Señor, Enséñanos a Orar – ¿Una Relación Llena o Vacía?
Este es el primer mensaje de una serie de prédicas cuyo nombre se basa en una frase que los discípulos le dicen a Jesús: Señor, enséñanos a orar (Lucas 11:1). Esta servirá como base para cubrir varios temas acerca de la oración. Aunque tengamos años en nuestro caminar con Dios, hablar de la oración siempre es bueno y de bendición porque podemos crecer en la forma, la cantidad y el cómo oramos. A veces decimos ser cristianos maduros, pero hay disciplinas espirituales que evidencian la condición de madurez según el fruto que damos.
¿Cómo se ve un cristiano maduro?
Como alguien a quien le es natural poner en práctica las disciplinas espirituales, le es fácil perdonar, pedir perdón y deleitarse en la Palabra. Esto se evidencia en cómo ora. Un cristiano que tiene oraciones laxas, de poco tiempo, banales, superficiales y simples, es inmaduro indiferentemente de sus años en el Señor o cuánta teología sepa. Si no entendemos lo necesaria que es la oración, la teología ha quedado en la mente pero no ha bajado al corazón y no ha transformado nuestra vida. Todos necesitamos orar y crecer en oración.
Hoy en día es común ver personas en la congregación con oraciones rituales, por compromiso o mecánicas. Oran por los alimentos con la misma oración de siempre. Se quedan con dos o tres oraciones que hacen al día, si acaso, porque algunos ni siquiera por la comida oran ni le dan gracias a Dios por proveer. Tenemos que crecer en la forma en cómo nos relacionamos con Él. A veces con costos nos levantamos en la mañana y decimos: “Señor, gracias por el día”. Esa fue toda nuestra oración, cinco palabritas. ¿Eso está mal? No, para el inmaduro. Sí, para el maduro, quien debería de tener una relación mucho más profunda e íntima porque conoce a la persona con quién se está comunicando. Oramos por los alimentos y tal vez nos acordamos de orar en la noche.
La falta de oración es tan dañina para nosotros porque produce pereza espiritual. Si no queremos leer la Biblia es porque nos falta oración. Cuando oramos, nuestro espíritu se levanta y nos van a dar ganas de ir a la Palabra porque vamos a empezar a conocer a esa persona con quien estamos hablando. Hay una liviandad en compartir el evangelio, en cambio, cuando nos falta oración, hay una total apatía por ello. Nos afanamos por el mundo, y lo que ofrece. Una persona que no busca servir es alguien que no ora, porque no tiene la necesidad y el entendimiento de lo que Dios puede producir y cómo puede ser usado.
Sabemos que a la iglesia local llegan personas de todo tipo, con ciertas situaciones, depresión, heridas o alguna condición. Todos llegamos al Señor quebrados, pero a veces hay gente que tiene tiempo en los caminos de Dios y sigue luchando con la depresión, una adicción, la práctica de pecado… Un cristiano que verdaderamente practica una oración intencional, va continuamente a la presencia del Padre, se encierra en el lugar secreto de su habitación y tiene una relación íntima con Él, no va a estar en depresión. Por lo general, quienes están así son personas con una relación por encima, mínima, a cuentagotas. Para un verdadero hijo orar es prioridad. Es importante entender esto a través de Jesús, el Hijo que nos da testimonio de cómo serlo, ver cómo oraba para entender por qué para un hijo debería de ser prioridad hacerlo.
¿Por qué no oramos?
Si entendemos el montón de beneficios, que nos va a quitar un montón de cosas, va a producir otras, nos va a transformar y a llevar a tener una relación íntima con Dios, ¿por qué no lo hacemos? Hay dos razones fundamentales:
- Somos indisciplinados. No tenemos una intencionalidad cuando se trata de las disciplinas espirituales, por lo tanto no las ponemos en práctica.
- Amamos demasiado el mundo. Esta es la más preocupante. Anteponemos todo lo que es mundano por delante de la importancia de orar. Le damos prioridad a trabajar horas extra, a nuestras cosas, nuestro cuerpo, nuestros placeres e incluso a nuestro descanso por delante de orar. Todo nos parece más importante que la oración porque nos amamos más de lo que amamos a Dios. Somos idolátricos por naturaleza. Si no ponemos a Jesús en el centro vamos a poner otra cosa en su lugar, a nosotros, a la persona que más amamos, una situación, una cosa, nuestros hijos, lo que sea. Vamos a transformar lo que Él nos dio, ponerlo en el centro y adorarlo.
Podemos ir a cualquiera de los evangelios, pasar las páginas de la Biblia y encontrar en algún lado ¨Jesús oró, buscó el lugar secreto, la presencia de Papá¨. Vamos a ver que la norma de su ministerio era la oración. Si Él siendo Dios, encarnado en un cuerpo de hombre, entendía la necesidad que como Hijo tenía de tener una relación íntima con el Padre, cuánto más nosotros. La oración debería ser fundamental en nuestra vida. Al igual que comer y respirar, así de necesaria para la vida del cristiano es la oración. En vez de eso vivimos oraciones religiosas, vanas, aburridas y cansadas, porque lo practicamos sin entendimiento.
Esperamos que a través de los próximos mensajes de esta serie eso cambie, que salgamos encendidos, que hayan personas que estaban con un espíritu contrito, queremos que el Espíritu Santo encienda a esas personas, que se levanten como intercesores. Cualquiera de los hombres de Dios que genuinamente fueron usados por Él, fueron procesados en algún tiempo de su vida y en ese período de proceso buscaron Su presencia. Pareciera que buscamos al Dios bombero, en la emergencia doblamos rodillas y decimos: ¨¿Por qué me pasa esto a mí?¨, pero no entendemos que nuestra falta de oración quizás nos llevó a esa situación y que eso se pudo haber evitado si hubiésemos orado.
Para entrar en contexto, en Marcos 1, Juan Marcos es el escritor de este evangelio. El principal enfoque de este libro es mostrarnos lo que Jesús hace. Él empieza a detallar un conjunto de acontecimientos en frases menos descriptivas que en los otros Evangelios (está mucho más desarrollado y especificado lo que estaba sucediendo en el momento). Por ejemplo, el llamado a los discípulos, el ministerio de Juan, entre otros. Marcos inicia siendo un libro sumamente condensado hasta que empieza a poner el enfoque en el ministerio de Jesús. Ahí cambia la narrativa y se vuelve mucho más detallado. Antes de llegar al versículo 32 vemos dos acontecimientos:
- Jesús entra en el templo a predicar y se encuentra con un hombre endemoniado. Para aclarar, no todo aquel que se hace llamar cristiano lo es. Estamos hablando de frutos y cómo se ve un cristiano maduro. No todo aquel que va a la iglesia local es cristiano. Con base en este ejemplo, había un hombre dentro del templo que estaba endemoniado, lo cual puede pasar en nuestras propias congregaciones. Ese hombre escucha la predicación de Cristo y la autoridad con la que Él hablaba. Todos quedan impactados y él empieza a dar gritos. Ese espíritu reacciona cuando la presencia de Dios desciende y su gloria se manifiesta, hace un escándalo. El Señor lo calla, lo detiene y libera a ese hombre de ese espíritu inmundo. Esa situación produce asombro en la gente porque ven coherencia. No solo sus palabras son autoridad sino que hasta los demonios obedecen lo que Él dice. Se empieza a correr la voz en un pueblo pequeño, en Capernaum. Todos se dan cuenta, algo está pasando y Dios está usando a este hombre llamado Jesús.
- Era un sábado de Shabat, la fiesta de descanso judío donde el Señor estaba haciendo ministerio, el cual empezaba a las 6:00 p.m. hasta las 6:00 p.m del día siguiente. (no es de 12:00 a.m. a 12:00 a.m. como en el horario nuestro), Ese mismo sábado Jesús termina de enseñar en el templo, se va a la casa de Pedro donde la suegra está enferma. Él viene, la sana, hace un milagro y en ese momento pasa lo que vamos a leer en Marcos 1:32-33:
“Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le trajeron todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados; y toda la ciudad se agolpó a la puerta”. Jesús estaba en medio de ese día ajetreado, ya cansado. Toda la ciudad estaba afuera esperando que Él saliera para atender las necesidades. Algunos solo nos acercamos a Él para que atienda nuestra necesidad. Solo cuando ocupamos algo vamos al Señor. Para los que son padres, no hay nada más triste que los hijos solo los busquen por interés. Un padre quiere que sus hijos lo busquen porque lo aman, no para ver qué pueden sacar. Esta gente buscaba a Jesús solo para ver que podían obtener. ¿Cómo se sentirá el Señor?
Marcos 1:34 dice: “Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían”. No era tiempo de que el ministerio de Jesús fuera revelado y Él no dejaba a ninguno hablar porque iban a entorpecer el plan del Padre. La autoridad de Dios estaba incluso en ese punto. Marcos 1:35-39: “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba. Y le buscó Simón, y los que con él estaban; y hallándole, le dijeron: Todos te buscan. Él les dijo: Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido. Y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios.”
El versículo 32 empieza a describirnos la condición espiritual de ese pueblo que estaba a las afueras esperando. Era un sábado de Shabat donde ellos habían visto al Señor liberar al endemoniado, sanar al enfermo y el pueblo era tan legalista que se quedó afuera pacientemente esperando a que fueran las 6:00 p.m. para que terminara el Shabat y decirle, “ahora sí Señor, ayúdanos”. Toda la ciudad estaba ahí, era un pueblo lleno de endemoniados, problemas, conflictos, pero también podemos ver la fama que estaba produciendo Jesús (la cual no es mala en sí misma, sino que el problema es cuando se vuelve el centro de la motivación para hacer las cosas). Si es producto de buscar a Dios, a veces hacerlo nos podría llevar a ella, pero que eso nunca transforme el corazón de que el Señor tiene que estar en el centro siempre. La oración, las disciplinas espirituales y Cristo tienen que ser prioridad siempre, y no la fama como tal.
El versículo 33, toda la ciudad se agolpó, habla de una condición paupérrima espiritual. Llegamos al versículo 34 y vemos que Jesús empieza a obrar. Comparémoslo con el ministerio. Si algún día hemos predicado, se puede decir que es cansadísimo. Desde la mañana o a veces desde la noche del día anterior empieza la guerra espiritual, peleas, situaciones, estrés, condiciones… Llega el día de la prédica y ya hay cansancio espiritual. Hay una guerra espiritual total para mantener la atención de cierta gente que está en la iglesia, pero su mente parece estar cautiva. Mientras se trata de mantener la línea de pensamiento, en medio hay un ataque espiritual de pensamientos. Hay un desgaste espiritual y emocionaly ahí empieza el ministerio. ¨Pastor ocupo hablar con usted¨, ¨tengo que contarle tal cosa¨, ¨tengo tal emergencia¨, ¨tenemos aquella actividad¨. No se trata de tener lástima por el pastor porque eso es lo que el Señor escogió para la vida de quien lo hace, pero el ministerio es cansado.
Damos este ejemplo porque Jesús venía de un día sumamente cansado y es importante entender lo que estaba sucediendo en su corazón. Él venía de predicar, sanar y estar haciendo ministerio todo el día, para empezar a liberar una ciudad de endemoniados a las 6:00 p.m., uno por uno. La Biblia no lo dice pero es poco probable que haya terminado a las 7:00 p.m. Probablemente terminó hasta altas horas de la noche y pudo haber sido un caos física y emocionalmente. Uno tras otro venían en medio de la noche, atendiendo toda una ciudad. Sólo pensemos el ruido que pudo haber producido esa manifestación de tantas personas. El Señor posiblemente termina a altas horas de la noche, totalmente drenado en su parte humana.
El versículo 35 dice: “levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”. ¿Cuál es nuestra excusa para no orar? El ministerio y el llamado de Dios para nosotros es 24/7. La guerra y situaciones del mundo espiritual en nuestra vida y casa no se detienen. No hay excusa para decir hasta aquí, ahora me tomo vacaciones del ministerio, iglesia, vida cristiana, me voy de viaje, olvido la oración, la Biblia y no me importa.
El Señor nos enseña que por más cansado que estuviera (probablemente se acostó a las 12:00 a.m. o 1:00 a.m.) igual a las 4:00 a.m. estaba levantado, en medio de la oscuridad, orando, porque entendía que el descanso físico no es lo que renueva las fuerzas. Podemos dormir todo lo que queramos que eso no cambia nuestra condición espiritual. Ir a la presencia de Dios es lo que renueva nuestras fuerzas. Si nos hemos levantado un día en el que nos sentimos cansados y nuestro cuerpo está molido, oremos y digamos, te necesito Señor. Cuando oramos, vemos cómo el vigor empieza a regresar a la vida del creyente. Mateo 4:4: “No solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
La necesidad de ese hambre espiritual empieza a crecer, alimentarse y es lo que nos da el valor para seguir el día a día. La guerra no se detiene, la situación espiritual y los problemas siguen ahí. Jesús no dejó que el cansancio le ganara ni que ningún impedimento o prioridad lo derrotara. Marcos 1:36-37 dice: “Y le buscó Simón, y los que con él estaban; y hallándole, le dijeron: Todos te buscan”. ¿Hemos tratado de orar un día, un tiempo prudencial? Todos los problemas se juntan cuando nos disponemos a sacar un momento para orar. Se levantan pleitos, aquel está pasando esto, una emergencia… Se vienen todos los problemas y nos atacan para que no oremos porque el enemigo entiende el poder que hay en la oración. Satanás sabe lo que podemos producir en el mundo espiritual cuando nos levantamos a orar, a buscar realmente de mañana, de noche, la presencia de Dios. Se va a venir de todo encima para que no oremos y el Señor muestra no solo la importancia de orar, sino su intencionalidad para hacerlo, él planificó su tiempo para eso.
La oración revela cuál es nuestra prioridad
Orar no es pedir. Orar es buscar ser saturado, lleno, completo, de la presencia de Dios porque lo necesitamos. Toda área de nuestra vida necesita sobreabundar de la presencia del Padre para poder vivir esta vida de la forma correcta. Es querer conocerlo. Es entender que la vida no se basa en las circunstancias, la vida tiene poco que ver con los problemas que tengamos afuera. La paz de Dios no es la ausencia de problemas. ni el estatus, el que dirán, las oportunidades de trabajo, las puertas abiertas, el desempeño, no tiene que ver con prosperidad económica. Podemos tener todas las anteriores y no tener paz en nuestro corazón. Su paz es la presencia de la persona que amamos, que habla con nosotros, nos sostiene en medio del tiempo difícil. Es la presencia de la figura de Cristo en medio de la peor situación. Podemos estar en medio de problemas y crisis que si estamos con Cristo tenemos la confianza de que Él tiene todo bajo control.
Una vida transformada está llena de la Palabra de Dios, la cual entra hasta lo más profundo (Hechos 4:12), rompe, penetra, sostiene y transforma. ¿Cómo hay gente que conoce la Biblia, se sabe el texto pero su vida no muda? La falta de oración ocasiona eso aunque conozcamos la verdad práctica, porque una cosa es conocer la Palabra y otra a aquel del cuál proviene la Palabra. Podemos conocerla y decir que es nuestra verdad, pero a la hora en que tenemos que dar el salto no confiamos. Por ejemplo, si una niña va a brincar, el papá la atrapa. Si él le dice que brinque, ella lo va a hacer porque sabe que él la va a sostener, confía él. Puede venir el mejor jugador de beisbol, a quien jamás se le ha caído un balón, alguien más hábil, pero ella no va a brincar a sus brazos sino a los de su papá porque confía en él, lo conoce.
Cuando conocemos la Biblia y vamos al lugar secreto, la Palabra de Dios empieza a ser tan real porque sabemos que no solo es verdad sino que conocemos a aquél que la dio. Confiamos y conocemos a la persona que está hablando. Cuando sabemos que algo salió de la boca de Papá, esa va a ser una verdad en nuestra vida y ahí es donde viene la transformación. La Biblia tiene que ir mano a mano con la oración. Oramos para conocerle a Él y la Palabra empieza a ser una verdad inclaudicable, nunca dejó de serlo, pero cuando confiamos empezamos a creer con todo nuestro corazón, la bajamos de nuestra mente a nuestro corazón y la creemos.
La oración llena de agua viva a aquel que vino sediento. Da vida espiritual al que vino muerto, suaviza el corazón que vino endurecido, enciende al servidor apático, sella la predicación donde sea que se dé. No ocupamos un altar, donde sea que prediquemos, si somos personas de oración, va a ir cargada, sellada y dará fruto, porque viene con poder del Espíritu Santo. La oración genuinamente transforma las vidas y toma control de lo que no podemos hacer y llega donde no podemos hacerlo de forma humana y natural.
La Biblia habla que Jesús se retira a un desierto. La misma palabra que se utiliza en este versículo es la que se usa en Juan 3, cuando él anuncia las buenas nuevas en medio del desierto, o la misma palabra de la batalla que tuvo Jesús, la tentación en el desierto. Esta palabra es sinónimo de prueba. Lo que la Biblia nos está enseñando es que tenemos que aprender a orar en todo tiempo, en todo lugar, en medio de cualquier prueba, cualquier circunstancia, a cualquier hora y renovar nuestra comunión con Dios.
Marcos 1:36-38 dice: “Y le buscó Simón, y los que con él estaban; y hallándole, le dijeron: Todos te buscan. Él les dijo: Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido”. Siempre van a haber distracciones y situaciones que nos van a tratar de apartar de nuestras necesidades más importantes, pero creo que hoy podemos meditar sobre cómo es nuestra vida espiritual. Sincerémonos un momento. No podemos predicar de oración sin orar. ¿Cómo es nuestra vida espiritual?, ¿es efusiva?, ¿nos llena?, ¿estamos emocionados por practicar disciplinas espirituales?, ¿tratamos continuamente de crecer en el Señor?, ¿somos apasionados por Dios?, ¿deseamos que sea domingo, que el Señor hable a nuestro corazón, buscar el lugar secreto, ir a su Palabra?, ¿o es una vida religiosa? De cumplir rituales, repetitiva, banal, aburrida, insulsa, no produce ni genera nada, lo hacemos por compromiso.
¿Cuál somos? Este mensaje se llama “¿una relación llena o vacía?”, porque esa pregunta está íntimamente ligada a la oración. ¿Tenemos una vida vacía y religiosa?, ¿cumplimos normas por hacerlo, preceptos, reglas, o es nuestra vida gozosa y llena de una relación real con una persona que habla con nosotros? ¿Conocemos a aquel a quien le hablamos y Él nos habla? ¿Nos deleitamos en nuestras conversaciones con Él, reímos, lloramos, nos levantamos y acostamos con Él?
Este mensaje tiene dos objetivos por resaltar:
- Necesitamos orar porque ocupamos mejorar nuestra conexión personal con Dios, cambiar paradigmas y dejar de pensar que la oración es simplemente una disciplina que practicamos en medio de emergencias. Es necesario entender que eso es un tema de querer estar con Él porque lo conocemos, ha sido fiel, nos ama, nos conoce mejor que nadie, sabe decir la palabra correcta en el tiempo justo y nunca nos ha dejado solos.
- Necesitamos aprender a orar. La oración es una prevención y no una reacción. Es la forma en cómo llenamos nuestra vida y casa para el día malo en el que el león venga a querer destruirnos. La Biblia dice que Satanás es un león rugiente que anda buscando a quien devorar (1 Pedro 5:8). Él va a buscar tocar nuestras finanzas, matrimonio, hijos, buscará traer enfermedad y miseria a nuestra casa. El enemigo no va a tener ningún tipo de misericordia y no se va a detener, su único fin es destruirnos. La oración es la forma en cómo saturamos el ambiente espiritual y llenamos de la gloria de Dios nuestra casa y vida. Cuando esto sucede, el enemigo no puede entrar porque no puede estar donde la gloria del Señor se manifiesta. Santiago 4:7 dice: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”. Solo podemos someternos a Él a través de la oración, conociendo la Biblia y siendo firmes. Santiago 5:16 menciona: “La oración eficaz del justo puede mucho”.
Quienes entendamos esto veremos el poder de Dios. No necesitamos tener un título o ser eruditos porque eso no significa nada sino lleva a transformación de vida (muchas veces el conocimiento envanece). Necesitamos a la persona de Cristo, su autoridad, su paz, su gozo, el que transforma nuestras vidas, el Dios omnipotente que puede cambiar cualquier situación.
Reflexión
A través de este mensaje, el Espíritu Santo va a empezar a tocar nuestro corazón y a confrontar nuestra vida espiritual. Cedamos ante Él. Tal vez hoy nos sintamos culpables y pensamos que no estamos orando de la forma correcta. Empecemos por hacer una oración sencilla, teniendo en claro que nadie puede transformar nuestra vida de oración por nosotros, solo nosotros mismos, somos los únicos que podemos hacerlo. Nosotros debemos orar por nosotros mismos, Dios nos dio la boca y el Espíritu Santo, no necesitamos nada más.
La primera frase que podemos decir es esta: “Señor, perdóname porque he puesto todo por prioridad menos el buscarte. Perdóname porque no he sido diligente en mi oración. No he sacado el tiempo, no te he buscado. He priorizado el trabajo, la familia, incluso el placer, a mí mismo antes que orar y tú me estás enseñando que en medio de tu cansancio físico madrugabas porque entendías que la oración muestra el centro de nuestro corazón”.
“Papá, perdóname si he puesto excusas (empiece a mencionarlas). Hoy sé que tú me perdonas y estoy aquí porque quieres que crezca en esto. Quiero conocerte más, tener una relación íntima contigo, saber lo que te gusta y lo que no, enamorarme de ti, abrirte mi corazón, invitarte a mi vida. Perdóname si toda decisión la tomo en mis fuerzas. Te abro mi corazón para decirte que seas el centro de todo, gobierna, háblame, quiero escuchar tu voz”.
“Transforma mi religiosidad, apatía, legalismo, normas, hacer cosas por cumplir, por una relación vigorizante, apasionante, donde nunca me aburriré ni llenaré porque eres el Dios Alfa y Omega, el principio y el fin. El que llena todo en todo. Enséñame a no verte como un bombero que solo busco en el tiempo de crisis e ignoro en el tiempo de bendición, sino que pueda orar en todo tiempo y lugar. Gracias porque a pesar de mi multitud de defectos, me tienes aquí, me das otra oportunidad y me muestras tu amor. Te pido ser lleno del Espíritu Santo. Te entrego cada área quebrada de mi vida para que la luz de Jesús venga a alumbrar”.
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