen.
Con el paso de los años, Israel empieza a crecer y Dios poco a poco se establece como una nación fuerte. Esto llega a la cúspide en su tiempo dorado con David y Salomón, siendo un país de paz y prosperidad, con fronteras establecidas, un ejército fuerte, pero sin guerras, todo era bendición. Sin embargo, la desobediencia de sus próximos líderes los lleva a volverse progresivamente un pueblo pagano. Esto nos muestra que no hay que menospreciar las pequeñas decisiones que sutilmente nos alejan de la presencia de Jehová. El primer síntoma para alejarse del Señor y volverse a otros dioses es dejar de congregarse. Al principio no pasa nada, dejamos de ir una vez al mes y poco a poco nuestro corazón se va a ir endureciendo. Si le pasó a Israel, no creamos que no nos puede pasar. Por esto, el Padre nos manda a orar y leer la Palabra diariamente, a congregarnos, porque lo que le pasó a ellos es el anuncio de lo que nos podría pasar, no somos diferentes de Israel y progresivamente nos podemos apartar del Señor. Como dice Cantares 2:15: “Atrapen a las zorras, a esas zorras pequeñas que arruinan nuestros viñedos, nuestros viñedos en flor.” Una pequeña zorra en nuestra vida nos puede llevar a muerte y destrucción.
Posteriormente, la nación se aleja totalmente del Señor, lo que los lleva a la división del reino. Aquí nace el llamado reino del Norte, el cual posteriormente cae en cautiverio, y el reino del sur, Judá, que se mantuvo por un tiempo para luego caer también en cautiverio. Israel entra en una disciplina de cautividad por 2000-2400 años, bajo los asirios, los babilonios, los medopersas, los griegos, los romanos, los otomanos, los británicos y hasta la fecha. Aproximadamente 3000 años antes, Moisés estaba describiendo esto, incluso antes de ellos entrar en la tierra prometida ya el Señor les había advertido en Deuteronomio 4: ¡Ay de ustedes si se vuelven a otros dioses! Les voy a dar la victoria, van a ver mi mano poderosa sacándolos de Egipto, viendo milagros y prodigios. Ellos van a ver cómo Dios parte el mar, los saca de lo imposible, los lleva al lugar y les da la victoria. Deuteronomio 28:64-65 dice: “Jehová te esparcirá por todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo; y allí servirás a dioses ajenos que no conociste tú ni tus padres, al leño y a la piedra y ni aún entre estas naciones descansarás, ni la planta de tu pie tendrá reposo; pues allí te dará Jehová corazón temeroso, y desfallecimiento de ojos, y tristeza de alma; y tendrás tu vida como algo que pende delante de ti, y estarás temeroso de noche y de día, y no tendrás seguridad de tu vida.” Dios lo cumplió, escrito está.
En medio del cautiverio, el Señor empieza a levantar profetas de Dios que comienzan a decir que Jehová es tardo para la ira, pero inmenso en misericordia. Él se tardó en que su castigo y corrección cayera en Israel, pero cayó. Tarde o temprano nuestra rebeldía va a dar fruto de muerte, pero el amor del Padre le promete a su pueblo que si se vuelven a Él, Él se volvería a ellos y el Jehová quería trabajar con ellos. Él los ama y quiere restaurar a su nación.
Una de las profecías más importantes son las 70 semanas de Daniel. Este hombre en medio de la diáspora judía, viviendo en medio de una nación pagana, se mantuvo íntegro a Jehova sin arrodillarse ante dioses ajenos. Incluso, amenazado de muerte sigue adorando a Jehová, el único Dios verdadero. La Biblia muestra cómo el Señor lo amó y cuidó, y le revela acontecimientos que hoy estamos viviendo. Daniel 9:24-27 dice: “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador.”
El Señor le da una visión a Daniel que describe 70 semanas. Casi todos los teólogos comparten que esas semanas son 70 grupos de 7 años, o sea, 490 años de visión. Los dividen en grupos porque va a haber diferentes acontecimientos que marcarán esos años, donde como vimos al inicio nuestra mirada tiene que estar en Israel. El versículo 25 dice: “desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén.” Diferentes teólogos relacionan el inicio de las 70 semanas con cuatro acontecimientos distintos descritos por los libros de Esdras y Nehemías, estos podrían dar el banderazo de salida a esta profecía. En la historia de estos dos libros el pueblo estaba en el exilio y diferentes gobernantes, movidos por el Señor, le permiten a los judíos ir a su nación y reconstruir lo que estaba en ruinas. El primero en ir es Zorobabel, quién va en dos ocasiones. En la primera establece el altar de ofrenda y la segunda el templo. Él empieza a establecer un lugar donde la presencia de Dios podía regresar a la nación.
El siguiente es Esdras, como maestro de la Palabra vuelve a enseñar cómo era que debía ser la vida bajo el mandato de Jehová. Ellos tenían años en el exilio, apartados de Dios, vivían en corrupción, y se habían alejado de Su Palabra, la Torá. Entonces, Esdras restablece el culto a Jehová y la vida de obediencia al único Dios verdadero. Por último, Nehemías es llamado a establecer los muros de la ciudad para que no fuera atacada otra vez, sino que Jerusalén se volviera a fundar como ciudad. Eso sí, Israel no llegó a ser una nación independiente, ya que se mantuvo bajo reinos que la dominaban. Sin embargo, por lo menos los judíos tenían un lugar donde ir y traer adoración al Señor.
Volviendo al inicio de las 70 semanas, la primera posibilidad es cuando El rey Ciro le otorga derecho a Zorobabel para restaurar el tabernáculo en el año 538 a.C. (Esdras 1:1-4 y Esdras 5:3-17). La segunda sería cuando el rey Darío decreta el derecho a Zorobabel de reconstruir el templo en el año 517 a.C. (Esdras 6:6-12). La tercera posibilidad sería cuando el rey Artajerjes, persa, decreta derecho a Esdras de restaurar la adoración en Israel en el año 458 a.C. (Esdras 7:11-26). Por último, en los primeros dos capítulos de Nehemías, el rey Artajerjes decreta el derecho de reconstruir el muro en el año 445 a.C.
Robert Anderson describe con detalle en su libro “El regreso del príncipe” como los 483 años (o sea las primeras 69 semanas del texto de Daniel que acabamos de leer), inician con este último acontecimiento de Nehemías en el año 445 a.C. y terminan exactamente con la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén montado en un burro como Rey (descrita en Mateo 21). Este es un acontecimiento histórico que habla de Jesús como Rey y Mesías, siendo uno de los pocos eventos tan significativos que se registran en todos los Evangelios. La importancia de la entrada de Jesús a Jerusalén es suma y tenemos que ponerle atención. Dios quería que los cuatro testigos dijeran, es importante este acontecimiento porque marca un antes y un después de un tiempo.
Creemos que el tiempo correcto para empezar a marcar esto es con el derecho que le da Artajerjes a Nehemías de terminar de reconstruir los muros. Daniel 25 dice: “7 semanas y 62 semanas Se volverá a edificar la plaza y el muro de Jerusalén.” Para que hubiera plazas y calles, tenían que haber murallas. Si vamos al año 445 y lo calculamos con los 483 años, que son años hebreos (la promesa era para Israel y no para nosotros) utilizando el número de días del calendario judío (de 360 días), son 476 años que terminan siendo el año 31 o 32 d.C., exactamente el año donde Jesucristo entra a Jerusalen para luego morir una semana posterior, justo como el Señor había establecido en el libro de Daniel. El cálculo matemático de Dios era completamente preciso. La profecía se cumplió exactamente en ese tiempo.
En resumen, después de 483 años (476 en nuestro calendario) para que el Mesías muriera y fuera arrancado, vemos que sólo falta el cumplimiento de la semana número 70 de Daniel, donde la Biblia la divide en grupos de 3 años y medio, el primer periodo de paz (inicio de la Tribulación) y el segundo periodo de guerra (denominado La Gran Tribulación), y este acontecimiento culminó con la Batalla de Armagedón. Además, esta semana 70 se va a caracterizar porque la figura del Anticristo va a gobernar sobre la nación de Israel.
Entonces, debemos comprende que después de las 69 semanas o 483 años de 360 días, empieza una temporada o periodo o era, mientras que el reloj profético de Dios sobre Israel se detiene. Cuando Jesús viene, Israel no lo reconoce como Señor, ellos le dan la espalda y el tiempo del reloj de la nación cesa, dando lugar al tiempo de los gentiles, de nosotros, el tiempo de la iglesia. Ahora los ojos de Dios y su calendario están puestos en la iglesia hasta que nuestro tiempo termine. Cuando eso suceda, vendrán otra vez los ojos de Jehová volviéndose a su nación escogida y la semana 70 donde el Padre volverá a ver a Israel para el cumplimiento de estos últimos 7 años. Lucas 21 dice: “Y caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.” ¿Cómo sabemos que esos tiempos de los gentiles es el mismo del cual estamos hablando ahorita? Porque el libro de Romanos 11:25 dice: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos; que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles.”
Volviendo a la última semana de Daniel, la Palabra describe como el Anticristo entra a gorbernar por medio de un pacto hecho con los judíos, profetizado por Jesús. Juan 5:43 dice: “Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís, y si otro viniere en su propio nombre a este recibiréis.” Recibirán a otro porque habrá una venda sobre el pueblo de Israel que no les permite ver. La única forma de ver y entender los asuntos espirituales es teniendo al Espíritu Santo de Dios. Si lo tuvieran tendrían al Hijo, y si tuvieran al Hijo tendrían al Padre, pero hoy la nación está lejos de esto, se encuentran a la espera de una figura política que traiga paz y resolución sobre Israel. Cuando ponemos nuestra mirada en hombres, hombres vendrán, puede ser una persona física, un sistema o ambos, pero vendrá alguien que traerá 3 años y medio de paz, restablecerá prácticas religiosas en Israel como la adoración a Jehová practicada en los antiguos tiempos. Y, para que eso suceda, tiene que venir el tercer templo y la adoración descrita por la Torá, eso aún no ha sucedido. El tercer templo tiene que ser establecido para que ellos traigan adoración por 3 años y medio, y una vez terminado esto el Anticristo mostrará su verdadera cara y traerá abominación y guerra. Todo se volverá contra Israel y serán los últimos tiempos hasta que venga el Señor.
Entrando en el estudio del libro de Apocalipsis, este es un libro que describe los acontecimientos por venir en los últimos tiempos. Los capítulos 1, 2 y 3 contienen un conjunto de cartas para iglesias de Asia menor, pero aplican también a la iglesia hoy. Si esto está descrito en la Palabra quiere decir que el mensaje es relevante a hoy y debemos interpretarlo y contextualizar a nuestra realidad. Una vez más, los primeros tres capítulos tratan del período donde el Señor le habla a la iglesia directamente y les dice cómo vivir. Luego, en los capítulos 4 y 5 viene una descripción de la adoración celestial, ¡es glorioso ver como se adora al Señor en los cielos! Se describe a los 24 ancianos, los seres vivientes y como estos arrojan sus coronas delante del Señor, exclamando Santo, Santo, Santo. Después, del capítulo 6 al 19, se da una descripción detallada del final de los tiempos hasta que el Señor viene, no como Cordero sino como Rey, montado en caballo blanco, el fiel y verdadero. Él viene a cumplir su plan, a gobernar, traer paz, resolver todo y empezar el establecimiento de los 1000 años que vendrán más adelante. John McArthur y muchos otros teólogos están de acuerdo con que el capítulo 5 describe el arrebatamiento de la iglesia, antes de que empiecen los 7 años de tribulación Dios se lleva a su iglesia. A todo el que ha entregado su vida al Señor, Él va a venir y ya no vamos a estar acá. No hay una sola palabra profética que falte para cumplirse que condicione que el arrebatamiento, este puede ser hoy, puede ser ya. Lo que falta para cumplirse es para Israel, para que el Señor cierre lo descrito por Daniel y Apocalipsis. Esto nos tiene que ocupar y levantar, porque hay gente que se está perdiendo.
Hay estudiosos quienes piensan que cuando el Señor establece el modelo de 7 días. Que indica que Dios trabaja 6 y el 7 descansa, que esos 7 días son 7 grupos de 1000 años porque su Palabra dice que 1 día son como 1000 años para el Señor y 1000 años como 1 día. Tal vez lo han tomado literal y por eso no estamos de acuerdo con esa postura. Para concluir la idea, el calendario judío anda en este momento por el año 5986 o 5987, lo que implicaría 14 años de cumplirse el sexto día. Una vez más, hay huecos en esta afirmación, por eso no podemos decir que esto va a pasar así, pero si agarramos toda la profecía bíblica y la comparamos con lo que está sucediendo en Medio Oriente, ya no falta mucho. El sexto día se termina, el séptimo es el milenio y el octavo es la plenitud, la eternidad con el Amado. Si tenemos miedo es porque no estamos convencidos de que el Señor Jesús es nuestro Salvador. Acabamos de leer una gran cantidad de detalles impresionantes que apuntan a que los tiempos son cortos. Si alguno no está seguro, es tiempo de volverse al Señor. Es tiempo de anunciar las Buenas Nuevas porque hay mucha gente caminando directo al precipicio. Nosotros tenemos la verdad y tenemos la obligación de decirles, no mueras, no tienes que terminar así.
Después, Zacarías 14:4-9 dice: “Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente; y el monte de los Olivos se partirá por en medio, hacia el oriente y hacia el occidente, haciendo un valle muy grande; y la mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur. Y huiréis al valle de los montes, porque el valle de los montes llegará hasta Azal; huiréis de la manera que huisteis por causa del terremoto en los días de Uzías rey de Judá; y vendrá Jehová mi Dios y con él todos los santos. Ese es el día del regreso del Señor acompañado de nosotros, su iglesia, para gobernar, lo veremos con nuestros propios ojos. Y acontecerá que en ese día no habrá luz clara, ni oscura. Será un día, el cual es conocido de Jehová, que no será ni día ni noche; pero sucederá que al caer la tarde habrá luz. Acontecerá también en aquel día, que saldrán de Jerusalén aguas vivas, la mitad de ellas hacia el mar oriental, y la otra mitad hacia el mar occidental, en verano y en invierno. Y Jehová será Rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno y uno su nombre.”
Esto nos debería abrir los ojos, hemos luchado toda nuestra vida por mantener nuestra fe, debemos ver esto con esperanza. Sé que es difícil ser cristiano en este tiempo. Si decimos que somos cristianos en nuestro trabajo, o en la escuela, o en la sociedad, nos van a perseguir. La brujería está a flor de piel, todo es esotérico, no podemos ver televisión, ni escuchar música. Pero más adelante llegarán días donde la gente no podrá adquirir ni alimentos porque la única forma será dejándose la marca de la bestia. Después de toda esa lucha, nos gozaremos cuando podamos decir, Señor, hemos guardado tu Palabra, ahí vamos a estar ese día, viendo al Padre con nuestros propios ojos. Ahí diremos ¡habrá valido la pena! Como ladrón en la noche va a venir. ¿Estamos listos para cuando haya señales en los cielos para decir, Señor ahí vamos? O vamos a decir, ¿cómo no lo hice cuando podía, cómo no me arrepentí, como no me volví antes?
Hechos 1:10-12 dice: “Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que Él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, las cuales también le dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de entre vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo. Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo.” Si tenemos dudas de nuestra condición espiritual no podemos excusarnos en la vergüenza. Haber ido toda nuestra vida a la iglesia no nos hace salvos, sino sólo por gracia, por fe en Jesús. ¡Hagámoslo ya, volvámonos al Señor! Mañana puede ser tarde, Dios pudo haber venido, al igual que todo lo que vimos que se ha ido cumpliendo al pie de la letra. Mañana podríamos quedarnos y Jehová llevarse a toda nuestra familia y amigos y alguno podría quedarse aquí.
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