En Cristo Soy: Aceptado
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En Cristo Soy: Aceptado

Como seres humanos necesitamos sentirnos amados y aceptados; desde el momento de la concepción esto es una necesidad natural. Lamentablemente hay hogares donde esta necesidad no es satisfecha en las familias, lo cual provoca muchas veces heridas y problemas en las relaciones a causa de ese vacío.

Necesitamos buscar esa aceptación y amor en el Señor; sin embargo, es común que comparemos a Dios a través nuestra experiencia con nuestros padres, pensamos que Él nos va a tratar como nuestros padres lo hicieron.

Dios desea que no pongamos nuestra mirada en personas, ni que busquemos en nadie llenar los vacíos. Tampoco quiere que busquemos con servicio y actos el sentirnos aprobados por los hombres. Intentando caminar en nuestras propias fuerzas y en nuestra humanidad nos vamos a cansar, olvidando que somos llamados hijos y que en el Señor encontramos descanso. Por obras nadie será salvo; Dios no comparte su gloria. Dios es nuestro Abba Padre, nuestra ayuda en nuestras necesidades.

Todos los hombres fallan, por eso no podemos llenar nuestras necesidades en el mundo. Muchas veces preferimos buscar el mundo antes de buscar a Dios y ser llenados por Él. Pero el mundo no es lo que Dios quiere para nosotros, Él ve lo interno de nuestro corazón. Dios ama a las personas que buscan su presencia, en el cuarto de oración secreto es ahí donde encontramos recompensa y llenura.

Tenemos que dejar que el amor de Dios llene nuestra vida para poder amar a los demás, el amor verdadero solo puede venir de Dios.

Dice 1 Juan 5:18-19: “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca. Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno”

Ahora bien 2 Corintios 4:4 nos dice:“En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”

Es decir, todos estábamos cegados por Satanás, todos estábamos perdidos en el mundo.  Nuestro valor está en el Señor, en lo que Él ya hizo en la cruz.

Quienes aman al mundo, aún no tienen el amor de Dios.

Dios nos da la victoria en Cristo, en Él hay esperanza. El Señor ya venció al mundo, debemos creer que Él ya nos perdonó y que sus pensamientos son de bien y no de mal, que Él suple nuestras necesidades, tiene cuidado de nosotros y que nos ha sacado de las tinieblas a la luz.

El Señor transformó nuestras vidas, somos real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios. Él nos escogió desde la creación del mundo, nos formó y nos puso nombre. Aunque pasemos por las aguas no nos ahogaremos, ni en el fuego nos vamos a quemar. Su amor es incondicional, Él no cambia. Lo que Él dice se cumple y sus promesas son verdaderas.

1 Juan 3:1 nos dice:

“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él”

 Y 1 Juan 2:2 nos recuerda:

“Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.”

En su gracia, el Señor nos dio voluntad para decidir por Él, por amor nos ha dado la oportunidad de aceptar ese amor y creer que somos aceptados. El amor de Dios al llenarnos trae plenitud, echando fuera todo temor y llenando todo vacío. Cuando nos dejamos amar por Dios, amamos a los otros.

Dice 1 Juan 5:3:

“Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos”

Cuando el amor de Dios ha sido derramado, obedecemos por amor, obedecemos por quien es Él.

Dios ve nuestro interior, el arrepentimiento, su misericordia es derramada sobre nosotros sus hijos. Si un padre terrenal no quiere dañar a sus hijos, cuánto más el Señor no querrá hacerlo. No hay nada que podamos hacer para sentirnos amados o aceptados, solo a través de la cruz. Miremos la cruz, volvamos nuestra mirada a Aquel que entregó su vida por amor: a Cristo nuestro Señor y Salvador.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Juan 3:16

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