Encuentro con los rechazados
Uno de los grandes encuentros con el Mesías que registra la palabra es sobre una gran mujer, que a pesar de que probablemente ella no se sentía de esa manera en ese momento de su vida, la Samaritana, quien también recibió la gracia y la misericordia de Dios. Dios cambió su vida y a pesar de tanta discriminación, odio y falta de perdón, siempre el amor de Dios es manifestado.
Juan 4: 3 nos dice “salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea”. ¿Porqué el Señor salió de Judea y volvió a Galilea? Refiriéndonos un poco al contexto de ese momento, los fariseos lo estaban persiguiendo y existía mucha envidia por parte de ellos, pero el Señor entendió la situación y sabía que no era el tiempo correcto para enfrentar a los fariseos y por esta razón es que prefirió salir y cambiar de ubicación.
Juan 4:4 “Y le era necesario pasar por Samaria”. Israel se encontraba dividida en tres sectores: Judea al sur, Samaria al centro y luego abajo Galilea. Durante el exilio de Babilonia, estos tomaron a todos los intelectuales, ricos o aquellas personas que ellos consideraban útiles y dejaron a las personas mas pobres en Israel, entre ellos los samaritanos, quienes posteriormente fueron invadidos por otras naciones y comenzaron a mezclarse con ellos y comenzaron a adoptar las culturas religiosas, paganas de ese tiempo, además de que fueron volviéndose mestizos causando así que el pueblo judío los odiaba y no los consideraban realmente de Israel.
Además de eso, cuando los judíos de Babilonia venía de regreso, los samaritanos querían que se construyera el templo allí, sin embargo ellos decidieron poner el templo en Jerusalén. Produciendo mucho odio y rencor, era tanto así que inclusive en una ocasión, los fariseos insultaron al Señor diciéndole: Samaritano, usted es del demonio. Así también lo vemos una vez que los discípulos intentaron entrar a Samaria, y los del pueblo se los impidieron por esta misma diferencia que tenían.
Los mismos discípulos le dijeron al Señor que hiciera que cayera fuego y los destruyera. Así que entendemos que la condición de odio y rechazo que había entre ambos pueblos creó la urgencia de Jesús al decir: -Me es necesario..., porque la palabra necesaria viene del griego que significa una obligación, era un deber para él. Pero por qué era un deber? Porque Jesús conocía los planes de Dios y sabía que Dios iba a llevar el mensaje de salvación no solo a una mujer, sino a muchos samaritanos. Y es así que logramos comprender como Dios es un Dios de misericordia y a Él nunca le ha importando que tan mal fuera ese pueblo, si era despreciado, odiado, desechado y rechazado, sino que él va a donde él sabe que hay necesidad.
Quizás en algún momento de nuestras vidas también nos sentimos abandonados, rechazados, no amados por Dios, nos sentíamos que no valemos nada y culpables, viviendo situaciones vergonzosas delante de Él. Sin embargo, vemos mediante este ejemplo, como Dios nunca abandona, como Él deja a las noventa y nueve y va por esa única oveja, y así como Él quería y necesitaba tener ese encuentro con la samaritana, así también con cada uno de nosotros.
Nosotros no encontramos al Señor, sino que Él fue quien nos vino a buscar, no es por lo grande que hacemos o porque somos muy santos o perfectos, sino porque tenemos su gracia y misericordia, ese favor inmerecido con cada uno de nosotros. El decía que su comida era hacer la voluntad de Quien lo envió y finalizar Su obra. Juan 14:32 Porque para el Señor era un deleite irle a hablar a alguien, ir a buscar al perdido y compartir el mensaje de salvación.
Cuando Jesús se encontraba en el Monte de Getsemaní, estaba cargando con mucho dolor, estaba con un sufrimiento muy grande, y fue esa misma noche cuando Jesús realmente murió, cuando Él supo que esa era la noche que sería entregado. Marcos 14:36 El dice Abba Padre, y él clamó, con una fuerza interna tan grande y dijo: “Todo es posible para ti, te pido que quites esta copa de sufrimiento, sin embargo te pido que se haga tu voluntad y no la mía”.
¿Cuántas veces hemos sentido esas copas de sufrimiento? ¿cuántas veces hemos sentido que sus corazones se han arraigado y hemos sabido que debemos entregar cosas a Dios? El Señor quiere que nos rindamos y que le demos el control de toda situación, que descansemos en Él en medio de esa prueba tan grande pero que sobre todo le digamos: “Padre que se haga tu voluntad y no la nuestra”, porque Su voluntad es buena, agradable y perfecta, porque si no fuera así, Él jamás hubiera entregado a su propio Hijo. Y aunque Dios estaba sufriendo y entregó a su propio hijo, así Jesús cumplió con obediencia lo que el Padre le había encargado, porque él sabía que esa breve tribulación le traería un peso de gloria, y ese sería la salvación.
Volviendo a la historia de la samaritana en Juan 5, Jesús caminó mucho por Israel, por esas calles sucias; el mismo Dios encarnado haciéndose hombre igual que nosotros con nuestras limitaciones, porque Dios era 100% Dios pero también era 100% hombre porque quería que supiéramos que todo lo que sentimos no sólo físicamente sino espiritualmente y emocionalmente, él lo comprende, él no está ajeno a ninguna de nuestras necesidades y hoy sabe lo que hay en nuestros corazones y dentro de nosotros.
Jesús estaba cansado y sudado, tenía sed como cuando estaba en la cruz y comenzó a afligirse y angustiarse de tal manera que dijo en el Getsemaní mi alma está angustiada de tanta tristeza…Y quizás muchas veces hemos llorado por una preocupación que tenemos, preguntándole a Dios porqué estamos pasando por estos momentos tan difíciles. Quizás hemos perdido a alguien que amamos, un trabajo, estamos enfermos; pero por un momento, detengámonos y recordemos que el Señor también fue traicionado. No sabemos exactamente cuántas personas los traicionaron, fue vendido por uno de sus amigos más cercanos por monedas, con un solo beso lo vendió y el señor le dijo amigo haz lo que viniste a hacer.
Jesús anhela que aquellos que han estado lejos, regresen, que vuelvan a los brazos del Padre. Él va a estar ahí para esperarlos, como esperó a esa mujer samaritana, sediento y cansado al lado del pozo, pero con palabras de vida que iban a darle a la mujer de un agua que iba a saciarla y transformarla.
La palabra dice que esta mujer le preguntó al Señor: “cómo tú, siendo yo samaritana me pides que te de beber?” y ella jamás se hubiera imaginado que estaba frente de Dios, era Jesús, el mismo Dios sentado a la orilla del pozo, esperándola a ella.
Jesús siempre va a ir a buscarlos a donde sea que estén y él va a estar ahí esperándolos, así como estaba esperando aquella mujer a quien curiosamente le pidió un favor, diciéndole “dame de beber”. Dios siempre nos va a pedir algo, puede que no sea sencillo, pero cuando lo hace es porque nos va a dar algo mayor con valor para la eternidad. Dios nos va a pedir que le demos todas nuestras preocupaciones, todo o quizás sólo algo pero cuando Él lo pida, lo cambiará por cosas maravillosas, recompensas para el Reino de Dios.
Cómo lo hizo con la mujer samaritana, ese día donde la mujer se sentía mal y Él la hizo sentir valiosa. Ella sabía que el era un judío por su manera de hablar y ella tenía la herramienta para sacar el agua. Acá también debemos aprender de cómo Jesús vino a hablarle, él se acercó con humildad, siendo Dios, en ningún momento vino manifestar su grandeza, su gloria no con palabras extrañas para que la mujer viera cuánto sabía, de la Biblia sino que el vino con humildad pidiéndole a ella de algo que él quería ofrecerle. .
¿Cuántas veces nos hemos acercado con ese amor y misericordia a las personas a hablarles de Dios?… y ella le dijo: –“como tú siendo judío me estás hablando a mí?. Especialmente porque ella no sólo era samaritana, sino que era mujer y en ese entonces las mujeres eran despreciadas. Esta mujer sabía en la condición en la que socialmente se encontraba, de completo rechazo. Pero ella estaba sentada frente al Mesías, aquel que compartió la mesa con mujeres, que les hablaba, que las sanó, así que ahora me refiero a las mujeres, si ustedes en algún momento se han sentido rechazadas, abandonadas por un esposo, hijos o compañeros, recuerden que el Señor estaba ahí, a su encuentro, un día normal para ella, en medio de sus labores rutinarias y así también con nosotras, el señor ha estado ahí siempre y lo seguirá estando. .
Así cuando la mujer le dijo: “Yo no sé porque hablas conmigo”, el Señor le dijo: -“Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice dame de beber, tú le pedirías y él te daría de esa agua viva” y probablemente la mujer pensó: “Quién será ese hombre?”, ella se intrigó, ella supo que este hombre tenía algo diferente, y entonces Dios se manifiesta ella y le dice: “Mas el que bebiere del agua que yo te daré no tendrá sed jamás sino que el agua que yo te daré será en él una fuente de agua viva y de vida eterna” ¿ Y cuántos hemos tenido sed de Dios? porque estábamos intentando llenar nuestros vacíos con mucha agua que pasa, con dinero, teniendo más cosas materiales, con amistades, con relaciones fuera de la voluntad de Dios, con amantes, con el pecado, con la vanidad del mundo, con una droga pero al final ninguna de esas aguas son las que van a poder saciar esa sed interna.
Recuerden, nada de esas cosas los va a hacer felices, nada de ellos ni siquiera la religión porque es algo vacío, son ritos, tradiciones humanas pero lo que verdaderamente les dará gozo eterno, solo una relación con ese que te va a dar el agua es vida que te va a llenar. Es Cristo mismo en nosotros. Cristo es el agua de vida en cada uno de nosotros y él es el que realmente va hasta desear nuestra fe y nuestra vida el que va a llenar nuestro vacío, es el que va a darnos plenitud a nuestra alma, él es quien nos quita la soledad, quién va a borrar los pecados es Jesús, es el que nos da el agua de vida para poder así entrar en la presencia de Dios, y tener comunión con el Padre.
“Si alguno tiene sed, venga a mí y beba y El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”, Juan 7:37-38 así que si nunca han creído en el Señor, nunca han tenido una relación con el, hoy es el tiempo perfecto. La palabra dice que el Espíritu Santo habría de recibir a los que creyesen en él, el sello de esa agua viva es el Espíritu Santo mismo, no es un pozo donde tengamos que ir a sacar agua todos los días, es más bien una fuente que sale de la tierra que brota qué es como un río y entonces van a desear adorar a Dios en Espíritu y Verdad, estar en Su presencia, obedecerle, y que Dios sea lo primero en nuestra vida, el centro de ella.
Dios quiere que salgan de ese desierto dónde han estado y empiecen a dejar que el poder de Dios fluya en ustedes. Porque él le dijo una cosa a la samaritana: “dónde está tu marido?” y la confronta, porque ella ya había tenido muchos maridos y el Señor sabía la condición de ella. Sin embargo, ella sabía que era adúltera, estaba consciente de su pecado.
Así mismo como Él conoce todo lo que hay dentro de nosotros, Él conoce nuestros pecados más ocultos y Dios siempre nos va a confrontar, Dios siempre nos va a hablar claro y nos va a llevar a dónde está lo que más nos duele porque sino no nos arrepentiríamos, claro que lo hará en amor, pero si Dios no nos dijera las cosas como lo hace, así como lo hizo con esta mujer, ella jamás se habría arrepentido. Pero en ese momento ella dijo: “Habrá un Mesías que habrá de venir” y Jesús le contestó: -“Yo soy El Mesías” y ese día ella se encontró con el Mesías.
Y es por esta razón que cuando estamos frente a Jesús, confesemos nuestros pecados, recordando que él es fiel y justo para perdonarnos de toda maldad. Te invitamos si estás leyendo esto y aún no conoces al Señor que puedas meditar en que el Señor está sentado al lado del pozo, esperándote para darte del agua viva que va a saciar tu vida y que lo que te pide a cambio es que te arrepientas de tus caminos, le pidas perdón y así encontrarás Su gracia, Su misericordia, y la vida eterna.
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