Señor, Enséñanos a Orar - Aplicando Lo Aprendido
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Señor, Enséñanos a Orar – Aplicando Lo Aprendido

Para empezar, no hay un creyente que no quiera crecer en su vida de oración. Aunque tengamos muchos años en el Señor, conozcamos mucho de Dios, hayamos pasado por varias cosas, todos tarde o temprano decimos “quiero mejorar mi vida de oración”. Cuando iniciamos en esos primeros pasos de aprender a tener disciplinas espirituales y orar, uno de los grandes errores que cometemos es que nuestra oración tiende a sentirse aburrida. A raíz de eso, nos deja de gustar y dejamos de practicarla. Entramos en un círculo vicioso donde oramos, es aburrido, dejamos de hacerlo y así sucesivamente. En este mensaje daremos tips para que no entremos en ese ciclo de oraciones aburridas, monótonas y repetitivas, sino que podamos reavivar nuestra forma de orar.

Para la persona que es de oración, no hay nada más apasionante que orar. Es hablar con nuestro Creador, con Papá, es como Él nos habla, nos responde preguntas que tenemos, sana nuestras heridas a través de la oración, nos cuida y nos da palabra. Es glorioso cuando una persona encuentra una verdadera vida de oración apasionante. Veremos cuatro puntos para poner en práctica hoy, para que nuestra vida de oración pase de ser una vida aburrida a una apasionante.

  1. Debemos orar enfocados.Un error que parece simple pero todos cometemos es que tenemos vidas de oración desenfocadas o desordenadas. Cuántos hemos dicho “voy a ir a orar” y en el momento donde sacamos un tiempo para hacerlo, vienen ese montón de pruebas, vicisitudes, pasan situaciones tanto externas como una lucha de pensamientos, no le dimos de comer al perro, se nos olvidó hacer tal cosa, en el trabajo hay un correo sin contestar, dejamos la cocina encendida… Es una batalla de pensamientos internos, a todos nos pasa. La Biblia nos dice que esto nos va a suceder y cómo atacarlo. Por esto, es importante:
  2. Planificar tiempos de oración.Mateo 6:6 dice:Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”. La primera clave es quitar las distracciones en lo natural para crecer en nuestra vida espiritual. Cuando planifiquemos el tiempo, apaguemos la computadora y el celular. La emergencia, la llamada y el mensaje pueden esperar. Es más, si la música de adoración nos distrae o no nos deja concentrarnos, quitémosla y metámonos en el lugar secreto.

Cerremos la puerta y en ese lugar, cuando pongamos toda nuestra atención en el Señor, nuestra vida de oración va a cambiar porque nuestro enfoque va a ser el correcto, porque planificamos quitar las distracciones. Si queremos tener una vida de oración espontánea y creativa empecemos con la disciplina, la cual traerá la creatividad y el tiempo espontáneo, pero si no construimos la relación, lo espontáneo va a ser la excusa para no entrar en la disciplina.

  1. Quitar la distracción interna. Filipenses 4:6 dice: No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho”. El afán se va de las cosas que no hemos podido cumplir o las situaciones de las que no podemos tener control cuando tenemos una vida de agradecimiento.

Alguien puede decir “no tengo trabajo, estoy preocupado” pero levanta sus ojos y vuelve a ver su familia bien, tiene techo, algo que comer en la alacena con lo cual subsistir, esa persona entiende que no necesita el trabajo, Dios se lo va a proveer. Esa persona puede necesitar traer provisión a la casa pero Dios es su proveedor y a pesar de que no tiene trabajo, Él ha provisto de donde no hay y hoy puede sacar el tiempo para orar porque Dios trajo de donde no había. Otra persona puede decir “tengo una enfermedad y no se sabe hacia dónde va”. Esa persona podría no estar, pero aunque tenga un periodo de tiempo limitado, tarde o temprano se va a encontrar con su Creador.

Nosotros podríamos no estar hoy y Dios nos regaló ese presente para que levantáramos oración. Deberíamos decir “Señor, gracias porque tu misericordia me levantó de la cama”. Cuando empezamos a tener una vida agradecida, dejamos de preocuparnos por lo que no tenemos y ahora nuestro enfoque puede estar puesto en Aquel que provee. Dejamos de preocuparnos de lo que no tenemos control porque sabemos que de lo que no tenemos control, Dios tiene control.

  1. Enfocarnos en el Señor. La adoración es un enfoque en Dios, poner nuestra mirada en Él porque cuando lo hacemos, las cosas vanas y terrenales empiezan a dejar de tener importancia y las espirituales comienzan a tener un mayor peso sobre nuestra vida. Si queremos que la ansiedad se vaya, pongamos nuestra mirada en Él. Muchas veces la ansiedad es exceso de estarnos viendo en el espejo, viendo todas las cosas, defectos y situaciones que tenemos. Debemos dejar de poner nuestra mirada en nuestros asuntos.

La Biblia contradice el concepto de que deberíamos trabajar en nuestra autoestima. Es más, la Palabra dice que la característica de las personas de los últimos tiempos es que son hombres amadores de sí mismos. Si vamos al mundo nos dicen “ámense a sí mismos, pongan el enfoque en ustedes”. Cuando vamos a la Biblia nos dice “dejen de fijarse en ustedes y empiecen a fijarse en el Señor”. Cuando ponemos nuestro enfoque en Él, nos deja de importar lo que estamos pasando. El ministerio de alabanza hace su trabajo cuando logra que la iglesia ponga su mirada en Jesús, eso es adorar. Obedecemos a Dios cuando tenemos que tomar una decisión difícil pero nuestra mirada está puesta en Él y decidimos agradarlo antes de agradarnos a nosotros mismos, eso es adoración. Cuando nos enfocamos en el Señor es más fácil ser obedientes.

Tip práctico: antes de empezar a orar, cerremos nuestros ojos. Pongamos al Señor Jesús como lo imaginemos y queramos ver. Cuando lo ponemos ahí y empezamos a hablar con Él, nuestra oración cambia porque pasó de ser algo impersonal a algo personal. Cuando oremos, empecemos a hablar con Él como hablamos con una persona.

  1. Necesitamos orar con fe.La fe es fruto de una relación porque es una certeza. Confiamos en Aquel con quien tenemos una relación. Si un papá le dice a su hijo que se tire, él lo va a atrapar y el niño sabe que así será. Probablemente haya gente mucho mejor atrapando, pero el niño no se va a tirar con alguien más, porque la relación con su papá hace que él sepa que se ha tirado muchas veces antes y el papá lo ha atrapado, no va a dejar que se caiga.

Lucas 10:38-42 dice: Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.”

Este versículo es tan increíble porque es la restauración del rol de la mujer según el diseño de Dios. Es el primer momento en el que Jesús toma mujeres y les dice “pueden sentarse a mis pies y aprender, pueden ser discípulos”. Esto cambia la forma en cómo la mujer había sido tratada en toda la existencia de Israel, pero este versículo más allá de eso nos enseña que el Señor no nos manda a tener una relación por obligación. Marta estaba ahí con una actitud de servidumbre y a veces nos acercamos a Dios así. Nuestra oración es más una rogativa que una relación. Lo hacemos porque nos sentimos obligados, “tengo que orar porque si no soy mal cristiano, quedo mal, qué dirán de mí, qué van a pensar”, entonces empieza a ser una actitud de siervo a señor, de esclavo a amo.

Dios lo que quiere y lo que le enseña a Marta es a dejar de tener una relación con base en lo que tenemos que hacer y empezar a vivir una relación según lo que nos nace hacer, porque conocemos quién está delante de nosotros. No es lo mismo orar al Señor que orar a Papá, porque el día que nos equivoquemos y pequemos, no es igual ir al Señor, pensar que nos vamos a acercar y Él nos va a ver mal o nos va a decir “tienes tiempo de no orar, ya te hacía falta venir aquí”. Cuando es Papá, Él siempre está con brazos abiertos diciendo “me hacías falta, entra, ven. Siempre hay tiempo y un oído dispuesto a escucharte, un espacio dispuesto para que entres, un abrazo después de la conversación. “¿Fallaste?, ¿viniste contento?, ¿cometiste un error?, ¿vienes dolido?, ¿vienes feliz? Aquí estoy”. Eso cambia la forma en que nos acercamos.

  1. Debemos orar con disciplina. Hay un tiempo en el que todo cristiano tiene que marcar la raya de su vida espiritual y preguntarse “¿hacia dónde voy?”. La iglesia ha pasado demasiado tiempo callada. Es tiempo de decir “hasta aquí, me cansé de ser un cristiano de gradería, nominal, de tener una vida simplemente de cumplir normas. ¡Hasta aquí! Hoy es el día en que voy a pasar al otro lado y voy a empezar una relación”.

Toda disciplina empieza con una decisión, probablemente una que nos harte de nuestra situación. Ejemplos:

  • “Me harté de subir las gradas de la iglesia y llegar agitado, tengo que tomar una decisión. Voy a meterme a hacer ejercicio. No me va a gustar de entrada, pero la decisión me va a llevar a que sea consciente de mi situación y empiece a hacer algo diferente”.
  • “Me cansé de obtener el peor trabajo. Voy a trabajar y estudiar. Va a ser cansado y difícil, pero ahí va a estar la recompensa”.

La recompensa es fruto de la disciplina. Sin disciplina no hay fruto, no va a haber forma. La oración necesita perseverancia, gente que se comprometa y diga “me voy a levantar a tal hora. Voy a poner mi reloj de 6:00 a 6:30, de 12 a 12:30, de 1:00 a 2:00”, el tiempo que sea. Ese es nuestro tiempo con Dios porque decidimos entender en quién está puesta nuestra confianza. Si decimos que dependemos de Él, nosotros dependemos de la oración, de la relación. Si decimos que dependemos del Señor y no oramos, no dependemos de Él, dependemos de nosotros mismos, nos gusta tener el control y hacerlo a nuestra manera. Hagamos una marca, digamos “hoy se terminó la vida de oración vacía, de oraciones vanas, de autodependencia”.

  1. Debemos orar con la Palabra de Dios. Muchas veces nuestra oración gira en torno a nosotros, a nuestras circunstancias, y a veces tiende a ser monótona porque quizá no hay un cambio drástico en alguna situación que nos lleve a orar diferente. Tal vez no nos quedamos sin un trabajo que nos lleve a clamar por uno. Puede que nuestra vida no haya cambiado en temas de relaciones, pero el problema de la vida de oración monótona no es que necesitamos un cambio sino un método, una forma diferente de orar a ese estupor, estado de confort o aburrimiento. Debemos empezar a entender que es la voluntad de Dios para nosotros y lo más fácil para comprenderla es sacar la Palabra y leer.

Salmos 23:1 dice:El Señor es mi pastor, nada me faltará.” Agarremos esto y empecemos a orar. Digámosle, “Dios, gracias porque me cuidas como mi pastor. Gracias por esos momentos por los que quizás nunca te agradecí, por exhortarme por estar mal. Necesitaba ser exhortado por ti. No solo sé pastor de mi vida, sé pastor de mi casa, de mi esposo(a), de mis hijos, de mis nietos, de mis generaciones, de mi hogar. Que en mi casa nunca falte nada porque en mi hogar hay pastor. Sé pastor de este ministerio, de esta iglesia. Llévanos a lugares de descanso. Nada me faltará, tengo todo lo que necesito.

“Gracias porque todo lo que he pedido tú me lo has dado, todo lo que necesito, y cuando no has respondido una oración es porque no me hace bien, no lo necesito. Hoy te quiero dar gracias no solo por lo que me das sino por lo que me has dejado de dar porque eso quizá era piedra de tropiezo a mi vida espiritual. Quiero orar para que de la misma forma en que me has provisto, proveas para mis generaciones, para mis hijos. En lugares de delicados pastos me hará descansar. Señor, llévame a lugares de reposo donde pueda descansar porque sé que tú tienes control. Puedo descansar porque sé que aunque mis enemigos anden acechándome, hay un pastor que no permitirá que nada me falte”.

Cómo cambia nuestra oración. No todos los versículos se pueden orar. Los Salmos son formidables para esto. No todo aplicará pero no importa, sigamos leyendo, busquemos lo que aplique. Dios nos va a empezar a hablar y hasta temas que quizás no vayamos a entender. Él va a empezar a revelar y a traer dirección. Hay momentos donde no tenemos ganas de orar. La Palabra de Dios en Jeremías 23:29 nos muestra que el Señor hace una pregunta retórica: ¿No quema mi palabra como el fuego? —dice el Señor —. ¿No es como un martillo poderoso que hace pedazos una roca? El poder de la Palabra es tal que puede entrar y derretir el corazón más helado, la situación más fría y rígida, puede avivar fuego en medio de ese lugar donde no podía avivarse. Es tan poderosa y fuerte que el martillo puede llegar a destruir la piedra más dura y el obstáculo más fuerte, el poder de la Palabra de nuestro Dios.

 

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