Parábolas de Jesús: Trigo y la cizaña
¿Por qué el Señor habla por medio de parábolas y decidió utilizarlas? Es importante entender que las parábolas son historias naturales que manifiestan o revelan principios espirituales del Reino de Dios. En la época de los primeros discípulos Jesús, el Espíritu Santo no había venido como vicario, por lo que para que ellos pudiesen comprender el Reino, el Señor les hablaba de forma natural asuntos espirituales para que lo pudieran entender.
El Reino de Dios no es una expectativa a futuro. Es una verdad que Dios va a venir y va a establecerse como Señor; la diferencia entre hoy y ese tiempo, es que tenemos una seguridad absoluta de eternidad en Cristo Jesús para los que estamos en Cristo. El reino de Dios es todo lugar donde el Rey con gobierno entra.
Mateo 13:10-13 “Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? Él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden”.
No hay una forma de llegar a entender la profundidad de la Palabra del Señor sino es por medio del Espíritu Santo. Racionalmente es imposible entender la Biblia; quizás lo hemos intentado hacer en nuestras fuerzas, pero de dicha manera es imposible; porque la Palabra de Dios es viva y habla directamente a nuestro espíritu. Tiene que existir un receptor de ella y es el Espíritu Santo el que trae dicha revelación.
Por eso el Señor les dijo a los discípulos que Él les tenía que explicar las cosas porque de otra manera no iban a entenderlas, necesitaban al Espíritu Santo para entenderlas.
Mateo 13:24-30 “Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? Él les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.”
El reino de los cielos no se puede ver de una forma racional, no siempre se presenta de la forma que es más lógica.
Mateo 10:36-37 “Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo.”
¿Cuántas veces vamos al Señor a que nos explique?, muchas veces sacamos conclusiones por medio de lo que nos parece más lógico, consultamos con nuestros amigos, hacemos un censo, pedimos consejos, buscamos al pastor para preguntarle que debemos hacer, pero pocas veces o de último, vamos al Señor a consultarle.
Es importante aclarar que Dios no tiene que explicarnos, Él no nos rinde cuentas a nosotros, nosotros le rendimos cuentas a Él y hay situaciones donde el silencio es la respuesta de Dios.
Todos hemos pasado crisis de fe, hemos pasado pruebas que nos hubiese gustado brincar, sin embargo, cuando le consultamos al Señor lo que recibimos es silencio. Dios quiere trabajar algo en nosotros, algo que necesita forjar, porque muchas veces el tener las cosas cuando nos da la gana, nos mal forma.
El Señor quiere que vayamos a Él, darnos respuestas, hablar con nosotros, hacernos ver que Él está con nosotros en medio de nuestra situación.
Mateo 10:38-43 dice “Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.”
De esta parábola podemos aprender estos principios:
Número uno: entendemos de la parábola que es el fin de los tiempos, que Dios va a hacer su obra y su voluntad, y va a traer una división, separando trigo de cizaña, pero entendemos también que Jesús nos planta, Él es nuestro sembrador y quien nos pone en el lugar correcto.
Está parábola habla de que el terreno es el mundo y que Dios tiene un plan que preparó, tomó semilla – las semillas somos nosotros, los hijos de Dios – y nos sembró en el lugar donde Él quería.
El Señor nos creó para que todo lo que hagamos prospere, que entremos a un lugar y ese lugar crezca, que nuestra familia prospere porque nosotros estamos en ella, que adonde quiera que vayamos y que todo lo que emprendamos florezca.
Dios quiere hacer prosperar nuestro caminar, Él tiene un plan para nosotros y el día que lo encontramos nuestra vida empieza a tener sentido, llegamos a entender para que fuimos creados: para el servicio y la gloria de Dios.
Satanás también tiene un plan, pero él no puede robar la esencia de lo que somos si estamos en Cristo. Si somos una semilla de trigo no hay forma de que pasemos a ser cizaña, debemos tener una convicción de salvación, si somos trigo estamos destinados a serlo, Satanás no puede transformar el trigo en cizaña, pero si puede sembrar confusión y hacer que ese trigo sea arrancado y no de fruto.
Eso es lo que busca hacer el enemigo; él no puede tocar nuestra salvación, pero va a buscar destruir nuestra familia, nuestras relaciones, ministerio, propósito, santidad, consumirnos en pecado, que entremos en las distracciones del mundo y así vivamos una vida frustrada llegando a nunca cumplir nuestro propósito en Dios.
Lamentablemente con muchos lo logra, porque nos apartamos del camino, nos salimos de la cobertura del Señor.
Número dos: ¿Somos trigo o cizaña? No hay una tercera opción, no hay un híbrido entre trigo o cizaña, en el Señor solo hay dos opciones o somos amigos de Dios o enemigos de Él. Vivimos bajo su gracia o fuera de ella, vivimos en el perdón o en el pecado, no podemos ser 99% pecador y 1% cristiano.
El cristianismo no es un título, no es un acto, no es ir a la iglesia, no es portarnos bien, no es leer la Biblia, no es orar, el cristianismo es ser hijo, y al “ser” vamos a pasar a “hacer”, porque la esencia – dice el libro de Santiago – es que nuestras obras manifiestan lo que somos. Las obras manifiestan nuestra esencia como cristianos, demostrando que devolvemos gracia en amor, entendemos que nuestra vida fue comprada por la sangre de Cristo, por lo tanto tratamos de regresar a manos abiertas lo que se nos dio a manos abiertas, gracia por gracia.
Mateo 12:30 “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.”
Cuando vemos la interpretación de la parábola, la Biblia nos habla de dos personas, la que vive en iniquidad, es aquel que práctica el pecado y es una norma en su vida, que no tiene arrepentimiento, que está lejos de Dios, que no ha buscado su gracia, ese es uno de los que van a ser echados en el lago del fuego.
Pero hay otro: el que estorba. Tan malo es el que estorba como el que peca. Preguntémonos, ¿qué tipo de creyente somos? Hay personas que se avergüenzan de publicar cosas del Señor en sus redes sociales, les da vergüenza decir que van a una iglesia a adorar al Señor y les apena publicar que son cristianos. Eso es preocupante porque ahí es donde debemos preguntarnos si ¿estamos sembrando con Él o estamos desparramando lo que el Señor está sembrando?
Es preocupante ver al cristiano que se comporta de una manera en la iglesia y de otra fuera de esta, dejando el testimonio de Cristo mal.
Si somos trigo nunca debemos envidiar la cizaña. A veces sentimos que a las demás personas les va mejor que a nosotros, sentimos que vamos a la iglesia y pensamos que “podríamos estar haciendo otras cosas”, pero se nos olvida una cosa: quizás la cizaña crece más rápido que el trigo, pero la cizaña nunca dará fruto.
La cizaña siempre se quedará siendo cizaña, nunca se multiplicará como el trigo, nunca dará el fruto que el Señor quiere que dé, y sin importar a la velocidad que vayamos, solo significa que todos maduramos distinto, pero si somos trigo daremos fruto, aunque no lo veamos hoy, lo daremos.
Dios se va a encargar a su tiempo de levantarnos, de que empecemos a fructificar. Honremos al Señor, Él se encargará de nosotros y de toda nuestra vida. Debemos pelear la batalla, porque esto es una guerra continua, es el enemigo quien no va tener piedad de nosotros ni de nuestra vida, luchemos y creamos que ya el Señor nos dio la victoria.
¿Por qué Dios permite ciertas situaciones o que el trigo y la cizaña, crezcan juntos?, es difícil estar en el mundo, es una lucha, todos hemos llegado a tener crisis de fe y le hemos preguntado al Señor ¿Por qué?, ¿Por qué nos pasa esto?, lo vemos en la Biblia, en los hombres de Dios.
Elías le dijo al Señor: “me quiero morir, porque no buscas a alguien más”; David se escondió en una cueva a llorar por su situación, Juan el Bautista en la cárcel mandó a preguntarle a Jesús si de verdad eres el Mesías.
Dios es 100% amor, pero también es 100% justicia, su justicia no sobrepasa su amor ni su amor sobrepasa su justicia. No se trata de ser personas que guardemos rencor, ni que busquemos hacer justicia en nuestras propias manos, eso no está bien y no viene del corazón de Cristo. Sin embargo, cuando perdonamos lo que estamos diciendo es “Señor tú te encargas, creemos que tu harás justicia”. Debemos recordar siempre que nuestro Dios no es injusto, Él es el Juez justo y va a hacer que todo se cumpla en su tiempo.
Ninguno de nosotros somos buenos, todos somos malos, por eso estamos destituidos de la gloria de Dios, porque todos pecamos. Bajo la ley moral de Dios, todos fallamos, pero tenemos una salida, volvernos al Señor e ir a Cristo; Él compró nuestra libertad y salvación en la cruz, no podemos sentirnos buenos, porque cuando recordamos la muerte de Cristo en la cruz, reconocemos que nosotros lo pusimos ahí, nuestros pecados lo pusieron en ese lugar, por eso no podemos sentirnos más que otros, porque todos lo rechazamos, Él pagó nuestra deuda.
Cuando la cizaña y el trigo crece y uno da fruto y el otro no.
Es fácil distinguir el trigo de la cizaña, pero cuando los dos están pequeños, el Señor dice “no los arranquen, porque pueden arrancar el que nos es, y por el amor que tengo al que sí es voy a dejar que el otro crezca”.
Dios va a esperar pacientemente con sus hijos amados, a que todos aquellos que son ese trigo pequeño en su tiempo de fruto en abundancia. Dios tiene paciencia con los que le aman, con sus hijos, él está esperando a que sea el tiempo correcto para dividir hijos de los que no lo son, lo vemos en 2 Pedro 2:9 “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.”
Dios quiere se salven, hereden y lleguen a Él. El enemigo no puede convertir el trigo en cizaña pero Jehová si puede transformar la cizaña en trigo, porque el día que llegamos a Cristo, el Señor mata nuestra esencia carnal y nos da identidad de hijos, y pone aquello que va a dar fruto en abundancia.
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