Perseverando en la fe – El Espíritu Santo, nuestro ayudador
¿Cuántos de nosotros nos hemos estado sintiendo que atravesamos muchas pruebas, hemos estado con cansancio, estrés y mucha ansiedad? ¿Cuántos de nosotros no hemos visto la victoria?
Tal vez hemos sentido que en la parte espiritual no hemos podido crecer y hasta a veces nos hemos sentido decepcionados de nuestra vida en Cristo, porque no vamos de gloria en gloria ni de victoria en victoria; si no que sentimos que estamos estancados, que no crecemos.
En lugar de ir hacia adelante, ¡sentimos que vamos hacia atrás!
El Espíritu Santo es nuestro ayudador y es quien nos da la victoria.
El Espíritu Santo tiene mucho que ver con el proceso que Dios nos pone para desarrollar nuestra fe. Es el único que va a guardar nuestra mente y corazón en el nombre de Cristo Jesús.
El Señor nos dijo “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” Y cómo vamos a vencer? por medio del Espíritu Santo.
Muchas personas cuando son nuevos creyentes desconocen quién es o qué hace el Espíritu Santo. Con esta enseñanza queremos evitar cualquier confusión e ignorancia acerca de quien es Él y Su obra.
Así como el Padre es Dios, Jesús es Dios y el Espíritu Santo también es Dios. Y en ocasiones, nos cuesta aceptar esto, pues cuando oramos a veces solo le oramos al Padre, o al Hijo pero pocas veces le pedimos ayuda al Espíritu Santo quien es verdadera y plenamente Dios, y quiere que aceptemos esa condición de Su deidad.
En ciertas oportunidades hemos escuchado decir de personas e incluso de cristianos que el Espíritu Santo es como “una cosa”. Dicen que es una energía, un poder, una influencia o es “una paloma”, el viento o el agua.
Estas pueden ser manifestaciones del Espíritu pero, ese no son el Espíritu Santo. Él es UNA PERSONA y esa persona es Dios. Es parte de la trinidad.
Pensamos a veces que el Espíritu Santo no se merece ser adorado, o que le vayamos a orar, porque sentimos que fue creado solo para que nosotros le demos la gloria a Dios y la gloria al Hijo, pero no es así.
Muchos nos podemos sentir atados cuando le oramos o cantamos al Espíritu Santo; sin embargo debemos saber que donde está el Espíritu allí hay libertad. Busquemos tener comunión con Él y así como oramos con el Padre, oremos y hablemos con el Espíritu Santo.
La Palabra de Dios dice que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. Él decidió vivir en nosotros, entonces así como el Padre es uno con el Hijo, el Espíritu Santo es uno con nosotros.
La Trinidad es un misterio pero es real. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, cumplen cada uno con su función; pero TODOS SON UNO.
¿Quién es el Espíritu Santo y porqué debemos de buscarle y para qué?
Juan 16 7-11 dice: “Pero les digo la verdad: Les conviene que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador no vendrá a ustedes; en cambio, si me voy, se lo enviaré a ustedes. Y cuando él venga, convencerá al mundo de su error en cuanto al pecado, a la justicia y al juicio; en cuanto al pecado, porque no creen en mí; en cuanto a la justicia, porque voy al Padre y ustedes ya no podrán verme; y en cuanto al juicio, porque el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado.
¿Por qué Jesús les habla así? Porqué Él les quería hacer saber que le iba a enviar al consolador y que eso les convenía. El Espíritu Santo llegó y comenzó a habitar en cada uno de los creyentes. El Espíritu Santo es Omnisciente y Omnipresente; es decir está en muchos lugares al mismo tiempo y conoce todas las cosas.
Cuando Jesús dijo “les conviene que venga el Espíritu Santo” se refería a que también quería que supiéramos que el Espíritu Santo nos llenaría de poder y autoridad y es el que nos guiaría a toda verdad. Que sería nuestro Ayudador.
¿Qué es lo que iba hacer el Espíritu Santo cuando viniera? En la Biblia se nos señala que Él nos llevaría a la verdad y convencerá al mundo de pecado porque todos hemos pecado y que todos estamos destituidos de la gloria de Dios. Y por eso Dios nos envió a su Hijo y al Espíritu Santo para que todo que cree en Él, no se pierda y tenga vida eterna.
El Espíritu Santo es nuestro Consolador. Esta palabra en griego es Paracleto, y significa alguien que va a estar al lado nuestro, que va a caminar con nosotros; va a ser no solo el que nos ayuda si no también será nuestro abogado, defensor y traerá consuelo.
Muchas pruebas vienen de Dios. Él las permite en nuestra vida porque en medio de la prueba, con la ayuda del Espíritu Santo vamos a producir más fe.
Por eso Dios nos dice “siéntanse dichosos cuando estén pasando por diversas pruebas porque esto va a producir en ustedes paciencia y eso va a generar perseverancia”. Esa perseverancia significa que vamos a tener un carácter firme.
La perseverancia es cuando creamos una permanencia y una firmeza en nuestra vida para poder continuar el camino del Señor hasta que Él venga y nos lleve. Producimos todo eso: permanencia, firmeza y madurez, y vamos a tener confianza en Dios.
El Espíritu Santo nos va a revelar que es lo que tenemos en nuestro corazón que a Dios no le agrada, vamos a ser transformados y nuestra fe va a crecer como nunca. Porque eso es lo que Dios quiere, que nuestra fe crezca junto con nuestra perseverancia y madurez y llegar a decir como lo hizo Pablo “he peleado la buena batalla de la fe”
Las pruebas siempre van a estar porque si no estuvieran, no vamos a buscar la ayuda del Señor y del Espíritu Santo; y Dios quiere que siempre busquemos al Dios consolador.
¿Por qué Dios quiere que aprendamos que Él es nuestro consuelo? Porqué de esta manera también podremos consolar a muchas otras personas. El Espíritu de Dios va a estar día y noche con nosotros. Él será nuestra guía, nos dará el discernimiento para poder entender porque estamos pasando por algo y para qué y qué es lo que tenemos que hacer.
Juan 3-16 nos dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.”
En este pasaje vamos a reforzar esa palabra del Espíritu ayudador, quien nos guía e invita al arrepentimiento de nuestros pecados para que podamos entrar al reino de los cielos.
Juan 3-17 dice: “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él.”
En esta promesa es que debemos creer y buscar ese arrepentimiento de nuestros pecados; y confesarlos. Pero no se trata solo de reconocerlos si no también de nacer de nuevo. El arrepentimiento no lo vamos a lograr por nuestros propios medios, es el Espíritu Santo Ayudador que pone en nosotros esa posibilidad de arrepentirnos.
Ahora bien, ¿qué es la carne según la Biblia? Es la naturaleza pecaminosa con la que todos hemos nacido a causa del pecado original.
Gálatas 5-16 al 25 dice “Así que les digo: Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa. Porque esta desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu desea lo que es contrario a ella. Los dos se oponen entre sí, de modo que ustedes no pueden hacer lo que quieren. 18 Pero si los guía el Espíritu, no están bajo la ley. Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. Los que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos. Si el Espíritu nos da vida, andemos guiados por el Espíritu.”
Tenemos que vivir alineados todos los días a los deseos del Espíritu para que cuando llegue algún momento en que alguna obra de la carne nos haga caer en pecado, el deseo del Espíritu esté tan fuerte que nos ayude a salir del pecado y llevarnos al arrepentimiento.
Además de poder cumplir nuestro propósito. El Espíritu Santo ya sabe que dones tiene para nosotros para cumplir la gloria y honra de Dios. Él sabe que cosas el enemigo va a tratar de hacernos para que nosotros no lleguemos a cumplir el propósito y el plan de Dios en esta vida.
Esas cosas que el enemigo hace no son solo aquellas obras de la carne relacionadas con pecados sexuales si no también con pecados como la idolatría por ejemplo. La idolatría no se trata solamente de exaltar imágenes, sino también es rendirle culto al dinero, a las cosas materiales o inclusive a personas. Entonces el pecado es tener el tiempo para idolatrar y nunca tener el tiempo para las obras del Espíritu Santo como lo son orar, leer la palabra de Dios y crecer en el Señor.
El no heredar el reino de los cielos no es solo para los que no conocen a Dios o los incrédulos, sino también para los tibios o los que tienen cara de piedad y están en la Iglesia.
Si somos tibios y estamos en la casa del Señor, el Señor nos dice “ojalá fueras frío o caliente porque yo a los tibios los vomitaré. Ojalá fueran incrédulos porque aún tienen la esperanza de salvarse. Y ojalá fuéramos calientes y fuéramos hijos del Dios verdadero.”
Esos hijos verdaderos son los que han nacido de nuevo, somos quienes hemos experimentado un renacimiento, que pasamos de vivir una vida pecaminosa llena de rebelión contra Dios a pasar una vida llena de amor, de devoción, plenitud y obediencia, de querer hacer la voluntad del Padre.
Y esos son los hijos de Dios que Satanás busca, a nosotros, a los que somos sinceros con Dios, los que estamos peleando la buena batalla con el pecado, los que buscamos a Dios de día y de noche. Somos el blanco de Satanás.
Dios viene por los hijos que están en desobediencia, por los que están cometiendo algún pecado. El Espíritu Santo nos dice que el que cree, no es condenado porque cree en Él, pero el que no cree ya ha sido condenado porque no ha creído en el nombre del Único Hijo de Dios.
Esta es la condenación, que la luz vino al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, amaron más al pecado que a la luz, aman más lo que están haciendo en lo oculto donde nadie los puede ver pero Dios los ve y nadie puede engañar a Dios.
Dios no puede ser burlado ni puede ser engañado, podemos engañarnos entre nosotros, a nuestros pastores pero no podemos engañar a Dios. Dios sabe hasta el último pensamiento de nosotros y las intenciones que tenemos.
La Palabra de Dios dice que ninguna condenación hay para que los estamos en Cristo Jesús, las cosas viejas van a pasar y todo es hecho nuevo.
El Señor es lento para la ira y grande en misericordia y nos ha sellado. Nadie nos puede quitar ese sello del Espíritu Santo, los que son sus hijos ya fueron sellados, el Señor proveerá la salida del pecado.
Si hoy queremos arrepentirnos y cambiar nuestro estilo de vida, a través de la palabra de Dios vamos a empezar a limpiar nuestra mente y Él nos va a mostrar todas las promesas que tiene para cada uno de nosotros y nos va a devolver nuestra identidad.
Satanás no tiene ningún poder legal contra los hijos de Dios porque Cristo ya venció en la cruz del Calvario.
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