predicarle a otros
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Disciplinas difíciles – Predicarle a otros

En esta ocasión vamos a cerrar la serie “Disciplinas Difíciles” con el tema del evangelismo. Cuando predicamos a otros y tenemos la oportunidad de compartir el evangelio, vemos la obra del Señor funcionando en la persona, creando la necesidad de conocer a Cristo y estar en su presencia. Esta es la forma como Dios quiere que seamos.

¿Quién es responsable de evangelizar?

A veces pensamos que de los cinco llamados ministeriales (Apóstol, Profeta, Maestro, Evangelista y Pastor), el Evangelista es el responsable de evangelizar, pues tiene un llamado de Dios y una convicción para llevar a cabo su responsabilidad de una forma quizás más eficiente y efectiva. Pero la responsabilidad de evangelizar es de TODOS nosotros. Estamos llamados a llevar el evangelio y a procurar ejercer influencia en la mayor cantidad posible de personas.

¿Qué es Evangelismo?

Es presentar las buenas nuevas de salvación, es decir, anunciar que nosotros no tenemos que hacer nada para poder recibir la Salvación, sino que la Salvación es dada por gracia.

En otras religiones el hombre tiene que cumplir condiciones, normas, mandatos o rituales para intentar acortar la distancia con su dios. En el Cristianismo entendemos que nuestro Dios, sabiendo que no hay nada que podamos hacer por nosotros mismos, envía a su Hijo a rebajarse a nuestro nivel. Sin Santidad nadie puede acercarse a Dios, así que Él se acercó a nosotros.

Poner nuestra fe en el Hijo de Dios, es reconocer que nuestro pecado nos separa de Dios. Pero si reconocemos el pecado, Dios es fiel y justo para perdonarnos y podemos tener acceso al Padre. Esas son las Buenas Nuevas. Todo lo que tenemos, lo que podemos hacer, es por gracia y misericordia de Dios.

Lamentablemente en la actualidad parece que somos cristianos en medio de cuatro paredes. Ya no predicamos “afuera”, no compartimos la fe; no parecemos vivir la transformación que Cristo hizo en nosotros.

El evangelizar no es una invitación, es una obligación de todo creyente. El Señor nos está diciendo “vayan, salgan, abran sus bocas”. Él nos da las herramientas.

El no evangelizar podría resultarnos una razón de pecado.

Santiago 4:17 dice:

“y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.”

Este es un llamado a la iglesia para hacernos responsables de llevar el evangelio a los demás.

¿Dónde debemos predicar?

La Biblia dice “id a las naciones.” El conjunto de naciones es el mundo, y cada uno de nosotros tiene un mundo al cual impactar: en la familia, en el trabajo, en el colegio, en la universidad.

Somos los responsables de impactar a las personas que no le conocen a Él. El Dios sabio fue quien nos escogió, y Él nos capacita para lograr que llevemos el reino de Dios a lugares de oscuridad.

• ¿Cuándo debemos predicar?

2 Timoteo 4:2 dice:

“Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.”

¡Debemos de predicar siempre, en todo momento! Pues el que ama al Señor está continuamente viendo a quién predicarle, por quién orar, a quién impactar.

A veces decimos “no estoy listo”, sin embargo esto no es un tema de estar o no listos para predicar. Es más, el no estar listo y disponerse a predicar de forma efectiva, glorifica aún más al Señor, pues lo hacemos no con nuestras fuerzas sino con las de Él. Dejemos que el Espíritu Santo nos use, nos guíe, nos dé las palabras correctas para predicar en todo tiempo.

• ¿Cómo debemos evangelizar?

Juan 4:3-10 dice:

“3 salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea. 4 y le era necesario pasar por Samaria. 5 vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. 6 y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta.
7 vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. 8 pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. 9 la mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. 10 respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.”

Quizás a veces nos sentimos los peores pecadores, y sentimos que no merecemos la gracia y el perdón. Pero si le hemos fallado al Señor, si nos hemos equivocado, sus brazos siempre estarán abiertos y estará esperando a que tengamos un encuentro con él.

Como la mujer samaritana, algunos acudimos a otros pozos como el amor terrenal, el pecado sexual, o la aceptación social, para intentar saciar la necesidad de un momento, creyendo que así llenamos el vacío del corazón.

Si conociéramos el don de Dios, el regalo, la gracia y quién es Él, nunca más volveríamos a tener sed.

De este texto podemos extraer 3 claves de cómo evangelizar:

1. Ocupamos tener amor e interés genuino por el prójimo.
El evangelismo debe ser más relacional. Tenemos que mostrarnos amigos con los demás a pesar de las diferencias que podamos tener en cuanto a creencias y principios, tal como lo hizo Jesús con la mujer de Samaria, dándole un mensaje de amor y no de juicio. Si tenemos a Cristo, tenemos amor. Si no tenemos amor no tenemos a Cristo.

2. Tenemos que salir de la zona de confort.
No se puede hacer ministerio desde el confort. El llamado al discipulado de Dios es tomar nuestra cruz, aquellas cosas que nos cuestan, y caminar con Él. Vamos a tener que tratar con gente difícil y estar dispuestos a involucrarnos, y a usar las circunstancias que estén pasando las personas para predicarles el evangelio.

3. Acerquémonos con tacto y no con juicio.
Mostremos a los demás, al Padre que nos Ama, que nos quiere recibir y perdonar, que nos trae paz, que nos abraza en medio de los problemas y tiene el control de todo. No nos acerquemos con superioridad, pues nosotros estamos tan necesitados de Dios como cualquiera. Sepamos escuchar a los demás.

Reflexionemos sobre cuándo fue la última vez que le predicamos a alguien y sacamos el tiempo de darle seguimiento y orar por esa persona. Y si es que nunca lo hemos hecho, nos hemos estado perdiendo de la obra maravillosa que es ver cómo una persona pasa de muerte a vida por la obra del Espíritu Santo. Solo tenemos que disponernos y decir al Señor “heme aquí, envíame a mí”.

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