Una actitud de gratitud
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Una actitud de gratitud

En mensajes anteriores de esta serie, vimos como a lo interno de la familia, la actitud de uno de los miembros indefectiblemente afecta a los demás, y vimos también acerca de la importancia de la honra. Hoy, trataremos acerca de una actitud de suma importancia en el entorno familiar: la gratitud.

Hace algunos años, la Universidad de California y la Universidad de Miami, con dos de sus profesores, hicieron un estudio, con base en tres grupos de personas distribuidas al azar. Para los fines buscados, al primer grupo le asignaron la tarea de anotar en un diario todo aquello que les generaba agradecimiento durante esos días; al segundo grupo, se le asignó enlistar todo lo que a diario les molestó; y a un tercer grupo se le solicitó anotar todo lo que les provocara emociones neutrales o les fuera indiferente.

Esto lo hicieron durante diez semanas. Al cabo del ejercicio, convocaron a todos los grupos para evaluar los resultados. Después de varios análisis, determinaron que las personas que cultivaron agradecimiento tuvieron mejor salud que el resto de los participantes.

Para darle un mayor sentido a lo anterior, nos permitimos algunos ejemplos de situaciones típicas. ¿A quién no le ha sucedido que, llegada la orden en un restaurante, le resulta más apetecible el platillo del comensal de al lado? Esta conducta, es muy recurrente en nuestra vida diaria. Solemos anhelar lo que no tenemos, y pasamos por alto valorar y estar agradecidos con lo que tenemos.

La gratitud, es un buen antídoto para el desaliento. En este sentido, vale decir, el desánimo es uno de nuestro peor estado. Un viejo cuento dice que un hombre llegó un día una bodega en la que el diablo almacenaba las semillas que depositaba en los corazones de la gente; para el asombro de este hombre, la semilla llamada desánimo, era la más abundante.

No vaciló en preguntarle al diablo el por qué; la respuesta fue muy simple: porque con el desánimo, se logra el caldo de cultivo para todos los demás pecados; en particular, el desánimo, es la mejor estrategia para apartar a las personas de la iglesia. Después de esta develación de estrategia, pregunta aquel curioso al diablo: ¿y en cual corazón es más difícil sembrar el desánimo?, sin titubeo responde el maligno: En un corazón agradecido.

A partir de esta reflexión, una de las imágenes del Antiguo Testamento que primero viene a mi mente es la de Job, quién nunca se olvidó quién era su Dios. En el Nuevo Testamento, por su parte, llama la atención, como Jesús da una serie consejos imperativos: “amaos los unos a los otros, sed santos porque yo soy santo, y nos llama a ser agradecidos”.

Pareciera que, de todas estas, la más fácil es ser agradecido; sin embargo, hay que reconocer que, ser agradecido en medio de la prueba y la dificultad, es muy difícil; asimismo en la bonanza, pues podemos vanagloriarnos, atribuyéndonos el mérito por nuestro éxito, olvidándonos que todo lo que tenemos depende y ha sido puesto por Dios.

¿Enseñamos a nuestros hijos a ser agradecidos siempre, aunque falte algo? ¿les enseñamos que Dios es lo más importante? Independientemente de cómo se conforme una familia, lo que realmente le da una el carácter de disfuncional es no tener a Dios como centro.

Veamos el ejemplo de una mujer de fe que se sobrepone a la pérdida de su marido, gracias al clamor por un milagro. Esto en 2 Reyes 4,1-7:

“Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos.

Y Eliseo le dijo: ¿qué haré yo? Declárame que tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite. Él le dijo ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas.

Entra luego, y enciérrate, tú y tus hijos; y echen todas las vasijas, y cuando una esté llena ponla aparte.

Y se fue la mujer, cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas y ella echaba del aceite.

Cuando las vasijas estuvieron llenas dijo a un hijo suyo: tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: no hay más vasijas. Entonces cesó el aceite.

Vino ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: ve y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos, vivid de lo que quede.

En este contexto, el acreedor podía tomar en servidumbre a los hijos de esta mujer. Ella, vulnerable y desprovista, no escatima en acudir al profeta, y ante la pregunta que este le hace, no omite decir lo que tiene. En este caso, la acción multiplicadora del profeta expresa el poder de Dios y cómo a Él no le importa lo que nos falte, sino lo que tenemos y cuánto Él puede hacer con eso que tenemos y que ponemos a su disposición.

No debemos preocuparnos. Con lo que tenemos es suficiente para que Dios haga un cambio en nuestra familia, sólo debemos ofrecérselo a Él. Asimismo, aunque seamos la única persona en nuestra familia que conoce del Señor, o que inclusive, estemos apenas buscando conocer de Él, con eso es suficiente para que Dios obre milagros en toda nuestra casa.

Después de que la viuda le contara su necesidad, el profeta no le pregunta que te hace falta, sino que le pregunta ¿qué tienes disponible? Esto es así, porque Dios trabaja con lo que nosotros tenemos; con lo que ofrecemos se produce el milagro.

En la Biblia son constantes los casos en que Dios trabaja incluso con nuestras debilidades. Veamos algunos: en el caso de Moisés, mostrándose temeroso ante Dios, recibe de Él la pregunta: ¿qué tienes en tu mano? a lo que responde: “una vara”.  Y con esa vara, Dios hizo muchos milagros para el pueblo. Porque lo que a los ojos humanos puede ser insignificante, puede ser usado por Dios para algo glorioso.

Otra conocida faceta bíblica es el milagro de la alimentación de los cinco mil. Jesús no pregunta: ¿cuántos panes y cuántos peses nos faltan para alimentar a los cinco mil?, sino que pregunta: ¿qué tenéis? Y a partir de la actitud generosa de la persona que los ofreció, Él se encargó de saciar los cuerpos de todos aquellos que buscaban en principio el alimento espiritual por medio de su palabra.

Esto evidencia que cuando nos enfocamos en Dios, Él se encarga de lo nuestro. Solamente requerimos una actitud de gratitud.

Y como último ejemplo tenemos las bodas de Canaán; Jesús tomó seis tinajas de agua, para transformarlas en vino, en este caso la acción humana que propició el milagro fue el acto de obediencia al llenar las tinajas de agua, aunque no sabían lo que a partir de eso sucedería.

Los limitantes para la acción de Dios están en nuestra falta de fe, y no la promesa de Dios. Él nunca va a fallar, somos nosotros lo que por falta de fe no activamos esas promesas. Dios no falla, Él no llega tarde, Él no deja que sus hijos mueran en el desierto. Esto no significa que en nuestra casa habrá necesariamente un milagro cada día, pero si algo cierto hay, es que Dios tiene nuevas misericordias cada día. ¿Cuán agradecidos estamos?

Es necesario que aprendamos a no vivir de falsas expectativas y que cambiemos la actitud de añorar lo que no tenemos, y en su lugar prendamos a disfrutar de lo que tenemos. Seamos luz en medio de las tinieblas y marquemos la diferencia en nuestro hogar y en nuestro entorno.

Aceptemos la realidad, sabiendo que el milagro no viene simplemente por todo lo que queremos sino por medio de lo que ofrecemos a Dios. No permitamos que las circunstancias nublen nuestra visión de la cruz de Cristo, por medio de la cual, vino nuestra salvación. ¡Dios es bueno!

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